* Duarte calla ante el hallazgo de los 31 cuerpos * ¿Qué le amarra
la lengua? * Los Tiburcios en un caso de daño patrimonial *
Amenazas en el nombre de Tony y Javier * Marcelo en el hospital ABC
* Olivares, otro “aviador” en la SEV * Manuel Bringas, empinado por
el abogadazo Samuel Muñoz.
Mussio Cárdenas Arellano |
23 junio de 2014
Tribuna Libre.- Ominoso,
el silencio de Javier Duarte de Ochoa es síntoma del desastre que vive un
gobernador empequeñecido, del estigma del narco blindado por el poder de los
priístas, del teatro del horror que le estalla en las manos y de la evidencia
innegable de que Veracruz es paraíso del crimen organizado y territorio de
fosas clandestinas. 31 cadáveres lo hicieron callar.
Reacio a hablar, desdeñó pronunciarse sobre el
hallazgo de Nopaltepec, las narcofosas en el rancho El Diamante, en la tierra
de Fidel Herrera Beltrán, Cosamaloapan, en la cuenca del Papaloapan, a la
medianoche del lunes 16.
Calló Duarte el primer día, y el segundo, y en el
tercero —jueves 19—, en Coatzacoalcos, se limitó a decir que “no voy a hablar
de ese tema” y remitió todo a la Procuraduría de Veracruz.
Le preguntaban los reporteros, unos comedidos,
otros cáusticos: “¿Son migrantes?”, “pues no que en Veracruz no pasa nada”,
“Señor, hable de los temas que le interesan a Veracruz”, “¿qué opina de la
masacre en Tres Valles (municipio vecino a Cosamaloapan)?”.
Duarte era una piedra. Informado como todo
gobernador, los hilos del caso en sus manos, no pudo o no quiso hablar del
hallazgo que le quema las manos.
“No voy a emitir comentario —refirió seco—. No diré
nada del tema”.
“No voy a hablar de eso” —volvió a cortar.
Al cuarto día —viernes 19—, su procurador Luis
Ángel Bravo Contreras, tan dado a las conferencias de prensa, su pedestal del
ego, optó por tocar el caso de los 31 cuerpos hallados en las narcofosas sólo
en el noticiario de Carmen Aristegui. Pero no aportó nada que no se supiera.
Eso sí, dijo que no había detenidos.
Javier Duarte enmudeció. Actúa como si el sicario
fuera él. Calla como si el autor de la carnicería fuera Fidel Herrera, su
pastor político.
Algo tiene esta masacre que trae inquieto al
duartismo. Se vulnera la confianza y se agiganta la sospecha. Ocurre así cuando
el silencio incrimina.
Pudo el gobernador de Veracruz salir con una
declaración a modo. Tibio, optimista, cuadrado, Javier Duarte debió decir de lo
de siempre: son hechos aislados, Veracruz está en paz y los indicadores
muestran que aquí se le está ganando la guerra a la delincuencia, en Veracruz
no pasa nada. Y denle vuelta a la hoja.
Azorado, sin embargo, no tuvo palabras para
responder al nuevo baño de sangre, 31 cadáveres sepultados clandestinamente. Y
menos para explicar por qué en tierra de Fidel, en Nopaltepec, en Cosamaloapan,
ahí donde las nauyacas hacen su nido.
De la tierra emergieron trozos de cuerpos,
torturados, mutilados, la mayoría con el tiro de gracia. Y de ese hallazgo
macabro surge la actitud sospechosa del gobernador Javier Duarte, el silencio,
las evasivas, la negativa a hablar, la información trillada del procurador.
Diría Jodie Foster, el silencio de los indecentes.
Algo serio entraña el caso Nopaltepec. Ocurre en
tierra caliente, donde la gente vive con miedo. Ocurre ahí, donde los hijos de
políticos son baleados o donde las sobrinas de los diputados son levantadas.
Ocurre en la zona cero. De Tierra Blanca a
Acayucan, pasando por Rodríguez Clara, Isla, Cosamaloapan o Tres Valles, la
gente un día está al siguiente no. Los levantones son frecuentes. Matan a
mansalva. La policía permanece inmóvil. El gobierno no existe. Puede más la ley
del revólver, la ley del más fuerte o del mejor armado. Es una jungla mortal.
A Duarte lo persigue la muerte. Inició su gobierno
con ganas de encarcelar a sus enemigos, a sus detractores, a sus críticos. Lo
único que le faltó fue llevar a los penales a los criminales, como es su
obligación.
