*
Violencia fuera de control * Recesión
económica * Mucho rollo, cero
resultados * Romana embiste al reportero
Armando Ramos * Olvida cuando lucró con
el crimen de Goyo Jiménez * Agua Dulce:
los detractores y las amenazas * El
alcalde y quienes lo solapan
Mussio Cárdenas Arellano | 03 noviembre de 2019
Tribuna
Libre.- Un
año ya y esto va peor. Sin control, la violencia impone la agenda nacional, la
economía en recesión, se desploma el empleo, detona la crisis de salud,
prevalece la corrupción, hay fraude en la CNDH, pronto caerá el INE y el
presupuesto se destina, vía programas sociales, al ejército electoral de la 4T.
Y Andrés Manuel feliz.
Un año y Pemex no apunta a ser la palanca de
desarrollo, las calificadoras de deuda con estimaciones negativas, el
empresariado escéptico, salvo por los Slim que antes fueron aliados y cómplices
del neoliberalismo, la minoría rapaz.
Un año y al demócrata le sobran ínfulas para
trastocar la ley. Prevalece en él la esencia del activista que trasmuta a
opositor, que anhela ser caudillo y no asume el rol de jefe de Estado. Andrés
Manuel es grillo y nada más.
Una a una, las instituciones nacionales son
cooptadas. El Congreso Federal se le dio por accidente, arrastrados millones de
votos hacia Morena por el Efecto López Obrador. Y a partir de ahí, con el
control de diputados y senadores, designa ministros a modo en la Suprema Corte
de Justicia de la Nación, funcionarios en las comisiones de Hidrocarburos y
Reguladora de Energía, pulverizando los contrapesos al poder presidencial.
Aún con el vértigo en la azotea, mareado con
un triunfo que anheló pero nunca imaginó que tendría la contundencia de 30
millones de votos, Andrés Manuel va perdiendo la dimensión de la realidad o
vive en su realidad alterna. Se dice feliz y a todos responde que “vamos
requetebién”. Y no es así.
Con Rosario Piedra el desaseo pintó a López
Obrador como es: lo que no se obtiene con la razón se arrebata por la fuerza.
Distinguió a Rosario Ibarra de Piedra con la
Medalla Belisario Domínguez y días después impuso a Rosario Piedra, su hija, en
la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos. Y lo hizo violando
la ley, sin reunir los requisitos de elegibilidad, con una votación
fraudulenta, trenzados a golpes y jalones, gritos y descalificaciones los
senadores, mientras se consumaba el atraco.
Lo visto en el Senado describe a la Cuarta
Transformación: Rosario Piedra jurando cumplir y hacer cumplir la Constitución,
entre cartulinas con una leyenda demoledora: CNDH FRAUDE.
Al laberinto se sabe cómo entrar pero no cómo
salir. Andrés Manuel ejerce el poder 24/7. Día y noche, aferrado al paso del
país, abarca todo y se le van todas.
Un año se dio para desmantelar las
estructuras del régimen anterior, que es el mismo al que por años sirvió y a
muchos de los artífices del caos mexicano los tiene con él, y de tanto confeccionar
el proyecto se le fue la sexta parte de su gobierno. Acabó con la reforma
educativa, posterga la energética, mantiene intacta la de telecomunicaciones,
modifica el sistema fiscal, endurece las penas a quienes ejercen el negocio de
la reventa de facturas, que son actos innegables de corrupción, cuestionado por
llevar a los tribunales lo mismo a los delincuentes que al contribuyente legal.
Alza polvo Andrés Manuel día con día, apenas
sale el sol. Sus mañaneras son un desastre. Carece de datos reales porque él
tiene “otros datos”. Se irrita y se enciende. A lo punzante responde con
agravio. Se vacía, se desfasa, vulgariza la investidura presidencial.
No son las mañaneras un espacio para
informar. Es el coliseo en que a diario ridiculiza a la prensa. Así lo diseñó.
