* Ni
demócrata, ni idealista, ni santo * Con Salinas hasta el final * La
falsa pista del rompimiento * Cree Javier Duarte que en Veracruz ya no
hay extorsión * Alianza de facto PAN-PRD en Las Choapas * Los
periodistas y el “Rey del Chayote” * Gandhi Edel fue cesado *
Ordeñaba viáticos para la campaña de Víctor Rodríguez.
Mussio Cárdenas Arellano | 31 marzo de 2014
Tribuna Libre.- Sin aureola, sin ropajes divinos, Luis Donaldo
Colosio Murrieta no fue un santo ni un idealista, alguien ajeno al México con
hambre y sed de justicia del que hablara en su célebre discurso, pero sí
operador de Carlos Salinas de Gortari y heredero del poder que por soberbia
desoyó las voces que alertaban que en sus días de gloria política se gestaba un
levantamiento armado, la revolución zapatista.
Su mito no nace del corazón generoso, pues no lo
tenía, ni del compromiso social, que tampoco asumió, sino de su muerte brutal,
el magnicidio de Lomas Taurinas, cuando el arma homicida de Mario Aburto
Martínez activó el disparo que le segó la vida.
Su leyenda política se teje en las manos de los
priístas urgidos de un héroe desconocido, sacralizado y venerado con las
virtudes que al hombre se le niegan en vida y se le reconocen —o inventan—
cuando ya se ha ido.
Cuadrado, respetuoso de las formas, rapaz cuando
había que serlo, conciliador en contados casos, fue Colosio una pieza en el
engranaje de poder que inició el proceso privatizador y la venta, como si fuera
remate de prendas usadas, de los bienes de la nación.
Así servía a Salinas, su patriarca y protector,
desde los días en que Miguel de la Madrid gobernaba México, los días de los
Golden Boys, el jet-set en la Presidencia y México a su disposición.
Hecho al modo de Carlos Salinas, fue visto como el
delfín de la sucesión, no como un premio a su lealtad sino porque encarnaba el
proyecto transexenal; Salinas ejerciendo el maximato y Colosio como el títere
más aventajado del equipo de poder.
Salinista declarado, era, pues, más de lo mismo.
Muerto, 20 años hace ya, Colosio es un mito
construido con la mala fe de los priístas, desde entonces empeñados en vender a
Luis Donaldo como el artífice de un cambio democrático que no propició al
interior del PRI, o el líder social del que no se recuerda un solo avance para
desterrar la pobreza y la marginación social.
Senador por Sonora, su estado natal; líder nacional
del PRI, donde sólo imposiciones marcaron su gestión; secretario de Desarrollo
Social sin mayores destellos y candidato presidencial hasta el fogonazo lanzado
por Aburto, resumen la trayectoria fugaz de Luis Donaldo Colosio. Lo
estrictamente necesario para ser la pieza que pudo darle seis años más de poder
a Carlos Salinas de Gortari.
De su paso por el PRI, recuerdan sus críticos
—Colosio, el impostor, de Álvaro Delgado, en Proceso— la inquina contra la Corriente
Democratizadora de Cuauhtémoc Cárdenas, que dio pauta al éxodo de priistas, su
unión con la izquierda y el triunfo arrebatado en la elección de 1988.
Colosio fue el gran hostigador. Enviaba, dice
Álvaro Delgado, operadores a Michoacán para sembrar violencia. Y en una de esas
resultaron muertos Ramón Gil y Francisco Xavier Ovando, los activistas más
allegados a Cuauhtémoc Cárdenas. Después, en el sexenio salinista, serían más
de 500 asesinatos de perredistas, todos impunes.
Simulador como Salinas, entregó la gubernatura de
Baja California al Partido Acción Nacional. Era una transición pactada, aunque
en la faena se haya llevado entre las patas a Margarita Ortega Villa, primera
priísta en perder una contienda por un gobierno estatal.
