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Claudica ante el Cártel de Sinaloa *
Esgrime salvar vidas y deja libre al hijo del Chapo * Su obligación era preservar el estado de
derecho * Romero Deschamps: el poder a
base de terror * Morena: caricatura del
PRI * Elección en el fraude * Tania, de panzazo * Vicky Rasgado: dos delegados * Marcelo: acusación en puerta.
Publicada
en mussiocardenas.com
Tribuna Libre.- De un palazo, Andrés
Manuel vapuleó el avispero. Y la captura de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo,
arrasó a la 4T, detonando violencia, el fuego sicario, bloqueos y autos
incendiados, el pánico y la muerte hasta doblegarlo, terminar reculando,
cediendo, liberando al heredero del delincuente mayor. El narco lo arrodilló.
Escenario de guerra tras el palazo al
avispero del Cártel de Sinaloa: 20 horas sonando el tableteo de las AK47, los
matones con el arma en la mano, los rondines por todo Culiacán, un volteo usado
como tanque con un francotirador con un rifle Barret calibre 50, el hallazgo de
una Browning M-2, de uso exclusivo para el ejército de Estados Unidos, y el
pánico que vivieron miles de culiches, la incertidumbre, el no saber si habría
un mañana, si volverían vivos a su hogar.
Día de estruendo, el jueves 17, en que bastó
una chispa y se cimbró Culiacán, el nicho del cártel que manejan y controlan
los herederos de Joaquín Guzmán Aguilera, Ismael El Mayo Zambada y casi una
decena de capos más, traficantes todos, asesinos todos, cazadores de seres
humanos todos, el cártel protegido por Fox, Calderón y Peña Nieto, y ahora
solapado por López Obrador.
Día de estruendo y contradicción, de palazos
al avispero —la frase con que Andrés Manuel tanto solía fustigar a Felipe
Calderón y que ahora se la tiene que soplar—, de certezas y mentiras, un golpe
de autoridad y luego el repliegue, la aprehensión de Ovidio Guzmán López y
horas después su liberación, el triunfo y la derrota, el trofeo y la
humillación.
Por Ovidio, alias “El Ratón”, se incendió
Culiacán. Por su vida, los sicarios tomaron calles, arrebataron e incendiaron
autos, tiraron bala haciendo cantar las tronas y las “cuernos de chivo”.
Una vez aprehendido, cercado el domicilio por
cerca de 800 integrantes del Cártel de Sinaloa, llegó la amenaza: o era
liberado o habría una masacre, miles de inocentes asesinados.
De la zona habitacional donde residen
familiares de militares fueron sustraídas mujeres y niños, llevados al sitio en
que aparcaron pipas con combustible, amagados con hacerlos volar.
Y ahí se quebró la 4T.
Habría de esgrimir el presidente que ante la
disyuntiva de retener a Ovidio Guzmán o salvar la vida de inocentes, se optó
por capitular. Y lo liberó.
Claudicante, pues, postrado, Andrés Manuel
capotea el huracán del caso Ovidio, la crítica por su omisión, por las horas
ausente, su desconexión con el gabinete de seguridad, la superchería de la
decisión moral, la vida de miles canjeadas por el hijo del Chapo Guzmán.
Sucumbió a la extorsión.
Y entre la vorágine de las condenas y el
escarnio, se abrió un frente aún peor: los destellos de vínculos con el crimen
organizado.
Desde la una de la tarde del jueves 17 y en
las horas que han seguido, va de traspié en traspié, inmerso en una crisis de
la que no puede salir.
Se cuestiona el operativo, la irrupción de
fuerzas federales en el domicilio en que se hallaba Ovidio Guzmán, el reducido
número de elementos, la hora en que se efectuó —a plena luz del día, niños en
las calles, actividad comercial, intenso tránsito vehicular—, subestimando la
acción de los “halcones”, y careciendo de una orden de cateo.
Y cuando se generalizó la violencia y
llegaron las amenazas, “El Ratón” quedó libre.