Lo hizo una plaza de toros en que quisiera ser el matador. Y no lo es. Olvida
que la retórica sucumbe ante los hechos. Sus cifras de violencia son patéticas
y de escándalo. La estadística económica es una vergüenza.
Y su respuesta es el insulto. A la prensa
crítica le vacía las tripas. “Chayoteros”, “doble cara”, “fifís”,
“conservadores”, les dice. A Reforma, a El Universal, a Proceso que tanto ayudó
con su crítica al régimen anterior a generar un estado de repulsa social, a
todos les zumba cuando no tiene qué responder.
Un tiempo fue atractivo mediático. Luego
entró en un desgaste brutal. Hoy, las mañaneras son un escenario a medio
llenar. Y en primera fila, los patiños y las focas, youtubers sin empaque en el
ámbito de la comunicación. Ahí, en los desfogues de Andrés Manuel, no está el
rumbo ni la brújula de quien gobierna a México. Está la radiografía de quien
nació para agitar, no para estadista.
Año violento que deja más de 38 mil muertos
desde el arribo de López Obrador al poder. Es la estela de muerte que lastima a
México. Año de masacres como en los tiempos de Peña Nieto y de Calderón. Ahora
que no hay guerra al narco, de lo que acusa a quienes lo precedieron en la
presidencia, el Dios Peje se ciñe una corona oprobiosa: tener el año más
violento en la historia del país.
Ante la violencia, los abrazos, la evasión de
Ovidio, el hijo del Chapo, en un operativo desastroso —el Culiacanazo—,
apresando al joven capo y dejándolo ir, sucumbiendo al amago de que aquello
sería un baño de sangre y pagarían los inocentes.
Alguien en la cadena de mando reventó el
operativo. La infiltración del narco en el aparato de seguridad es evidente.
López Obrador se mantenía ajeno y cuando el Cártel de Sinaloa asumió el control
de oka situación, Andrés Manuel pasó a la historia.
Hay irritación en el Ejército al que el
presidente dice en abierto que si pudiera lo desaparecería. Hay voces que,
también en abierto, advierten de la existencia de halcones para tomar el poder.
Y lejos de aquietar la marejada, Andrés Manuel vocifera un golpe de estado en
ciernes. Y luego recula. No hay condiciones en este momento, dice, para una
asonada.
Un año y los abrazos a los capos se traducen
en impunidad. Cualquiera ultraja al Ejército, ofreciendo un espectáculo
deningrante, viendo a militares sometidos, ninguneados, hincados ante
autodefensas que no son más que la máscara del narco.
Son 38 mil muertos, más de 100 al día, por la
violencia de los cárteles. Andrés Manuel los golpea en sus estructuras
financieras, les congela cuentas bancarias, identifica a quienes lavan dinero.
Pero en las calles la muerte sigue, el dolor lacera, prolifera el secuestro, la
extorsión, las masacres para calentar las plazas.
Humillante, el episodio de la migración.
Aquel que ofreció puertas abiertas, paso libre hacia Estados Unidos, empleo en
territorio nacional, terminó arrodillado ante la amenaza de la aplicación de
aranceles a productos mexicanos en aquel país. Así se convirtió en el policía
migratorio de Trump.
Un año ya y la economía va al desastre. Tres
trimestres sin crecimiento y Andrés Manuel persiste en descalificar al poder
del dinero. Son ellos los poderes fácticos, los que mueven la economía
dinamizando la empresa, el flujo de recursos, impactando en el bolsillo del
trabajador.
De todas las estampas, la del 0.1 por ciento
en la medición del INEGI, tan presumido por López Obrador, fue la peor. Hoy,
contra su costumbre de mentir y alardear, ha debido reconocer que la economía
no va bien.
Lo social es pavoroso. La crisis de
medicamentos marcó a la 4T como un gobierno sin alma. Miles padecieron —y
padecen— el desabasto en instituciones del sector salud. Muchos niños enfermos
de cáncer sin tratamiento por una medida burocrática, la decisión de no
favorecer a un proveedor. Y cuando se adquirió el producto en Francia se pagó
tácitamente la misma cantidad.
