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Eleazar atesora secretos de campaña * Ni
López Obrador lo puede cesar * Mixtla:
los enredos del secretario * Ahora a
probar que Yunes ordenó el crimen *
Yolanda Sagrero: el sobrino aviador *
Álvaro Ramírez: reprobó el alcoholímetro el ahijado de Esmeralda * Agua Dulce: agentes municipales con amenaza
de extorsión * El magistrado y sus niñas
Tribuna Libre.- Sórdidas son las
dádivas en campaña, las de Morena y las de los otros, los dineros sin reporte
que no pasan por el filtro del OPLE, “la doble contabilidad” que impulsó la
escalada de Andrés Manuel y de Cuitláhuac y de senadores y diputados al poder.
Y ese secreto es de Eleazar.
Aportan los mercenarios y los que van por
negocios e impunidad, y los proveedores que invierten para extender o suscribir
contratos, y los constructores que hacen fortuna en el erario de Veracruz.
Le ponen a la campaña —o a los proyectos— los
políticos en desuso, marginados del priismo en los tiempos de Fidel y Duarte y
a los que el panista Yunes no invitó al aquelarre, los mantuvo a raya o los
despreció.
Le aportan, también, los malosos. Diría Fidel
Herrera que en política lo que se paga con dinero es barato. Y el crimen
organizado sigue a Fidel. Invierte en candidatos a cambio de infiltrar al
aparato policíaco, desplegar estacas y halcones sin que haya poder que los
mueva, detentar control de la plaza y control político. Y obtener obras para
contratistas cuya misión es lavar.
Y los partidos cachan. Dinero limpio y dinero
ilegal. Dinero reportado al OPLE y dinero que no.
Con Morena, el festín comenzó en 2016. Andrés
Manuel hacía de Veracruz un sambódromo político, impulsando a candidatos sin
fuerza, sin nombre ni perfil, jodidos unos, capaces otros, pero honestos según
el santo patrón.
Irrumpió Cuitláhuac García en una contienda
que tuvo en el ex gobernador Javier Duarte a su mayor impulsor. Se trataba de
partir el voto de la oposición, restar la concentración de votos que se
acumulaban en el panista Miguel Ángel Yunes y anular su inminente triunfo.
Así lo trazó Duarte, a riesgo de tumbarle
votos al priista Héctor Yunes Landa, como finalmente ocurrió, y el PAN los
venció.
Ya en el Congreso de Veracruz, inició el
desvío de recursos, Morena usando los dineros del grupo parlamentario para
solventar las giras de Andrés Manuel López Obrador.
Una voz, la de Eva Cadena Sandoval, entonces
diputada por el distrito Coatzacoalcos rural, desnudó la aplicación de recursos
a los eventos de López Obrador. Y lo pagó.
Masacrada en los medios y las redes tras la
divulgación videos en que se le veía recibiendo aportaciones al proyecto de
Andrés Manuel, una celada urdida entre morenistas, Eva Cadena fue instada por
Rocío Nahle a deslindar a López Obrador de las entregas de dinero ilegal. Y
acató.
Entonces Morena activó el ataque.
Políticamente denostada, sujeta a una investigación por parte de la Fepade, Eva
Cadena reveló el origen del conflicto: su reclamo a que los recursos del grupo
parlamentario de Morena fueran usados para la campaña anticipada de Andrés
Manuel en Veracruz.
Eva había pagado su campaña a la diputación
local. Y ya como legisladora, Morena le propuso ser candidata a la alcaldía de
Las Choapas. Se negó. Arguyó no tener recursos. Recibió el ofrecimiento de que
“empresarios aportarán”. Y eso la hizo acudir a la cita en que fue grabada.
Le cobraron la osadía de cuestionar por qué
se usaba el presupuesto de Morena para las constantes giras del Dios Peje a
Veracruz, un peculado brutal.
De los dineros ilegales, los nexos con lo
peor de lo peor, no son ajenos ni el PRI ni el PAN.
A Fernando Yunes, el segundo junior de la
dinastía yunista azul, hoy alcalde de Veracruz, lo pillaron en dos: una, el día
de la elección de 2016, en Coatzacoalcos, atrincherado en su camioneta, acusado
de portar dinero para operar, y dos, sentado a la mesa del Comandante H, Hernán
Martínez Zavaleta, jefe zeta en el sur, rodeado de guaruras portando armas
largas, en un evento con panistas de Cosoleacaque.
Con el Comandante H el escándalo fue
demencial. Su padre, Miguel Ángel Yunes Linares, con la bandera de no pactar
con el crimen organizado, los que entraron con Fidel y Duarte, el
financiamiento del Cártel del Golfo y Los Zetas, y el vástago en la misma mesa
que el maloso mayor, el que ordenó el crimen de una familia, el padre, la madre
y cuatro niños.
Amigos con estirpe sangrienta.