Seis meses después, la escalada de asesinatos de
periodistas lo situó en el vértice del escándalo nacional. Luego vendría la
represión de inocentes, de gente que marcha pidiendo justicia, de maestros que
rechazan la reforma educativa, de madres que buscan a sus hijos, a sus esposos,
a sus hermanos, a sus padres, pues un día, sin más, no los volvieron a ver.
En Veracruz se le teme más al gobierno de Javier
Duarte, a su policía, a su pandilla política, que a la misma delincuencia
organizada, pues es peor atropellar usando la ley como justificación.
Duarte está marcado por la sangre. Recuérdese el
escándalo de Boca del Río. Ahí fueron 35 cuerpos mutilados. Tirados a plena luz
del día, a los pies del monumento a Los Voladores de Papantla, en la zona
in, en la conurbación turística, se veían los trozos de seres humanos
desperdigados, unos sin brazos, otros sin piernas; otros sin brazos, sin
piernas y sin cabezas.
Aquello marcó al gober de Veracruz. Días después
aparecerían otros mutilados en una casa de seguridad, y otros 14, y unos más
acá y algunos más allá. En suma, en octubre de 2011 fueron casi un centenar de
ejecutados en la entidad, calentándose las plazas por la guerra de las bandas
por el control del territorio Zeta, concedido así en los días de fidelidad.
Desde entonces Javier Duarte no duerme. Su vida
pende de un hilo. Se hace acompañar por un enjambre de guaruras. Protege a su
familia. Huye de los eventos.
Dispara discursos en que exalta la falsa seguridad
de Veracruz. Se convence a sí mismo de que la policía cada vez es mejor, pero
no convence a uno sólo de los casi 8 millones de veracruzanos.
Javier Duarte no es el gran justiciero aunque se
empeñe en parecerlo. Sus números de gobierno son patéticos. A nadie le
descabezan cuerpos y se los dejan tirados en plena zona turística de
Veracruz-Boca del Río. A nadie le matan 10 periodistas, le desaparecen cuatro,
le golpean decenas y le persiguen y hostigan a cientos más.
Sumido en un abismo de credibilidad, lo peor que le
podía pasar al gobernador de Veracruz era que le hallaran 31 cuerpos en fosas
clandestinas en la tierra de su mentor político. ¿Por qué en Nopaltepec? ¿Por
qué en Cosamaloapan? ¿Por qué?
Callar fue, a su juicio, la mejor salida ante la
inquietud social. Sin reparar en las consecuencias de su acción, Javier Duarte
siguió la ruta de la incriminación. Cuando un gobernante miente o cuando un
gobernante calla, se implica en el delito.
Duarte abre la puerta de la especulación. Las
narcofosas son, además de un caso para la justicia, un golpe mediático al
duartismo. Y quizá algo más.
¿Hay implícito un mensaje para la fidelidad? ¿Por
qué 31 cadáveres en el rancho El Diamante, en los límites de Cosamaloapan y
Tres Valles, en Nopaltepec? ¿Quién lo sabía y por qué dio aviso a la Secretaría
de Marina? ¿Quién tenía la ubicación exacta de las fosas?
Es un caso explosivo. Peor aun cuando un gobernador
opta por el silencio, cuando enmudece, cuando soslaya y se vuelve evasivo.
En circunstancias así, el silencio es revelador. El
silencio dice más que mil voces. El silencio delata e incrimina.
Es el silencio de los indecentes.
Archivo muerto
En el nombre de Tony Macías, su Dios, el clan de
los Tiburcio va torciendo la ley, sometiendo juzgados, enlodando al gobernador
de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa. No será la última, pero sí la más reciente
trastada, timar con terrenos ajenos y engullirse 600 mil pesos a cambio de una
regularización de predios que nunca realizó Víctor Manuel Tiburcio Zaamario en
agravio de la licenciada María Elena Arroyo Márquez. Detalla el expediente
2494/2013, radicado en el Juzgado Sexto de Primera Instancia, que María Elena
Arroyo entregó diversas cantidades en diciembre de 2010 para regularizar
predios en Villa Allende. A sugerencia de su padre, Víctor Tiburcio Rosas,
Víctor Tiburcio Zaamario se comprometió a realizar el trabajo. Y luego se hizo
el occiso. Perdida la regularización, perdidos los predios, su única excusa fue
que el dinero ya no lo tenía. Vino entonces el conflicto legal. Ofreció
compensar la pérdida de los terrenos, pero no cumplió. Se le ha querido
notificar en su oficina pero se niegan a recibir documentos. Se le ha buscado y
se esconde. Existe, sin embargo, un pagaré firmado por Tiburcio Zaamario, con
la firma de testigo de su padre, Víctor Tiburcio Rosas, que lo obliga a saldar
los 600 mil pesos y los intereses causados a la fecha, casi cuatro años después.
