* Más de 700 mil firmas exigiendo justicia * La carta y el reproche * Protesta en la sede del gobierno de
Veracruz en el DF * Casa Blanca: burla
legal y derrota moral * Mirna y el
desastre educativo * Maestros que no son
maestros * El mercadólogo perverso * Montano busca espacios para el alemanismo
Mussio Cárdenas Arellano | 02 septiembre de 2015
Tribuna Libre.- Van dos. Hablan
los intelectuales, los periodistas, los artistas, los defensores de derechos
humanos y la exigencia es la misma: esclarecer el crimen de Rubén Espinosa. Y
hacerlo con integridad. Y que sea efectivo. Y castigar a los verdaderos
culpables.
Ahí va el
reproche, el segundo, a un mes del asesinato del fotoperiodista de Proceso,
Cuartoscuro y AVC, ultimado el viernes 31 de julio, en su exilio en el DF,
huyendo de Javier Duarte, el gobernador de Veracruz, por el asedio y las
amenazas, porque temía por su vida.
Reclaman y
reprochan 640 periodistas, secundados por más de 700 mil firmas de 192 países,
en un desplegado a cuatro planas publicado en el diario El Universal, este
lunes 31 de agosto. Al abrir, sobre un fondo negro, a toda la plana, se lee la
sentencia, contundente: “No nos callarán”.
Es el grito que se
escucha en las redes sociales, en Twitter y Facebook, que se vuelve viral, que
concita apoyos y solidaridad ante la embestida contra la prensa crítica, contra
los movimientos de protesta, contra las voces que expresan el rechazo a la
intransigencia oficial, al clima de hostigamiento y agresión que forjó el
gordobés, en una trampa de la que no puede salir.
Rubén Espinosa
Becerril detestaba el exilio. Le podía andar con miedo. Lo alteraba vivir entre
las sombras, no salir, ver coartada su libertad para informar, sin poder captar
las imágenes que revelan el rostro siniestro del poder, el actuar violento de la
policía al disolver una manifestación, la arbitrariedad mostrada en desalojos
de maestros, o la sangre que emerge del rostro del estudiante apaleado por el
grupo parapolicíaco del duartismo en aquella madrugada terrible del 5 de junio
en Xalapa.
Se fue al Distrito
Federal. Allá lo ubicaron. Allá sintió los pasos de sus verdugos. Los vio de
frente, cínico el hablar cuando le expresó un tipo que era él, Rubén, el
periodista que había salido de Veracruz.
Días después su
vida se extinguió. Fue torturado, asesinado, con el tiro de gracia en la
cabeza, su cuerpo hallado en una recámara del departamento 401 de Luz Saviñón
1909, colonia Narvarte. Junto a él, Nadia Vera Pérez, activista social,
antropóloga, productora cultural, valiente joven que antes de dejar Veracruz
había expresado que Javier Duarte no gobierna, que dejó el poder al crimen
organizado. Decía Nadia que si algo le ocurría —así lo registró el portal
Rompeviento TV— el responsable sería el gobernador de Veracruz.
Mataron a Rubén y
a Nadia. También a la colombiana Mile Virginia Martín, la maquillista Yesenia
Quiroz Alfaro y la trabajadora doméstica Alejandra Negrete. Su caso lo manipula
la Procuraduría de Justicia del DF. Es robo, es asunto de drogas, dice. No
descarta la línea de las amenazas de la pandilla duartista, de los esbirros de
Javier Duarte, pero sólo simula que la sigue.
Se hace interrogar
el gordobés. Le envían personal de la Procuraduría del DF a Xalapa. Responde —o
responden sus abogados— a un cuestionario. Dice lo que todos esperan oír: es
inocente.
Lo interrogan por
segunda vez. Vuelve a decir que ni remotamente podría ordenar el crimen de
nadie. Ahora, sin embargo, Javier Duarte se queja de linchamiento público, de
sufrir un juicio sumario, de ser embestido por intelectuales manipulados.