Lo maquille o no, Andrés Manuel pactó con el
narco. Lo hizo cuando avaló —según su versión— la decisión del gabinete de
seguridad de liberar a Ovidio Guzmán. O lo decidió él y para mitigar el impacto
hizo responsable a su gabinete de seguridad, a Alfonso Durazo, al general
Sandoval.
A la fecha son siete versiones oficiales
sobre el caso Ovidio y no hay quien termine de explicar. Pasan por un
patrullaje de rutina en la colonia Tres Ríos, tiroteados desde el sitio en que
se encontraba el hijo del Chapo Guzmán, hasta la aceptación de que no era
patrullaje sino un operativo para aprehenderlo; la falta de la orden de cateo;
la detención que sí ocurrió y que luego desvirtuaron sosteniendo que
formalmente no fue aprehendido.
Punto clave, culminante, el acuerdo que todo
México vio y López Obrador se niega a reconocer.
Una vez que Ovidio Guzmán estuvo libre, el
cártel cedió. Disipó la amenaza de asesinar a familiares de militares haciendo
estallar las pipas cargadas con combustible. A eso se le llama acuerdo y el
acuerdo lo trabó el gobierno de Andrés Manuel con el narco. Algo así como el
Pacto de Culiacán. “AMLO acaba de hacer
un pacto con el Diablo; ahora mandan los narcos”, dice a Proceso el ex jefe de
la DEA, Jack Riley.
Política y socialmente los saldos son
brutales. Se arruga el gobierno mientras el cártel se fortalece.
El error se agiganta cuando López Obrador, el
secretario Durazo, el secretario de la Defensa, Luis Sandoval, el aparato de
poder y la yihad pejista esgrimen que el pecado tiene algo de virtud.
Pontifica Andrés Manuel con la tesis de la
paz, la no violencia, narcos que también son pueblo, el no reprimir, no generar
una guerra contra el crimen organizado. “La narcoguerra no”, dice el Peje.
Pero la narcoguerra ya existe. Es la de los
cárteles contra los cárteles, las masacres por el control de las plazas, la
disputa por las rutas, los casi 30 mil homicidios dolosos en los 11 meses de la
presidencia de López Obrador.
Su tesis es demencial y falaz. El instrumento
del Estado para hacer valer el estado de derecho es la fuerza. Y la fuerza se
aplica a través de la vía constitucional. Es la fuerza pública —militares,
navales, cuerpos policíacos— la instancia final y contundente para que la ley
se cumpla.
Al argumento de salvar vidas antes que
levantar el trofeo de la aprehensión del hijo del Chapo, se suma la porra que
aplaude sin saber. En el coro de las focas se repite el sermón del Mesías, el
humanismo a modo, nada humano cuando habla de conservadores y fifís, de minoría
rapaz.
Nada más falso. El riesgo y la amenaza se
generó a partir de un operativo mal diseñado, torpe, pésimamente ejecutado que
no calculó el riesgo para la población. “Operativo fallido”, le llamo el
secretario Alfonso Durazo; “precipitado”, lo categorizó el general Luis
Crescencio Sandoval.
AMLO finca su discurso en la moral y el
humanismo, nada acorde con su vida de caudillo rebelde cuando auspiciaba la
protesta violenta. Aduce preservar la vida de miles y pacta con narcos cuyo
signo no es la moral; es el homicidio y el trasiego de drogas, los ejecutados y
el daño a la salud, el secuestro y la extorsión, la corrupción y el lavado. El
negocio de los narcos es negocio de muerte.
Pacta Andrés Manuel con los narcos
esgrimiendo que salva vidas. Es su máscara, la del pacificador.
Espiritualmente está fine. Pero AMLO no es
Dios, ni presbítero de altares, ni el Ayatola de Macuspana, ni el diácono de la
paz. AMLO es presidente de México y tiene un deber constitucional: respetar y
hacer respetar el estado de derecho. Y en Culiacán se torció.
