José
Miguel Cobián | 11 mayo de 2018
Tribuna Libre.- Hace unos días preguntaba yo a un comerciante
y socialité por qué muchas personas que yo consideraba inteligentes y éticas,
se partían las vestiduras por un candidato que en mi opinión no podía llegar al
cargo por el cual compite, debido a los negativos que según yo arrastra el tal
candidato.
Inmediatamente me contestó con una
analogía. Me hizo ver que una serie de
personajes defienden a capa y espada la estrategia de seguridad del actual
gobierno del estado. Me explicó que a
sus ojos, la estrategia ha sido fallida, y sin embargo, todos ellos la
defienden, y continúa explicando un negocio que cada uno de ellos tiene con
gobierno del estado. Cabe aclarar que a
mi interlocutor lo asaltaron hace poco, y sus productos jamás ganan una
licitación estatal. Con eso entendí
porque se traicionan ideales. Simple y
llanamente por dinero y poder. Así lo
entendí también para el caso del candidato sobre el que yo preguntaba.
Me puse a investigar un poco más, y descubrí
que la mayoría de aquéllos que hoy defienden al gobierno del estado, tienen
algún interés económico. Uno es operador
político en la zona sur, y recibe un sueldo por atraer votos. Otro más tiene un puesto de asesor, sin tener
que asistir a su trabajo a Xalapa. Otro
más tiene la promesa de un puesto en el próximo gobierno. Y así por el estilo. No encontré un solo simpatizante que no
tuviera algún interés.
Reflexioné sobre las promesas de campaña y me
di cuenta, de que también mueven los intereses de los votantes. Uno promete renta universal, el otro una
renta para los ninis, y otro más, multiplicar los apoyos que hoy por hoy se
entregan. A cada quien el candidato en
turno le dice lo que piensa que su audiencia quiere escuchar.
Al final mi reflexión fue que la genuflexión
y la abyección del comportamiento del mexicano interesado en su salario estatal
o nacional o municipal tiene que ver con las escasas oportunidades de trabajo
que hay en el país en la mayoría de los casos. Aunque en otros, tiene que ver
con la ambición desmedida de aquéllos que se han acostumbrado a vivir del
presupuesto, y que no quieren volver a las actividades privadas, sino que
buscan que los mexicanos seamos quienes mantengamos a sus familias por los
próximos años.
En ese momento, se suma un político a la
conversación y me hace ver que soy yo el que no me doy cuenta de cómo son las
cosas. Me dice que los políticos buscan
la sumisión de quienes les rodean. Por
eso se acostumbra que literalmente le limpien los zapatos al candidato,
aquéllos que desean medrar en el presupuesto público los próximos seis
años. Me pide que no vea mal la pérdida
de dignidad de esas personas y que no considere que traicionan sus anhelos o
ideales, pues así es la política en México.
El candidato, espera la sumisión absoluta de sus allegados. Espera también que defiendan lo indefendible,
que aún en contra de la verdad y de sus propios ideales, quienes aspiren a un
puesto público, transmitan y defiendan las posturas del candidato, sean
posibles o imposibles, reales o falsas.
Lo importante es ganar y después de ganar, premiar la sumisión en la
campaña de los próximos funcionarios públicos.
Es por eso que en muchas ocasiones te
preguntarás cuando discutes de política, como es posible que alguien mienta
descaradamente o diga algo en contra de sus principios. Simplemente se volvió
por voluntad propia un esclavo sumiso, sin ideales y sin metas en la vida,
salvo obtener algún puesto en la siguiente administración, sin importar cual
sea y sin importar si está preparado para ejercerlo o no. En pocas palabras, la chuleta o el hueso se
defiende con la vida.
Mi amigo el político me pregunta cómo se
llama mi programa de radio y yo le contesto que El Gran Teatro de México… Me dice entonces que por favor entienda que
todo lo que vemos como elecciones es un gran teatro. Incluso yo que me siento ajeno a intereses
como los mencionados en párrafos arriba, formo parte de este gran teatro
electoral, al defender en mis chats y muro a uno o varios candidatos y atacar a
otros. Mi amigo me acusa –con toda
razón- de ser un actor más, que finge que hay democracia en el país, que juega
y simula que su juego va a servir para definir el resultado electoral, que por
cierto, considera que ya está definido de antemano.
En ese momento se integra un industrial a la
conversación y comenta: Pregunté a todos mis empleados (70) por quien van a
votar. Todos dijeron que votarían por
Morena. Pero entonces les pregunté si
me rentarían su credencial para votar el sábado y la recogerían el lunes,
posterior a la elección en caso de pagar por esa renta unos mil quinientos
pesos. Nos dice que todos sin
excepción estuvieron de acuerdo en no ir a votar a cambio de esa
recompensa. Dice que por pena, ya no quiso preguntar si
votarían por otro partido a cambio de la misma cantidad. Pero no duda que lo harían.
En eso interviene el político y me comenta
que en Veracruz ya hay todo un operativo para destinar doscientos mil votos adicionales
para quien se decida que debe ganar el estado.
No explica los detalles, salvo echarle montón a los representantes de
casilla de quien deba perder, para confundirlos y quitarle a su partido cierto
número de votos por casilla. Más lo
acostumbrado, que es inhibir a los movilizadores de quien deba perder con la
fuera pública, impedir que taxis y autobuses proporcionen transporte a sus
votantes, convencer mediante cualquier medio a sus representantes de casilla a
no presentarse, etc.
Al final de la conversación quedé satisfecho
porque ya entendía la razón de defender a capa y espada a un candidato, sea el
que sea, salvo aquéllos movidos por la esperanza y la desesperación de una vida
sin mejora. Pero también me quedé con
la idea de que somos manipulados y que al final ganará quien deba de ganar,
para beneficio de unos cuantos. Y si no
gana quien suelta al tigre, el tigre tendrá que cansarse de protestar y
resignarse a que todo siga igual.