“Parafraseando
a los sabios: Nadie puede pensar
y
golpear a alguien al mismo tiempo.”
Susan
Sontag
Tribuna Libre.- Como estamos acostumbrarnos –mal
acostumbrarnos, pienso; ya saben que es más fuerte la costumbre que el amor-, a
solucionar las cosas con disculpas, lamentaciones, perdones, ocurrencias, dimes
y diretes, que Dios nos perdone, estamos sujetos a la buena voluntad del
prójimo, sea quien sea, puesto que es un ser humano (¿?), vaya, también es
pueblo, pos no me queda casi nada que comentarles; la ciencia, el arte, la
literatura y la política de altura están desfasadas, incluso ni siquiera
importan para México que se nos va de las manos. Perdonen mi insistencia…
Sabrán que el pasado 10 de octubre se
conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental. El INEGI reportó las cifras más
recientes: el 67.4 por ciento de los mexicanos tiene sentimientos de depresión
algunas veces al año; 9.7 por ciento diario; 11.5 por ciento semanalmente y
11.5 por ciento cada mes.
Con datos de 2017, los adultos mayores de 65
años son los que más han sentido depresión, le siguen los mexicanos de 50 a 64
años (40.3 por ciento), de 30 a 49 años (34.3 por ciento), de 15 a 29 años
(25.8 por centro) y de 7 a 14 años (14.6 por ciento). Por sexo, las mujeres son
quienes han tenido mayores sentimientos de depresión, con el 37.8 por ciento,
mientras que los hombres solo el 26.8 por ciento. Ahí la llevamos.
Según datos de la OMS, se calcula que el 40
por ciento de la población ha padecido problemas de ansiedad, entendiendo esta
situación, como ese medio anticipatorio ante situaciones que no son amenazantes
y que no ponen en peligro la integridad de la persona. Y el segundo
padecimiento es la depresión, que a nivel mundial representa la primera causa
de ausentismo laboral. (sinembargo.mx, 10/10/19).
Pos enfermos, enfermos no estamos; nomás nos
andamos matando y autodestruyendo, por dondequiera que lo veamos. Pa’ no
variarle, en un sociedad cuasi enferma, digo para bajarle a mi pesimismo, ahí
les va, así como va.
Aristóteles decía que algunos creen que para
ser amigos basta con querer, como si para estar sano bastara con desear la
salud. Y Noé Clarasó afirmaba que el sol, el agua y el ejercicio conservan
perfectamente la salud a las personas que gozan de una salud perfecta.
Mi admirable Oscar Wilde sostenía que para
tener buena salud lo haría todo menos tres cosas: hacer gimnasia, levantarme
temprano y ser persona responsable. Para no quedarse atrás, Mark Twain sostenía
que la única manera de conservar la salud es comer lo que no quieres, beber lo
que no te gusta, y hacer lo que preferirías no hacer.
Hace mucho tiempo, Tales de Mileto dijo que
la felicidad del cuerpo se funda en la salud; la del entendimiento, en el
saber. Aunque en la actualidad esto como que nos vale. Hablando de felicidad,
Françoise Sagan refería que ésta consiste en gozar de buena salud, en dormir
sin miedo y despertarme sin angustia. Como que ya valimos… Ustedes me
entienden.
Me quedo con lo que dijo Denis Diderot, que
los médicos trabajan para conservarnos la salud, y los cocineros para
destruirla, pero estos últimos están más seguros de lograr su intento. Claro
que sí.
Los días y los temas
En todo caso, andamos aislados, pese a la
grandiosa tecnología. En el artículo “Cuando el destino (tecnológico) nos
alcance”, leo: “Hoy día los usuarios de internet en nuestro país llegan a dos
de cada tres mexicanos de acuerdo a datos de INEGI (ENDUTIH_2018). De acuerdo
con este estudio 65.8 por ciento de los mexicanos tienen acceso a tecnologías
de información. El crecimiento ha sido acelerado. En 2015 era el 57.4 por
ciento, en 2016 el 59.5 por ciento y en 2017 el 63.9 por ciento. Un crecimiento
casi de 10 por ciento, tan sólo en 4 años.” (parametria.com.mx, 11/10/19).
Seguro que así como seguimos, mucho más se nos trabará la lengua para
comunicarnos, y eso de que “tengo la palabra en la punta de la lengua”, nos
será más familiar, una costumbre más para decir más que…
Por ahí leí que “las palabras se organizan en
redes: cuando aprendemos una nueva, no se queda aislada en medio del cerebro,
sino que se coloca en su sitio y establece vínculos con otras unidades léxicas
que ya estaban en nuestra memoria. (…).
“Por lo que sabemos, las palabras, lejos de
formar listados, se organizan en múltiples redes. Una gran tela de araña que
hace que cuando escuchas o piensas en una palabra concreta (por ejemplo,
camión), detrás, como tiradas por hilos mágicos, asoman otras: las del hilo del
significado (tráiler, furgoneta, autopista), las del hilo de los sonidos
(jamón, talión, cañón), las del hilo cultural (Loquillo, feliz, pecho,
tatuado), las de los hilos que han creado nuestras experiencias personales...
Esto explica lo que nos pasa cuando tenemos una palabra en la punta de la
lengua y nos van viniendo otras que no son, pero que se relacionan con ella de
una u otra manera: a esta la trae el hilo del sonido, a esta otra el del significado...”
(letraslibres.com, 02/10/19).
No pos sí. O lo que es lo mismo… Tengo la
palabra en la punta de la lengua…
De cinismo y anexas
Para variar, ahí les hablan: “¿Sabéis en qué
se diferencian una suegra a un terrorista? – En que con el terrorista se puede
llegar a negociar.” Toda proporción guardada. Nada que ver con la realidad. ¿O
sí? ¿O al revés?
Ahí se ven.