Su reacción en la
conferencia de prensa del lunes 31, exhibe el rostro maltrecho de un gobernador
rebasado, víctima de su inquina contra la prensa crítica, descompuesto por la
contundencia del desplegado de El Universal, avalado por más de 700 mil firmas,
exigiendo al presidente Enrique Peña Nieto que se esclarezca el crimen de Rubén
Espinosa y las cuatro mujeres.
¿A quien recuerda
Javier Duarte con su lamento? A Francisco Labastida, candidato presidencial
priísta en 2000. Vicente Fox lo punzó. El candidato del PRI se quejó en el
debate: “Me ha llamado La Vestida; me ha dicho Mariquita sin Calzones”. Ese fue
el acabose.
Y así está Javier
Duarte. “No lo hice ni lo mandé a hacer“, cuenta apabullado por la condena
mundial.
“No tengo nada que
ver en este caso —precisa—, pues ni lo hice ni lo mandé a hacer, como en
ninguno de los otros que se relacionan con lamentables incidentes en los que
han privado de la vida a trabajadores de medios de comunicación”.
Políticamente está
acabado. Lleva en sus manos la sangre de los 14 periodistas asesinados, en su
alma el peso moral de una tragedia que no debió ocurrir.
Puede evadir un
juicio, puede librar la cárcel, pero no evita la sentencia histórica de haber
gestado un clima de hostilidad contra la prensa crítica, del ambiente de
agresión, de los golpes y patadas, los toletazos y el toque eléctrico con que
actuó su policía contra reporteros y fotógrafos que cubrían eventos públicos,
uno de ellos Rubén Espinosa, exiliado cuando no resistió más la amenaza y la
presión, cuando sintió que si no huía lo ejecutarían en Veracruz.
Impresiona la
sentencia de los firmantes de la carta: “No nos callarán”. Es el reclamo a un
sistema político que ha llevado su fobia a la libertad de expresión a niveles
de guerra sangrienta. Y en ese escenario, Veracruz es el peor. 14 crímenes
acumula Javier Duarte en sus casi cinco años de gobierno, más de 30 periodistas
exiliados, cuatro desparecidos, decenas de golpeados, amenazados y
amedrentados.
“Vemos con
indignación los ataques contra los reporteros en México. Cuando se ataca a un
periodista se atenta contra el derecho a la información de la sociedad entera”,
dice la carta en uno de sus párrafos.
A Peña Nieto le
exigen garantizar una “investigación sin contemplaciones de los funcionarios estatales
y municipales que, en cada caso, se puedan haber visto involucrados”.
El texto
corresponde al contenido de la carta enviada a Peña Nieto por altos ejecutivos
de PEN América y PEN Internacional, así como el Comité para la Protección de
Periodistas (CPJ) y fue suscrito el 15 de agosto.
Instaban al
gobierno de Peña Nieto a suscribir “un compromiso efectivo para garantizar la
libertad de expresión en México”.
Expresaban su
indignación por los constantes ataques a reporteros porque “ello atenta contra
el Derecho a la información de la sociedad entera”.
Hablan de
impunidad. Citan cifras. Revelan que desde 2000, decenas de reporteros han sido
asesinados o son desaparecidos.
Las cifras de la
Comisión Nacional de Derechos Humanos reflejan algo alarmante: gran parte de
los ataque a la prensa es perpetrada por funcionarios públicos. Es una “censura
a tiros”.
De Javier Duarte
exponen:
“Desde que el
actual gobernador, Javier Duarte, llegó al poder en el 2010, las amenazas, los
maltratos, y los asesinos de periodistas han alcanzado cifras sin precedentes
en Veracruz: 14 han muerto de manera atroz, y tres han desaparecido. En cada
uno de los casos se ha desechado como línea de investigación judicial el
ejercicio profesional de las víctimas”.
Proceso, al aludir
al tema, refiere:
“Los denunciantes
recriminaron a Peña Nieto que en México las estadísticas de impunidad en los
casos contra periodistas ‘son alarmantes’. Según la CNDH, 89% de los asesinatos
permanecen sin resolver y las autoridades obstaculizan sus investigaciones.
