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noviembre 14, 2019

Autonomía universitaria: ¿Libertinaje o libertad de cátedra?


H. Orlando Carmona Sánchez | 14 noviembre de 2019
Tribuna Libre.- Las protestas universitarias siempre enuncian algo que, innegablemente, tiene como referente lo que acontece en el mundo. No es azaroso que durante los movimientos del 68 o del 71 se pusieran en tela de juicio las ineficacias de los gobiernos mexicanos; como tampoco es fortuito que durante esa época el mundo manifestara un descontento global con respecto a las convulsiones sociales como la guerra de Vietnam, la guerra fría, los movimientos feministas y un largo etcétera.

Así como en su momento, las huelgas de 1999 en la UNAM hicieran evidente no sólo el hecho de los aumentos en las tarifas de servicios y beneficios, sino que también mostraban la realidad política de un Gobierno priista que agonizaba y donde el futuro no se veía prometedor con la llegada del PAN a la presidencia; a la par que el mundo entero volcaba los reflectores a la globalización y la consolidación del modelo neoliberal a nivel mundial.

En ese sentido, la Universidad Veracruzana se ha caracterizado por tener movimientos que también hacen resonancia de fenómenos mayores, tal y como el contexto actual lo demanda. No por nada podemos afirmar que vivimos tiempos interesantes, puesto que los fenómenos sociales de Chile o lo acontecido con el derrocamiento de un presidente como Evo Morales son motivo suficiente para hacer resonar la cotidianeidad.

Es así como el pasado 12 de noviembre, los estudiantes de la facultad de Psicología emprendieran una manifestación en contra de los acosos que sufrieran más de 20 estudiantes, por parte de algunos maestros de dicha institución. Cuestión que resuena con las convulsiones del mundo y que, sin lugar a dudas, reflejan parte del pensamiento crítico de los jóvenes, tal y como debe ser en cualquier universidad del planeta.

Pero no sólo resulta apabullante lo que los estudiantes piden de forma manifiesta, es decir los casos de acoso que de por sí son graves, sino aquello que también se enuncia de forma latente, eso que está allí y que no siempre se atiende de forma consciente, lo cual tiene que ver con el nivel educativo que se presenta actualmente en la Facultad de Psicología.

Esto último es algo que es necesario resaltar, ya que los medios se han encargado de presentar y resaltar temas de la agenda política, como lo es el acoso sexual; así como también resulta sintomático que el “ojo clínico” haya sido cubierto por un velo, en señal de protesta ante las negativas de mirar el problema. Decimos sintomático puesto que no todo en psicología recae en la observación, algunos también trabajamos con la escucha y eso es lo que falta poner en práctica.

De tal manera que, quizás valga la pena cuestionarnos algunos temas que se desatan de la manifestación y que sin duda están concatenados con lo solicitado en las protestas. Por tal razón, debemos comenzar por algo que resulta significativo: que los mensajes de los carteles no sólo se centran en el acoso, sino que muestran un descontento con lo que reciben en sus clases, es decir: las anécdotas de algunos profesores, las supuestas vejaciones de los docentes hacia los alumnos o que en las cátedras se les impide expresarse de manera libre y con apertura al diálogo -cosa que debería ser inherente al pensamiento universitario-.
Tras lo descrito, resulta necesario establecer una pregunta: ¿Cuál es la razón de que los estudiantes aprovechen un tema de la agenda política para denunciar las fallas del sistema educativo que reciben?

Si atendemos esta cuestión, será necesario desarrollar un mayor entendimiento ante las circunstancias en que los supuestos “malos docentes” llegaron a ocupar un puesto de cátedra. Lo cual, sin duda alguna, está relacionado con los procesos de selección de personal.

Cosa que podría ser el culmen de la problemática, ya que se dice que muchos de los procesos de selección de académicos se resuelven por cuestiones de compadrazgos, de amistades o de designaciones a modo; en donde los currículums que se reciben muestran ponderaciones especiales y/o con puntajes exorbitantes o donde los supuestos perfiles se quitan o se ponen cuando esto resulta conveniente.

Tal vez sea necesario que los procesos de designación de docentes cambien o por lo menos permitan la selección a través de clases muestras que sean públicas para los estudiantes y no tras bambalinas; en donde se puede llegar a malinterpretar que a unos se les juzgue con severidad digna de cualquier examen de grado y a otros se les haga una examinación en donde los candidatos terminen levitando ante tanta ligereza.

Por otro lado, resulta significativo mencionar que, si se realizara una auditoría ante los procesos de selección, bien se podría comprobar que muchos currículums tienen las ponderaciones pertinentes para impartir clases, entonces: ¿qué es lo que falla? ¿será que las formas de evaluar los currículums no son las correctas?
Para poner un ejemplo: es indistinta la institución de formación de los profesionistas que imparten clases, ya que da igual si estudiaron un posgrado inscrito en el PNPC o si fue en otra universidad, ya que el currículum se pondera de la misma manera; de tal forma que resulta lo mismo si el postulante estudió un posgrado en la Sorbona o si hizo una maestría por correspondencia, el grado recibe la misma valía, aun cuando la formación sea totalmente diferente.

Otra cuestión que puede mencionarse es que las evaluaciones de los estudiantes no tienen ningún peso en el proceso de selección, ya que sólo se emiten recomendaciones para que los maestros puedan mejorar sus prácticas, aunque estos últimos terminen por hacer caso omiso de las sugerencias o peticiones de los universitarios.

Pero no basta con delimitar estas problemáticas, ya que la solución requiere un cambio de mentalidades al interior de los procesos de selección, de las normativas y legislaciones; aunque esto implicaría un trabajo mucho mayor ante las autoridades académicas de toda la Universidad Veracruzana.

Como anécdota personal, alguna vez tuve a bien la intención de participar en las funciones de mi alma mater, pero dicha oportunidad me fue negada ya que me faltaban un par de semanas para recibir examen de grado de maestría, lo cual tuve que entender ya que la normativa impedía que un servidor pudiera ejercer funciones y eso está bien, es quizás lo correcto y estipulado. Lo que no resulta correcto es que la persona que me presentara esta regla, cuente con una cédula de maestría del año de 2016, cuando la mía es del año de 2015; ante lo cual podríamos preguntarnos: ¿Cómo resulta posible que me fuera negada la oportunidad de dar clases por no tener cédula de maestría cuando dicho personaje no contaba con estudios de maestría, aun cuando estaba ocupando un puesto importante dentro de la Facultad? Son de las cosas que quizás nunca tendrán sentido.

Entre tanta interrogante y cuestiones propias del sinsentido, valdría la pena preguntarnos por la necesidad de transparentar los procesos de selección de docentes de la Universidad Pública, ante lo cual tendríamos que responder con un rotundo sí. Desafortunadamente, esto trastocaría múltiples intereses y por ello quizás sea necesario resignarnos a que la bandera de la autonomía continuará siendo refugio para las malas prácticas en las aulas de las Universidades, puesto que esto no es privativo de la UV, sino que este espectro circunda en la academia de las diversas instituciones públicas de educación superior.

Algunas preguntas quedan para la reflexión: ¿Los estudiantes universitarios y futuros profesionistas seguirán recibiendo el mismo tipo de educación de la que se quejan? ¿Valdrá la pena establecer una diferenciación sustancial entre libertinaje y libertad de cátedra? ¿La correcta selección de personal será necesaria para evitar problemas tan graves como el acoso? ¿Será pertinente que, ahora que se vive una profunda transformación en las instituciones públicas, las Universidades se permitan transparentar sus procesos de selección de personal?
Usted, querido lector, tiene la última palabra.

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