Demeritado por el escándalo, esquivando la
felpa del pueblo bueno, simulando que es feliz, feliz, feliz, ha visto
reeditarse la hipótesis del vínculo con la familia narca y su protección.
Vuelve a escena la promesa de campaña de
amnistiar a narcos menores, los foros por la paz en que sugería el perdón a
delincuentes, su negativa a enviar militares a zonas donde el crimen organizado
siembra terror —“también son pueblo”—, y ahora el pacto para liberar al hijo
del Chapo.
Se recuerdan sus sentidas palabras al saberse
de la cadena perpetua al líder del Cártel de Sinaloa en una corte de Estados
Unidos, o el trato gentil a la madre y hermanas del capo, o la expedición de
los pasaportes para que pudieran visitarlo en prisión, o su presencia en Badiraguato,
Sinaloa, la cuna del Chapo, aclamado y aplaudido a rabiar.
Su secretario de Seguridad, Alfonso Durazo,
acumula señalamientos graves. Siendo secretario particular del presidente
Vicente Fox, recomendó al coordinador de giras, Nahum Acosta, acusado de ser
oreja del narco. Y en la campaña de 2018, el periódico El Financiero acreditó
la compra de un predio a Amado Carrillo Barragán, hijo de Amado Carrillo
Fuentes, El Señor de los Cielos.
Todo un rosario de triquiñuelas. Y entre
ellas una de efecto letal: teniendo a Ovidio Guzmán, lo dejaron ir. AMLO
frustró la extradición a Estados Unidos, que lo reclama por narcotráfico.
Día fatal, el jueves 17. Ya saben los capos,
sus operadores financieros, los herederos del Chapo, el Mayo Zambada; el
Mencho, líder del Cártel Jalisco; El Marro, del Cártel Santa Rosa de Lima, los
Golfos y los Zetas, que nade deben temer.
A cualquier orden de aprehensión se amaga con
matar inocentes y el conjuro garantiza impunidad.
Día histórico, cuando el narco arrodilló al presidente.
Archivo muerto
Sátrapa sin escrúpulos, Carlos Romero
Deschamps nació en el quinismo, abrevó en el salinismo y reventó con López
Obrador. Deja el sindicato petrolero asediado por la Cuarta Transformación,
denunciado por la disidencia sindical y cercado por la Unidad de Inteligencia
Financiera de la Secretaría de Hacienda que va por él por las imputaciones de
un descomunal enriquecimiento ilícito. Su renuncia a la dirigencia nacional del
STPRM —Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana— se dio el
miércoles 16. Lo sucede de manera interina Manuel Limón, su suplente y quien,
junto con Ricardo Aldana Prieto, nativo de Poza Rica pero avecindado por muchos
años en Coatzacoalcos, conformó con Romero Deschamps el grupo más poderoso en
la mafia sindical petrolera. Recalcitrante quinista, Romero Deschamps forjó su
cacicazgo en la Sección 34 con sede en Azcapotzalco, literalmente a punta de
terror y violencia. Entre los líderes seccionales, se distinguía por el uso de
grupos de choque, golpeadores profesionales que servían para mantenerlo en el
poder. A la caída de Joaquín Hernández Galicia, el 10 de enero de 1989, se
acoderó con Sebastián Guzmán Cabrera. Y en cuanto lo vio debilitarse y caer,
emergió para apoderarse del STPRM y no soltarlo en 26 años, reeligiéndose de
manera ilegal, violando estatutos, cobijado en el PRI y el PAN, en los grupos
políticos a los que sirvió y que le permitieron enriquecerse saqueando al
sindicato petrolero y medrando con los negocios que le prodigaban quienes
manejaron a Petróleos Mexicanos en una espiral de infinita corrupción. Lo
releva de manera interina Manuel Limón. En 90 días o antes, vendrá el
desmantelamiento de la mafia petrolera. Se irán los líderes actuales. Serán
barridos los Yuen, los Wade, los Kidnie, los Aldana, los Limón, los Toledo.
