José Miguel Cobián Elías |
21 octubre de
2019
Tribuna Libre.- Leo encabezado el domingo que dice que México
y Estados Unidos van a congelar el tráfico de armas a México. Se presume como un gran logro de nuestro
vicepresidente, perdón, de nuestro Canciller don Marcelo Ebrard Casaubon (MEC).
Una vez que se firme el T-MEC (nótese la coincidencia de siglas), se tendrá
otro motivo para presumir la gestión de Marcelo. Pero no es el tema… el tema es
la economía del narco.
No me imagino a la gran cadena de venta de
armas americana negándose a vender a quienes trafican las armas a México. No me imagino las ferias de venta de
armamento que lo vende en el momento y en efectivo, cambiando su costumbre
comercial. Ni me imagino al vendedor americano
feliz de que ahora las armas que se usen en México se vendan en China, Rusia,
Irán, o cualquier otro país involucrado en el mercado negro de armas, excepto
USA. Y ojo, sabemos que las armas
americanas también se trafican en el mercado negro.
Hoy las armas activan la economía,
principalmente de Texas, y el gobierno americano está respaldado por la
asociación nacional del rifle, así que difícil pasar de la retórica a los
hechos.
En México el crimen organizado mueve miles de
millones de pesos todos los días. Genera
bonanza o depresión económica según esté o no presente en algunas zonas del
país, que dependen de él para reactivar su microeconomía. Paga miles de salarios, y lo más importante,
gasta su dinero en la economía local.
Si comparamos el desvío de recursos por parte
de los funcionarios, veremos que el dinero robado de las arcas públicas,
generalmente sale del país. Ya vimos a
un abogado de los influyentes con 93 millones de dólares en una de sus cuentas
de ahorros en Andorra. En cambio, el
crimen organizado, independientemente de sacar dinero vía criptomonedas, con el
fin de poder liquidar sus transacciones, en general invierte sus ganancias en
el país.
Así vemos kioskos arreglados, calles
pavimentadas, hospitales restaurados o creados, escuelas, en fin, sustituye al
gobierno en los territorios que ocupa, y cuando es manejado de manera
inteligente, no daña a la sociedad civil, ni en sus bienes ni en sus personas,
al contrario, protege y apoya, es decir, crea una base social que se convierte
en una especie de cinturón protector.
Ese cinturón de seguridad lo hemos visto
aparecer a lo largo del territorio nacional, con las barreras humanas
presentadas a los representantes de la ley cuando se logra descubrir un hecho
delictivo como ha sido el caso del huachicol.
Pueblos enteros actúan como valla humana para proteger a los
delincuentes, y no lo hacen porque todos estén involucrados en el negocio, sino
por un sentido de agradecimiento (cuando no acuden obligados bajo amenaza), ya
que el criminal que domina la zona, se ha dedicado a suplir la labores que un
gobierno corrupto o falto de recursos no ha podido realizar.
Recuerdo un pueblo de la zona de las altas
montañas de Veracruz que durante el reinado de uno de los capos mas sonados,
vivía en jauja, y una vez que el gobierno estatal lo asesinó, la economía local
comenzó a declinar de manera muy significativa.
Si eso pasó con una ciudad de 200,000 habitantes, imagina amable lector,
lo que pasaría con el país si el tráfico de drogas se terminara.
Por eso esta colaboración se denomina también
¨ valores entendidos ¨. Porque el
gobierno americano sabe que hay un sector de su población al que hay que
mantener drogado, hay que favorecer que las drogas lleguen a ellos a un precio
razonable, lo cual mantiene cierta estabilidad social. Desde el lumpen hasta los ejecutivos de Wall
Street o los jetsetters que consumen cualquier sustancia prohibida, todos se
mantienen prudentes y discretos pues saben que violan la ley. Además están más entretenidos en sus vicios
que en sus necesidades, así la droga se convierte en una red de salvación para
una sociedad con graves problemas y contradicciones internas.
Los amigos americanos fingen desde tiempos de
Nixon que luchan contra las drogas, pero es una simulación y un medio para
chantajear a otros países. Un gobierno
que puede proteger sus fronteras de cualquier terrorista es inevitable que
pueda frenar cualquier cargamento, pero no lo hacen por conveniencia. Y lo mismo sucede con el tráfico de
armas. En ambos casos hay valores
entendidos.
México por su parte, sabe que el control de
sus fronteras sale muy caro, y los funcionarios prefieren más dinero en sus
bolsillos que fronteras seguras, así que esa retórica de frenar el tráfico de
armas, simulando que únicamente depende de los americanos, también es un valor
entendido.
Te la pongo fácil. A tu casa no entra un arma si tu no quieres
que entre. Así que no puedes culpar a tu vecino de que lleguen armas a tu
casa. Es tu responsabilidad. Lo mismo sucede como país.
El tener a las mayores redes criminales en
México le conviene a México y a Estados Unidos, por lo menos a aquéllos que se
enriquecen desde puestos públicos, y a muchos ciudadanos cuya economía mejora
gracias a ello.
Imaginar a México con un crecimiento tasa
cero y además sin los ingresos del narco, resulta en una recesión galopante,
pues la economía mexicana depende, requiere y necesita el dinero del
narco. Seguramente ese es el
razonamiento de quienes desde la fachada de la ley y la justicia afirman
públicamente combatir lo que en privado aplauden por las prebendas que reciben.
El verdadero problema no es que haya
narcotráfico. En todos los países del
mundo lo hay, incluso en Corea del Norte, a donde llega el cártel de Sinaloa
entre otros 70 países. El problema es la
violencia con la que se desenvuelve y el abuso que sobre la población civil
ejercen ciertas células, a las que les ordenan cobrarse con un rescate, los
salarios que no les paga su superior. O
quienes dañan a otros mexicanos por unos cuantos centavos.
El tráfico de personas, la venta de mujeres y
niños, el negocio de la migración que ahora se ha vuelto más rentable desde que
presuntamente se cerró la frontera, todo son valores entendidos. Los americanos
requieren de los migrantes para mantener su nivel de vida. Y las mujeres y
niños que se venden, satisface vicios allá y acá.
La justicia es una palabra que se deja para
los discursos. La realidad es diferente.
Autoridades coludidas, negocio floreciente, economía en recesión,
satisfacción de demanda, allá de drogas, aquí de armas. A eso se enfrenta el ciudadano común, y por
ello, es urgente analizar la despenalización de algunas drogas, y la promoción
y venta de derivados de opio desde México para el mundo.
Recordemos que en Guerrero la economía de
miles de mexicanos depende del cultivo de amapola. Algo tolerado por el gobierno, pues si no
cultivan amapola, no tendrían medios de supervivencia. El problema es que les pagan poco y mal,
además de que cuando se requiere un chivo expiatorio, entonces detienen a algún
eslabón débil de la cadena. Mejor sería
legalizar el cultivo, y vigilar que no haya abusos, ni desviación para
producción de sustancias prohibidas por la ley.
El problema es que ese negocio si se hace legal, hace que algunos
funcionarios ubicados en puestos estratégicos, pierdan pingües ganancias, que
hoy obtienen por voltear para otro lado y simplemente estirar la mano.
En resumen, en este asunto del narcotráfico,
como en el de la trata de personas, o el tráfico de armas, hay valores
entendidos entre todos los actores, que además disfrutan jugando el juego del
tío Lolo.