Ciudad de México. | 20 septiembre de 2016
Tribuna Libre.- El terremoto del
19 de septiembre de 1985, fue el más mortífero y destructivo que se ha
registrado en la historia de la Ciudad de México. El epicentro se localizó en
las costas de Michoacán y Guerrero, rotura del contacto entre las placas de
Cocos y de Norteamérica, en una extensión de 50 km x 170 km y unos 18 km de
profundidad. Su magnitud fue 8.1, según informó el Instituto de Geofísica de la
Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), con una duración de casi cuatro minutos, de los cuales, un
minuto y treinta segundos corresponden a la etapa de mayor movimiento.
La intensidad en
la superficie directamente sobre la zona de ruptura, alcanzó IX en la escala
Mercalli Modificada (Daño considerable en estructuras de diseño especial;
estructuras con armaduras bien diseñadas pierden la vertical; daño grande en
edificios sólidos con colapso parcial. Los edificios se desplazan de los
cimientos. Grietas visibles en el suelo. Tuberías subterráneas rotas). A pesar
de la gran distancia focal (370 Km) que atenúa fuertemente las ondas en roca,
los efectos de sitio en la ciudad las amplificaron dramáticamente,
principalmente en ciertos rangos estrechos de frecuencia de vibración. Debido a
la estratigrafía profunda del Valle de México, las ondas que llegaron aquí a la
superficie superior rocosa tenían en comparación con temblores en otros sitios,
un contenido excepcionalmente alto de energía en un intervalo de frecuencias
que abarca justamente aquellas que más amplifican las arcillas del valle.
A su vez, las
construcciones que, al experimentar grandes oscilaciones, vibraban naturalmente
en este intervalo de frecuencias (en general edificios de 7 a 15 pisos)
sufrieron los máximos daños.
Esa mañana, un
trágico despertar dejó a su paso: muertos, heridos, desaparecidos,
damnificados, edificios públicos, privados y casas habitacionales destruidas;
inmuebles en peligro de caer; interrupción en el servicio de agua, energía y
teléfonos; fugas de agua y gas; múltiples rupturas en el asfalto y la
paralización total en el servicio de transporte colectivo.
Por todos lados
surgieron brigadas de rescate de aquellos que desinteresadamente ofrecieron
algo más que sus propias manos. Crecía a cada momento la incertidumbre y luego
la desesperación, no había picos, ni palas, ni marros, mucho menos maquinaría o
aparatos especiales para las labores de salvamento; hospitales y ambulancias no
se daban abasto, mientras que la escasez de medicamentos y sangre tuvieron como
consecuencia la pérdida de muchas vidas que pudieron ser salvadas.
El secretario de
la Defensa Nacional anunció minutos después del temblor que el Ejército
Mexicano había puesto en operación el Plan DN-III de auxilio a la población
civil. Para millones de capitalinos, entre las 7:19 y 7:22 todo terminó para
empezar dramáticamente.
Aparecen entonces
las primeras respuestas a la desgracia: se desborda la generosidad y el apoyo
internacional. El presidente de Cuba, Fidel Castro, fue uno de los principales;
le siguieron dirigentes de la ONU y los presidentes de Argentina, Colombia, Estados
Unidos, España, Nicaragua y Venezuela (entre otros).
La noche del
jueves miles de habitantes del Distrito Federal, atemorizados ante la
posibilidad de un nuevo temblor, durmieron fuera de sus casas en albergues
improvisados y campamentos ubicados en parques, camellones, aceras y, en menor
medida, en instalaciones públicas.
Viernes 20 de
septiembre
La noche del
viernes sucede lo peor: vuelve a temblar a las 19:38 hrs, con magnitud de 7.6,
duración de un minuto y medio en las coordenadas epicentrales 17.4 latitud
norte 102.0 longitud oeste. Como consecuencia, se derrumbaron 20 edificios más
y el pánico fue inevitable. Hora y media después del temblor, el Presidente de
la República dirigió un mensaje a la población a través de la TV y la radio, en
el que expresó su reconocimiento a la población por su “extraordinaria
solidaridad”.
Este sismo causó
alarma en la región epicentral y el colapso de estructuras dañadas por el
evento principal del día anterior. Ocasionó también un tsunami en la zona de
Ixtapa con una altura de 1.5 m, cuando menos. El gobierno de la Ciudad, dio
cifras preliminares del desastre: aproximadamente mil personas atrapadas entre
los escombros; cinco mil heridos y tres mil damnificados; 250 edificios caídos
y otros 50 en peligro de derrumbarse. Entre los edificios colapsados y que por
su importancia destacan, están: El Hospital Juárez de 11 pisos, donde se
encontraban, se dice, unas 700 personas; la unidad de gineco obstetricia del
Hospital General, con más de 500 pacientes y un número indeterminado de niños
recién nacidos; el edificio “Nuevo León” en Tlatelolco, donde vivían 185
familias; un multifamiliar de la Unidad Juárez; los hoteles: Regis, Montreal,
De Carlo, Romano, Principado y Versalles con un número indeterminado de
huéspedes.
Los edificios de
gobierno derrumbados fueron el de la Secretaria de Trabajo, FONACOT, SECOFI, el
recientemente estrenado Instituto Mexicano de la Radio, una de las torres del
conjunto Pino Suárez, tres pisos del ala norte del conjunto de la Secretaria
del Consumidor. También se anunció el derrumbe del edificio ocupado por la
Policía Judicial Federal. Múltiples viviendas populares de las colonias Roma,
Morelos, Guerrero y Tepito también se vinieron abajo.
Sábado 21 y
Domingo 22 de septiembre
El terremoto del
19 de septiembre de 1985 en la Ciudad de México Treinta mil efectivos militares
del Plan DN-III continuaron con las labores de rescate. Es dramática la cifra
de personas fallecidas: 2,822 según la Secretaría de Protección y Vialidad.
El Servicio Médico
Forense, manifestó el riesgo de epidemias por contaminación del agua ya que “no
se había establecido un programa sanitario debido a la magnitud del problema”.
Por su parte, la Secretaría de Salud, pidió tranquilidad a la población ante la
eventualidad de complicaciones de contaminación y epidemias, ya que “todo
estaba bajo estricto control”.
Lunes 23 de
septiembre
Este día, los
pacientes encamados de la Cruz Roja de Polanco fueron reacomodados en salas que
fueron adornadas con flores, muñecos de peluche y hasta televisión. Los
convalecientes, muchos de ellos con indicación médica de reposo absoluto,
recibieron la visita de distintas damas distinguidas entre las que destacaron
la primera dama del país y la de Estados Unidos, quien recorrió la zona
afectada en medio de un aparatoso, estorboso y prepotente equipo de seguridad.
Paulatinamente la
ciudad comenzó la reconstrucción, a cerrar la herida cuya cicatriz quedará en
la memoria histórica con la bandera Nacional a media asta todos los 19 de
septiembre, a partir de 1985. http://www.enterate.mx/