* El agente de la ayudantía del gobernador que lo
amenazó * Con su cámara registraba la represión del duartismo * Golpeados
y robados en Plaza Lerdo * La carta de sus familiares a EPN * Amenazas
recibidas por el gobierno de Javier Duarte, apuntan * Pepe Yunes y el
gobernador * “No son 42 mil millones de deuda” * Las pantallas de
Marcelo * Jesús Alí y el apoyo miserable
Mussio Cárdenas Arellano | 24 agosto de 2015
Tribuna Libre.- A su familia, a
sus amigos, a medios de prensa nacional e internacional, Rubén Espinosa les
expresaba el acoso y las amenazas de Javier Duarte, el nivel de agresión, la
intolerancia que intimida y que termina con la vida. Traslucía miedo. Huía del
gobernador. Se había vuelto un “fotógrafo incómodo”.
Su muerte pone
bajo sospecha al gobernador de Veracruz, por su vena fascista, por ser proclive
a la represión, por el uso del aparato de poder para enfrentar a sus críticos,
por la brutalidad policíaca contra los movimientos sociales.
Dejó Veracruz
cuando la pandilla duartista lo asediaba. Se sabía espiado. Día y noche, donde
fuera, lo seguían agentes de gobierno, “orejas” que se infiltraban en
conferencias de prensa, que andaban armados, que se hacían pasar por
periodistas.
Partió al Distrito
Federal cuando sintió la provocación. Tres tipos se acercaron. Dos más se
hallaban a distancia. Uno le indicó que se hiciera a un lado, figuradamente a
un lado.
Tiempo atrás, al
fotografiar la represión contra integrantes del Movimiento #YoSoy132 que
protestaban por la imposición de Enrique Peña Nieto, el 20 de noviembre de
2012, un agente duartista le advirtió que podría terminar como la reportera
Regina Martínez Pérez, corresponsal de la revista Proceso, asesinada en Xalapa,
el 28 de abril de 2012.
A la televisora
Francesa Arte TV, Rubén Espinosa le contó:
“Estudiantes
desplegaron una lona, desde una habitación del Hotel México. Decía: ‘Duarte te
tenemos en la mira’. Cuando logré llegar, civiles golpeaban a manifestantes.
Eran policías, hombres y mujeres; detuvieron a varios. Yo empecé a disparar mi
cámara y llegó un elemento de ayudantía (del gobernador), me dio un golpe y me
dijo: ‘¡Bájale de güevos si no quieres terminar como Regina!’ ”.
Vestía de civil la
policía veracruzana, al estilo de los Halcones del 10 de Junio de 1971, en
aquella dramática masacre estudiantil que marcó el inicio del criminal sexenio
echeverrista. A los halcones de Javier Duarte se unían los integrantes de la
ayudantía del gobernador. Qué mejor que dejar huella.
Relató a la
televisora francesa el nivel de represión en que vive la prensa crítica de Veracruz:
“En Veracruz hay
muchas presiones, el soborno, muchos compañeros reciben dádivas del gobierno;
le llamamos chayo. Lo hacen por cuadrar información a modo de la clase
política. Pero también está el temor, los asesinatos (de compañeros), la
policía no te permite trabajar… Estamos en una total indefensión, en la marcha
siempre hay ‘orejas’, policías que toman registros de la manifestación, pero
también de los reporteros, esto es de todos los días.”
José Gil Olmos,
periodista y analista de Proceso, dice de Rubén Espinosa, del acoso duartista y
de su salida de Veracruz:
“Rubén Espinosa se
dedicaba a registrar con su cámara fotográfica los movimientos sociales de
Veracruz y la consecuente represión contra ellos aplicada por la administración
de Javier Duarte. Su trabajo no agradaba a las altas esferas del poder.
Reiteradamente amenazado y agredido por personas fácilmente identificables como
agentes del gobierno, el fotoperiodista decidió volver a la capital del país,
una ciudad que alguna vez tuvo fama de ser refugio para comunicadores de todo
el país. No fue suficiente. La ‘ciudad de la esperanza’ no lo salvó”.
Relata otro pasaje
Gil Olmos:
“Con su cámara
Nikon registró los momentos más crudos de la administración de Javier Duarte,
sobre todo la represión ejercida contra organizaciones sociales y periodistas.
También los gestos más adustos y rabiosos del gobernador, que se publicaron en
diversos medios e incluso fueron portada en este semanario (Proceso 1946).
“El 13 de
septiembre de 2013 Rubén y otros fotorreporteros fueron agredidos por la
policía estatal, que les quitó sus equipos fotográficos luego del violento
desalojo de los profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la
Educación (CNTE) que ocupaban la Plaza Lerdo, en Xalapa.
