* Cuatro años solapado por Peña Nieto * Corrupción, saqueo, quiebra pero era
intocable * Perderá el PRI en 2017 y
2018 * Caballero ahora sí deja solo al
gober * La PGR tras Caleb * Olmeca TV: la botarga contra Yunes * Gaby Téllez: de repartir pasteles a
funcionaria * Secuestro en Córdoba
Mussio Cárdenas Arellano | 29 septiembre de 2016
Tribuna Libre.- De la mano del PRI, solapado
e impune, Javier Duarte saqueó y quebró a Veracruz, consintió a los cárteles y
su festín de violencia y sangre, hasta provocar la repulsa social, la ira de
todos y la derrota en las urnas.
Con el PRI de su lado,
disparó la deuda pública, forjó una red de empresas fantasma, otra red de
prestanombres, amigos y familiares sirviéndole de máscara, que invirtieron
miles de millones de pesos en mansiones dentro y fuera de México, en Estados
Unidos y España.
Aplaudido por el PRI, Javier
Duarte hizo añicos al gobierno de Veracruz, esfumando el subsidio a la
Universidad Veracruzana, al Instituto de Pensiones del Estado, al Órgano
Público Local Electoral, al Poder Judicial, reteniendo las partidas federales a
los municipios. Si se trataba de sumir en subdesarrollo a la entidad, lo logró.
Con el silencio del PRI, de
sus senadores —Héctor y Pepe Yunes— y sus diputados federales y locales
priistas, y verdes, y panalistas, y del AVE, el aparato policíaco reprimió,
hostigó, espió y asedió a críticos y opositores.
Callados, el PRI y los
priistas sintieron el escándalo cuando la policía duartista —bermudista— asumió
su rol criminal, levantando inocentes, al cantante Gibrán que apareciera muerto
en un montaje, simulando que habría sido víctima de una balacera entre
sicarios; o los cinco jóvenes que al pasar por Tierra Blanca fueron llevados
hacia un destino incierto, a manos de la policía estatal, para luego,
supuestamente, ser entregados al crimen organizado, los patrones de los
uniformados del duartismo.
Cómplice el PRI, sólo ha
testimoniado la furia de Javier Duarte contra la prensa, el agravio al gremio,
la mofa de llamarlos “manzanas podridas” que al ser sacudido el árbol caerán. Y
cayeron. Murieron violentamente 19, unos destazados, otros asfixiados, otros
torturados, otros con el tiro de gracia.
Hoy, el PRI lo enfila hacia
la expulsión. Hoy simula estar contra la corrupción. Y no lo está.
Cuatro años fue
peñanietista, el único amigo veracruzano del presidente Enrique Peña Nieto,
según los embustes de Javier Duarte, un alarde que lo llevó a pregonar que
sería él y no el PRI quien condujera la sucesión en Veracruz.
Fue fidelista, peñanietista,
encubridor de su mentor Fidel Herrera, al que le limpió las cuentas y borró las
huellas del peculado, y protegido del presidente Enrique Peña Nieto, que le
celebraba broma tras broma, la ocurrencia, el chiste y el chisme.
Terrible, el gobierno de
Javier Duarte se sostuvo en la complicidad silenciosa del PRI. Se fincó sobre
los cimientos del brazo electoral del sistema, la maquinaria que lleva al poder
a sus peores lacras.
Su expulsión se teje bajo el
ardid de que las denuncias en su contra, los escándalos de corrupción, el
desenfreno en el manejo del poder, erosionaron la imagen del PRI. Y en seis
años la nomenklatura priista no lo percibió. Ajá.
Cuatro años Peña Nieto lo
tuvo a tiro de piedra. Y lejos de frenar el saqueo, lo dejó hacer. Lo dejó
robar mientras tenía rentabilidad electoral. Si sabía robarse las arcas, sabría
robarse las urnas. Y así fue.
Con recursos públicos, en
elecciones intermedias, en elecciones federales, en elecciones municipales,
Javier Duarte desplegaba sus mañas para fortalecer la maquinaria del fraude que
le permitió al PRI mantenerse en el poder.
Saqueado Veracruz, en manos
del hampa, irritada la sociedad, Javier Duarte se desplomó. Su pésimo nivel de
aceptación, el repudio social, el baño de sangre, la quiebra total, provocaron
la derrota del PRI, la humillación de Héctor Yunes Landa —“Javier Duarte es mi
jefe político”— y la pérdida de la gubernatura por primera vez en 80 años.
