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Marcela Aguilera a Investigaciones Ministeriales * Fue tapadera del ex gobernador * Mano sucia
en Comisión de Justicia * PAN:
desaparecer poderes * Otra caja
china * Edel: pasión por la tierra…
ajena * Alcalde Carranza: que se joda el
SAT * Arzobispo le cree al gober * ¿Y cuándo relance la ley pro-aborto? * Funcionario de la 4T pide moches.
Mussio Cárdenas Arellano |
20 septiembre de
2019
Tribuna Libre.- Arreando peones, sembrando cuentos, Marcela
Aguilera dejó el campo y se hizo útil a Duarte aplaudiendo los desvaríos del
gran ladrón, el endeudamiento de Veracruz, simulando que hacía justicia a
periodistas asesinados e imponiendo a la escoria en el Tribunal Superior de
Justicia. Y vuelve para encubrir al ex gobernador.
Su parcela es hoy la Dirección de
Investigaciones Ministeriales, impuesta por otra impuesta, Verónica Hernández
Giadáns, fiscal carnala del gobernador Cuitláhuac García, empleada de Eric
Cisneros, el remedo de secretario de gobierno, tras el asalto a la Fiscalía
General del Estado y la violación al orden constitucional.
Su encomienda es el caso Javier Duarte, las
denuncias en curso, las carpetas con miles de fojas que dejó en tránsito Jorge
Winckler Ortiz hasta que fue tumbado de la Fiscalía por la Comisión Permanente
del Congreso de Veracruz, que carece de facultades ni tiene asidero legal.
Su reto, neutralizar la debacle duartista,
deja impune el robo del erario con empresas fantasma, la imputación por
desaparición forzada y la denuncia y extradición de Karime Macías Tubilla, la
esposa de Duarte que en los hechos fue gobernadora, jefa del gabinete formal.
Lo sucio es lo de Marcela Aguilera Landeta,
la del mote genial, “Diputada Cochambre”, de la autoría de Gabriel García
Esquivel, bautizada así el 23 de junio de 2014 en la columna Se Dice que,
publicada en Crónica de Tierra Blanca, reseñando la inquina y la insidia con
que actuaba, la polarización del priismo y su pulverización.
Aludía García Esquivel a la “mente
cochambrosa” de Marcela Aguilera que sembraba odio e inoculaba veneno entre
aspirantes a la diputación federal, generando fracturas y resentimiento, y que
devino en su humillante derrota cuando intentó ser alcaldesa, en 2017. En
aquella jornada electoral le cobraron todas.
Operadora a ras de piso, se movió siempre
entre organizaciones campesinas, los de la UGOCEP de Margarito Gómez Parra, de
final trágico, emboscado en Chihuahua, muriendo él y otros 12, familiares y
amigos; o en las huestes de la CNC —Confederación Nacional Campesina—, la
central priista que mantiene a los pobres más pobres y a sus líderes los vuelve
fifí.
Con Fidel Herrera Beltrán, doña Marcela
Aguilera tuvo su plenitud del pinche poder. Llegó a ser directora de la Comisión
Veracruzana de Comercialización Agropecuaria y titular del Consejo para el
Desarrollo de la Cuenca del Papaloapan.
Ya con Javier Duarte entró a la élite del
poder. Fue subprocuradora regional de Justicia en Cosamaloapan y un cargo que
definiría que lo suyo es encubrir: fiscal especial para Delitos Cometidos
Contra Periodistas.
Por sus manos pasaron los crímenes de Milo
Vela, columnista de Notiver; su hijo Misael, reportero gráfico del mismo
diario, y su esposa Agustina, y la desaparición de Gabriel Manuel Fonseca
Hernández, “Cuco”, en Acayucan. Nada aclaró, nada hizo, nada explicó.
Era el inicio del señorío Zeta. Y el fidelato
lo dejó pasar. Del rinconcito donde hacen su nido las olas del mar, Veracruz se
tornó tierra de cárteles, sus campos en territorio narco, su sociedad bajo el
terror, la zozobra, el dolor, y las mayores fosas clandestinas del país, y el
levantón, y la trata de blancas, y el secuestro y venta de migrantes, algunos
reclutados por el crimen organizado para el sicariato o el trasiego, y algunos
más ejecutados para calentar la plaza.
Y en un escenario de muerte, la oleada
violenta contra la prensa, atizada por los odios de Javier Duarte que deslizaba
amenazas y operando su vocera, Gina Domínguez, presiones con los convenios de publicidad
—plata o veto—, la fiscal Aguilera pasó de la intrascendencia a la ineptitud.
Sus días en el duartismo son de náusea. Una
vez soltó aquello de que con Duarte se había superado la herencia de
inseguridad de los tiempos del fidelismo.
“A mí que me tocó ser Subprocuradora
—expresó—. Recuerdo cómo estaban los ayuntamientos totalmente cooptados por la
delincuencia. Hoy puedo decir que esto ya no sucede en muchas partes del
estado”.
