Héctor Yunes Landa / 30 de julio de 2012
Articulista invitado
Tribuna Libre.-El pasado 1 de julio vivimos en México una fiesta democrática en la que
se confirmó que en nuestro país la Democracia se consolida, a pesar de que aún
debemos hacer ajustes para fortalecerla. Como miembro electo de la próxima
legislatura me propongo agradecer a los ciudadanos veracruzanos la confianza
que han depositado en nuestra propuesta, y la mejor forma de hacerlo es
defender los intereses y las demandas del pueblo veracruzano, generando
condiciones jurídicas, políticas, económicas y sociales, que propicien el
bienestar y el desarrollo sostenible de nuestra entidad.
El Senado mexicano
ha mantenido un papel histórico trascendental en nuestro devenir político y
social, que ha propiciado un mayor entendimiento y la colaboración entre las
fuerzas políticas del país con independencia de su visión propia, en un
ambiente de respeto y cordialidad. Esto se sustenta en una tradición en nuestra
historia. Durante los debates en las cortes de Cádiz de 1808, es posible encontrar
los primeros antecedentes del proyecto de un Poder Legislativo compuesto de
forma bicameral, donde el Senado tendría la responsabilidad de una cámara alta
a semejanza del modelo británico.
Los avances en el
proyecto de un poder legislativo fuerte y en equilibrio, tienen su origen en
1823, cuando se forma un Constituyente que refuerza la idea del sistema
bicameral, con una cámara integrada a partir del número de habitantes, y otra
conformada por una cuota de representantes equitativa para cada uno de
los estados existentes.
En parte, debemos
nuestro actual sistema a dos grandes personajes que apostaron fuerte por estas
ideas. Fray Servando Teresa de Mier, quien difundió la importancia del Senado,
y Miguel Ramos Arizpe, quien contribuyó de forma decisiva al bicameralismo,
formulando el proyecto de Acta Constitutiva de la Federación, sobre las bases a
las que debía ceñirse el Congreso al redactar la Constitución. Esta ley
fundamental fue la antecesora de nuestra Constitución de 1924. Fue en ésta Carta
Magna donde se estableció la división y separación de los poderes públicos, la
organización del legislativo y el judicial como entidades fuertes y autónomas,
así como la independencia de los estados, sólo limitada por la superioridad del
interés nacional. En el artículo 7° de dicha Constitución se dispuso que el
Poder Legislativo fuera depositado en un Congreso Bicameral con una cámara de
Senadores y otra de Diputados.
Años más tarde, en
1935 específicamente con el ascenso al poder de los centralistas, la Constitución
de 1824 fue abrogada y sustituida por las siete leyes constitucionales de 1936,
manteniendo la Cámara Alta, pero deformando su espíritu original y
convirtiéndola en un organismo que fue considerado por algunos historiadores
con tintes aristocráticos. En el año 1857 el sistema bicameral sufre una
modificación importante pero pasajera en nuestra vida política, se suprime el
Senado estipulando en el artículo 51 un Poder Legislativo Unicameral.
Un primer intento
por restaurar el orden bicameral fue impulsado por el presidente Benito Juárez,
quién propuso al Congreso restaurar la Cámara de Senadores buscando restablecer
el equilibrio en un sistema federalista. Fue hasta el periodo presidencial de
Sebastián Lerdo de Tejada, cuando se presentó de nuevo la propuesta de
restaurar el sistema bicameral, afirmando la necesidad en una República Federal
puesto que ambas cámaras combinan la representación de los elementos popular y
federal. Fue el 13 de noviembre de 1874, cuando el Senado de la República fue restaurado
finalmente, reactivando su funcionamiento con la apertura del Congreso el 16 de
septiembre de 1875.
El último período
de dudas sobre mantener el Senado fue durante la Revolución Mexicana, pero el
Constituyente de 1917 reafirmó la necesidad e importancia de contar con un
Legislativo Bicameral que mantuviera los equilibrios políticos y sociales, con
lo cual se validó de manera definitiva la existencia del Senado. Se estableció
la composición de la Cámara con dos miembros por cada estado y dos por el
Distrito Federal, elegidos por voto directo. Las legislaturas estatales eran
quienes declaraban los Senadores electos, por cada electo debía nombrarse un
suplente. Se estableció un periodo de cuatro años y la renovación de la mitad
de la Cámara era cada dos años.
Años más tarde en
1933, se amplió el periodo de los Senadores de 4 a 6 años, renovándose completa
cada nuevo periodo. En 1986 se reforma la Constitución y se establece de nuevo
la renovación de la mitad de la Cámara cada tres años.
En 1993 tuvo lugar
otra reforma, que consideró una nueva conformación de la Cámara de Senadores,
integrándose con 4 Senadores por cada Estado y 4 por el Distrito Federal, 3 de
ellos elegidos por el principio de mayoría relativa y 1 asignado a la primera
minoría.
Finalmente, en
1996 se dio la reforma que rige la conformación actual del Senado,
integrado por 128 Senadores, 4 por cada Estado, 2 elegidos por el
principio de mayoría relativa y uno asignado a la primera minoría. Los
otros 32 Senadores son elegidos por el principio de representación
proporcional, mediante el sistema de listas votadas en una sola circunscripción
plurinominal nacional.
Hoy tenemos la
oportunidad de seguir construyendo nuestra democracia; superada la etapa
electoral llega el momento de unir esfuerzos, de conciliar posiciones y luchar
unidos por el bienestar de nuestro estado y del país, contamos con la oportunidad
de propiciar oportunidades de crecimiento y afrontar juntos los retos actuales.
Debemos dejar atrás la etapa competitiva de las elecciones y articular a las
fuerzas políticas de manera conjunta hacia la consecución de objetivos claros.
Ese es el reto que me propongo asumir para cumplir a todos los veracruzanos y
contribuir a darle a Veracruz el gran lugar que se merece.