Dice el PRI que Javier
Duarte dañó la imagen del PRI y por eso se va. Así lo determinó la Comisión de
Justicia Partidaria, el lunes 26, al suspenderle sus derechos partidistas,
junto con otros seis allegados y empleados, algunos sin militancia priista, uno
más panista. Ver para creer.
De la corrupción, soberbia,
incapacidad para gobernar, la riqueza mal habida, los bienes en el extranjero,
los prestanombres, sabían todos, Peña Nieto, Beltrones, Gamboa, Osorio Chong,
la mafia en pleno. Y lo dejaron actuar.
Pudieron forzar su salida
del gobierno de Veracruz y así evitar que impactara en el resultado electoral
en la contienda del 5 de junio. Pudieron darle la salida airosa con un cargo en
el gobierno federal. Ahí lo mantuvieron. ¿Por qué?
Javier Duarte era inamovible
porque concentraba y retenía los dineros para la campaña del PRI, los mil
millones de pesos que a la postre entregó a Héctor Yunes (leer Estrictamente
Personal de Raymundo Riva Palacio, El Financiero, 23 septiembre 2016). Y aún
retiene una buena parte de los 50 mil millones no solventados, aquellos de los
que habla la Auditoría Superior de la Federación.
Su carta fue el dinero, pese
a que el desprestigio era ya repudio social. Eran miles de millones de los que
el priismo-cúpula iba a participar. Se resistía, lo apretaban. Cedía, lo
solapaban.
Su carta sigue siendo el
dinero. Y no lo suelta. De ahí que el PRI lo lleve hasta los límites de la
expulsión y que la PGR actúe cuando en meses, desde que Miguel Ángel Yunes
Linares interpuso la primera denuncia por enriquecimiento ilícito, el 3 de
abril, lo cubrió con su manto protector.
Si Javier Duarte hubiera
salpicado, seguiría impune. Pero se comió todo y la cúpula priista lo embistió
con el ardid de que fue el desprestigio lo que provocó la derrota del PRI y se
tiene que ir.
El argumento es falaz.
Javier Duarte daña la imagen del PRI pero más lo hace Peña Nieto. En el
presidente es la Casa Blanca. Son los contratistas que pagan su diezmo con
mansiones. Es la humillación ante el candidato presidencial norteamericano,
Donald Trump, la genialidad del ex secretario de Hacienda, Videgaray.
Ayotzinapa es el caos total,
desvirtuada la verdad, el destino de los 43 normalistas, a la vista la
intención del gobierno peñanietista de encubrir al narco que los levantó o a
los militares que los pudieron haber desaparecido.
Enrique Ochoa Reza, líder
nacional priista, no acusa a Peña Nieto ni a Videgaray de dañar con sus pifias
la imagen del PRI.
Su batida contra la
corrupción es un batidillo. Exalta tolerancia cero contra los corruptos cuando
se filtra el documento con el que Comisión Federal de Electricidad lo premió.
Renunció a la dirección de CFE y no le recibió finiquito sino una liquidación
de casi 2 millones de pesos. Y no ha solicitado su expulsión del PRI.
Javier Duarte es rapaz pero
Peña Nieto es peor.
En el PRI hubo y hay
asesinos. Fueron priistas quienes mataron a Colosio, quienes le segaron la vida
a Ruiz Massieu. Echeverría masacró estudiantes en Tlatelolco, en 1968, y luego
el halconazo de 1971, y después la “guerra sucia” que exterminó a la guerrilla
urbana y a los grupos armados en la sierra.
¿Y quién los expulsó?
Tuvo el PRI un
narcogobernador: Mario Villanueva Madrid, en Quintana Roo, 15 años preso.
Cumplió una condena de seis años en México y cuando salió, inició el proceso
con el que fue extraditado a Estados Unidos para cumplir una sentencia de 11
años. Oficialmente narco. Y el PRI no lo expulsó.
José Murat Casab desgobernó
Oaxaca. Sus compañías acaparando obra en el Veracruz de Fidel Herrera Beltrán.
Ulises Ruiz, sucesor de Murat, fue el peor y gestó la derrota electoral del
PRI. ¿Alguien propuso su expulsión?
El problema no es Javier
Duarte. El problema es el PRI y Javier Duarte, al que solapó el sistema, Peña
Nieto, Beltrones, Gamboa, el aparato de poder.
Sin corrupción el PRI no
existiera. Es su esencia. Suya, la corrupción le sirve para formar cuadros que
saqueen el erario, que conformen empresas fantasma, que falseen estimaciones de
obra, que laven dinero. Son generadores de recursos para hacer política, miles
de millones de origen oscuro, robados al tesoro del gobierno y las alcaldías.