Habrá una dirigencia afín a la 4T. Todo apunta a que el nuevo líder nacional
será Miguel Arturo Flores, integrante de la Sección 1, quien años atrás, a
riesgo de su vida, documentó las trapacerías de la mafia encabezada por Romero
Deschamps y presentó las denuncias penales que sirvieron de base al presidente
López Obrador para asestar el golpe final. Su renuncia, sin embargo, no basta.
Por la corrupción, el saqueo, el atropello a la ley, la represión a la disidencia
sindical, Romero Deschamps debe enfrentar a la justicia… Si a Morena no lo
destruye el PRI-AN, lo harán los morenistas. Se injurian y se agreden, se
imputan fraude, acarreo, uso de programas sociales a cambio de votos,
intromisión del aparato de gobierno —el secretario de Gobierno de Veracruz,
Eric Patrocinio Cisneros Burgos— y toda una gama de trastupijes que proyectan
la elección de delegados a los congresos estatales de Morena como una grotesca
caricatura del PRI. Vehículos del ayuntamiento de Coatzacoalcos, usados para
transportar votantes, compra de votos —de 200 a 500 pesos—, padrón rasurado,
candidatos infames, violencia y caos hasta la suspensión de la jornada
electoral en decenas de distritos dentro y fuera de Veracruz. ¿Quién dijo que
en los genes de López Obrador está el PRI que lo vio nacer políticamente, en el
que creció, en el que llegó a ser dirigente en Tabasco, el que lo formó y al
que terminó combatiendo? En los genes de Morena, por su actuar, sigue el PRI…
Convulsa, la elección de Morena en Coatzacoalcos tuvo un ganador, y no es Rocío
Nahle. Operando, Cristobal Peña corta oreja y rabo. Su hija, María Peña Alemán,
va al Congreso estatal de Morena. Su compañero de fórmula, David Alemán, igual.
Sería algo intrascendente de no reparar en un detalle: el profesor Cristobal
Peña fue expulsado de Morena casi desde su fundación. Su hija permaneció en el
partido de Andrés Manuel y él, operando entre las bases, con los amigos, le
prodigó la mayoría de los votos —137 contra 108 de Minerva Falcón— para
convertirse en delegada al Congreso estatal de Morena. Golpe seco a Rocío
Nahle, secretaria de Energía del gobierno obradorista, cuyos grupos afines
dedican más tiempo a la grilla y la tenebra, el ataque y la descalificación, el
meme y el lodo, que a la operación política. ¿Cómo explicarle a Andrés Manuel
que sintiéndose la reina de la milpa, el que se llevó la cosecha fue el profe
Peña?… Tania Cruz, limitadísima y decepcionante, logró colar a Antonio Tadeo,
periodista de profesión, actual operador de prensa de la diputada federal, con
la mano negra de ex marcelistas. Por sí sola, Tania Cruz no concita ni el
aplauso de su familia… Sin alardes ni ruido, Maribel Morales Trujillo y
Benjamín Tecomal Rita ya son delegados al Congreso morenista en Veracruz. Son las
cartas de la alcaldesa de Moloacán, Victoria Rasgado Pérez, quien traba
acuerdos y suscribe alianzas con militantes de tres municipios —Agua Dulce,
Nanchital y Coatzacoalcos— y se lleva dos espacios que otros, por soberbia,
suponían que la elección la tenían ganada antes de competir… Si Marcelo Montiel
no ha huido, ya es tiempo. Su expediente en Palacio Nacional se reactivó.
Servirá para nutrir el caso Rosario Robles, la gestión del ex alcalde de
Coatzacoalcos en la delegación de la Sedesol federal en Veracruz, el robo de
los programas sociales, el encubrimiento a los operadores que disponían de
recursos y las tretas que ya se han documentado en tres denuncias interpuestas
por el hoy subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas; el ex senador
panista Juan Bueno Torio, y el vocero del PRD en Coatzacoalcos, Alejandro
Gutiérrez Cabrera. Días aciagos para Marcelo Montiel por si pretendía volver a
ser presidente municipal…