Su padre ofreció el 6 de febrero que la deuda quedaría saldada y propuso la
venta de un inmueble en Minatitlán, dado que María Elena Arroyo se dedica al
giro de bienes raíces. Cuando ella mencionó que habría que protocolizar la
propuesta y operación, los dos Tiburcios se esfumaron. Recibe ahora María Elena
Arroyo amenazas de muerte pues “la familia Tiburcio son gente que ocupa sus
influencias a través de la cercana relación que tiene Pedro Tiburcio Zaamario
con el suegro del gobernador, Jesús Antonio Macías”, dice una relatoría de
hechos. Pedro Tiburcio Zaamario “ha provocado el tráfico de influencias para
obtener lo que más le convenga, manejando a los jueces y autoridades a su
conveniencia”, precisa el documento. Todo un caso de abuso de poder, daño
patrimonial, hostigamiento, amenazas y la seguridad personal de María Elena
Arroyo pendiendo de un hilo, pues no sólo se usa el nombre del suegro incómodo
sino también el del gobernador Javier Duarte de Ochoa para torcer la justicia,
cómplices jueces, secretarios y personal de juzgados. Pedro Tiburcio Zaamario,
hermano de Víctor Manuel, es aquel al que los malosos le quemaron su restaurant
El Acuyo porque supuso que con él la cuota no funcionaba. Vaya enredo y lo que
sigue... Fue en el ABC donde se atendió Marcelo Montiel. Le liberaron una
arteria obstruida mediante un cateterismo, a punto de una embolia y quizá algo
peor. De emergencia, ingresó al afamado hospital, superó el trance, se le dio
de alta y guardó reposo. Luego acudió a un chequeo de rutina en el hospital
Ángeles. Si le preguntan dice que no, que goza de cabal salud. Si se checa su
historia clínica, ahí está el episodio, que pudo ser funesto. Lo cuenta un
pariente que dice que esta vez sí estuvo a punto de extinguirse el marcelismo.
Ahora anda cortando listones de restaurantes, La Camila de Mario Oriani, en
Boca del Río; recibe a Rosario Robles Berlanga, la secretaria de Desarrollo
Social del gobierno federal, y hace grilla, mucha grilla, para posicionar a
Víctor Rodríguez Gallegos, su brazo financiero en la delegación de SEDESOL,
hacia la diputación federal por Coatzacoalcos, en 2015. Una cosa es más fácil
que otra: evitar una embolia tiene lo suyo, pero que Víctor Rodríguez sea
aceptado en las colonias, ni con catéter... Otro becario en la Secretaría de
Educación de Veracruz, delegación zona sur: Roberto Orlando Olivares Carrillo,
a quien el delegado Esteban Lara le halló recibos de cobro por 12 mil pesos
mensuales. Obvio, quiso saber quién es ese picudo que sangra la nómina sin
trabajar, incluso cuando se involucra en los órganos electorales, y que da con
el protegido del clan Chagra. ¿Pues no que no había “aviadores” en la SEV?...
Inteligente, lo que se dice inteligente, no es; trepador sí. Samuel Muñoz de la
Rosa, abogadazo, tiene literalmente con un pie en la cárcel a su cliente,
Manuel Bringas Burelo, el hermano incómodo de los ex dueños de Coatzacoalcos.
Implicado en la venta fraudulenta de terrenos, en el área sur de Punta
Diamante, tolerado y encubierto por el regidor José Antonio Chagra Nacif,
Manuel Bringas incurrió en fraccionamiento indebido, fraude, uso de escrituras
sobre un predio en el que no tenía derecho alguno. De un momento a otro pisará
la cárcel. Hay evidencia de la venta de lotes en “paguitos”, el banco en que le
depositaban, las cuentas a su nombre. Empinó el abogadazo Samuel Muñoz a su
cliente, suponiendo que si alguien pagaba los platos rotos sería Manuel
Bringas. Ahora ya se tienen pruebas de que uno y otro están mancornados en el
negocio. Al tiempo...
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@mussiocardenas