Jorge Arturo Rodríguez | 15 septiembre de 2016
Tribuna Libre.- Cada día que pasa la ciencia y la tecnología
avanzan, y nuevos estudios (sesudos) echan por la borda lo vigente: lo que ayer
era cierto, hoy se pone en duda e incluso ya no es; este instante mañana ya
valió madre. Somos volátiles (¿la insoportable levedad del ser?), fustigados
por la utilidad transitoria, vida desechable. Poco importa la noche, el alba,
las flores, el sol, las nubes, la tormenta, el crepúsculo, la luna, la
prolongación del arcoíris, acaso sólo pa’ subvivir, atormentados, hasta las
cachas de cansado (“Cansado de todo, cansado de mí”, escribió Baudelaire).
¿Dónde el Don de los Dioses, el acto creativo, lúdico, crítico, pulsaciones de
ser, estar y vivir vivos, aunque suene a pleonasmo o perogrullada –¿es lo
mismo?
Hace un par de años el profesor Robin Ferner,
del Hospital de Birmingham, Reino Unido, señaló que “la risa puede no ser la
mejor medicina después de todo; puede ser perjudicial para algunos pacientes,
producir desmayos e incluso hacer que el corazón deje de latir -al menos hay
documentado un muerto por una risa prolongada que provoca alteración del ritmo
cardíaco”. Me lleva la madre que me parió. (Disculpen, castos oídos, pero es el
mes de la Patria “chica de los Estado Unidos de Norteamérica”).
Sin embargo, Ferner “reconoce los efectos
benéficos de la risa, la cual reduce la ira, la ansiedad, la depresión y el
estrés. De igual manera, está demostrado que la risa reduce el riesgo de
infarto de miocardio e infarto recurrente; mejora la función pulmonar en la
enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC); consume unas 40 kilocalorías
cada 15 minutos y aumenta la tolerancia al dolor”.
Ferner agrega: “…la risa aumenta la tasa de
éxito de las técnicas de fecundación in vitro, como lo demostró un estudio en
el que el 36% de las candidatas a ser madres que fueron entretenidas por un
payaso después de la fecundación in vitro y transferencia de embriones quedaron
embarazadas en comparación con 20% en el grupo control, que no tuvo espectáculo
de payasos. Por este motivo, aunque sea “en pequeñas dosis”, Ferner no
recomienda dejar de reír, ya que, aunque probablemente esto no conduzca a una
vida más larga, al menos es posible que la vuelva más “agradable”. Así mismo,
se recomienda hacerlo de forma espontánea, de manera en la que los músculos se
relajen. De lo contrario, si la risa es patológica puede perjudicar seriamente
la salud”. (sinembargo.mx/06-12-13). Tan tan, ¿o no, Tintan? Es decir, todo con
medida, con o sin payaso.
¿Hay que reírnos de este pinche tiempo? ¿De
estos gobiernos? ¿De nuestra mala suerte? ¿De la pendejadas que escribo? Ojo,
el que se enoja pierde. Así que, ahí se echan por mí unos tequilas y unas
carcajadas a la salud de la madre. ¿Cuál? ¿Acaso no vivimos un mundo desechable
dónde vale una chingada todo y más en este mes patrio?
De cinismo y anexas
Alejandro Jodorowsky escribió: “Es necesario
ejercitarse en reír, aunque sea sin motivo y haya que fingir la risa al
principio. Una vez que seas capaz de reír a voluntad, comienza a anteponer a
cada carcajada una frase que exprese un problema, una tristeza personal o
colectiva. Por ejemplo: “Soy mortal y me voy a morir. ¡Ja, ja, ja! Siento que
no tengo ningún valor. ¡Ja, ja, ja! Mis padres no me quieren. ¡Ja, ja, ja!
“Llega hasta donde puedas llegar, las
afirmaciones más terribles suscitan cada vez una risa más franca, cada vez más
sincera e irresistible”.
O sea, qué pendejos somos. ¡Ja, ja, ja!
¿Somos Quimosabi?