*Su
labor es vigilar que cuando se esté extrayendo o transportando el combustible
no se acerquen autoridades o alguien que pudiera delatarlo.
Tribuna Libre.- De niños los dos hermanos pasaban sus días
jugando fútbol y soñando entrar a Primera División. "Para eso se necesita
suerte y palancas (recomendaciones)", dice "El Negro". Entonces
tuvieron que canjear sus aspiraciones deportivas por las de ascender de rango
en las bandas delictivas de Veracruz. Ahora él roba gasolina de los ductos de
Pemex, y su hermano más chico es sicario.
"El Negro" pidió que le llamemos
así en esta entrevista, aunque en realidad su apodo en la banda es otro. Él
dice ser un "huachicol", como se les conoce a quienes extraen
combustible de manera ilegal para su venta en la zona de Veracruz y Puebla
"Andar de huachicolero es un poco menos
arriesgado que si te metes a secuestrar o a levantar gente. Los huachicoleros
les pasan gasolina a Los Zetas para que les den permiso de vender y no les
hagan nada. Los Zetas cuidan a los huachicoleros. Les vienen tirando
paro", cuenta el joven de 19 años de edad.

La labor de "El Negro" es vigilar
que cuando se esté extrayendo o transportando el combustible no se acerquen
autoridades o alguien que pudiera delatarlos. A condición de no revelar muchos
detalles aceptó hablar con E Consulta Veracruz.
"Me invitaron a trabajar, me dijeron que
me daban mil quinientos pesos por día trabajado como halcón, echando aguas nada
más y así", comenta mientras enciende un cigarro.
Es su día de descanso y pactó la cita en un
bar de su confianza, donde nadie entra; así lo tiene encomendado el cantinero.
Tiene frente a sí cervezas, cigarros y su celular que atiende cada tres minutos
como si lo estuviera monitoreando. De fondo se escucha fuerte la música de
banda. Es un joven lánguido, de manos ásperas, con diez vellos en su barbilla;
dueño de una mirada militar, aunque con una voz ronca y aguda a la vez, como si
una parte de él no dejara aún de ser niño.
Desde hace tres años -cuando entró en el negocio-
ha observado cómo se trabaja para extraer el combustible.
"Hay gente que nada más escarba; otros
van, hacen el orificio en los ductos y ya conectan la manguera. Los que ordeñan
conectan las mangueras y las sellan para que no se les vote, después ya llega
la gente con las pipas y los galones, y empiezan a cargar. Por lo regular en la
noche", explica.
Asegura que en un día provechoso su grupo
abastece dos pipas con capacidad de 20 mil litros cada una. Es decir, logran un
cargamento valuado en medio millón de pesos que habrá de distribuir en seis
municipios, a lo largo de 30 kilómetros.
"Los huachicoleros que ordeñan ya saben
cuándo no va a pasar el producto — el combustible — alguien les avisa y
aprovechan para hacer el hoyo sin que hagan reguero", dice.
Él junto con otros tres halcones se encargan
de vigilar un radio de un kilómetro mientras se está realizando la extracción.
Las vigilancias las hacen a bordo de motocicletas o vehículos particulares.
"Los halcones vigilan que no entren
estatales, marinos y así. Con los municipales no hay pedo, porque les dan su
mochada. Tenemos un grupo de Whats App y vamos reportando. Si los policías se
nos llegan a pasar nos madrean, nos pegan con una tabla o a puro madrazo",
explica riendo.
Una vez terminada la extracción, los
vehículos cargados son custodiados por dos carros, llamados punta y cola, uno
va adelante y otro detrás. Posteriormente los litros de gasolina son
trasladados a talleres mecánicos, bodegas y casas de seguridad para ser
revendidos en las ciudades.
"Los huachicoleros tienen gente a
quienes le venden. Hay revendedores que compran a los huachicoleros en seis
pesos el litro, pero les dicen que si los agarran pues ya es su pedo... No te
vamos a hacer el paro y no vayas a andar diciendo quiénes son los que estamos
adentro y todo. Si no echan de cabeza a los patrones, los ayudan a sacarlos de
la cárcel. Si ven que no aguantan la madriza, pues ahí los dejan", cuenta
"El Negro".
"El litro de gasolina está a 10 pesos,
por lo regular se vende en galones de 20 litros, que son 200 pesos. Los
huachicoleros les venden a conocidos y así se va corriendo la voz. Al punto
llegan taxistas y particulares. Los que van ya saben que les sale más barata la
gasolina", refiere.
- ¿Quiénes están en este negocio con los
huachicoleros?
- Pues
casi todos. Los policías municipales le trabajan a Los Zetas porque son como
sus halcones y luego hasta ellos mismos agarran gente y se las llevan a los
patrones. Hasta les dan sus armas a Los Zetas para que anden trabajando,
contesta riendo de nuevo.
La cadena de sobornos incluye a los oficiales
encargados del tráfico. "Los tránsitos igual están con ellos, le pagan 5
mil pesos al mes al delegado. Ellos avisan si ven carros sospechosos, que no
tengan placas de acá de la zona. Los paran, llegan Los Zetas a revisarlos y ya,
si son contras se los llevan y los matan. Los estatales — elementos de la
Secretaría de Seguridad Pública del Estado — y la Marina ahorita no están
aliados con los huachicoleros. Antes había estatales que sí les tiraban paro,
les avisaban", asegura.
Sobre su hermano habla poco. Recuerda que se
inició como sicario a los 15 años cuando hasta su barrio llegó un hombre
preguntando por el "chamaco más chingón para los madrazos". Entonces
los muchachos de pequeñas bandas dedicadas a pintar paredes o beber sobre la
vía pública lo recomendaron.