“Por último, los
firmantes nacionales e internacionales recriminaron a Peña Nieto que los
reporteros mexicanos ‘viven en peligro mortal. Las organizaciones criminales,
los funcionarios de gobierno corruptos, y un sistema de impartición de justicia
incapaz siquiera de determinar la responsabilidad de los asesinos son causa de
la extrema vulnerabilidad de los reporteros’.
“Y fueron
contundentes al exigirle que ‘no debe haber más asesinatos’. El asesinato de
Rubén Espinosa y las cuatro mujeres en la colonia Narvarte ‘debe ser
investigado con integridad. Los verdaderos homicidas tienen que recibir juicio
justo y condena pronta’ ”.
Y rematan:
“No nos callarán”.
Otro documento,
titulado “Paremos los ataques a la libertad de expresión”, demanda que Javier
Duarte sea investigado “a fondo y sin demora”.
Ese día, el lunes
31, un grupo llegó a la sede del gobierno de Veracruz en el DF. Colocó
impresiones de la portada de Proceso con la foto de Rubén Espinosa, con gorra
de la Secretaría de Seguridad Pública Javier Duarte, inmensa su figura, la
mirada perdida.
Aquel ejemplar de
Proceso contenía la reseña de otro crimen de prensa: el levantón, tortura y
ejecución de Gregorio Jiménez de la Cruz, de Coatzacoalcos, fotoperiodista de
Notisur, Liberal del Sur y La Red, cuyo cuerpo apareció el 11 de febrero de
2014 en una fosa clandestina, en el municipio de las Choapas.
Irritó a Javier
Duarte verse descomunal en la portada de Proceso y el texto revelador. Lo
irritaba Noé Zavaleta, corresponsal en Veracruz, al citar los pormenores del
crimen de Goyo Jiménez y el clima de hostigamiento forjado por el duartismo
hacia los periodistas con voz crítica. Enlistaba el semanario de Julio Scherer
la impunidad en el caso Regina Martínez, también corresponsal, también
asesinada, también enlodada por la jauría judicial del gobernador, ultimada en
su hogar de Xalapa, la tarde del 28 de abril de 2012.
Gasta miles de
millones Javier Duarte en difusión de imagen, cuotas de publicidad a grandes
medios y vacas sagradas del periodismo. Es dispendio inútil y hasta estúpido.
Es la fórmula fallida de Maria Gina Domínguez Colío, su primera vocera,
engañadora vil, sin talento, marrullera, entrometida en las redacciones,
vetando información, disponiendo hasta del trabajo de reporteros y ejecutivos
de los medios, que urdiera un saqueo a las arcas pagando espacios en la prensa
que nunca sirvieron para darle lustre al gobernador, condenado ahora en todo el
planeta por las muertes de los periodistas.
Se la hizo buena
Javier Duarte a Peña Nieto. Sacude a la comunidad intelectual, periodística,
artística, a los defensores de derechos humanos y de defensa de los periodistas
el caso Rubén Espinosa. Y lo expresan en la víspera del informe de gobierno.
Así es Javier
Duarte. Agita el avispero y luego clama auxilio. Hostiga a la prensa crítica,
los espía, los amedrenta, provoca el roce físico, la amenaza, fuerza el exilio
y hasta el DF llegan sus esbirros para consumar la fechoría. Y al ocurrir el
crimen se dice víctima de un linchamiento público, pieza de un juicio sumario.
Saben ahora en Los
Pinos qué tan corrosivo resulta el gobernador de Veracruz, su grado de acidez
pública, la infinita capacidad para provocar el escándalo y la condena popular.
Tan mal que anda
Peña Nieto y Duarte lo termina de empinar.
Clara y precisa la
sentencia: “No nos callarán”. Y así será.