Pues sucedía y terminó peor. Sucedía y sigue
sucediendo. Proliferó la narcopolítica, los narcos conviviendo con alcaldes,
diputados, policías, propiciando el cambio de mando, la entrega del poder a la
delincuencia. Y los crímenes de periodistas, hasta hoy impunes.
Ya diputada local, fue cómplice del saqueo,
omisa en la revisión de cuentas, levantadedos a la hora de votar, sin
cuestionar si las cifras cuadraban, si los recursos federales se aplicaban, si
había respuesta del gobierno duartista a las inconsistencias detectadas por la
Auditoría Superior de la Federación.
Servil a Duarte, la Diputada Cochambre
cumplía su misión de tejer una red de impunidad. Presidía la Comisión de
Procuración de Justicia y ahí orquestó la designación del fiscal anticorrupción
que cubriría la huida del entonces gobernador y lo que vendría si el panista
Miguel Ángel Yunes Linares ganaba la elección, en 2016, como finalmente
ocurrió.
Debía imponer a un lacayo de Duarte,
Francisco Portilla Bonilla, y fracasó. Nunca alcanzó los votos en el Congreso.
Nunca construyó la mayoría calificada —el PRI y sus aliados— ni supo operar la
infamia. A lo máximo que llegó fue a ver a Portilla investido como magistrado
integrante de la Sala Anticorrupción. Y a Flavino Ríos le confeccionó el
escenario para ser impuesto como gobernador sustituto en cuanto Duarte huyó.
Hoy vuelve a la plenitud del pinche poder. Y
lo hace por los caños del drenaje, impuesta por una fiscal que no es fiscal.
Verónica Hernández, la de las ínfulas tipo Juana Gallo —“todos están a mi
disposición”—, es encargada de la Fiscalía de Veracruz tras el golpe de estado
de la banda morenista en el Congreso, y sitúa a Marcela Aguilera en la
Dirección de Investigaciones Ministeriales.
Ahí se concentran las denuncias del
ministerio público del fuero común contra el ex gobernador Duarte, las
trastadas en secretarías de su administración con empresas fantasma, cobrando
facturas por servicios inexistentes, el saqueo del que se acusa a Javier y su
esposa Karime, por el que serían denunciados también Tarek Abdala, Fernando
Charleston, Tomás Ruiz, El Cisne Silva.
Manchada por ese régimen, la Diputada
Cochambre va al rescate de su viejo patrón, limpiando las huellas del atraco,
torciendo las denuncias, omitiendo acusaciones, allanando el camino de Duarte a
la libertad.
Por las manos de Marcela Aguilera pasa la
denuncia por desaparición forzada, los cuerpos de las víctimas, producto de la
tortura de los grupos de élite de la Secretaría de Seguridad Pública, Los
Fieles y otros asesinos, que Javier Duarte, según testimonios, habría ordenado
desaparecer.
Morena, Cuitláhuac, López Obrador le cumplen
así a Javier Duarte, con un golpe al orden legal, apropiándose de la Fiscalía
de Veracruz, imponiendo a Juana Gallo en condición de fiscal carnala y a la
Diputada Cochambre en el rol de celadora de la suerte judicial del ex
gobernador. Así de infame el pacto de impunidad.
Tiempo atrás, Marcela Aguilera arreaba ilusos
y sembraba cuentos, usaba al campesino y polarizaba al priista, pasaba de una
diputación a las esferas de poder, tejiendo redes a modo, los serviles en los
espacios anticorrupción.
Hoy va por el rescate de Duarte.
Archivo muerto
Camina Javier Duarte hacia la libertad
mientras Veracruz fija su mirada en la banda La Adictiva, en las sandeces de
Gloria Sánchez y el cuento de la fuga de los Yunes y Winckler, en la obsesión
del gobernador Cuitláhuac García por el fiscal depuesto cada vez que se le
cuestiona por la violencia sin control. Asesta el Congreso un golpe de estado y
se apodera Morena de la Fiscalía y Veracruz se distrae con las bobadas del
secretario de Gobierno, Eric Cisneros, o en el papel picado que trasluce el
nombre de AMLO en el fiestión patrio de la Cuarteada Transformación, a espaldas
de la comunidad pejista, o en la piloto que sugiere lanzar una bomba en el
Zócalo en pleno Grito de Andrés Manuel, suscitando condenas y hasta la
exigencia de despido de Internet por parte de aquellos que proponían lo mismo
cuando el presidente era Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto. Y mientras el
distractor funciona, el aparato judicial se alinea generando las condiciones
para que Javier Duarte pueda eludir a la justicia. Política de albañal, de
drenaje, de aldea, y un pueblo que sucumbe a las cajas chinas… Desgranándose,
el PAN quema la pólvora en infiernos menores, en guerras contra molinos de
viento, en fuegos fatuos. Así Cuitláhuac García sea una nulidad, gobernador por
accidente, un lastre para Morena y una desgracia para Veracruz, la proclama de
desaparición de poderes es una superchería descomunal. Sin mayoría en la Cámara
de Diputados y el Senado, la propuesta panista no pasa. Gobierno fallido sí lo
es, pero sin las condiciones políticas el proyecto no tiene futuro. Se trata de
un ardid, una treta, un albazo, pero ni soñando lograrían, desde su minoría,
tumbar a Cuitláhuac del gobierno estatal. Así sea un gobierno sin rumbo,
Cuitláhuac permanecerá en el cargo hasta cumplir sus dos años de gobierno.