"El jefe de plaza lo quería subir a
trabajar. Le dijo, métete chamaco o si no te mato. Yo no me meto en sus
desmadres porque la neta está más cabrón. A él le vale madres".
Hace tiempo que el más joven de los hermanos
no practica futbol, no obstante, su oficio le reditúa una mejor paga que a
cualquier jugador de Tercera División Profesional en Veracruz, que promedia en
los cinco mil pesos mensuales.
"El Flaco" recibe 10 mil 500 pesos
quincenales por tareas que se resumen con cuatro verbos: secuestrar, cobrar,
torturar y asesinar.
"A veces — a sus víctimas — les echa
agua y les da toques; los encuera; los sienta en hormigueros; les pega, de
todo. A algunos los degüella o les mete un madrazo en la cabeza con la parte de
atrás de un hacha. Y ya, ahí quedan", cuenta mientras sorbe el caldo de
camarón que le han llevado hasta su asiento como cortesía.
Han pasado casi 60 minutos, unas seis
cervezas, el doble de cigarrillos y las puertas permanecen intactas desde que
comenzó la conversación. Entonces invita a los reporteros a ir a un punto donde
se vende gasolina y da aviso al grupo que los cuida de que estarán en la zona.
"Ahorita los contras son los del Cártel
Jalisco Nueva Generación; son los que quieren entrar acá y con ellos se agarran
seguido. A veces se roban gente. Los contras vienen a matar a Los Zetas, a los
que son bien conocidos o a los que ya tienen bien puestos
(identificados)".
El
centro de venta
Frente a un taller mecánico se aprecia una
fila de seis vehículos que esperan turno.
Llegaron hasta ahí para cargar combustible "del barato". Hay
tres taxis, dos autos de colores oscuros y parabrisas polarizados cuyo precio
debe superar los 400 mil pesos. También hay una camioneta marca Ford con las siglas
institucionales de algún municipio veracruzano.
Del taller mecánico se asoma un sujeto de
unos 40 años de edad y pide al taxista, el primero de la fila, que se estacione
frente a un auto desvalijado y en aparente proceso de compostura. El conductor
y el dueño del negocio intercambian saludos, billetes y una sonrisa.
Tras un chiflido del dueño aparecen tres
muchachos de la talla de "El Negro". Uno carga una manguera y un
galón con capacidad de 20 litros. Los otros dos se reparten en cada esquina de
la cuadra. Al este uno de ellos vigila desde una escuela preparatoria, al oeste
el otro hace el mismo ejercicio parado frente a un parque de juegos.
El dueño del taller mecánico inserta la
manguera en el carro desvalijado y abastece el bidón con gasolina. Posteriormente
succiona un poco de combustible con la boca para filtrar el huachicol en el
vehículo de transporte público.
"Hay varias mañas para ocultar la
gasolina, algunos la esconden en bodegas, otros en tambos o como este vato, en
carros descompuestos, los llenan hasta la madre de gasolina para que nada más
cuando lleguen los clientes, de ahí saquen el producto", cuenta "El
Negro".
Los taxistas son clientes potenciales en la
zona. Un ruletero de aquel lugar compartió a este medio que ahora los dueños de
los taxis les exigen al final de la jornada comprobantes de las gasolineras
para evitar que carguen en los puntos clandestinos.
"Los dueños del taxi te piden facturas,
tienen temor de que les vaya a pasar algo, pero al chile me vale madres, quien
carga soy yo y solo así me alcanza. Esta madre – el tanque de gasolina -- es de
40 litros, lo que hago es que le echo 30 litros de huachi y 10 de la buena,
para que se compense la cosa", dijo el taxista entrevistado.
"El Negro" insiste en que el
producto no se vende a cualquiera. "Si tú vas y no te conocen, te
preguntan quién te dijo y luego le marcan a esa persona y le piden las señas
del carro. Si vas solo, nada más no te venden".
De pronto al taller mecánico llega una
segunda patrulla municipal de la que descienden tres elementos; saludan al
dueño del negocio y mientras son abastecidos de combustible hacen otro saludo a
los sujetos que permanecen en los vehículos de lujo, "los patrones",
asegura "El Negro".
"El día que Los Zetas quieren gasolina
le piden al patrón de los huachicoleros, siempre deben de tener gasolina para
la hora que ellos quieran. Y si no tienen pues los cagan o los putean, les
pegan una madriza o se los llevan un rato a su casa".
Asegura que existe un "mandamiento"
entre los huachicoleros: "´no ser panochón´". "Es la gente que
es mamadora, que nada más se dedica a estar tomando o va a los bares a
mamacear. Se crecen de que chambean de huachicoleros, llegan a los bares y dicen
yo trabajo ahí y se quieren lucir para llamar la atención, nada más para que
los respeten. Supuestamente jalan más viejas, pero nada más les hacen caso
porque ven que tienen dinero", y suelta la carcajada.
Los mandos hacen recomendaciones a sus
halcones. "Les advierten que si andan tomando no anden de panochones. Si
eres Zeta o huachicolero, pues no andes diciendo, les dicen los patrones".
Sobre los castigos dice que si no hacen caso
los entregan con autoridades y con los contrarios. "Algunos aparecen
madreados, otros no, pero pues ya es su pedo".
El último hallazgo relevante de combustible
robado en Veracruz se registró el 17 de enero de 2017 en el rancho El Faisán,
ubicado en el kilómetro 51 de la carretera Veracruz– Cuitláhuac. La fiscalía
aseguró 80 mil litros de combustible en 58 pipas de las cuales 38 estaban
reportadas como robadas y 14 tenían el número de serie remarcado. Al
"Negro" se le pregunta si estuvo enterado de aquella noticia, donde
no hubo detenidos. "Simón", contesta con una última carcajada sin dar
más detalles.