Héctor Yunes Landa | 10 septiembre
de 2012
Tribuna Libre.- Esta semana hemos observado varios signos de
madurez política, de compromiso con los mexicanos y disponibilidad de
cooperación entre los principales
actores políticos del país. Lo anterior genera un ambiente propicio para una
Transición con características democráticas propias de las democracias en vías
de consolidación como: seguridad jurídica, la primacía del interés nacional, la
coordinación para dejar y recibir la titularidad del Poder Ejecutivo con orden
y de forma responsable.
El Sexto Informe de Gobierno del presidente
Felipe Calderón es un paso importante para conocer y comprender donde estamos
situados actualmente, cuales son las prioridades cubiertas, cuales se cubrieron
parcialmente, así como los grandes temas pendientes que pasarán a ser responsabilidad
del presidente electo. También tiene relevancia porque da a conocer a los
ciudadanos donde se invirtió el dinero de sus impuestos y como se ejerció el
gasto público, para que puedan evaluar la gestión gubernamental realizada.
Otro evento importante que muestra que en
México empiezan a importar más las instituciones que las personas que las
representan, es la propuesta de reformas preferentes enviadas al Congreso de la
Unión por el presidente el pasado 1o. de septiembre. Esto es importante porque demuestra
que el presidente en un acto de madurez y civilidad reconoce las reformas
constitucionales aprobadas por el Congreso el pasado 18 de julio, en las que se
aprobó que al inicio de cada legislatura el Ejecutivo en turno pueda enviar
hasta dos iniciativas de reformas preferentes.
La civilidad y responsabilidad que está
teniendo lugar en esta transición se demuestra también en la reunión sostenida
en Los Pinos por el presidente que concluye su mandato, Felipe Calderón y el
presidente electo, Enrique Peña Nieto, así como en el mensaje a la opinión
pública, donde comparten posiciones respecto a una transición en orden y
respetuosa, apegada a derecho y sin opacidades; además este mensaje coincide
con los compromisos del presidente electo respecto de una nación moderna, con
mayor rendición de cuentas y transparencia en su ejercicio como Titular del
Ejecutivo.
Si bien nuestra experiencia en transiciones
presidenciales con distintos partidos en el poder es corta, lo cierto es que el
ambiente de respeto a la ley con orden y responsabilidad de los actores
políticos ha sido una constante a considerar como un signo positivo en nuestra
democracia. En las elecciones del año 2000 tuvimos un cambio importante con la
llegada al poder de Vicente Fox, en la cual, el entonces primer mandatario
Ernesto Zedillo y el PRI entregaron la presidencia sin sobresaltos importantes
en el escenario político, en un ambiente de alta responsabilidad y civilidad
política. Hoy doce años después, las circunstancias del país han generado el
voto de confianza de los ciudadanos hacia un PRI moderno y un presidente electo
comprometido con los ciudadanos que propone ideas innovadoras y proyectos para
posicionar a México entre las potencias emergentes.
Los partidos se encuentran en posiciones diferentes,
hoy el PRI llega y el PAN le entrega la estafeta en el gobierno de una manera
cordial. Por su parte, la izquierda como conglomerado de partidos, es la
segunda fuerza política que, de actuar con responsabilidad, jugará un papel muy
relevante de cara al futuro y en la búsqueda de su propio avance y
consolidación.
Una transición de características
democráticas como las descritas siempre beneficia al país, porque permite que
el trabajo de la administración pública no cese ni disminuya, permite que el
país siga funcionando con normalidad, pero además otorga certeza al gobierno
saliente al entregar las cuentas del país de forma clara y ordenada, así como
al gobierno que llega le permite diagnosticar cuál es la situación del país,
qué aspectos mantener y cuáles corregir, cómo orientar las inversiones
públicas, asimismo le permite visualizar qué programas sociales mantener o
cuáles se requieren para mejorar la calidad de vida de los mexicanos. En suma,
permite una evaluación más objetiva e institucional de la política pública
instrumentada y, precisamente por ello, una mayor posibilidad de reorientarla
para bien de todos los mexicanos.
Nuestro país va ganando madurez política y
solidez institucional, la democracia se mueve en sentido positivo, a veces de manera
lenta pero avanza, los actores políticos empiezan a generar mayores acuerdos y
a entenderse de manera más rápida y eficaz. La interrelación observada estos
días entre Ejecutivo y Legislativo, así como entre el Ejecutivo en funciones y
el Ejecutivo electo, son signos muy positivos para la nación. Asimismo, la
creación de un equipo de transición, la interactividad de las asociaciones
civiles, sindicatos, patronales, etcétera, van generando un proceso
deliberativo en los grandes temas de relevancia nacional que otorga tintes de
modernidad e inclusión en nuestra querida patria.
Como hemos afirmado antes, esta es la base
esencial para que los mexicanos podamos superar nuestros problemas: la unidad
en lo esencial –como ha expresado el presidente Calderón- en torno a nuestro
próximo presidente, Enrique Peña Nieto, a pesar de nuestras naturales
diferencias. Esta es la fórmula que han seguido las naciones más desarrolladas
y, venturosamente, parece que es el camino que estamos dándonos los mexicanos.