Muchos lo padecieron en carne propia. Le proponían
los jóvenes democratizar al PRI, desterrar el dedazo, escuchar a las bases, y
la respuesta era la represión. “Va el candidato del Presidente y si no lo
entiendes no tienes nada que hacer en el PRI”, le dijo en una ocasión a un
líder juvenil de Coatzacoalcos. “¿Está claro cómo es esto?”.
Y así desterró a muchos. Golpeteó a trasmano a
otros. Persiguió y anuló a quienes cuestionaban la mecánica priísta del dedazo.
Colosio, el demócrata, aplastaba todo intento de
disidencia. Jugaba con el discurso. Alentaba sueños de cambio. Escuchaba,
proponía, rehuía, esquivaba y finalmente imponía.
Cuatro años estuvo al frente del PRI. Pasó a la
Secretaría de Desarrollo Social, la supersecretaría para maquillar su imagen.
Ya no era el político que operaba las campañas y los triunfos fraudulentos. Ya
no.
Ahora era el político con visión social, salinista
siempre. Servía la SEDESOL para todo, menos para abatir el rezago social; para
encumbrar al delfín de la sucesión desde la multimillonaria plataforma que
representaba la secretaría de los pobres; para hacer visible al político
conocido en las lides electorales pero desconocido a la sociedad.
Pudo así, a pesar de Manuel Camacho Solís, llegar a
la candidatura presidencial del PRI. Luego vendría la debacle: el alzamiento
zapatista, el 1 de enero de 1994, los días negros, opacado por el conflicto de
papel y de palabras, pues el cese al fuego evidenciaba que no hay guerra cuando
uno de los contendientes usa rifles, bazukas y tanquetas, y el otro sólo armas
de madera, pasamontañas y botas de plástico.
Superado por Camacho Solís, el pacificador sin
rumbo, Colosio pasó inadvertido de enero a marzo, candidato segundón, sin
fuerza, sin que hubiera quien lo pelara.
Vendría luego el discurso del 6 de marzo: “Veo un México de comunidades indígenas, que no pueden
esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso; de
comunidades indígenas que tienen la gran fortaleza de su cohesión, de su
cultura y que están dispuestos a creer, a participar, a construir nuevos
horizontes.
“Veo un México con hambre y con sed de
justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la
ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de
las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.
“Como partido de la estabilidad y la
justicia social, nos avergüenza advertir que no fuimos sensibles a los grandes
reclamos de nuestras comunidades; que no estuvimos al lado de ellas en sus
aspiraciones; que no estuvimos a la altura del compromiso que ellas esperaban
de nosotros”.
Presuntamente fue ese el rompimiento con Carlos
Salinas de Gortari. Nada más falso. Un día después, el 7 de marzo, hablaba en
abono de su mentor:
“Yo no creo en los juicios lapidarios. El
Presidente y los mexicanos hemos hecho un gran esfuerzo por salir adelante. En
lo personal, nos une una gran amistad y un gran afecto. Como gobernante, desde
el área de mi responsabilidad, compartí con él esfuerzos, compromisos y
propósitos. Sé que siempre lo ha animado un gran amor a México. Y también sé
que siempre hay cosas que pueden superarse. La obra de todo gobierno se
enfrenta constantemente a la necesidad de mejorar y de encontrar nuevos métodos
y fórmulas. Pero hacer un juicio definitivo no es fácil porque las soluciones
son buenas o malas en función de sus circunstancias y de los márgenes de acción
en las que se adoptan”.
No pasaba por la mente de Colosio cortarse el
cordón umbilical, su liga directa con Salinas. Y exaltaba al gobierno de su
padrino y protector:
Dos semanas después, el 23 de marzo, Colosio fue
asesinado en Lomas Taurinas. Le atribuyeron a su discurso del 6 un supuesto
rompimiento que nunca ocurrió, si acaso hubo un conflicto permanente con Raúl
Salinas, hermano del Presidente.
Su muerte fue aprovechada por los priístas para
convertirlo en el mártir de la democracia, político de imagen impoluta,
estadista, bonachón y flota.