Luego se irá. O lo echarán. Tras el ataque al bar Caballo Blanco, en
Coatzacoalcos, el 27 de agosto, con saldo de 30 muertos, tuvo Andrés Manuel
López Obrador las condiciones para mandar a García Jiménez a su finca y lo
aguantó. Luego lo respaldó, le alzó la mano, lo abrazó, le confirmó su
complicidad. Un cero a la izquierda al frente del gobierno de Veracruz y el
presidente prefiere tenerlo ahí antes que reconocer su terrible error.
Cumplidos los dos años, Cuitláhuac se irá sin necesidad de convocar a nuevas
elecciones, que Morena obviamente perdería. Sólo si AMLO estuviera harto del
desgobierno de su pupilo y los errores se multiplicaran, aprovecharía la
solicitud de desaparición de poderes en Veracruz, pero hoy prefiere no
arriesgar. Y mucho menos le concedería ese triunfo a sus adversarios del PAN…
Voraz como es, Edel Álvarez Peña tiene una sensible debilidad por las tierras
ajenas. Hay interminables juicios civiles trabados por el presidente del Poder
Judicial de Veracruz contra inmobiliarios que reclamaban su derecho sobre
predios enormes. Uno de ellos, el de José González, ganado en algunas
instancias por el ex alcalde de Coatzacoalcos y perdido en otras, usando la
polémica escritura de la sucesión Bringas a la que Fidel Herrera y Javier
Duarte nunca le confirieron autenticidad pero que sirvió al gobierno de
Veracruz para regularizar terrenos invadidos. Otros predios, atribuidos a Edel
Álvarez en el seno del Poder Judicial, estarían destinados a instalaciones de
Ciudades Judiciales, lo que despide tufo a corrupción. Y así la cadena de
trapacerías… De octubre de 2018 a la fecha, Publicidad e Imagen del Sureste
facturó en 14 ocasiones al ayuntamiento de Coatzacoalcos. Por sus servicios de
arrendamiento de anuncios espectaculares, organizar y acondicionar el primer
informe del alcalde Víctor Manuel Carranza Rosaldo y por el suministro de
alimentos, tramitó pagos por más de un millón 300 mil pesos. Todo bien si no
fuera porque es empresa fantasma. O por lo menos, empresa que factura operaciones
simuladas (EFOS), según la terminología de Hacienda. Oficialmente, está
boletinada por el SAT —Servicio de Administración Tributaria— desde el 30 de
marzo de 2019. Ya en 2017, en Mérida, donde tiene su asiento social, se le
imputó ser “empresa fantasma”, facturando servicios al ayuntamiento del panista
Mauricio Vila Dosal, hoy gobernador de Yucatán. Y aquí el alcalde Carranza y
sus corifeos, el tesorero Mario Pintos Guillén, y la directora de Contabilidad,
Yolanda Sagrero Vargas, le otorgan contratos y le tramitan pagos. ¿Sabrán lo
que es el delito fiscal y cuándo éste lleva a la figura de delincuencia
organizada? Los detalles en https://bit.ly/2ks1jw3... Hipólito, el arzobispo,
coquetea con Cuitláhuac, el gobernador. Le ve virtudes el prelado: que aprende
rápido, dice. Y lo disculpa: que hay que darle tiempo, que nueve meses no
bastan para ver resultados. Anda encantado el líder de la iglesia católica —y
caótica— en Veracruz con el gober de Morena. Seguro lo va a secundar cuando
Cuitláhuac García eleve, vía el Congreso estatal, a rango constitucional el
matrimonio entre personas del mismo sexo y la legalización del aborto, eso a lo
que el catolicismo llama cultura del escándalo y cultura de muerte. Hipólito
Reyes Larios verá entonces qué tan rápido aprende el gobernador… ¿Quién es ese
morenista de medio pelo, vil ejemplo de la Cuarteada Transformación, empleado
de Bienestar, que engaña y engatusa a ingenuos empresarios con el señuelo de
allegarles jugosos contratos una vez que sea designado alto funcionario de la
Secretaría de Educación en la delegación de Coatzacoalcos? Pista 1: estuvo
confinado en Las Choapas. Pista 2: se dice doctor (en ciencias ocultas). Pista
3: su hermano es funcionario del ayuntamiento de Coatzacoalcos…