*Estudiantes
de la Universidad Veracruzana se pronunciaron contra feminicidios y el acoso
del cual son víctimas diariamente.
Veracruz, Ver. | 20 agosto de 2019
Tribuna Libre.- Eran cerca de las siete de la noche y el sol
comenzaba a ocultarse en la unidad habitacional El Coyol, en el municipio de
Veracruz.
Daniela con tan solo 10 años y las
inquietudes de su edad, se sube a un poste de contención, de esos que usan para
proteger las casas en el caso de que un automóvil se impacte en la equina y el
inmueble no se destruya.
Estando sentada en el poste, Daniela abre sus
pequeñas piernas e incita a Mónica a imitarla. Antes de que la segunda niña
trepe, el conductor de un camión de la ruta Chapultepec le grita algo que Dani
no comprende.
“Ya vámonos, no vaya a regresar”, le dijo
Mónica. Nunca más volvieron a jugar en ese lugar. ¿Qué les gritó el chofer?...
“¡TE LA METO O QUÉ!.”
Manifestación
Este lunes, la Universidad Veracruzana (UV)
una vez más fue sede de una manifestación pacífica convocada por un grupo de
alumnas de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación. El motivo:
Conciencia ante el peligro latente que viven las veracruzanas día a día al
transitar por cualquier calle.
“Tan solo en este año, han asesinado a más de
mil mujeres que en muchos de los casos fueron por hombres que juraron amarlas.
No son crímenes pasionales, son feminicidios”, sentenció Fernanda Acosta, una
de las chicas organizadoras de la movilización.
Casi por 20 minutos este grupo conformado por
aproximadamente 60 personas, bloquearon la avenida Juan Pablo II de Boca del
Río, Veracruz.
En las pancartas se leía: “Existo porque
resisto”, fueron sostenidas con valor y coraje por las chicas manifestantes,
pues conductores inconformes arrojaron basura a sus caras e incluso las
insultaron verbalmente, no sin antes casi arrollar a un par de estudiantes que
solo intentaban una cosa: Generar conciencia del riesgo que se vive en México y
el Estado al ser mujer.
Daniela
Miércoles de una tarde de junio. La chica de
ahora 22 años y estudiante de la carrera de Comunicación toma una clase en la
UV, actividad física, nutrición y desarrollo humano en la salud, de la cual,
sale antes de lo previsto.
Sin tanto preámbulo, Daniela se dirige a su
casa en el Coyol pero para ello, tiene que tomar el autobús a dos cuadras de
donde imparten su clase.
Se queda parada en la calzada Costa Verde,
esquina con Mar del Norte en Boca del Río. El camión para y ella alcanza el
último lugar vacío en la unidad.
Entrando a una de las colonias que el
transporte atraviesa hasta llegar a El Coyol, un hombre con una niña de cinco
años en brazos aborda. Daniela al ver que este hombre también carga con una
maleta aparentemente pesada, decide ceder su lugar.
En
silencio
Las chicas de la manifestación no estuvieron
solas, algunos de sus compañeros de la Facultad de Comunicación que congenian
con la ideología de género se sumaron a la movilización.
El bloqueo de las calles ocurrió en distintos
momentos, la primera calle bloqueada fue Juan Pablo II, después, caminaron
hacia la avenida Ruiz Cortines donde permanecieron de pie sobre paso peatonal
durante media hora.
Por último, caminaron sobre la misma avenida
hasta llegar a la calle Jesús Reyes Heroles donde poco a poco disolvieron el
contingente, no sin antes recordar a gritos el caso de feminicidio impune
ocurrido entre la comunidad estudiantil de 2016, cuando Génesis Urrutia
apareció desmembrada y en bolsas negras.
En el
autobús
Daniela continúa su viaje de pie y con la
mirada fija en la ventana, se sostiene del pasamanos del “Chapu”, como los
veracruzanos conocen a esta ruta.
Sin más, Daniela siente una algo caliente en
su muslo. Ella se paraliza. Es una mano y comienza a explorar más arriba y esta
vez palmea. Lo vuelve a hacer y lo vuelve a hacer. Ella no se puede mover, lo
único que siente es asco y miedo.
El hombre que intentaba tocar más de repente
se levanta del asiento y dice en voz alta “Siéntate”. Daniela lo mira y le dice
con voz tranquila “No”. La gente en el camión comienza a girar.
El hombre de tez morena, bigote poco
abundante y de 1.70, le insiste. En esta ocasión ella obedece y se sienta.
Tiene miedo y no sabe cómo reaccionar.
El sujeto comienza a arrimar su miembro al
hombro de Daniela durante el minuto más largo de la vida de la joven.
El tipo se detiene justo cuando una señora
sube al autobús y se para a su lado y de frente a la chica.
“Cinco veces me palmeo en la pierna y un
minuto me lo arrimó, siempre sufro acoso y los hombres no se dan cuenta que nos
lastiman”.