Que Javier Duarte dañó la
imagen del PRI, cierto. Pero como él los Beltrones, los Gamboa, los Peña Nieto,
los Salinas, los Fidel, los Moreira, los Murat, los Marín. ¿Y alguien ha
sugerido su expulsión?
Combatir la corrupción y a
los corruptos emanados del PRI, supondría la expulsión del presidente de México
y la banda que encubre al narcotráfico, que saquea al país, que provoca la
debacle económica.
Se iría Salinas de Gortari
por el saqueo descomunal a las instituciones, vía mister ten percent, su
hermano Raúl, el cobrador de piso, el que rasuraba al contratista, el que
abriera las puertas a los cárteles colombianos.
Se irían gobernadores,
senadores, diputados, todos los que han provocado la debacle nacional. Pero ahí
siguen. Nadie pide su expulsión.
Avizoran los priistas la
derrota en 2018. Se ven, de nuevo, fuera de Los Pinos, echados de la presidencia,
confinados a ser oposición, quizá en manos del PAN, quizá viendo a Andrés
Manuel López Obrador construyendo el juicio para aplicarles la ley.
De ahí la farsa de la
expulsión duartista, el engaño de la lucha contra la corrupción.
En cuatro años de Peña
Nieto, nunca hubo una acción para frenar la rapacidad de Javier Duarte. La
derrota electoral del 5 de junio, los llevó a simular que el corrupto merece
castigo ejemplar y que el PRI desdeña el saqueo. De risa.
Vil farsa, refiere Arturo
Reyes Isidoro en su Prosa Aprisa que la expulsión de Javier Duarte es nada si
no se le aplica la ley, si no se evita que deje el poder para disfrutar de la
riqueza mal habida:
“Aparte del escándalo, ¿en
qué beneficia a Veracruz y a los veracruzanos la sanción partidista? En nada.
El clamor general es que la Procuraduría General de la República (PGR) —de la
Fiscalía General del Estado (FGE) no se espera nada porque su titular es un
títere del propio gobernador, impuesto en el cargo para encubrirlo— investigue
a fondo las denuncias y actúe en contra de los responsables del saqueo que han
sufrido las finanzas del estado, que los castigue ejemplarmente para impedir
que se propague más el cáncer de la corrupción en la entidad, pero también que
los obligue a resarcir el daño patrimonial que han causado a las arcas de
Veracruz.
“Porque si les suspenden sus
derechos como priistas pero se van impunemente a disfrutar de la riqueza mal
habida a costa de los impuestos que pagamos todos los veracruzanos no sería más
que una burla más del gobierno de Enrique Peña Nieto al pueblo de Veracruz”.
Desata un carnaval de
cinismo el caso Duarte. Festinan los cómplices, políticos y no políticos,
periodistas que militaron en las filas de los textoservidores y que hoy
denuestan al mecenas al que no dejaban de venerar.
Los retrata Sandra Segura,
reportera y columnista de Notiver:
“Solo diré un cosa POLÍTICOS
PODRIDOS aquellos que hoy critican a Javier Duarte de Ochoa y durante cinco
años y medio callaron beneficiados por su administración.
“No sé qué es más asqueroso
el saldo del sexenio o las ratas traidores que hoy hacen leña del árbol, caído
cuando eran sus ‘aliados’ y antes vitoreaban la ‘Prosperidad’.
“P.D. También los medios que
de repente se dieron cuenta que existía el pueblo y ahora resulta que ‘hacen
periodismo’ ”.
Es un “Tongo Priista”,
señala el periodista Edgar Hernández, en Línea Caliente:
“Si se trataba de tapar el
ojo al macho no salió muy bien el teatrito montado en el PRI nacional para
restarle sus ‘derechos’ al priista Javier Duarte y compañía… que ni priistas
son”.
Y agrega:
“Regresamos a ese pasado de
que cuando había un pez gordo bajo sospecha se tomaba preso a un cartero, se le
aplicaba todo el peso de la ley y a la cárcel de por vida como ejemplo de
cortar de tajo la impunidad.
“Eran reglas escritas que el
PRI fue acuñando a lo largo de sus 85 años de vida política en donde la
nomenklatura imponía cuidar hasta la ignominia, más que al militante, a sus
dirigentes y políticos encaramados en el poder”.
Es corresponsable el PRI del
desastre duartista, el robo y el engaño, el peculado y la red de prestanombres,
las empresas fantasma, el adeudo y burla a pensionados, el estrangulamiento de
la UV, la violencia sin control, el secuestro, el levantón, el crimen de 19
periodistas. Nunca el PRI alzó la voz contra el gobernador priista, menos los
denunció.
