* Tras
el crimen, acciones para proteger * La
misma farsa de Duarte * ¿Qué investigaba
el columnista de Ríodoce? * Sigue
cayendo Morena en Coatza * Y su
candidato ya pide voto útil * Mariela
Ortiz impugnó * José Wong y la boda
igualitaria * Víctor Carranza olvida el
nombre de su hija
Mussio Cárdenas
Arellano | 19 mayo de 2017
Tribuna Libre.- Sin rumbo, Peña Nieto sólo simula. No le
duele Javier Valdez, ni Miroslava, ni Monlui, ni Regina, ni Milo, ni Rubén, ni
el otro centenar de periodistas por los que hoy pide un minuto de silencio. Su
duelo es una falsedad.
No fingía pesar por nadie hasta que Javier
Valdez, el autor de Malayerba, la célebre columna del semanario Ríodoce,
periodista y escritor, fue ultimado, cazado por los sicarios que el lunes 15,
en Culiacán, Sinaloa, le cerraron el paso y lo rociaron de bala.
Había dejado la redacción y transitaba en su
auto Corolla rojo cuando los matarifes lo cercaron. Sintió las balas y ahí
quedó. Ahí quedó físicamente porque Javier Valdez Cárdenas pasó a la historia,
no sólo por sus relatos de violencia y dolor, y también corrupción y colusión
entre el poder y las bandas del mal, sino porque sacudió y conmocionó a la
nación.
Javier Valdez escribía en abstracto y con
realidad. Guardaba identidades al tiempo que describía la brutalidad del mundo
narco, los huérfanos de los sicarios, los huérfanos de sus víctimas, los
huérfanos de los policías muertos, los huérfanos de los inocentes a los que les
tocó una bala circunstancial.
Hablaba de algo peor: el contubernio entre el
poder y los capos, la simbiosis de muerte que detonó el mercado de la droga y a
partir de ahí otras actividades delictivas: secuestro, extorsión, tráfico de
personas, tráfico de órganos, cobro de cuota, obra pública, lavado de dinero,
acceso al poder público, los narcoalcaldes, los narcodiputados, los narcogobernadores,
los narcosenadores, los narcopresidentes.
Refiere Ricardo Rocha, el periodista de
Detrás de la Noticia, que algo espinoso investigaba Javier Valdez: los
protectores del narco, los políticos que cuidan del negocio o que son los
verdaderos amos del narco. Y eso precipitó su final.
Ríodoce, el semanario que cofundó Javier
Valdez, tiene un sello: aborda los temas de la violencia y paisajes de
corrupción. En la cuna de los narcos, Sinaloa, Javier Valdez inquietaba cuando
en su Malayerba retrataba a los señores del mal.
No fue un crimen más. No rociaron a un
periodista de sociales o pluma dócil, ni a un textoservidor, ni a un aplaudidor
del sistema o lacayo de políticos, o aviador en las nóminas el poder, ni
comunicador del montón, de los que dan voz al alcalde o al gobernador para
cobrar el favor, la prensa que apesta.
Su crimen sacude al régimen. Desnuda la
indolencia de Peña Nieto y el sistema político frente a la violencia que
impacta a un sector de la prensa, la prensa crítica, la que busca y escribe la
verdad.
Su muerte potencia el fracaso de los
mecanismos de protección a periodistas. Nada evita la reacción de los cárteles
cuando disponen de la vida y se saben impunes. Asesinan a mansalva porque son
inmunes a la ley. Y lo son porque hay complicidad.
Muerto Javier Valdez, el régimen queda al
desnudo. Se pregona el respeto a la libertad de expresión cuando no importa la
suerte de quienes la ejercen. Cuando la crítica es de alto riesgo, la
protección debe ser mayor. Y con el autor de Malayerba no lo fue.
Viene la condena mundial. EPN la siente ya. Y
ante el agravio a quienes mueren por hablar con verdad, critican con fuerza y
solidez, desnudan el contubernio poder-crimen, a Enrique Peña Nieto no le quedó
más que hablar… y simular.
Reunió EPN a la República. Convocó a
gobernadores, a su gabinete legal, a la nación en las redes sociales que
seguían paso a pasó el duelo teatral, los rostros sin gesto, la expresión seca,
el rollo de un presidente que no lo ha sabido ser, dolidos todos por un muerto que
nada les provoca en su interior.
La obra se llama Dolor. Su primer actor, Peña
Nieto. El reparto lo conforman Osorio Chong, el gabinete y los gobernadores. Su
género es la farsa. Es teatro. Es ficción.
Insta Peña Nieto a ponerse de pie. Pide un
minuto de silencio por Javier Valdez, por los cinco periodistas que han caído
en 2017, por todos aquellos que dejaron la vida cumpliendo con su tarea de
informar, unos críticos, otros no.
Allá, a cierta distancia, el silencio se
rompe. Allá, en el espacio al que son confinados, los periodistas que cubren la
fuente presidencial alzan la voz. Y exigen justicia.