Archivo muerto
Burla pura la de
la Casa Blanca de la Gaviota. Los exonera el secretario de la Función Pública,
Virgilio Andrade, en algo que así pintaba porque ni modo que un empleado le
rompa la figura al patrón. Determina Virgilio, el ex consejero electoral del
IFE que de imparcial sólo tenía la etiqueta, más priísta que EPN y Don
Beltrone, que no hay conflicto de interés. De nada vale, pues, que esté
acreditado y reconocido que la mansión de Las Lomas la financió la empresa
constructora Higa, la favorita del presidente, la que se llenó de contratos en
el Estado de México, cuando Peña Nieto gobernaba su entidad; que la señora
presidenta, Angélica Rivera, en su papel de La Dueña, diga que Televisa le
pagaba con diamantes sus deprimentes papeles en los telechurros que
protagonizaba, deplorable remedo de María Félix, a menos que su interpretación
del rol de la consorte del preciso haya incluido en pago la cuevita de 86
millones de pesos. Salen limpios los Peña-Rivera en esa simulada investigación
cuando se ha documentado y se acredita que todo apunta a un acto de corrupción,
de conflicto de interés, de simulación, de enriquecimiento sobradamente
explicable. Legalmente están limpios. Moralmente están puercos. Peña Nieto
lleva a México a una debacle, el peso pulverizado, la devaluación que terminará
en inflación, ascenso en las tasas de interés, pérdida del poder adquisitivo,
más pobreza, más rezago social, el fracaso de las reformas estructurales.
Presumían los priístas que ellos sí sabían cómo hacerlo. Ajá. Peña Nieto en
tres años lleva ya 80 mil muertos por la inseguridad, la violencia, el
narcotráfico. Felipe Calderón tuvo un registro de 83 mil pero en todo un
sexenio. De eso, ¿qué dirá peña Nieto en este tercer informe de gobierno, la mitad
de su gestión? ¿Qué dirá de Ayotzinapa, de los 43 estudiantes normalistas
desaparecidos? Pero llegará la próxima elección y habrá abstencionismo,
permanecerán en sus hogares o se irán a la playa, no a las urnas, los que hoy
gritan y se inconforman. Y con su voto duro el PRI seguirá en el poder. Mitad
culpa de los que se comen al país, mitad culpa de los que, con su inacción, les
guisan, les sirven y les asean los dientes... ¿En qué piensa —si es que piensa—
Mirna García Ávalos? Tolera y solapa la regidora de educación los vicios y las
ataduras, lo podrido, en agravio de los niños en edad escolar. Ocurre en Villas
de San Martín, donde hay escuela pero no se da abasto, donde imparten clases
maestros que no son maestros, donde firman boletas maestros que nunca pasaron
por el salón de clases. Y nada hace la regidora de Coatzacoalcos, protegiendo a
la directora del plantel, María Guadalupe Pérez Farías. ¿Así funciona la
reforma educativa? ¿Con una directora cuya incapacidad es manifiesta? ¿Con una
escuela donde los maestros no son maestros y donde los padres de familia cubren
su salario? ¿Dónde hasta la propia directora firma boletas como titular de un
grupo al que nunca le impartió una clase? Así sí, la reforma educativa va a
transformar a México... Mareado, la venda en los ojos, el candidato oyó decir:
la única forma en pierdas es que te apañen tirándote a una niña de cuatro años
en el bulevar. Y el iluso se tragaba la procacidad, el embuste, las cifras
maquilladas, la intención de voto con que le decían que ganaría con el 40 por
ciento de los sufragios. Lo dormía, lo mareaba, lo embelesaba su asesor de
marketing político, un estafador extranjero, el engañador de la campaña, cuya
labia le hizo ganar una millonada mientras el candidato pasaba por el crisol de
perder de manera humillante... No se ve que pinte Alejandro Montano pero ahí
está. Se apunta quizá no para gobernar Veracruz por dos años, pero sí para
regatear espacios para el alemanismo. Dice ahora que quiere ser minigobernador
en el 2016, como lo anunció un año atrás, cuando todos —Héctor, José Francisco,
Miguel Ángel, Fernando Yunes, los rojos y los azules, incluidos— tildaban de
irresponsable a Javier Duarte por jugar con los tiempos de la sucesión. Si
Flavino Ríos accedía a la Secretaría de Gobierno, sería la señal para el
destape de Montano. Y así fue, previo paso del oaxaqueño con acta apócrifa de
Minatitlán por la Secretaría de Educación. Montano, pues, ya está en la carrera
del PRI...
twitter: @mussiocardenas