No halla el PRI la salida.
Javier Duarte es un lastre. Su desprestigio arrastra al PRI. Si permanece en el
poder, desgasta al PRI. Si lo expulsan, desgasta al PRI. Si lo encarcelan,
desgasta al PRI.
Se verá en las elección de
2017, en juego las alcaldías. Los veracruzanos volverán a castigar al PRI.
Castigarán su complicidad en la quiebra de Veracruz, la violencia descomunal,
cada muerto, cada fosa clandestina, cada secuestrado, cada desaparecido, cada
familia destruida.
Y tras la derrota del 2017
vendrá la presidencial en 2018.
Archivo muerto
A la distancia, ahora sí, ve
Joaquín Caballero el naufragio duartista. Ya no defiende al gobernador Javier
Duarte. Ya no le aplaude ni lo exalta. Dice el alcalde de Coatzacoalcos que
respeta al PRI, a la Comisión de Justicia Partidaria, su encomienda de
suspender los derechos de Javier Duarte y con toda seguridad, su expulsión.
Meses atrás se negó a ser el primer alcalde veracruzano en recibir al
gobernador electo, Miguel Ángel Yunes Linares, aduciendo que es “empleado del
gobernador”… Caleb Navarro ya no duerme. Lo sigue la PGR. Lo persigue para que
justifique en qué invirtió cientos de millones de pesos de origen federal. Dice
Caleb —“es cabrón Caleb”, señala uno de sus incondicionales— que el dinero se
usó pero las obras no existen. Mañosa y sucia la mano del subsecretario e
Infraestructura del gobierno de Veracruz que ahora tendrá que explicar por qué
otorgó contratos de obra y nunca entregó el anticipo. Le sigue la pista la PGR
y está a un paso de que su vida se vuelva un torbellino judicial… Seis años
hace que Olmeca TV hostigaba a Miguel Ángel Yunes Linares. Lo asediaba con
palabras y le negaba espacios. Fidelista la televisora de Coatzacoalcos, sus
dueños, Marco Cesar Theurel Cotero —“Te rompo tu puta madre”— y Marcelo Montiel
Montiel, llegaron a tener un convenio de publicidad suscrito con el entonces
candidato del PAN-PANAL al gobierno de Veracruz y se echaron para atrás. “A ningún
precio”, gritaba airado el representante theurelista en Olmeca TV, Marco Anaya
Huerta, echando por tierra el acuerdo. Era hiriente la línea antiyunista: el
burlesque de los 400 Pueblos, la pederastia, la complicidad con el Chapo
Guzmán, la imagen de represor, el saqueo al ISSSTE, el disco rayado de Fidel
Herrera para lacerar moralmente a Yunes azul. Olmeca TV era un ariete. Y Olmeca
TV fraguó una bajeza. Grabó varias cápsulas, cuyos personajes eran tres
botargas, una de ellas un perro, alusión inequívoca de Miguel Ángel Yunes
Linares, con esa miseria moral que distingue al hoy cónsul de México en
Barcelona, Fidel Herrera. La temática era una discusión y un pleito. En todos
los sketch terminaba apaleada la botarga del perro. No se transmitieron porque
uno de los ejecutivos de la televisora se opuso, advirtiendo que tarde o
temprano pagarían por el agravio. Eso fue en 2010. Hoy Olmeca TV se apresta a
ser la televisora del yunismo azul en el sur de Veracruz. Pronto correrán por
la red las cápsulas del escarnio… Repartir pasteles, y flores, y presentes,
tiene su beneficio. Así hacía política Gaby Téllez, pupila de Víctor Rodríguez
Gallegos, líder del Movimiento Territorial del PRI en Veracruz, y ya es
delegada del Servicio Nacional de Empleo en Coatzacoalcos. Releva en el cargo a
Olmedo Hernández, de filiación chagrista, sin otro mérito que haber inundado de
aviadores la dependencia, el Chivis Olivera y su consorte entre ellos. Opera
para Víctor Gallegos la joven Gaby Téllez, convertida en la número uno de ese clan
marcelista, la que mejor interpreta al ex subdelegado administrativo de la
Sedesol federal en Veracruz y ex secretario de Gobierno en el ayuntamiento de
Coatzacoalcos. Efímero será su paso por la delegación del Servicio Nacional de
Empleo, cuatro meses si acaso. Luego vendrán los yunistas a esos cargos… ¿Quién
es ese personaje cuyo suegro fue levantado en Córdoba, Veracruz, salvado con
medio melón, que le permitió librar la muerte y volver con los suyos?…