Aquiles
Córdova Morán | 05 diciembre de 2017
Tribuna Libre.- Como después de 45 días del asesinato de
Manuel Hernández Pasión, presidente municipal de Huitzilan de Serdán, Puebla,
la Fiscalía General del estado no daba señales de querer hacer justicia, el
Movimiento Antorchista Nacional inició una campaña de prensa para denunciar esa
pasividad y exigir castigo a los culpables. Esto desató una catarata de
declaraciones deleznables, falsas y contradictorias, que buscan oscurecer la
verdad de los hechos y convertir a las víctimas en culpables para favorecer a
los verdaderos delincuentes. La primera de estas notas es la aparecida en la
cuenta de Facebook “de un humilde ciudadano” llamado Víctor Medrano que, de
entrada, afirma: “Los dueños de la mafia antorchista (…) encabezada por su
líder vitalicio Aquiles Córdova Morán, en los últimos días y a través de
diversos medios han intentado chantajear al gobierno poblano (…) para que
detenga a los asesinos de Manuel Hernández Pasión y ponga un alto a la supuesta
serie de persecuciones políticas sufridas en su contra” (sic). A pesar de su
brevedad y de la modestia del medio que la publica, esta cita está cargada de
ominosas amenazas.
Lo primero que hay que subrayar es lo de
“mafia antorchista”. Al parecer, es la nueva etiqueta que han inventado los
enemigos del antorchismo para insultarlo y denigrarlo, tal vez advertidos ya
del desgaste y la ineficacia de sus anteriores engendros mentales: “grupo
paramilitar”, “grupo de choque” y “brazo armado del PRI”. Ahora somos, simple y
sencillamente, una “mafia”. Pero lo más significativo es la coincidencia del
calificativo usado por Medrano con el empleado por Alonso Aco Cortés, uno de
los sospechosos del asesinato de Manuel Hernández, quien, en el sainete
ridículo que montó en la H. Cámara de Diputados, nos acusó exactamente de lo
mismo; nos llamó “mafia” para respaldar su torpe afirmación de que nosotros
mismos somos los asesinos del presidente de Huitzilan. No parece que esto sea
una simple coincidencia. Lo segundo que llama la atención es la acusación de
“chantaje al gobierno poblano” para obligarlo a cumplir con la ley. Esto obliga
a preguntarse por qué “un humilde ciudadano” como Medrano se siente obligado a
defender al Gobierno ante ciudadanos que solo defienden su elemental derecho a
la justicia. ¿No parece esto más bien la actitud propia de un peón mediático
contratado por las autoridades para combatir a sus opositores molestos? Lo
tercero que destaca es la arbitraria negación de legitimidad de nuestras
denuncias de atentados sufridos por antorchistas poblanos en los últimos meses,
mismas que permanecen en total impunidad a causa de la pasividad de las
autoridades. Es claro que, también aquí, se trata de defender a toda costa lo
indefendible, de justificar la inacción de la justicia poblana. Vuelve a
ponerse de manifiesto, pues, el carácter de esbirro mediático de Medrano.
Pero el señor va más allá. “… creo firmemente
–dice– que los supuestos allanamientos que tanto pregonan estos mesías alados
(…) no son sino montajes perpetrados por ellos mismos para hacerse las
víctimas…”. Este modo de “razonar” es exactamente el mismo que Alonso Aco viene
aplicando, una y otra vez, antes y después del asesinato de Manuel. En efecto,
el 12 de enero de 2016, el diario La Jornada de Oriente cabeceó así una nota:
“Advierte Comité de Huitzilan que AC podría atentar contra sus propios militantes”;
y ya en el cuerpo de la nota, el Comité (que no es más que el taparrabo de
Alonso Aco, el cura Martín Hernández y sus incondicionales) dice textualmente:
“Por último les decimos, con todo el respeto que se merecen: cuídense mucho, no
vaya a ser que alguien de ustedes aparezca por ahí muerto o mal herido para
inculpar a otros”. A la luz de los hechos, queda perfectamente clara la
intención de este “aviso”: anticipar la coartada de culpar a sus propios
compañeros para el momento en que el asesinato de Manuel fuera un hecho. Aquí
se podría aplicar aquello de que “adivinar lo que es imposible adivinar es
confesar anticipadamente lo que se piensa llevar a cabo”. Y queda claro
también, por tanto, lo que persigue Víctor Medrano imitando a Aco: exculpar a
los agresores de los antorchistas y a quienes se niegan a aplicar la ley para
hacerles justicia.
Para demostrar la “falsedad” de nuestras
denuncias, dice Medrano: Segundo, “el domicilio del líder de Texmelucan, por
cierto primo hermano del ex diputado federal Lisandro Campos Córdova, sobrino
de Aquiles Córdova; (…)”. Tercero y la cereza del pastel “(…), el supuesto
allanamiento violento de la casa de Perla Margarita hija de Perseo Córdova y
sobrina del dueño de la mafia”. La “refutación”, pues, descansa casi enteramente
en hacer público el parentesco de las víctimas (asunto del cual, además, jamás
hemos hecho un secreto, puesto que no hay razón para ello) mezclando incluso a
personas que nada tienen que ver en el crimen de Manuel, como el ex diputado
Lisandro Campos o Perseo y su hija Perla Margarita. Aquí, el “humilde
ciudadano” se muestra tan informado como la Fiscalía poblana; y la pregunta
forzosa es: ¿cómo le hace? ¿De dónde saca la información que maneja? ¿Se dedica
a espiar la vida privada de los ciudadanos? La respuesta parece más bien obvia:
es el propio gobierno, a cuyo servicio parece estar Medrano, quien le da las
armas para ejercer su oficio. No se trata, pues, de una abusiva exhibición de
la vida privada de los Córdova Morán; el alarde debe entenderse como una
amenaza: Sépanlo: los tenemos vigilados; lo sabemos todo de ustedes; podemos
actuar en su contra cuando lo decidamos.