“Rubén y sus
compañeros Óscar Martínez, de la agencia Reuters, y Roger Martínez y Ricardo
Matus, de Imagen del Golfo, quisieron denunciar el hecho ante la Fiscalía
Especializada para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de
Expresión, que abrió el acta circunstanciada 123/FEADLE/2013. En ésta se
quejaban de que la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) estatal se negó a
mostrar a los policías que agredieron a maestros y periodistas en el desalojo
de la plaza.
“Los fotógrafos
narraron después que la SSP y el gobierno de Duarte les ofrecieron dinero a
cambio de retirar la querella. Rechazaron el ofrecimiento. Algunos de ellos
presentaron la denuncia penal en el fuero local; sin embargo, Espinosa declinó
la demanda, pues adujo que no creía en las instituciones y que la SSP y la
entonces procuraduría estatal eran la misma cosa.
“Rubén prefirió
hacer una denuncia pública, junto con otros reporteros, asesorados por un
abogado. En conferencias de prensa consignó la serie de agresiones por parte de
agentes de la SSP vestidos de civil, desde noviembre de 2012 y hasta la última,
cuando se documentó el ataque a unos estudiantes el 5 de junio de 2015”.
Gil Olmos cita a
la condena de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos
Humanos:
“Si las
investigaciones confirman que este aberrante múltiple homicidio tiene relación
con la labor periodística de Rubén Espinosa, estaríamos en presencia de un acto
gravísimo contra la libertad de expresión que, sin duda, causa un efecto
inhibitorio en el ejercicio del periodismo en México”
Y apunta:
“Preocupa aún más
el hecho de que una posible represalia se haya podido materializar en el
Distrito Federal, que cuenta con una baja tasa de incidencia de este tipo de
agresiones”. Rubén Espinosa “era una voz reconocible en los llamados de
justicia de otros colegas periodistas asesinados y desaparecidos en Veracruz.”
Su familia también
alza la voz. Reclama que “se sigan las líneas de investigación relacionadas con
la labor periodística de Rubén y el activismo de Nadia en Veracruz”.
En carta dirigida
al presidente Enrique Peña Nieto, exponen hechos que ha evadido la Procuraduría
de Justicia del DF y exige “una rendición de cuentas pública de Javier Duarte,
gobernador de Veracruz, ya que no aceptamos que haya más periodistas
asesinados, ni más casos impunes. Mientras el mandatario advierte a periodistas
‘pórtense bien’, Veracruz es la entidad más letal para la libertad de
expresión: aquí se matan, desaparecen, y agreden a cualquier voz crítica al
gobierno local”.
Describen por qué
regresó al DF, el grado de presión a que fue sometido:
“Rubén Espinosa
Becerril regresó al Distrito Federal tras ocho años de trabajar en Xalapa,
Veracruz. El 12 de junio de este año llamó a su hermana para decirle que estaba
en la Ciudad de México: ‘Hubo problemas; está cabrón’ —le expresó—.
“Rubén con el afán
de mantener la seguridad de su familia decía poco; escondía su miedo. Pero
actuaba, se movía y confiaba en las organizaciones con las que trabajaba. Al llegar
dio entrevistas, habló con quien pudo para protegerse para buscar un camino
nuevo lejos del peligro que Veracruz le significaba.
“Trabajaba en AVC
Noticias y como corresponsal de Proceso y Cuartoscuro. Su camino lo forjó solo,
sin escuela, investigando, con ideales firmes y siempre con el respaldo de la
comunidad periodística de Xalapa. Hizo de la fotografía la manera de compartir
su mundo. “ ‘Me han hecho saber que soy un fotógrafo incómodo para el gobierno
veracruzano’, dijo Rubén entrevistado por SinEmbargo.
“Buscaba siempre
la verdad, darle voz a través de su imagen a los movimientos independientes, a
las luchas, a los no escuchados. Y por ello le cerraron los ojos, le amarraron
las manos, lo torturaron y le dieron el tiro de gracia. Lo asesinaron. Lo
mataron en un departamento de la colonia Narvarte junto a cuatro mujeres. Entre
ellas una luchadora social, firme y contundente, una gran amiga de años, Nadia
Vera.
“Ni ellas ni él
merecían ser asesinados. No, cuando Rubén se fue al DF buscando salvaguardar su
vida de las amenazas que había recibido en el estado de Veracruz por parte del
gobierno de Javier Duarte. No, cuando dio aviso a todos los medios que estuvieron
a su alcance para advertir a las autoridades federales y capitalinas acerca del
riesgo en el que se encontraba. Él pensó que esos gritos de auxilio lo
salvarían y sin embargo no fue cobijado por el Estado”.