Los tiempos ya alcanzaron a Andrés. Rebasado
por el tamaño del país, no pudo con la inseguridad en los seis meses que
ofreció tras la masacre de Viernes Santo en Minatitlán. Pidió un año más.
Presumió que en un año estarían las bases de
la Cuarta Transformación y hoy pide un año más. Y en diciembre de 2020 volverá
a repetir la historia.
Morena está fracturado. López Obrador amaga
con dejar a su partido. Es abucheado e increpado en reunión con diputados de
partidos aliados. Impulsa, a trasmano, la Ley Bonilla que extendería el mandato
del gobernador morenista en Baja California, un ensayo para que él mismo
pudiera permanecer en el poder. A Ayotzinapa ya no le llama crimen de Estado. Y
el colofón: la masacre de nueve integrantes —tres mujeres, seis niños— de la
familia Le Baron, mormones mexicoamericanos de Chihuahua y Sonora, a manos de
narcos.
Como los Le Baron, miles de familias
mexicanas sin apellido ilustre sufren la violencia desbordada. Y Andrés Manuel
en la necedad. Al mal se le combate con el bien. Y así el sermón.
Economía y seguridad, sus pésimos resultados,
marcan el primer ciclo de Andrés Manuel.
Feliz, sin embargo, festeja un año fatal.
Archivo muerto
Sólo ella sabe qué es peor: si su
protagonismo, si lo que piensa, si lo que escribe, si sus cuentos, si sus
quejumbres. La estridencia de Romana Ortega no atenúa el error y, si fuera el
caso, la inquina de sus dardos y la felpa que se lleva. Detona disparos de
salva en la humanidad de Armando Ramos, periodista de Presencia, Liberal del
Sur, AVC, Versiones, aduciendo que a la par es funcionario de la Unidad de
Transparencia del ayuntamiento de Moloacán. Y detalla cuánto gana, cuándo se le
dio de alta, el malestar —dice sin identificar fuentes— entre la burocracia
municipal. El punto es presentarlo como un “aviador”. ¿Esa es la noticia? ¿Hay
evidencia fehaciente de que cobra sin trabajar? De inmediato hay respuesta y
Romana se victimiza. Le brincan otros compañeros de profesión que avalan a
Armando Ramos, su esfuerzo por cumplir en su nuevo trabajo, su empeño por
seguir cubriendo información; su honestidad, su integridad. Los trapos sucios
de Romana no tardan en aparecer: en Diario de Minatitlán, de la cadena de
Liberal del Sur, propiedad de Edel Álvarez Peña y familia, la confrontan y le
ventean otro litigio con la regidora de Morena en Nanchital, María de Jesús
Alemán Pavón, que la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas
(CEAPP) tuvo en sus manos y desechó por improcedente cuando la reportera Romana
Ortega acusaba que por una información difundida en su fanpage Ruta Istmo le
llovieron quejas y fue advertida que podía ser bajada de las redes sociales.