Los priistas son iguales o peores. Fidel viajaba
con los maletines atestados de billetes, mínimo 5 millones para someter y
acordar. Javier Duarte abría las arcas del gobierno de par en par, maletas de
dinero en las manos de Erick Lagos, Gabriel De Antes, Jorge Carvallo, Francisco
Valencia, comprando votos, operando estructuras, ofreciendo cargos y canonjías,
y sobre todo impunidad.
2018 fue el festín de las dádivas. Sabríase
entonces de los pactos y las dádivas, el priismo aliado a Morena, el duartismo
operando en sus zonas de control, Fidel Herrera y sus alfiles moviendo el voto
para impedir que el primer junior de la dinastía azul, Miguel Ángel Yunes
Márquez, pudiera alcanzar la gubernatura de Veracruz.
Desde su retiro parcial, Fidel reactivó a sus
operadores, reintegró a quienes migraron al yunismo azul. Desde la cárcel,
procesado entonces por el bestial robo a las arcas de Veracruz, Duarte instruyó
cargarle el voto priista al partido de López Obrador.
Y Morena pactó con todos.
Un pull de políticos en la banca, por
ejemplo, le puso al proyecto López Obrador 8 millones de pesos a cambio de la
delegación Veracruz Sur del IMSS. Su contacto —su recaudadora— fue Rocío Nahle,
hoy senadora con licencia, secretaria de Energía en funciones. Y aún no les
cumple.
Otro grupo, los Quintanilla, un socio y su
clan, se lleva contratos en la refinería de Dos Bocas, y de no ser por la
resistencia del pueblo que terminó insultando al gobernador Cuitláhuac García,
habrían iniciado ya la instalación de un relleno sanitario en el municipio de
Chinameca.
Otro más, OPC, puja por hacerse del relleno
sanitario en el municipio de Nanchital.
Y así en todo Veracruz.
Y así permearon las dádivas no reportadas al
OPLE en las campañas de Morena.
Cercano al gobernador, el favorito en el
reino, Eleazar Guerrero Pérez no solo es primo carnal sino pieza clave en los
dineros del gobierno, los contratos, la asignación sin licitación, las compras
con sobreprecio, el tráfico de influencias y el nepotismo en todo su esplendor.
Político de medio pelo, priista de cuarta
transformación, Eleazar Guerrero es un duartista que controla los dineros del
gobierno de Veracruz. Y Morena a sus pies.
Fue cercano a Roberto López Santoyo, director
de Tránsito en gobierno de Javier Duarte, en la esfera de poder de Arturo
Bermúdez, el temido secretario de Seguridad.
Así, duartista, hasta que Cuitláhuac se
convirtió en el peor invento de López Obrador. Ahora es el financiero del
gobernador, el que sabe qué ocurrió en campaña, cuántos millones sin reportar
al Órgano Público Local Electoral, quién aportó, por qué canal y a cambio de
qué.
¿Por qué es intocable? Por los secretos de
campaña, refieren en medios de prensa, versión corroborada entre insiders de
Morena. Y por lo que pueda soltar.
Andrés Manuel desdeña de palabra el nepotismo
y en los hechos lo tolera. Cuitláhuac García lo practica y lo estimula. Su
gobierno es un botín de familias morenistas, incluida la suya, que imponen a
parientes en cargos de mediano y alto nivel.
Y de todos, Eleazar es la prima dona, el otro
gobernador. Es inamovible, insustituible, por lo que sabe y por lo que puede
decir. Y si habla, el presidente tiembla.
Revelar los pecados de campaña, si se le
destituye, es chantaje.
Y el chantaje se lo haría a López Obrador.
Archivo muerto
Atinadísimo, Cuitláhuac se dio, de nuevo, un
tiro en el pie. Armó un escenario, usó —o embaucó— al shérif Hugo Gutiérrez
para imputarle al ex gobernador Miguel Ángel Yunes la autoría intelectual del
crimen de la alcaldesa de Mixtla de Altamirano, Maricela Vallejo, y ahora lo
debe probar. Colgado del suicidio del ex policía Primitivo Islas, cuando
agentes ministeriales procedían a ejecutarle la orden de aprehensión por su
probable autoría en el asesinato, el gobernador de Veracruz construyó una
trampa intentando que ahí cayera su antecesor. Primero envió a su mozo de
estoques, Eric Patrocinio Cisneros, el locuaz secretario de Gobierno; lo
secundó el secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez; ambos con un
culebrón digno de Epigmenio Ibarra, el rey de las narcoseries que idolatra a
López Obrador. Que Primitivo fue policía adscrito a las órdenes Yunes en sus
días de gobernador. Que Yunes está implicado en el crimen. Que Yunes debe
comparecer ante la Fiscalía General del Estado. Y Yunes azul sin hablar. Jorge
Winckler, fiscal general, citó entonces al shérif Hugo Gutiérrez a que abunde
en la acusación y afirma que será llamado a declarar quien tenga algo que ver.
