José Miguel Cobián | 24
agosto de 2015
Tribuna Libre.- A estas alturas del partido ya no sé si las
cúpulas empresariales como Concamín son paleros del gobierno federal, o de verdad
están buscando un bien para México. Esto
viene a colación, porque sus líderes se emocionan ante la posibilidad de estar
en una mesa con el presidente Peña, o con el secretario Videgaray, y cuando
hacen ruedas de prensa, comentan verdaderas tonterías, en lugar de cuestiones
de fondo.
En estos días aciagos de la devaluación de
todas las monedas frente al Dólar, hemos
visto en medios nacionales al secretario Videgaray afirmar que esta atento a
las peticiones de los sectores económicos, para integrar la propuesta fiscal y
financiera del próximo año, que será entregada a los legisladores entrantes el
día 8 de septiembre.
Uno esperaría que se destrabe la deducción de
automóviles, que tantos profesionistas independientes, tantos pequeños
comerciantes e industriales utilizan en su diario trabajo, y cuyo límite
ridículo de $130,000.00 les afecta y mucho, pues no sólo no hacen deducible su
auto en un gran porcentaje, sino que también las gasolinas, las reparaciones,
las refacciones, etc. Con esto se estimularía
la sustitución de autos viejos por nuevos.
Y se apoyaría a la industria automotriz, que es un pilar de la economía
nacional. Pero de esto no hablan los industriales.
Esperaríamos que para fomentar la inversión
en activos que tanta falta le hace a nuestras industrias, buscaran esquemas de
depreciación acelerada, como los que tuvimos y nos quitaron en la última
reforma fiscal. Pensaríamos en
verificar las deducciones personales, que ayudan a todos los contribuyentes
personas físicas, pues no hay deducción por pago de universidades, y existen
muchos problemas con la deducción de gastos médicos, pues los doctores no
aceptan cheques ni tarjetas de crédito.
Resolver este punto, llevaría dinero a los bolsillos de todos, incluidos
los asalariados.
Obtener el compromiso de adelantar la
apertura de importación y venta de gasolinas cuando menos a enero de 2017,
ayudaría mucho a la recuperación económica de México, pues de todos es sabido
que pagamos mucho más cara la gasolina aquí que en el exterior, y esto incide
en todos los precios de la actividad económica nacional. Bajan las gasolinas, sube el poder
adquisitivo de la población y hay reactivación económica.
Como los dirigentes empresariales no conocen
la historia de México, no saben que hasta el fin del período conocido como
desarrollo estabilizador, nuestro país no exportaba petróleo en grandes
cantidades, pero a fuente de divisas eran los productos del campo. Hoy el campo está olvidado, e incluso, hasta
la mitad del maíz que consumimos lo importamos. Es el momento de regresar al campo mexicano,
con apoyos económicos y tecnológicos, con eliminación de intermediarios,
creación de agrupaciones y cooperativas, en fin, buscando que las mujeres que
hoy ocupan el lugar de sus maridos que trabajan en Estados Unidos, y las nuevas
generaciones vean una opción en la producción agrícola. Recuperar la soberanía alimentaria debiera
ser una prioridad no sólo del gobierno sino de los mexicanos en general.
Ante todo esto, y mucho más que verdaderos
especialistas en economía y sobre todo en los efectos que la política fiscal
tiene en la economía, uno esperaría que las cúpulas empresariales de
Canacintra, Coparmex, Concanaco, Concamin, CCE, etc. Tuvieran propuestas
inteligentes. Sin embargo, resulta
penoso lo que están solicitando. Tan
penoso que pareciera que están de común acuerdo con el secretario Videgaray,
para simular que Concamin solicita algo, y la secretaría de Hacienda lo
concede. En lugar de solicitar
cuestiones sustanciales, ¡Están solicitando reducir el impuesto contra la
obesidad! Ese Ieps del 8% que nos
pusieron en alimentos con alto contenido calórico, y el peso por litro en
refrescos.
Que pobreza de ideas. O que terrible sumisión de quien llega a
líder y se somete al poder político, en lugar de defender los intereses de su
gremio (aunque concamín si lo está haciendo por encima del interés de la
nación). Un líder debe pensar en México
primero, en su sector después y en sus relaciones con el poder en último lugar.
Lo más grave, es que en México el esquema se
repite en todos lados. Por diversos intereses, muchos líderes empresariales,
sindicales, de gremio, naturales, políticos, etc., se someten al poder público
en detrimento de la sana crítica y la sana distancia entre gobernantes y gobernados.