“Justicia”, grita uno. “Justicia”, lo secunda
otro. “Ya no más discursos”, acusa uno más. “Para qué más carpetas de
investigación que no finalizan”, agrega una tercera voz. Y no hay quien
replique.
A Peña Nieto le tocan 35 periodistas de los
105 asesinados del año 2000 a la fecha. Otros más, decenas de ellos,
amedrentados, se acogieron a los mecanismos de protección, viviendo en la
sombra, alterada su vida, alejados de su actividad.
Peña Nieto es un simulador genial. Un
auténtico simulador. Desencajado, consternado, profundamente serio, casi
quebrada la voz, sólo le faltó llorar.
“Tienen razón quienes afirman que no se mata
a la verdad, matando periodistas”, dice como si no fuera rapaz con la prensa
crítica y golpeador con los medios, intolerante a la crítica, irritable,
profundamente irritable con temas que lo han devastado y reducido a la
condición de presidente corrupto, ventajoso, voraz. Si algo lo pone fuera de sí
es saber que la crisis de la Casa Blanca no se extingue aún.
Su sexenio acumula 35 de las 105 muertes de
periodistas. Una parte de lo ocurrido en Veracruz, en los días de Javier Duarte
en el poder, son saldos del calderonismo. Con Duarte fueron 19 comunicadores
asesinados y nunca EPN se consternó, ni convocó a la República, ni adoptó medidas
para afianzar los programas de protección, que no inhiben la acción violenta
contra la prensa.
Habla Peña Nieto y lo que se escucha es más
de lo mismo. Es palabrería trillada. Es rollo oficial.
Cita las acciones a seguir:
“Fortalecer la estructura y presupuesto del
mecanismo de protección de periodistas y defensores de derechos humanos
“Un esquema nacional de coordinación con los
estados y un protocolo de operación
“Fortalecer la Fiscalía Especial a través de
más personal, mejor capacitación del mismo, mecanismos de contacto y diálogo,
previsión e impulso de las investigaciones en proceso, coordinación entre
autoridades locales y federales para la inmediata atención de ese tipo de
delitos”.
Nada nuevo en la protección a periodistas. Es
rollo y patraña. Si desde el poder se protege a los cárteles, quién los va a
tocar cuando borran del camino al que periodista que les sigue la pista.
Al concluir, Peña Nieto se acerca a los
fotógrafos y les suelta:
“Tengan certeza de que los crímenes no
quedarán impunes, este es el compromiso que estamos haciendo para defender a
los periodistas”.
¿Quién le puede creer?
Fue omiso en la barbarie de Veracruz. Fue
indiferente ante la violencia de los cárteles y otras formas de delincuencia
contra la prensa veracruzana, los que le arrancaron la vida a Milo Vela y
Misael, su hijo; contra Yolanda Ordaz, Regina Martínez, cuyos reportajes para
Proceso sacudían al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, e irritaban a Javier
Duarte; a los que levantaron a Goyo Jiménez en Coatzacoalcos; a los que
siguieron y cazaron a Rubén Espinosa en el DF; a los que mutilaron a Huge, Luna
Varela, Esteban Ramírez y al Chino Báez, o a los asesinos de Anabel Flores,
Moisés Sánchez, Pedro Tamayo, Armando Saldaña, Olguín y los otros eslabones de
esa cadena de muerte.
La violencia fue el sello de un gobierno, el
de Javier Duarte, que trató como objeto y basura a la prensa. A los dueños de
medios los compró con convenios de publicidad y a los reporteros los halagó con
chayote y otras prebendas. Sólo un sector, los menos, se eximieron de nadar en
el fango de Javier Duarte.
Insensible a los crímenes de periodistas,
Javier Duarte imaginó que el miedo a hablar le daría poder sobre la prensa
crítica. Ni la persecución, ni el asedio, ni la complicidad de los medios
dóciles, pudo acallar la verdad. Lo cimbró el crimen de Regina Martínez, a la
que pretendió enlodar. Lo despeñó el hallazgo de los cuerpos mutilados de Huge,
Luna Varela y Esteban Ramírez.
Entonces creó la Comisión Estatal para la
Atención y Protección de los Periodistas, controlada desde el poder. Sólo fue
un membrete que no alzó la voz por los comunicadores reprimidos y mucho menos
identificó a los autores, a la policía criminal de Javier Duarte, a la policía
coludida con el crimen organizado, al aparato judicial que recibe a los
delincuentes y de inmediato los pone en libertad.
¿Y qué hizo Peña Nieto ante esa barbarie?
Dice Peña que con las nueva acciones se
garantiza la protección de los periodistas. Falso. Sólo se fortalece la
burocracia de los órganos encargados de proteger a los comunicadores, sin que
su efectividad se traduzca en hechos. Sigue los pasos de Javier Duarte.
Animal Político, el portal que ha venido
cimbrando a Veracruz con sus hallazgos, acusa:
“Según cifras oficiales de la Fiscalía para
la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión (FEADLE),
entre de julio de 2010 y el 31 de diciembre de 2016 se registraron 798
denuncias por agresiones contra periodistas de las cuales solo tiene registro
de tres sentencias condenatorias: una, en 2012; y otras dos en 2016, lo que
significa que 99.7% de las agresiones no ha recibido una sentencia”.
