La
corresponsabilidad entre gobernantes y gobernados
Lenin Torres Antonio | 26 septiembre de 2019
Tribuna Libre.- Teóricamente la democracia es “el gobierno
del pueblo”, en el entendido que el pueblo elije a sus gobernantes, y estos
deben obedecer lo que el pueblo manda, “mandar obedeciendo”, y esta
corresponsabilidad de “los gobernados” se da en un principio a través del
sufragio efectivo, y después por los canales de participación ciudadana que
deben, en un supuesto, alimentar los programas de gobierno, las políticas
públicas, y las prospectivas para la gobernabilidad y el estado de derecho.
Esto apunta a una corresponsabilidad entre gobernantes y gobernados, es decir,
que la responsabilidad del “gobernado” no termina en emitir su voto el día de
la jornada electoral.
Se dice que el que llega a gobernar lo debe
hacer para todos sin distingo, y permanentemente se le demanda por todos los
medios, porque desafortunadamente esto no sucedía, el gobernante gobernaba con
un sesgo partidista y particular, no había instituciones autónomas, y el poder
se ejercía desde un meta poder personal que estaba lejos de la legalidad y la
legitimidad, entendían que la legitimidad que le daba las urnas era una
autorización para ejercer un poder personal y un ejercicio de las instituciones
públicas de forma arbitraria a favor de los intereses de unos cuantos, fue así
como vimos que “la funcionalidad institucional pública no existía” como tal,
puesto que sin pudor las instituciones era usadas de acuerdo a los intereses
del gobernante y de sus grupo político.
Esta narrativa fue mermando la capacidad y el
deber que tiene el estado para velar por los intereses de todos, y asegurar,
con la capacidad de ejercer la violencia (castigo), la paz, el bienestar y la
felicidad de los ciudadanos y sus pueblos. No podemos situar en un tiempo
presente la responsabilidad de la crisis social, especialmente con respecto a
la violencia desmedida, la falta de seguridad pública, y la pobreza, puesto que
lo que estamos viviendo fue una paulatina degradación de la funcionalidad
institucional del estado mexicano, y que hoy se puede corroborar en que la
inseguridad y la falta de empleo son las principales preocupaciones de los
mexicanos.
Enfrentar esa “degradación de la
funcionalidad institucional del estado mexicano” no es una tarea fácil, puesto
que su síntoma “la corrupción” era y es cultura, y por lo tanto, normalidad con
que hemos vivido en sociedad los mexicanos, el camino corto, sin respetar las
reglas del juego de la vida en sociedad, era preferible que formarse y esperar
el turno según la ley del orden institucional, el dicho popular “el que no
tranza no avanza” operaba y todavía opera en el inconsciente colectivo de los
mexicanos. Por eso es patético observar a grupúsculos de la clase política
mexicana desear el regreso de eso ominoso pasado, donde ser político era
asegurarse un progreso rápido y sin esfuerzo, claro a costa del erario público,
o incluso verlos afirmar que los pasados gobiernos son mejores que el actual, y
más repugnante ver a un expresidente como Vicente Fox asumirse como un ejemplo
de “gobernante eficiente y probo”, sabiendo los mexicanos que en su período de
gobierno se dio la mejor bonanza de los precios del petróleo y no hizo nada
para estrechar la brecha entre los que tienen todo y los millones de mexicanos
que no tienen nada, y que fue parte del despilfarro y el abuso del poder
público, otro periodo de corrupción y estupidez, ahí está otro culpable de la
“degradación de la funcionalidad institucional del estado mexicano” impune, sin
que todavía sea castigado.
El que gobierna debe gobernar para todos, y
que la confrontación política termina el día de la elección, y el que gana debe
entender que ya no tiene partido al gobernar y el que pierde debe reconocer y
apoyar al que gana para gobernar, y esto último implica ayudar desde una
crítica constructiva e inteligente, entendiendo que hay asuntos de la agenda
pública que forma parte de los intereses nacionales y que por lo tanto, todos
sin distinción debemos sumarnos a enfrentarlos, como es el caso de la
inseguridad y la pobreza, y que no suceda lo que está pasando con esos partidos
y esa clase política trasnochada que continua haciendo oposición desde el
acecho y la estupidez, sin la capacidad de proponer soluciones inteligentes ni
propuestas alternativas para enfrentar de forma solidaria los graves problemas
que vive México.
En ese obvio matiz que “la democracia como
gobierno del pueblo” implica que “el que gobierna debe gobernar para todos”, y
“los gobernados deben participar con el gobernante” se encuentra el quid para
enfrentar los graves problemas que vivimos los mexicanos.
No es tarea fácil enfrentar la “degradación
de la funcionalidad institucional del estado mexicano” porque esto implica
recobrar cierta salud mental perdida, buena voluntad, inteligencia,
nacionalismo, y lo fundamental, hermandad.
Personalmente creo que todos debemos
reflexionar sobre nuestro papel en esa necesaria e ineludible 4 transformación
de México, llamémosla como queramos para no herir susceptibilidades, aunque
creo que no hay tiempo para la susceptibilidad, porque México enfrenta graves
problemas que urgen ser atendidos y sé que sin la voluntad de todos nosotros no
será posible solucionarlos. Está en juego qué clase de sociedad heredaremos a
nuestros hijos, y personalmente me aterra que mis hijos vivan en la zozobra e
incertidumbre, que no puedan andar por las calles seguros, que no puedan tener oportunidad
de un empleo bien remunerado que les permita una mejor vida, y que no puedan
ser felices con una sociedad violenta, egoísta y pusilánime.
Hoy estamos ante un parteaguas histórico, o
asumimos el reto de construir un México mejor o enfrentaremos más violencia e
incertidumbre, no hay otra disyuntiva, no hay otra política, ni otro momento.
Septiembre de 2019