*La autora
de La noche de Tlatelolco, Premio Cervantes 2013, presenta por estos días la
biografía novelada de Lupe Marín, la primera mujer de Diego Rivera, Dos veces
única.
México, D.F. | 03 octubre de 2015
Tribuna Libre.- Elena Poniatowska (París, Francia, 1932) sabe
que su libro legendario La noche de Tlatelolco es materia de consulta obligada
en un día como hoy, cuando se conmemora otro año de la matanza de estudiantes
en la Plaza de las Tres Culturas, allá por 1968.
Sabe también que a esa noche trágica debemos
sumar otra jornada ignominiosa, otra noche que ha cimbrado el país llevándolo
al borde del abismo: la del 26 de septiembre de 2014, cuando desaparecieron 43
estudiantes de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero.
Vestida íntegramente de rojo, se crispa
cuando en entrevista con SinEmbargo le preguntamos por qué los estudiantes
suelen ser amenazantes para el poder de turno en muchas partes del mundo.
La también autora de Leonora y La piel del
cielo, Premio Cervantes 2013, convencida como está de que “México es inferior a
su pasado”, sabe de estudiantes y de injusticias, esas mismas que se ha
dedicado a denunciar en una obra prolífica de la que destaca principalmente su
papel de periodista, alguien que investiga y escucha y que saca de las experiencias
y narraciones ajenas la materia esencial para sus libros.
En una oportunidad, la escritora chicana
Sandra Cisneros, consideró a Elena Poniatowska “un símbolo imprescindible de la
cultura mexicana tan importante como la Virgen de Guadalupe”, que “tendría que
remplazar al Ángel de la Independencia en la avenida Reforma”.
“Elena tiene una generosidad y energía sin
límites”, dijo Cisneros, para describir a una mujer que a sus 83 años no cesa
en la lucha por destacar la deshonestidad de los Gobiernos mexicanos recientes,
“que no han sabido dar respuestas a las necesidades de la gente” y que
“pretenden apagar el fuego con fuego”.
En estos días, Poniatowska presenta su novela
reciente, Dos veces única (Planeta), un trabajo impecable con el que seguramente
ganará nuevos lectores.
Se trata de la biografía novelada de Lupe
Marín, la primera esposa de Diego Rivera (1886-1957) y madre de sus dos hijas,
Guadalupe y Ruth, una mujer central en la vida del muralista, quien si bien
profesó un amor genuino por la pintora Frida Kahlo (1907-1954), dependió en
forma endogámica de Lupe, un personaje al que la historia no le ha hecho
justicia real.
Diva y musa por derecho propio, esposa
legendaria, cocinera magnífica, madre tormentosa y viuda trágica, María
Guadalupe Marín Preciado, Lupe Marín (1895-1983) fue testigo excepcional y
parte indispensable de algunas de las vidas extraordinarias que dieron forma al
arte mexicano del siglo XX.
Casada con Diego Rivera y con el poeta y
crítico Jorge Cuesta (1903-1942), el más connotado de los escritores del grupo
Contemporáneos, Lupe Marín vio refulgir su obra y la de otros creadores como
Frida Kahlo, Rafael Coronel, Xavier Villaurrutia y Juan Soriano, además de
ejercer una influencia poderosa sobre sus hijos y nietos, herederos de un
legado tan brillante como imperioso.
–¿Cómo encontró ese equilibrio para retratar
a una mujer que es al mismo tiempo tan entrañable como tremenda?
–A través de entrevistas a sus nietos y sobre
todo a su hija, Lupe Rivera, que ataca muchísimo a su madre. Dice que su madre
les pegaba, que le decía a su abuela: -Ahí te mando a esas putas, a esas
putitas, por sus dos hijas. Con quien de veras Lupe Marín fue terrible fue con
Antonio, el hijo que tuvo con Jorge Cuesta. Antonio hizo unos poemas buenísimos
en contra de su madre; buenísimos en el sentido de que es buena poesía, pero
aterradores por lo que dicen. (SinEmbargo)