Yunes debe, pues, comparecer para deslindar su responsabilidad. Muy valentón,
el secretario de Seguridad afirmó que acudiría a la Fiscalía a declarar, luego
que lo haría por escrito y luego nada. Winckler lo fildeó y lo trabó. Lo
conminó a presentar su declaración por escrito pero que tendrá que acudir a
ratificarla. Será el primer funcionario del pseudogobierno de Cuitláhuac
García, el gober de las patrullas con sobreprecio y el nepotismo con el que se
burla de Andrés Manuel, en ser pasado por la Fiscalía yunista. Y a media
trifulca, cae el presunto autor intelectual del crimen de la alcaldesa, Ricardo
“P”, en un operativo conjunto entre las fiscalías de Veracruz y Puebla. Ahora
Cuitláhuac y su banda tendrán que acreditar cómo Yunes Linares, según su
acusación mediática, es el autor intelectual del crimen de la alcaldesa cuando
que ya el ex síndico de Mixtla de Altamirano, el panista Ricardo “P”, está en
prisión preventiva y a unas horas de ser o no vinculado a proceso como presunto
autor intelectual. Lo que es tener una 38 y darse el tiro en el pie… Yolanda
Sagrero y su sobrino, el “aviador”. Su nombre, Héctor Carrillo Alvarado,
adscrito a la congregación Villa Allende, inscrito en la nómina del
ayuntamiento de Coatzacoalcos como mecánico, cobrando sin trabajar. Lo bendice
su tía, la directora de Contabilidad del la Tesorería, Yolanda Sagrero Vargas,
la de la Universidad Tecnológica de Coatzacoalcos, de la que es presidenta del
patronato pro construcción y la que
indebidamente, por ser la responsable de la aplicación del presupuesto, desvía
recursos a espaldas del cabildo municipal. Héctor Carrillo ni se le ve en
Coatzacoalcos. Quien estampa su firma, según fuentes de Recursos Humanos, para
acreditar sus cobros de salario de 4 mil 217 pesos al mes, es su hermano Oscar.
Investigado por el área de Recursos Humanos, se acreditó que no acudía a
laborar al taller municipal en Villa Allende. Lejos de despedirlo, fue remitido
a la Dirección de Contabilidad donde su tía reina con todas las de la ley. Su
número de asignación en la nómina es el 50413 pero sólo cobra, no trabaja.
Sigue siendo un “aviador”, de esos a los que el alcalde Víctor Manuel Carranza
decía que extirparía por ser el cáncer que corroe las finanzas del
ayuntamiento. Sí, pues… Pillado in fraganti, con aliento alcohólico en alta,
Álvaro Ramírez tronó. Apenas si ajustó unos 10 días en el cargo de delegado de
Tránsito de Nanchital, impuesto por Esmeralda Mora Zamudio, comadre y compinche
de la secretaria de Energía, Rocío Nahle. Esmeralda lo hizo delegado de
Tránsito yendo a ver —y a sorprender, algo que no tiene mayor ciencia— al
secretario de Gobierno, Eric Patrocinio Cisneros Burgos. Álvaro Ramírez relevó
a Roberto “El Chivis” Olivares y el negocio pintaba jugoso y por demás
promisorio. Pero el alcohol, el terrible alcohol, lo reventó. Sorprendido en
horas de trabajo, no pasó la prueba del alcoholímetro y el cese fue inmediato.
Sopló y cayó. Ni una quincena alcanzó a devengar. Dicho está: todo lo que toca
Esmeralda Mora, directora del Instituto Municipal de la Mujer en Coatzacoalcos,
sin cumplir los requisitos de ley, lo pudre… Trece agentes y subagentes
municipales, quizá más, bajo presión del clan de la extorsión. Y el alcalde
Sergio Guzmán, indirectamente implicado. Trece agentes municipales, cuyos
nombres y números de teléfono celular aparecen en una lista que recabó el
personal de la Dirección de Fomento Agropecuario del ayuntamiento de Agua
Dulce. Sus datos fueron solicitados supuestamente por la Sader —Secretaría de
Agricultura y Desarrollo Rural del gobierno federal— y horas después se les
remitió la información. Recibirían maíz, alambre y postes de concreto. Pero los
de Sader no eran empleados de la Sader sino una banda dedicada a la extorsión
que desató una psicosis en los agentes municipales de Gavilán Norte o El
Muelle, Los soldados, El Burro; trece ejidos y dos colonias agrícolas
ganaderas. Una llamada, la voz que intimida y la exigencia de que cumplen o se
los carga el diablo. Y el titular de Fomento Agropecuario, Jorge Aguilar
Ibarra, aguantando el vendaval. Y todo por no tener una metodología, una
mecánica para verificar la autenticidad de las solicitudes de información, el trámite
con otras instancias de gobierno. Y con semejantes pifias el alcalde de Agua
Dulce, Sergio Guzmán Ricárdez, supone que será el candidato de Morena a la
diputación federal por el distrito de Coatzacoalcos… ¿Quién es ese magistrado
que solía coquetear con niñas muy bellas pero muy niñas, entablar melosas
charlas, buenos pesos por un rato de placer, interminables encerronas en el
cubículo más reservado de su empresa matriz? Pista: una de esas chicas solía
visitarlo con su uniforme de secundariana. ¿Magistrado pederasta? Sí…