El alcalde metropolitano, Antonio Ledezma escribió una carta
pública al mandatario nacional, Nicolás Maduro en respuesta a los constantes
ataques que recibe por su parte y le hizo un llamado al diálogo.
Caracas, 23 de febrero de 2014
Señor
Nicolás Maduro:
Le envío esta misiva pública como respuesta a los agravios
que constantemente recibo de ud.
Caracas, Venezuela. | 24 febrero de 2014
Tribuna
Libre.- La calle no se negocia. Mientras el gobierno usurpe al
Estado, manipulando las instituciones que están llamadas a defender a los
ciudadanos, las luchas cívicas y pacíficas son un derecho legitimo a la defensa.
En tal sentido, me permito las siguientes consideraciones:
1.-No hay dos oposiciones sino una alternativa democrática
congregada en la Mesa de la Unidad, una institución en la que una parte muy
importante del país ha confiado la conducción política de los últimos años.
No es cierto que haya una porción de esa alternativa que
pueda descalificarse como “neo-liberal” y mucho menos cierto que otra parte
pueda ser descalificada como fascista. Por esa misma razón es que no se puede
aceptar un diálogo que pretenda hablar con nosotros como representantes de una
parte y no como lo que somos, la expresión de la Unidad del universo social que
adversa una forma de ver la política en la que una mayoría contingente
descalifica al resto del país.
2.- La alternativa democrática tiene la obligación moral de
ser la voz del pueblo. Y el pueblo quiere seguridad ciudadana, respeto por la
ley, cese de la impunidad, una economía que trabaje para la prosperidad,
libertades garantizadas sin condiciones ni restricciones, y detener cuanto
antes el enfrentamiento y sus perversos fines. Esa es la agenda de la protesta.
Los venezolanos queremos salidas a un régimen que se ha concentrado en
cerrárselas y que prefiere reprimir antes que buscar alternativas al deterioro
social, político y económico que vivimos todos por igual.
La gente ha salido a la calle porque el gobierno está negado
a cualquier oportunidad de buscar soluciones, ha envilecido el parlamento y el
resto de las instituciones del estado han sido confiscadas por el sectarismo
más atroz. Por eso un pueblo cívico no negocia la calle desde donde lucha
porque las instituciones del estado no lo defienden de los atropellos de los
que somos víctimas.
3.- El pueblo está diciendo que no acepta un sistema político
que no ofrezca condiciones mínimas para construir consensos. Tampoco acepta una
democracia de fachada, con elecciones viciadas y poderes públicos que dejaron
de trabajar para el ciudadano y que ahora es notorio que solo trabajan para
imponernos una “revolución” sobre la cual tenemos dudas más que razonables
sobre su viabilidad. En los últimos días el régimen ha demostrado que la
factibilidad de la mentada “revolución socialista”, solo es posible con el
incremento de la represión y la exclusión social, y ha olvidado que la
violencia solo reproduce la violencia. Que las manifestaciones públicas son
parte de nuestros derechos ciudadanos y que la represión brutal de las mismas
han incrementado la indignación del país. El mundo mira con asombro como el
gobierno prefiere la represión y el uso del terror de estado antes que un
llamado al diálogo sereno, confiable y productivo. El mundo mira con asombro
como el régimen pretende aniquilar a quienes disienten de él cuando lo
realmente democrático es parlamentar y dialogar.
4.- Se ha llamado a un diálogo. Pero el dialogo no es un
espectáculo. No puede formar parte de un teatro televisado del gobierno. No
puede formar parte de las relaciones desiguales y sectarias a las que nos
tienen sometidos. No puede tener como intención la capitulación de la sociedad
democrática. El dialogo debe tener la intención de construir un nuevo modelo de
relaciones, inclusiva, productiva, serena y que restaure la pretensión de que
todos somos iguales ante la ley. Y que la ley no puede ser el mazo que aplaste
sino la palanca que mueva. El dialogo tiene una agenda de urgencias que se
tienen que resolver satisfactoriamente, pero que debe tener como punto de
partida el compromiso del gobierno de entender que el país no acepta
imposiciones, ni estamos para que el saldo sea que unos ganaron y que otros
perdieron. El gobierno debe tener la disposición espiritual para abrirse a
todas las posibilidades, y entender que no es posible gobernar solo para una
parte del país y obligar al resto a acatar las decisiones que toman y que
anuncian como irreversibles.
5.- El dialogo tiene una agenda de puntos urgentes que se
deben atender:
a. Que no haya ni un solo preso político. ¡Que retornen los
exiliados ya!
b. Que se libere inmediatamente a Leopoldo López y a Iván
Simonovis
c. Que cese de inmediato la persecución judicial contra
nuestros estudiantes y se les exculpe de cualquier proceso judicial en curso.
d. Que ocurra de inmediato el inicio del desarme supervisado
de todos los colectivos paramilitares armados por el gobierno.
e. Que se garantice el fuero y la autonomía de los
gobernadores y alcaldes electos y que se eliminen los gobiernos paralelos, al
margen de la ley, que son solo una expresión más de la persecución política y
la no aceptación de los resultados
electorales.
f. Que haya una investigación supervisada por veedores
independientes de los crímenes ocurridos en el transcurso de las
manifestaciones de calle.
g. Rendición de cuentas de los dineros públicos distraídos
irregularmente, especialmente los dólares entregados a través de CADIVI.
h. Garantizar el abastecimiento de alimentos, material
médico-quirúrgico y medicinas, cuya escasez obliga a las familias venezolanas a
padecer de múltiples penurias.
6. El diálogo es un proceso de aprendizaje. Supone un reconocimiento
sereno de la diversidad y exige que nadie se sienta dueño de la verdad. El
diálogo que exige Venezuela no puede ser un montaje con resultados
pre-elaborados. Los venezolanos están cansados de una forma de hacer política
en la que los que ganan, ganan siempre, y los que pierden, pierden siempre,
aunque hayan ganado. Estamos dispuestos al diálogo constructivo pero antes el
gobierno debe dar señales de que acata estas condiciones y está dispuesto a la
construcción conjunta de una versión de la realidad en la que impere la
justicia y rija la inclusión. Si no es así, el diálogo no lo es, y nos envilece
a todos.
Escribo estas líneas en medio de los insultos e infamias que
ud, Nicolás Maduro, suele utilizar para referirse a mi persona. Hay ocasiones en
que el insulto enaltece, según sea quien lo profiere, y el elogio desmerece y
avergüenza.
Antonio
Ledezma
Alcalde
Metropolitano de Caracas