Crece la sospecha
sobre Javier Duarte. Su ayudantía, su policía, sus agentes vestidos de civil,
sus halcones en manifestaciones, sus espías, todos fueron cercando el círculo
al fotoperiodista, colaborador de Proceso y Cuartoscuro, fotógrafo de AVC,
hasta hacerlo huir de Veracruz, huir del gobernador, huir de la muerte.
Habló para
protegerse. Advertía así el riesgo de hacer periodismo en Veracruz. Señalaba a
Javier Duarte de hostigarlo, de decidir qué podía hacer o dejar de hacer con su
vida. Acudió a la organización Artículo 19. Quiso acogerse a los protocolos de
protección de la Secretaría de Gobernación pero en ésta fue tratado como “caso
ordinario”.
Murió el 31 de
julio, golpeado, con el tiro de gracia, en la masacre de la Narvarte, junto con
Nadia Vera y otras tres mujeres, en un caso que el gobierno del Distrito
Federal se empeña en enlodar, atribuirlo a un robo o a un conflicto entre dos
bandas de narcotraficantes.
Su voz, sin
embargo, acusa a Javier Duarte.
Archivo muerto
No va Pepe Yunes a
Xalapa. Va Javier Duarte a Perote. Irreconciliables, comen en la casa del
senador veracruzano. Relegan el tema electoral. Hablan de finanzas, de lo que
sabe el gobernador, en lo que ha fallado, de lo que le ha provocado a Veracruz.
Asume Pepe Yunes Zorrilla el rol de puente, de canal de emergencia entre el gobierno
duartista y el gobierno federal. Lo hace como si cuidara ya las finanzas y
comenzara a reparar el deterioro del estado al que aspira a gobernar. Pepe
Yunes le dice a Javier Duarte lo que ya ha expresado en público: que aplique un
plan emergente, que corrija el déficit mensual de 900 millones, que pague a
proveedores, que cese el derroche y la vida de oropel. Le faltó decir que deje
de desviar recursos, que deje de financiar campañas priístas, que deje de hacer
negocios, vía familiares, con el dinero de Veracruz. Indigno momento para el
gordobés. Su principal enemigo, el senador que se niega a pactar a cambio de
impunidad para la pandilla duartista, le viene a decir cómo sanear las finanzas
de Veracruz, de sobra, pues, el doctorado en economía que dice Javier Duarte
que cursó en la Complutense de Madrid. Atrae Pepe Yunes al gobernador y lo
ridiculiza. No son 42 mil millones la deuda de Veracruz, como afirma Javier
Duarte. Súmele IPE, IMSS, pasivos con constructores y proveedores,
bursatilización, quizá los 80 mil millones de los que habla el diputado panista
Juan Bueno Torio. O sea, Javier Duarte es un mentiroso. Y lo viene a exhibir
Pepe Yunes. ¿Y Héctor Yunes? Ah, sí, en Estados Unidos increpando a Donald
Trump y su racismo... Pepenador de votos, se monta Marcelo Montiel en el
reparto de pantallas de televisión a beneficiarios de programas sociales para
reactivar su desvencijada estructura electoral. Convoca a miles, la militancia
de Sedesol, a Ciudad Olmeca, en el poniente de Coatzacoalcos. Ahí asigna la
pandilla marcelista, el joaquinismo y anexas, los aparatos con que sustituirán
los televisores que dejarán de servir una vez que ocurra el apagón analógico.
De entrada es una aberración. Cuando el peso se devalúa dramáticamente, cuando
las inversiones por la reforma energética no llegan, cuando los ingresos por
exportación de petróleo se desploman, cuando se avizora una crisis económica
sin precedente, el gobierno peñista destina recursos, personal, tiempo a
repartir pantallas. Así de jodido está México. Y Marcelo Montiel, delegado aún
de la Secretaría de Desarrollo Social federal en Veracruz, usa la repartición
como gancho y trampa para rescatar a los fans perdidos... ¿Quiénes son esos dos
personajes municipales que tiemblan cuando escuchan hablar de los Juegos
Parapanamericanos Toronto 2015? Ambos, un regidor y un funcionario, se negaron
a apoyar al joven Jesús Alí Cortés Román, competidor veracruzano. Le cerraban
la puerta, lo bateaban. Le llegaron a ofrecer 600 pesos, un insulto, que no
fueron aceptados por la familia del competidor. Cuando trascendió la canallada,
por arte de magia aparecieron los recursos, 5 mil pesos. Jesús Alí vendió su
laptop para sufragar los gastos de viaje al DF. Su mamá ha gestionado ingresar
al programa Prospera, pero le han negado ese beneficio. Bastó un regaño, una
vez que el caso se conoció públicamente, y el dinero llegó a las manos de Jesús
Alí. Así de miserables, ambos dos, como dirían en mi pueblo...
twitter:
@mussiocardenas