José Miguel Cobián | 16 febrero de 2018
Tribuna Libre.- Esta es la tercera campaña política en la
cual se apela al miedo del votante, uno de sus sentimientos primarios para
desalentar el voto a favor de López Obrador.
Aunque cada vez tiene menos efecto, todavía influye mucho, en particular
en las clases medias, que temen perder sus escasos privilegios ante el ¨Chávez
mexicano¨.
Un poco de reflexión haría que esa teoría de
la Venezolización de México fuera desechada de inmediato, sin embargo, la
cantidad de personas que creen en ella, hace que se refuerce una mentira dicha
una y mil veces. –Junto a USA, alguien lo puede creer? -.
La principal razón por la cual México no se
puede convertir en Venezuela, es precisamente porque existe Venezuela, y los
pasos que se dieron para llegar a dónde están actualmente, viviendo su propia
tragedia, todos los conocemos y jamás permitiríamos que se comenzaran a dar en
nuestro país.
Todavía habemos muchos mexicanos que
recordamos nuestra propia tragedia, la de 1976 a 1988, con gobiernos que
impulsaron teorías monetaristas para echar a andar la economía y nos generaron
una inflación galopante y tragedia económica para la mayoría de los
mexicanos.
Tenemos presente también la tragedia que ha
significado para millones de mexicanos que se estableciera como política de
estado, empobrecer al trabajador nacional.
Primero con la reducción paulatina y anual del poder adquisitivo del
salario mínimo, que hoy representa menos del 30% de lo que era en 1970. Y en segundo lugar, la segunda estrategia
para empobrecer al que vende su trabajo, el famoso outsourcing, que permite de
manera supuestamente legal, privar a los trabajadores de las prestaciones que
les van a servir cuando terminen su vida laborable. Esas prestaciones al ser minimizadas vía
esta práctica tan arraigada y promovida desde las altas esferas, provoca que
los trabajadores reciban pensiones aún menos de las raquíticas a las que
tendrían derecho si no se efectuara esa exacción de sus recursos y derechos
laborales.
México es un país muy desigual. Más de sesenta millones de personas viven con
lo mínimo o menos de lo mínimo. Hay más
de treinta millones de mexicanos activos en la economía informal. El nivel
educativo en el sector público, pese al esfuerzo de los buenos maestros y gracias
al no esfuerzo de los malos maestros y de las autoridades educativas. Si a eso le añadimos el desinterés de las
autoridades por reducir la brecha económica entre los que tienen y los que no
tienen, llegamos a un país con graves
riesgos sociales.
El hartazgo de la propia sociedad se nota en
los medios, en las redes sociales, en la violencia en contra de instituciones y
en contra incluso de maleantes que corren el riesgo de ser linchados. Además, la violencia interna es alimentada
gracias a la falta de oportunidades de trabajo y salarios justos.
Hoy México no está siguiendo el camino de
Venezuela, sino el camino de Centroamérica, en donde las bandas de maras se han
convertido en la verdadera ley, dónde no se puede circular por todas las
regiones sin correr riesgos. Vaya,
llegamos al extremo de que la principal vía de comunicación del país, la que
lleva de la capital al principal puerto para importar y exportar, es espacio
libre para asaltos y violencia. Hoy
resulta ridículo pensar en que hay instituciones o autoridades que funcionen
correctamente. Pensar que una policía
federal va a mantener la seguridad en la autopista Puebla-Mendoza es un
absurdo. Pensar que la mercancía que
viaja por tren, no corre el riesgo de ser asaltada es un absurdo. Pensar que puedes viajar por carretera sin
riesgos adicionales a los propios del viaje en auto o en autobús, desde Cancún
a Tijuana sigue siendo un absurdo.
Pensar que puedes enviar tu mercancía por tierra y cruzar por Tamaulipas
sin correr el riesgo de que te la roben es un absurdo. Suponer que si eres víctima de la
delincuencia las instituciones como la Fiscalía te van a apoyar, van a
investigar y van a lograr detener y consignar al culpable ante un juez, sigue
siendo un absurdo en un país dónde el 97% de los delitos quedan impunes.
Mientras tanto, desde las altas esferas, se
promueve la división entre los mexicanos.
Los seguidores de Morena son despreciados por los seguidores del PRI, o
los del PAN, y triceversa (viceversa pero entre tres). No hay posibilidad de diálogo, y los seguidores
del Peje ya han vivido en carne propia el ser ignorados a pesar de representar
un tercio de la población tanto en 2006, como en 2012. Ningún país puede progresar si se ignoran
las ideas de un tercio de su población.
Curiosamente la sociedad venezolana está
polarizada casi en un 50% y un 50% a favor y en contra de Maduro. Allá se ignoran y miren a dónde han
llegado. Aquéllos que temen que México
se convierta en Venezuela, con sus actos están encaminando al país, a la misma
división social irreconciliable, aunque aquí en México se trate de un gobierno
de derecha.
En un país democrático el abuso de la fuerza,
o el abuso de las mayorías en los congresos y en los cabildos no abona a
favorecer la paz y el entendimiento social.
Sólo que los gobernantes y muchos mexicanos todavía no se han dado
cuenta de eso. Ni oponerse a todo ni
ignorar a un sector son la solución.
Mientras tanto, no te creas que México puede
convertirse en Venezuela, porque eso, eso no es cierto.