Así lo veneran los priístas. Montados sobre una
farsa, dicen que su muerte cambió a México y que si hubiera sobrevivido habría
transformado a la nación.
Si no hubiera ocurrido el magnicidio, Luis Donaldo
Colosio habría perpetuado a Salinas en la presidencia y el PRI no habría
entregado el poder al PAN en 1994, como ocurrió con Ernesto Zedillo.
No era un santo Colosio ni era un idealista. Era el
títere que mejor habría servido a Salinas.
Archivo muerto
Volátil, sigue el gobernador inmerso en la
redacción de su relato del desastre. Festina Javier Duarte que ya nada más
Veracruz es ¡sexto lugar nacional en secuestro! y se ufana que el Sistema
Nacional de Seguridad Pública no lo mencione en el rubro de extorsiones. Ya
mejoró la cosa, piensa Duarte, a partir del teatro de la estadística oficial,
lejos, por supuesto, de la violenta realidad. Habría que ir de antro en antro,
de restaurant en restaurant, de comercio en comercio, incluidos los de
abarrotes, de empresario en empresario, de profesionista en profesionista, de
migrante en migrante, para saber que la extorsión está ahí, como pan nuestro de
cada día, pero que nadie, absolutamente nadie, por cuestión de miedo, de no
correr riesgos, se atreve a denunciar. Pobre gober. De veras cree que en
Veracruz no hay extorsión… Convertido en apéndice del PRI, la falta de
vergüenza como partido político, vuelve del PRD nacional a frustrar la alianza
opositora en Veracruz. Decía el PAN que iría junto al perredismo en las
elecciones extraordinarias de Las Choapas, Chumatlán y Tepetzintla. Se
congratulaba el perredismo local de trabar esa alianza PAN-PRD, obviamente para
ser invencible en la elección municipal del 1 de junio. Y de pronto, el
reversazo de la cúpula nacional perredista, como en el proceso electoral de
2013, con saldo del fidelismo-duartismo apoderado del Congreso y de las
principales alcaldías de Veracruz. Queda ahora la alianza de facto, el reparto
de posiciones para panistas y perredistas en la planilla del PRD, en el caso de
Las Choapas, donde Marco Antonio Estrada Montiel se perfila como el virtual
ganador y así, desterrar el cacicazgo naciente de Renato Tronco Gómez, el
diputado payaso, cuyo enriquecimiento es escandaloso, incapaz de sucumbir a la
tentación de reprimir, al golpe policíaco a sus enemigos, solapado y alentado
por el ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, que así lo empina hacia su autodestrucción,
iniciada esa vocación por la sangre cuando fue asesinado el regidor Alfredo
Pérez Juárez, siendo Renato alcalde de Las Choapas. Malas artes del PRD
nacional que sólo provocan que panistas y perredistas choapenses, incluida la
familia Roldán, decidan afianzar su proyecto común… ¿Quién es ese funcionario,
ricachón, político de reciente ingreso, a quien le confirieron el encargo de
domesticar a la prensa desde su área financiera? Una pista: le dicen ya “El Rey
del Chayote”… Señalado, acusado de quedarse con los viáticos del personal de la
delegación de la Secretaría de Desarrollo Social federal en Veracruz, Gandhi
Edel Basurto Gutiérrez dejó la Coordinación de Recursos Materiales. Ya se le
había balconeado, pero cuando el tema llegó a oídos de la titular, Rosario
Robles de Pierna Ahumada, su referente veracruzano, Marcelo Montiel Montiel,
decidió cortar por lo sano y cesarlo. Dice un insider de la Sedesol federal que
lo esquilmado al personal, los viáticos no entregados, eran aportación para el “proyecto político de su jefe Víctor
Rodríguez”, o sea, la campaña a la diputación federal del próximo
2015 en el distrito de Coatzacoalcos. Qué manera de quemarse…
twitter: @mussiocardenas