A
propósito de la urgencia de un proceso masivo de cercanía del estado con la
ciudadanía y viceversa
“Busco
el pasado y lo alimento”
Sergio
Pitol
Lenin Torres Antonio | 17 agosto de 2019
Tribuna Libre.- Muchos que no somos
tan jóvenes, vivimos tiempos sociales en el que la cercanía con el otro, el
pariente, los vecinos, amigos y contertulios era patente, aunque siempre ha
habido fronteras (paredes, cercas, vallas, etc.) que deslindaban una propiedad
de otro, estás no separaban, al contrario, eran extensiones de nuestras casas y
propiedades, ¡con qué facilidad las eludíamos y brincábamos para estar con el
vecino, y ser parte de esa familia, un otro que no tenia esa carga de extrañeza
y hostilidad que hoy vivimos. Todavía recuerdo cómo en el corredor de mi casa
nos quedábamos dormidos después de un día de intensa cercanía, juegos y
platicas (sin la frialdad del diálogo), y ver a mi madre despertarnos para que
nos fuéramos a dormir mis hermanos y yo a nuestras camas, y mis vecinitos a las
suyas.
Ahora nos preguntamos cómo hemos venido
perdiendo vecindad, y el acto comunitario se ha transformando en un simple
acercamiento para velar por nuestros intereses, ¡a la chingada el otro!, el
mundo soy yo y mis deseos, y cómo hemos clausurado, con el predominio del
sistema y la visión de vida del neo liberalismo, la comunidad en el sentido de
fraternidad, hermandad, y de sentir al otro como uno mismo.
El mundo no es igual, aunque siempre la
guerra y la lucha entre Apolo y Dionisio, entre el bien y el mal han estado
presentes, podíamos lograr síntesis que superaran esas contradicciones y crear
espacios comunes, donde se satisficieran tanto Apolo como Dionisio, el bien
como el mal, sin que la convivencia con el otro fuera mortal como hoy vivimos,
hoy vemos cómo parece que la cultura esta perdiendo la lucha contra el instinto
de destrucción y de muerte que contiene nuestra estructura psíquica, cómo las
fuentes de displacer provienen de las manos del propio hombre, y seguro en esas
manos está detener esa autodestrucción y recuperar el acto comunitario que nos
hizo hacer hogar alrededor del fuego.
La civilidad no piensen que provienen de
cosas y actos complejos, se construyen desde lugares comunes y simples como la
platica alrededor de la mesa cuando comemos en familia, en los saludos de cada
mañana que nos procuramos no tan sólo al ser querido sino fundamentalmente al
otro que puede ser un extraño, pero que en ese acto comunitario, el saludo, se
hacer hermano, humano, no pensemos que recuperar humanidad tienen que ver con
una cátedra filosófica y ética, tiene que ver con la vecindad y la mirada
sincera, tiene que ver con la intersubjetividad de compartir la misma idea de
mundo y hombre, aunque sepamos que es una construcción arbitraria, pues al fin
de cuenta el hombre es algo atípico en la naturaleza, con un cerebro grande y
una larga infancia, con un dedo pulgar y un cuerpo sin pelos, con un habla y
con una sexualidad permanente polimorfa perversa que no tienen nada que ver con
la reproducción, con sus religiones que le hace más tolerables los mundos
posibles.
Hacer comunidad no implica renunciar a
nuestras diferencias e identidades, no implica intolerancia, sino incorporación
y construcción de nuevos espacios y actos comunes, donde sin dejar de ser yo
pueda ser el otro o los otros.
La idea de un hombre universal ha fracasado,
y por ende, la globalización es las trampa donde se desfiguraron los rostros de
los pueblos, y de la que cada día se quieren liberar.
El retorno a la local es inescrutable y
urgente, esto implica recuperar el acto comunitario, y ontogenética y
filogética volver por nuestros mismos pasos hasta el lugar común donde fue
posible tolerarnos los unos a los otros.