Termino con Víctor Medrano: su libelo acaba
reclamando castigo para los asesinos de Manuel, pero solo como un subterfugio,
como punto de apoyo para poder exigir: a) que se investigue y castigue el
enriquecimiento ilícito de los antorchistas y sus prestanombres; b) la ordeña
de recursos federales de los diputados antorchistas que van a parar a manos de
Perseo Córdova, padre de Perla Margarita y hermano de Aquiles; c) las empresas
de la familia Córdova Morán que evaden impuestos por millones de pesos; y c) el
nexo de los líderes antorchistas con los cárteles del narco y el lavado de
dinero. Todo este rosario de infamias sin fundamento tiene, otra vez, el objeto
evidente de amenazar a quienes piden justicia; es una manera elíptica de
decirles: vean cuántos delitos les podemos prefabricar para hundirlos en la
cárcel de por vida si insisten en su demanda de castigo para los asesinos de Manuel
Hernández Pasión. Víctor Medrano, pues, es un seudónimo de las fuerzas
represivas poblanas.
Después del ataque de Medrano, la Fiscalía
poblana declaró a la prensa que tiene identificados a los responsables
materiales del asesinato de Manuel, aunque, curiosamente, no da sus nombres
completos (ni de la víctima ni de los victimarios), es decir, calla los
apellidos con la consabida “N” de dato desconocido. Y, curiosamente también, el
comunicado termina pidiendo a quien conozca el paradero de los asesinos, lo
“haga del conocimiento del Ministerio Público”. A los dirigentes antorchistas
de Puebla les consta de primera mano que nombres completos y paradero de los
asesinos eran del pleno conocimiento de las autoridades a las pocas horas de
cometido el asesinato; sorprende, por eso, que se hayan tardado tanto en
aceptarlo públicamente y de manera incompleta; y sorprende más aún el llamado
de auxilio al público, porque es un indicio claro de que alguien dejó escapar a
los asesinos o de que se les está dando aviso oportuno para que lo hagan. Sea
como fuere, es obvio que el comunicado de la Fiscalía no es justicia, sino un
poco de atole con el dedo. Un servicio cierto, sin embargo, presta la
información amañada de la Fiscalía: demuestra de forma contundente e irrefutable
la falsedad y perversidad de quienes han venido afirmando que al presidente de
Huitzilan lo mataron sus propios compañeros antorchistas.
El 29 de noviembre, el portal de noticias
diariocambio.com.mx cabeceó: “Antorchistas han presionado para que no se conozcan
los asesinos del edil de Huitzilan: Alonso Aco”. Y a continuación: “Se tardaron
mucho en dar a conocer los nombres y lo que se teme es que ese tardarse tanto
tenga que ver con fabricar chivos expiatorios, sobre todo de los autores
intelectuales”. Aco tiene miedo de que las investigaciones pongan al
descubierto su papel en el complot que mató a Manuel, y para curarse en salud,
se da de bofetadas con los hechos y hasta con sus defensores de paga, como
Medrano, quien nos acusa precisamente de lo contrario, de “chantajear al
gobierno poblano” para obligarlo a castigar a los asesinos. ¿A quién le
creemos? La Jornada de Oriente, a su vez, dijo en la misma fecha que el dar a
conocer los nombres de los asesinos es un error de la Fiscalía, ya que “los
supuestos delincuentes” podrían argumentar que su exhibición previa es una
falta al debido proceso”. ¿Es un consejo anticipado a los asesinos para burlar
la ley?
Pero el comunicado de la Fiscalía también dio
pie para que varios portales de noticias dieran los nombres completos de los
asesinos y señalaran puntualmente su cercano parentesco con Guillermo Lobato
Toral, presidente municipal de Zacapoaxtla, Puebla, cosa que la Fiscalía sabía
con seguridad a las pocas horas del crimen. Pregunta: ¿es por eso que se ocultaron
los apellidos de los asesinos? Porque es claro que, establecida la relación de
Lobato Toral con ellos, se está a un paso de conocer a sus cómplices y
protectores si la ley se decide a sacudir enérgicamente el árbol completo. ¿A
eso le teme el Gobierno poblano? ¿A eso se debe la confusa mezcla de pequeñas
verdades y mentiras gigantes y el torrente de declaraciones confusas y
contradictorias? ¿Se quiere impedir a toda costa un triunfo moral completo de
los antorchistas si se descubre la verdad, y la vergonzosa derrota total de sus
calumniadores de hoy y de siempre?
Pensando en todo esto, el antorchismo nacional se prepara para una
protesta más enérgica y masiva en caso de que sigan las amenazas, la confusión
y la falta de voluntad para esclarecer la verdad. Repito que no culpamos
arbitraria y caprichosamente a nadie, ni buscamos castigo para nadie al margen
de los hechos y pruebas fehacientes que arroje la investigación. Tales
actitudes viles y deshumanizadas, bestiales, se las dejamos a quienes están dispuestos
a todo con tal de salvaguardar sus intereses inconfesables. Ese no es nuestro
caso