Hoy Romana invoca a los poderes terrenos y celestiales, al gober inútil, alias
Cuitláhuac García, y al séquito del poder, también inútil, a la CEAPP y sólo le
faltó la Comisión Nacional de Búsqueda. Su argumento, violencia institucional y
de género; su delirio, su indefensión y el riesgo a su integridad física; su
queja, que le imputen que le pagan para pegar, que por un cobro de publicidad
en el ayuntamiento de Nanchital le surta sus cates al reportero que con sus
notas evidencia la corrupción y el abuso de poder en la alcaldía nanchiteca. Y
así el pataleo —una tragedia romana— por írsele encima a Armando Ramos. Hay
otros trapos que definen a Romana Ortega: el lucro con el crimen de Goyo
Jiménez, reportero de Notisur; el día que, según confió a Varios periodistas,
fue forzada por Tony Macías, suegro del ex gobernador Javier Duarte, a salir de
Coatzacoalcos tras encabezar protestas por el levantón de Goyo, obligada a
subir a una camioneta del “suegro incómodo”, llevada a Xalapa sin tiempo para
recoger sus pertenencias y desmantelar su departamento, asunto que encargó a
una amiga cercana; su estadía en el Hotel Xalapa, el supuesto asedio del
también periodista Ramiro Mollinedo, el cobro de 400 mil pesos al gobierno
duartista porque de algo se debía mantener, dinero que, pregonaba a los cuatro
vientos, Mollinedo se los quedó y luego adquirió un vehículo; su viaje a
Huatulco para sepultar a su abuelo; su traslado a la Ciudad de México
acompañada de un novio con trazas de policía mientras el otro galán laboraba en
las plataformas de Campeche, cuya participación en la protesta en la columna
del Ángel de la Independencia por la muerte de Goyo Jiménez fue desastrosa,
sorprendiendo a todos, entre ellos a Marcela Turati, cuando cambió el rumbo del
discurso y comenzó a agradecer a Javier Duarte por las garantías de su gobierno
a la prensa. A lo largo de 36 minutos, vía telefónica, en 2014, Romana Ortega
contó lo que aseguraba fue su odisea desde la muerte de Goyo Jiménez, el
conflicto con la viuda, el rol de Gina Domínguez, Namiko Matsumoto y Benita
González, el “levantón” que decía le había dado Tony Macías tras acudir a
definir su situación laboral en el periódico El Heraldo, hasta su encierro en
el Hotel Xalapa donde estuvo confinada y que, según versión de un familiar de
Goyo Jiménez, enviada a este reportero el 16 de junio de 2014, fue un tiempo de
esparcimiento y de beneficiarse con los recursos que permitirían subsistir la
viuda y los hijos del periodista. Hoy golpea a Armando Ramos. Y luego se
victimiza. Su caso no es violencia de género, como se queja, ni canibalismo
entre periodistas. Romana activó una bomba de tiempo que le estalló en las
manos. Nace de su inquina, de su intención de evidenciar a Armando Ramos por su
trabajo en el ayuntamiento de Moloacán y cuestionar su derecho a seguir siendo
periodista. Lanzó una salva y recibió metralla. Y termina apelando a que el
gobernador, con su consabida ignorancia de lo que ocurre en Veracruz, haga suya
la causa. Ojalá se meta en el tropel… “Varguitas”, alias Sergio Guzmán
Ricárdez, mantiene a Agua Dulce sumido en la violencia y el caos. Una es la
amenaza que deslizan los del sicariato oficial a los que discrepan y
cuestionan, dentro y fuera del ayuntamiento, y otro el doble lenguaje del
alcalde, que promete obras en las congregaciones y luego da marcha atrás. Cunde
la violencia en Agua Dulce y solo unos cuantos alzan la voz. A diario hay
asaltos, crece el cobro de piso, la extorsión, autos que son incendiados para
que las víctimas cedan y el amago de irse sobre sus familias. Hará unos días la
sucursal de Banamex fue asaltada y la Policía Municipal en Babilonia. Sergio
Guzmán, como el alcalde Vargas de la Ley de Herodes, ni se inmuta. Al morenista
sólo lo mueven sus intereses, calles pavimentadas con ínfima calidad, obras de
relumbrón a diferencia de las que realiza en la colonia donde habitan él y sus
familiares, con flamante alumbrado. Y de los que lo encubren en el Congreso y
el Órgano de Fiscalización Superior, hay nombres: Domingo Bahena, ex panista
convertido en peón de Javier Duarte y del gobernador Cuitláhuac García, hoy
secretario general del Congreso de Veracruz, y Everardo Landa, que en un tiempo
le maquiló las cuentas de la Tesorería Municipal al amparo de un contrato que
ronda el millón y medio de pesos, actualmente en Orfis. Del lucro con los
programas sociales, hay quejas y evidencia para un largo juicio. Ya se verá…