Nada funciona. Peña y corte fueron omisos
ante un fenómeno de violencia que tarde o temprano habría de reventar. Y
reventó.
Por eso su duelo es una falsedad. No le
aqueja la muerte de Javier Valdez. Sólo simula para enfrentar el vendaval.
No le duele Javier Valdez, ni Miroslava, ni
Monlui, ni Regina, ni Milo, ni Rubén, ni el otro centenar de periodistas por
los que hoy pide un minuto de silencio. Su duelo es una falsedad.
Sólo eso. Una falsedad.
Archivo
muerto
Ya siente pasos de animal grande Morena. Su
candidato, Víctor Manuel Carranza Rosaldo, pide ahora “voto útil”, que no se
desperdicie el sufragio y que no se disgregue la voluntad popular. O sea,
Morena requiere del voto de priistas y panistas, perredistas y verdes, y de los
indecisos. “Ustedes ya conocen las propuestas —dice Carranza—, han contrastado
las personalidades, ahora les toca acudir a las urnas a votar por lo que
necesita Coatzacoalcos, por los programas viables, por la persona honesta y
trabajadora como ustedes: ese soy yo. Si el voto se dispersa, lo estarán
desperdiciando”. En su comunicado, el candidato de Morena a la alcaldía de
Coatzacoalcos convoca a ejercer el voto útil en la elección del 4 de junio.
Víctor Carranza es el mismo que en febrero pasado presumía que Morena podía
ganar 10 a uno, que saldrá el 50 por ciento del electorado a votar, que si ya
se ganó 3 a uno en la elección de diputados locales, en 2016, ahora Morena “arrasará”.
Ajá. Ha de conocer la última encuesta. Y el desplome de Morena, la pérdida de
16 puntos de marzo a la fecha, el efecto Eva Cadena, cuyos videos donde la
legisladora aparece recibiendo casi 2 millones de pesos, 500 mil para
trasladarlos al Peje López Obrador y hablando de que con esos recursos se
financiarían campañas, el resultado es sombrío para la yihad pejista. A estas
alturas, a media campaña, sólo quien requiere un salvavidas convoca a que le
ayuden a ganar con el voto útil… Impugna Mariela Ortiz Cisneros la
determinación de excluirla de la planilla del PRD. A las 8:30 de la noches,
este miércoles 17, interpuso su impugnación ante el Tribunal Electoral del
Estado de Veracruz. En ella hace valer sus derechos, los requisitos y las
formalidades cumplidas para ser registrada como candidata a regidora segunda en
la planilla perredista que contiende por la alcaldía de Coatzacoalcos en
alianza con el PAN. Algo hay porque Ramón Ortiz Cisneros, hermano de Mariela y
líder del Grupo Ortiz, ya reintegró a su equipo a la campaña del candidato de
la alianza PAN-PRD, Jesús Moreno Delgado…Entre broma y risa, José Ángel Wong
Hernández fue el único aspirante a regidor que hizo suya la causa de la
comunidad lésbico-gay, un sector numeroso de la población, que exige sus
derechos y que pugna por la no discriminación. Aguanta el cotorreo el joven
perredista, candidato a regidor primero en la planilla del PRD. Y convoca a ser
testigos, este jueves 18, de la formalización —petición de mano— del primer
matrimonio igualitario en Coatzacoalcos entre Marisela Acosta y María Luisa
Salomón, a celebrarse a las 7 de la noche en el Asta Bandera del malecón
costero. Ambas jóvenes acudieron a la vía legal y mediante un amparo lograron
que se les respete su derecho a contraer matrimonio. José Ángel lo hace con
respeto, sabiendo que el movimiento lésbico-gay es un sector de la sociedad al
que se le debe integrar. Y lo hace tras conmemorarse el Día Internacional
contra la Homofobia, Bifobia y Transfobia… Vaya “oso” el de Víctor Carranza
Rosaldo. De pronto no supo el nombre de su hija mayor. Se le barrió.
Entrevistado para “Cuéntanos”, el espacio de Azucena Rosado Sosa, Idalia Gómez
García, Gloria Santos Navarro y Tania Cruz Santos en Imagen y Política, se le
chispó cómo se llama la joven Astrid Mariel Carranza Aguilar. “Es que con tanta
gente”, explicaba el candidato de Morena a la alcaldía de Coatzacoalcos. Una
voz en off lo ilumina y sólo repite el nombre que alcanza a oír. “Perdón. Era
con A”, agrega cuando se escucha otra voz que dice: “Sóplenle, sóplenle”. Todo
un caso el morenista. Si estar rodeado de cuatro damas le hacen olvidar el
nombre de su hija de 19 años, qué será cuando en funciones de alcalde lo rodee
una multitud. No sabría quiénes son su esposa Lucy y sus dos hijas; Paco
Bastar, el “cuñado incómodo”; su madrina Rocío Nahle García; Pepe Peña, el
“marido incómodo” de Rocío, y hasta el mismo Andrés Manuel López Obrador…