José
Miguel Cobián | 06 julio de 2018
Tribuna Libre.- Leo y veo muchas opiniones sobre los
resultados electorales en el estado de Veracruz. Con la inmensa mayoría no coincido, yo vi
otra elección y otras razones, que hoy comparto contigo.
Comencemos con Pepe Yunes. No perdió por una traición de sus
correligionarios, los resultados de esta elección estaban a la vista desde
antes de que él resultara el candidato. Sus
amigos y afines no quisieron ver las señales que estaban delante de todos.
Recuerdo que cuando Héctor Yunes fue
candidato, en el gobierno le otorgaron apoyos indirectos, como que él pudiera
designar a los delegados federales en Veracruz, los cuales, sin hacer
abiertamente proselitismo a su favor, con su posible buen trabajo lo podrían
haber ayudado. En el caso de Pepe
Yunes, jamás se dio ese apoyo, es decir, venía como candidato (eso todos lo
sabíamos), y sin embargo, la señal que se enviaba desde el centro era de no
apoyo.
Posteriormente cuando se determinaron las
alianzas, los priístas fueron los más sorprendidos al enterarse de que el PRI y
el Verde iban separados en las elecciones para diputado federal en
Veracruz. Cualquiera que sepa sumar,
sabría que ninguno de éstos dos partidos de manera separada le ganaba a Acción
Nacional. De morena todavía no se sabía
el nivel de su fuerza política. Por lo tanto, la señal que se enviaba al
mercado electoral es que cedían la plaza a quien resultara ganador.
Escuchar a las bases rojas, era escuchar sobre
falta de atención, abandono, absoluto desprecio de muchos de los supuestos
super operadores políticos de ese partido. Y todavía añadir que venía con un
grupo desgastado de amigos que lo habían apoyado desde la senaduría, pero que
ya no tenían ni el ímpetu ni la posibilidad de añadir a su causa a nuevos
actores políticos.
Por último, a lo largo de toda la campaña, la
escases de recursos económicos fue patente, en un partido político que se ha
caracterizado en las últimas campañas por un derroche inconcebible. Así, sin delegados federales, con las bases
de su partido olvidadas, con cartuchos quemados a su alrededor, sin posibilidad
de ganar una diputación federal, y sin recursos, la señal de su derrota era muy
clara. Independientemente de la calidad humana, política o moral del candidato
ya que también y quizá de manera prioritaria, cargar con la loza que
significaba ser candidato del mismo partido que el villano favorito de
Veracruz, lugar que Javier Duarte logró por méritos propios y por la enorme propaganda
que realizó Miguel Ángel en su contra, no sólo durante su campaña sino a lo
largo de todo su gobierno.
En el caso de Acción Nacional, también traía
un candidato educado toda su vida para ser un buen gobernante, pero aquí si se
puede hablar de traiciones voluntarias e involuntarias de todo su equipo. Desde que su padre ganó la gubernatura,
estaba claro que Miguel Ángel chico sería el candidato. Eso lo entendió todo
Veracruz, así que debió entenderlo también el equipo de trabajo del
gobernador. Y sin embargo, a lo largo
de año y medio que llevan de gobierno, se han dedicado a agraviar a los
veracruzanos, en una labor hormiga pero incansable e implacable. El daño al gobierno del padre, se vio
reflejado en una reducción del atractivo del hijo como candidato.
Acudir a realizar un trámite o solicitar la
solución a cualquier problema siempre encontraba la misma respuesta: ser
ignorado, o ser despreciado, o peor aún, ser engañado. Desde la secretaría de gobierno para abajo,
en todas las dependencias reinaba el ego y la soberbia. Los nuevos funcionarios, sobre todo los
bisoños, se sentían bajo la sombra de un político conocer como pocos de las
entrañas del poder, y eso los llevó a olvidar que estaban en su puesto para
atender al ciudadano.
Los agravios y la molestia de los
veracruzanos fueron promovidos directamente por aquéllos que debían generar un
clima de aceptación y satisfacción con el gobierno en turno. Jóvenes juniors y chicas bonitas de repente
se encontraban en puestos con responsabilidad y poder de decisión sobre asuntos
de interés de los veracruzanos, y jamás entendieron ni supieron como atender y
resolver el problema del ciudadano. Al contrario, todos aquéllos que nos
acercamos a intentar resolver un conflicto fuimos ignorados o rechazados de
manera contundente, sin considerar que esos agravios se cobran en las
urnas. Paulatinamente y uno a uno, los
funcionarios yunistas se dedicaron a minar la base de simpatía que había
llevado al gobernador al poder.
Si a esto le añadimos el desinterés por los
asuntos que interesaban a Veracruz por parte de los secretarios de estado
quienes jamás estuvieron disponibles para atender reclamos, y que en múltiples
ocasiones mostraron una actitud autoritaria, cuando no amenazadora a ciertos
grupos de ciudadanos, entendemos que desde la propia cúpula del poder en
Veracruz se trabajó abiertamente en contra de la continuidad del gobierno en
turno.
Añadir a lo anterior que para ganar, el
gobernador generó expectativas muy altas y difíciles de cumplir por parte de su
gobierno, que dieron armas al pueblo para incrementar el nivel de reclamo, es
simplemente observar la gota que derramó el vaso.
Por último y quizá lo más importante, la
campaña de Cuitláhuac a ras de tierra, que fue muy criticada, tuvo la gracia de
acercar a un candidato sensible a las necesidades de los ciudadanos en
infinidad de pequeñas reuniones en dónde el veracruzano pudo entender y luego
transmitir que es educado, culto, preparado, y alguien totalmente diferente a
quienes nos han gobernado, así que era la opción ideal para un cambio de
dirección en Veracruz. Tuvo la
oportunidad una y otra vez de explicar de viva voz como es que políticas tan
diferentes a las actuales, podrían generar un cambio del cual los veracruzanos
estamos ávidos.