Tenemos que cambiar la idea que únicamente al
Estado le corresponde la responsabilidad de lo que ocurre en la res publica;
garantizar seguridad, progreso, justicia, etc., con una mínimo de participación
ciudadana, los tiempos actuales demandan cambios radicales de perspectivas epistemológica y ontológica de
lo social, en la que se haga efectiva gobernar para y con el pueblo, que los
canales de participación ciudadana se fortalezcan y amplíen, y que se pase de
una democracia electoral a una auténtica democracia ciudadana, realmente no hay
otro camino si queremos enfrentar con inteligencia el estado de crisis social y
política que vive México.
Eso sí, le corresponde al Estado crear e
instrumentar las políticas públicas de acercamiento masivo con la ciudadanía
para la atención e incentivar el acto comunitario, y en corresponsabilidad, la
sociedad debe hacer conciencia que su papel en el proceso de restitución de la
normalidad de la funcionalidad institucional es fundamental, no podemos
continuar, el pueblo, actuando edipicamente, y esperar, como si fuera sólo su
responsabilidad, al estado enfrentar el atentado permanente al estado de
derecho y a la cohesión social, pensar que el sólo el estado le corresponde
resolverá la guerra irracional que se libra todavía por el poder, el trabajo de
recuperar la certeza de futuro perdida, y fundamentalmente, de ganar la lucha
que se libra por recuperar la tranquilidad y el buen funcionamiento de nuestros
espacios públicos, en suma, de poder los individuos vivir en sociedad en paz,
progreso y seguridad.
Por eso es lamentable ver como se desgarran
las vestiduras los medios de comunicación, la verborrea política, los analistas
plus ultras, y observar como en los contertulios de café a “los avisados” e
interesados en la política, preguntarse qué hacer ante los exabruptos que nos
escupen a la cara el estado de crisis, incertidumbre y miedo que vive no tan
sólo el mismo estado, sino la sociedad en general.
Al tocar la muerte nuestras puertas, y ver
como paulatinamente se deteriora el estado de bienestar, y la pobreza se
incremente de forma progresiva, sabemos que algo grave está ocurriendo en
nuestro país, y lo peor, que no hay excepción, ni lugar ni contenidos, todos
los indicadores están dicho coloquialmente “del nabo” (dicho de un asunto en
particular, que está en mala situación, está en malas condiciones, es de mal
gusto o tiene mal aspecto), y la vulnerabilidad del estado se hace patente.
Se hace pues urgente programas
institucionales ciudadanos municipalistas, más hoy que urge una vuelta a lo
local, una vuelta a los espacios naturales de interlocución y de vida
colectiva, más hoy que la política, su efectividad, para organizar y planificar
la vida en sociedad pasa por recuperar los espacios de representación para
ensayar nuevos instrumentos de
participación ciudadana efectivos.
Los municipios representan la célula
principal de la república, es así que reactivar y crear estos espacios de
representación ciudadana desde lo local pueden hacer que desde los municipios
se recupere los acto comunitario para conocernos y reflexionar sobre el pasado,
enriquecido desde el presente, y se inicie un proceso de ciudadanización de la
participación social, es decir conjugar la Historia con el Pensamiento actual,
a fin de fortalecer el marco de convivencia, los valores e ideales, y
principalmente la ética que den sustento e identidad a “lo veracruzano” desde
la diferencia en este caso, así como a partir de ese vital encuentro impulsar
contribuir a la solución de los graves problemas que viven los pueblos
(municipios) de México.
La historia de la que hablamos no es única ni
excluyente, por ende, todos desde su singularidad pueden volver a vivirla sin
incertidumbre, conocerla, difundirla e interpretarla, y de esta forma, ser
parte activa de ella, contribuyendo así a la construcción de un mejor futuro
para nuestros municipios. Con ello podemos difundir la Historia de los
municipios y sus Ilustres Ciudadanos, y promover una reflexión individual y
colectiva, propiciando con ello, un diálogo abierto y plural entre los
habitantes. Intercambiar experiencias y discutir lo que fuimos, somos y
queremos ser; que se aprecien y valoren los sueños y promesas de aquellos que
nos antecedieron, y también de los que construyen lo actual de nuestros
pueblos.
En suma, recuperar el acto comunitario es el
reto de nuestros tiempos.
Agosto de 2019