José Miguel Cobián | 12 agosto de 2019
Tribuna Libre.- Reflexionando sobre lo que intenta hacer el
nuevo gobierno, lo mismo a nivel federal que en los estatales, recordé la frase
que usan quienes no son favorecidos por el dedo elector cuando hay elecciones
internas en un partido político, esa de que ¨La línea es que no hay
línea¨. Con ello esperan que quien va a
votar en la interna, decida libremente y no a favor de quien le indique su
líder, pastor o benefactor.
Yo dejaré de usar el término ¨ Cuarta
Transformación ¨, hasta en tanto no vea una transformación. Al día de hoy, sólo
he visto destrucción con el pretexto de que había corrupción. Cada vez que escucho que no hay interés de
perfeccionar ninguna institución, sino sólo destruir, me pregunto cuál es la
alternativa, cuál el plan de acción. Y
eso me ha llevado a entender el plan de gobierno y el proyecto de nación que se
está aplicando con este nuevo gobierno.
¡El plan es que no hay plan! Todo se maneja según el humor y las ocurrencias
del presidente. Su único proyecto, el
cuál queda claro a ojos de todo el mundo, es perpetuarse en el poder. Quizá no el presidente en sí mismo, sino
establecer un pretendido maximato por la vía de alguien de su absoluta
confianza, que podría ser su esposa Beatriz o Claudia que tiene mucha más
experiencia de gobierno. Fuera de eso,
observamos que todo es improvisado en el nuevo gobierno.
Se entiende la urgencia del combate a la
corrupción, hasta que se observa la opacidad con la que se maneja el dinero
público, al grado que en un país con las costumbres del nuestro, resultaría
imposible apostar un peso a favor de que se combate en realidad la
corrupción. Sabemos que hay mucha tela
de dónde cortar, todos los mexicanos hemos sido víctimas que para resolver
cualquier asunto hemos caído en corromper, o nos hemos visto obligados por las
circunstancias. Hoy, cualquiera sabe que
las cosas siguen igual, o incluso peor.
Pues la incompetencia con la cual se manejan las oficinas públicas es
manifiesta.
Siempre que pienso en el combate a la
corrupción, pienso que con que le digan al presidente que una institución
realizó un acto de corrupción, éste tratará de desaparecerla. Sin plan, sin proyecto. Y como todos sabemos, todo México ha estado
invadido por la corrupción, por lo tanto, en la lógica del presidente, habría
que destruir todas las instituciones de México. Lo cual, es un total absurdo, pues el la
corrupción es un síntoma del verdadero problema, que se llama impunidad.
Curiosamente el nuevo gobierno no está
haciendo absolutamente nada para combatir la impunidad, al contrario, parece
que el índice ya de por sí elevadísimo, va en aumento.
Hoy por hoy, se puede hasta asesinar a dos
personas delante de efectivos de la guardia nacional, siempre y cuando se
realice de manera colectiva. Una turba
de habitantes de un poblado de Puebla linchó a dos presuntos secuestradores,
después de haber asesinado a otros cinco. La diferencia es que los dos últimos
sufrieron su destino frente a efectivos obligados a proporcionar seguridad a
todos los mexicanos. ¡Se violó la ley frente a la autoridad!, creo que no
conozco mayor grado de impunidad.
En el caso de la cdmx, pasa lo mismo que en
el gobierno federal, la procuradora informa que los policías que violaron a una
menor, volverán a sus puestos, pues aunque ella sabe que son culpables, falta
la denuncia (que no se presenta por amenazas a la familia), así que a pesar de
saber que son culpables, y conocer las pruebas que así lo demuestran, los va a
restituir en sus cargos. Un verdadero
absurdo, pues ubica al delincuente en situación de volver a delinquir, no sólo
ante la falta de sanción, sino también porque la corporación no toma medidas
para evitarlo.
La impunidad que es la madre de la
corrupción, no se menciona en un gobierno en el cual la rendición de cuentas no
existe. Las consecuencias de las
decisiones que han tomado en el sector energético y de comunicaciones han
minado a la economía nacional. Se ha
perdido miles de millones de dólares en riqueza al reducir el crecimiento del
PIB debido a las decisiones tomadas por este gobierno. Sin embargo nadie es sancionado cuando toma
una mala decisión.
Las consecuencias en la salud de miles de
mexicanos, de las decisiones tomadas por financieros o secretarios de salud,
han causado ya dolor y muerte, y causarán muchas más. El no combatir al mosco transmisor del
dengue, la cancelación a nivel estatal de hemodiálisis, la no compra oportuna de medicinas, la
ausencia de vacunas por la ineptitud de quienes asumieron cargos de decisión,
simplemente no tienen la mínima consecuencia.
En seguridad es la misma historia. Todos sabemos dónde asaltan en las
carreteras, pero los asaltos no se previenen, generando pérdidas humanas y
materiales. En los estados que gobierna
morena la inseguridad se ha incrementado de manera significativa, a pesar de
que los gobernadores mientan descaradamente afirmando lo contrario. Y aquí hay otro ejemplo de la no
consecuencia de cometer errores en su trabajo, pues sus secretarios de
seguridad les proporcionan cifras falsas, preliminares o equivocadas, y no pasa
nada. Total, todos los puestos fueron
repartidos por el presidente, y será éste quien decida cuando despedir a un
inepto y que otro inepto lo va a sustituir.
Porque la norma de este gobierno, ha sido el reparto del botín, una y
otra vez, se otorgan puestos a quien
cuidó un casilla, a quien promovió el voto, a quien acompañó a AMLO desde los
primeros años de la primera campaña, etc.
El costo de tener a un incapaz en un puesto,
es el que jamás tenga un desempeño adecuado.
Son incapaces, porque no están capacitados para los puestos que
ocupan. Supongo que AMLO espera que
algún día aprendan, sin embargo, entre la ideología que ocupa buena parte de su
criterio, esa que no exige eficiencia sino cumplir con dogmas de izquierda que
han probado su fracaso, y entre la falta de conocimiento mínimos para
comprender una realidad compleja como lo es la administración pública, es muy
probable que jamás, jamás, lleguen a terminar su curva de aprendizaje, y
mientras tanto, México sufre las consecuencias.
Tirar por la borda lo avanzado en educación,
volver a esquemas anticuados y obsoletos en la producción de energía. No
entender como funciona la economía moderna. Todo ello implica no sólo que no
hay plan, sino tampoco hay proyecto de nación.
Así que podemos terminar esta reflexión con el conocimiento de que el
plan es que no hay plan, y el proyecto, más allá de disfrutar los baños de
pueblo y trabajar media hora en las mañanas con el gabinete, es que tampoco hay
proyecto.
P. S. Salvo que deliberadamente el plan y el
proyecto sean destruir a México.