José
Miguel Cobián | 12 enero de 2018
Tribuna Libre.- Por fin inicia la gran batalla por el poder
2019-2024. El recuento de los daños a la
fecha ya resulta preocupante. Una
inmensa mayoría de mexicanos están hartos de la situación en que viven, sin
saber las consecuencias de su elección en la cita con las urnas. Otro tanto, lucha encarnizadamente en todos
los ámbitos, incluidos los medios de comunicación y las redes sociales para
diversión del respetable, y otro enorme sector de la sociedad está totalmente
ajeno a lo que suceda, simplemente porque ya perdió la esperanza de que México,
o cuando menos su situación personal pueda mejorar.
Los viejos saben que gane quien gane
difícilmente podrán notar diferencia en su vida. Llevan años escuchando promesas y propuestas,
que poco se reflejan en su vida diaria.
La gente del Sur del país, como siempre, rezagada de los avances del
país no nota que México ya cambió y tampoco lo entiende. En el centro del país se goza de una
bonanza sin precedentes en los últimos años y el norte continúa como líder
económico y de bienestar. Así, podemos
confirmar que cuando menos serán tres los Méxicos que elegirán gobernantes.
La injerencia de potencias extranjeras en la
próxima elección no se limita exclusivamente a la acostumbrada por Estados
Unidos, ahora también juega y mucho la manipulación de masas a conveniencia de
potencias extranjeras, siendo Rusia y China las principales beneficiadas.
México representa un gran mercado económico,
un problema al Sur de Estados Unidos si se logra cierto nivel de inestabilidad,
petróleo y recursos naturales, así como mano de obra barata. Todo ello representa un botín apetitoso para
los grandes capitales nacionales y extranjeros. Además de ser un mercado político virgen,
lleno de pobladores, sin la mínima idea de lo que significa la democracia y la
responsabilidad ciudadana. Pobladores en
su mayoría susceptibles de ser manipulados con las técnicas que tanto éxito
tuvieron en Estados Unidos, otro mercado también con muchísima gente sin
capacidad de discernir verdad o mentira de lo que se escribe en redes sociales
o en páginas web.
México tiene tres opciones que no están muy
claras. Por un lado el eterno aspirante
y hoy (una vez más puntero en las encuestas) Andrés Manuel, quien ha manejado y exacerbado de manera por
demás eficiente el hartazgo de una sociedad que cada vez aspira a más y ve más
lejos lograr sus metas. Manejando
mantras simples muy atractivos para la población sin complicarse la vida en los
Cómo, haciendo énfasis en los Que. En
segundo lugar está ¨el amigo¨ Pepe Meade, que jamás ha participado en una
campaña pero que forma parte de la inteligencia que ha dirigido el país desde
tiempos de Porfirio Diaz, con credenciales impecables y con nulos negativos por
corrupción, pero que representa la continuidad de un régimen que ha resultado
repudiado por sus propias corruptelas y por su incapacidad de comunicar
adecuadamente sus logros. En tercer
lugar viene un joven que se ha caracterizado por avanzar en política rompiendo
su palabra a conveniencia, que además le ha quitado la mística a su partido
político sometido a sus ambiciones, pero carismático y atractivo para un sector
de la población que gusta hablar en inglés y francés, que disfruta de vivir en
el extranjero y que gusta de la gente entrona.
Quien esto escribe, considera que la elección
al final se decidirá entre Andrés y Pepe, pues a nivel nacional el Anaya
(curiosamente no puedo recordar su nombre de pila) no tiene el punch para ser
otra cosa que candidato testimonial, como en su momento lo fue Josefina.
México por experiencia sabe que cada
presidencia se reinventa. No ha existido
continuidad en acciones ni en políticas públicas de un sexenio a otro, salvo
muy generales líneas de acción como la del desarrollo estabilizador y luego el
neoliberalismo, separados por una etapa populista que le costó mucho dolor y
sufrimiento al pueblo de México. Así,
que considerar que el pasado es una pista de cómo se va a gobernar en el futuro
es una falacia, que aplica a ambos punteros.
Ni Andrés Manuel en caso de ganar, gobernaría como lo hizo en la cdmx,
ni Meade gobernaría como lo ha hecho Peña, pues su formación es totalmente
diferente.
Hoy por hoy, la propaganda negativa de Morena
ha sido de superior calidad y mayor impacto que la de sus adversarios. -Dieciocho años en campaña algo dejan de
experiencia.- Así que de continuar con
la misma línea lo más seguro es que Morena en su primera oportunidad gane la
presidencia de la República, salvo imprevistos ya vistos en campañas anteriores
de Andrés, provocando Andrés tropiezos a Andrés para que pierda Andrés, a pesar
del enorme apoyo popular que ha generado su campaña.
La opción de Meade se ve más complicada pero
no imposible. Tiene muy poco tiempo
para saber ser candidato, y si bien, la empatía y el carisma no se aprenden,
tiene la ventaja de sus impecables credenciales y la garantía de seguridad
económica para los habitantes de México en un entorno muy delicado a nivel
internacional, sobre todo por las ocurrencias de Trump y su política de
zanahorias muy pequeñas y garrotes muy grandes. La única manera en que Meade puede ganar la
elección es mostrar al electorado los beneficios de elegirlo, además de
explicar claramente que no pertenece al grupo Atlacomulco y que no habrá
continuidad ni impunidad en los actos de corrupción del gobierno actual.
Sólo queda esperar prudencia en el pueblo de
México, pues la intolerancia permea en redes sociales, con linchamientos
virtuales a aquéllos que no piensan igual que las mayorías con acceso a la
red. Esa misma intolerancia que
muestran sobre todo los seguidores de Morena puede ser su mayor talón de
Aquiles, pues nadie en su sano juicio desearía ver a esos intolerantes en el
poder, desquitando sus odios, y favoreciendo sus filias, cuando se gobierna por
todos y para todos.