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octubre 30, 2012

Doña Teodora y Francisco, dos migrantes que se reencuentran en Veracruz


Después de 32 años de no verse
* La Guerra Civil en Nicaragua los separó.  
Tierra Blanca, Ver. | 30 octubre de 2012
Tribuna Libre.- El Albergue Decanal Guadalupano fue el escenario perfecto para que, después de 32 años, Francisco Cordero y María Teodora Ñamendis pudieran reencontrarse. Ambos son originarios de Nicaragua, pero él se convirtió en un migrante que cuando llegó a Veracruz decidió quedarse y crear una familia, su madre siempre lo buscó.

Este lunes regresó a Tierra Blanca la Caravana de madres centroamericanas en busca de sus hijos desaparecidos; volvió con doña Teodora para reunirla con su hijo que, en 1980, abandonó Nicaragua a causa de la Guerra Civil. Francisco estaba muy emocionado.

“En un principio pude tener contacto con ella, pero después dejé de escribir, perdí contacto, cuando volví a escribir me regresaban las cartas, entonces lo que yo pensé fue que mis hermanos empezaron a crecer y que cada quien había agarrado su rumbo, es lo que yo me imaginé”.

Francisco Cordero tiene tres hijos, un joven de 22 años que cursa sus estudios de licenciatura, por lo que no podía dejarlo: “uno de mis planes era que terminara su carrera porque no tengo ingresos para dejarlos ahora e irme a mi tierra”.

Expresó que uno de sus deseos es poder ver y conocer a sus hermanos “y que sepan que si yo vine a esta tierra, que es muy bonita, no lo hice porque haya querido dejar a mi familia, todo fue a causa de la Guerra Civil, y pues tuve que salir, pero no fue por mi gusto y ya las circunstancias me trajeron hasta aquí”.

Francisco Cordero dijo que ahora permanecerá en contacto con su familia, con sus hermanos y tratará de ir lo más pronto posible a su país para reencontrarse con ellos y conocerlos.

A los 19 años, Francisco se convirtió en migrante y desde que llegó a tierras veracruzanas comenzó a trabajar en la construcción. Ahora, 32 años después de salir de Nicaragua, nunca imaginó que su madre lo estuviera buscando.

Con los años y la distancia, los rostros cambian, pero doña Teodora reconoció a su hijo desde el primer momento y más aún cuando lo abrazó: “estaba chavalo cuando él se vino, ya cambió, yo pensaba que no lo iba a volver a conocer, porque él se vino chavalo y ahora está más de edad”, expresó doña Teodora llena de felicidad. 

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