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“Abrácense”, insta López Obrador *
Giras, saludos, violando protocolos *
Frente al coronavirus, el miedo *
Sistema de salud, en su peor nivel *
Veracruz: 456 feminicidios en cinco años
* Itesco: el acosador ahí sigue *
El doctor Vasconcelos, un fraude * Pepe
Peña y Carranza, una plaga * Desde una
alcaldía se fraguó el secuestro de un menor
“Ya no
tardo en dejar la CTM. Y ya no tardo en separarme del PRI”: Carlos Vasconcelos.
Mussio Cárdenas Arellano | 18 marzo de 2020
Tribuna
Libre.- Andrés,
el histrión, gusta del roce personal, piel con piel, el halago, el aplauso, la
porra y el grito, las masas encendidas, un puñado de fanáticos serviles, la
mujer que lo adula, el beso a la niña amuzga, sus labios prensando la mejilla,
desatando la repulsa social. No se inmuta ante la pandemia que apanica a la
humanidad.
Andrés Manuel es atípico y anormal en tiempos
de coronavirus. Infringe protocolos, desoye las voces que lo instan a evitar
los mítines, las concentraciones, el saludo, el contacto con multitudes porque
ahí se es más vulnerable al contagio.
Andrés Manuel López Obrador hace de la
pandemia por coronavirus 19 un show. Suelta frases locas —“abrácense”—, arengas
triunfalistas — “no nos hacen nada las pandemias”— y dispara absurdos que rebasan
las ocurrencias, los olvidos, la amnesia, los falsos datos, la contradicción
diaria de las conferencias mañaneras en Palacio Nacional.
Al Dios Peje le pesa dejar el protagonismo,
las giras a provincia, la gente a su alcance, contraviniendo los dictados que
advierten que así el riesgo de contagio, para el presidente de México y para
sus adeptos, es mayor.
Mesiánico, se esmera en ser el mártir de la
4T. Y quizá lo pueda lograr.
A contrapelo del mundo, que cierra fronteras,
limita el tránsito de personas, que conmina a evitar las aglomeraciones de
gente, el líder de Morena no cede reflectores ni renuncia al mitin y al aplauso
de su público, a la confrontación con el que reclama, al halago o al
contrapunteo.
Una pandemia asuela al mundo y el Dios Peje
sigue pregonando el evangelio a sus fieles. Les habla y los entretiene. Los
mueve y los empina. Los convoca y lo siguen. Ya no son tantos pero se dejan
marear.
Altamente contagioso, el coronavirus o
Covid-19 ataca el sistema respiratorio. A los niños y jóvenes si acaso los
afecta. Al adulto, al de la tercera edad, al anciano de más de 80, los lleva a
escenarios de gravedad o muerte.
Y aún así, Andrés Manuel conduce a su gente
al contacto físico, al mitin, la selfie con el presidente, los besos de las
mujeres, el abrazo de los varones.
Letal, el Covid-19 devasta la vida de los
hombres y destroza la economía mundial. Desploma las bolsas de valores, devalúa
monedas, altera el precio del petróleo, provocando que el erario de todas las
naciones se enfoque en los cuidados, en los estragos, en atenuar los efectos
del daño a la salud.
Surgido en China, en la provincia de Wuhan,
el Covid-19 se extiende, alcanza a más de 80 mil contagios, 3 mil muertos, más
de 50 millones de chinos en cuarentena, ciudades fantasma, fumigadas a diario,
un hospital levantado en 10 días, hasta que la enfermedad pudo ser contenida y
el registro de nuevos afectados se redujo casi a cero.
140 naciones, entre ellas México, enfrentan
al coronavirus. Corea del Sur aplica una respuesta intensa, un promedio de 10
mil pruebas de laboratorio, y el número de decesos es mínimo.
Irán, Italia, España concentran el mayor
número de contagios y muerte fuera de China. Lombardía, provincia al norte de
Italia, es el epicentro de la pandemia en Europa. España, Italia, Francia,
decretan suspensión de actividades. Sus calles se hallan desiertas. Y la orden
tajante es limitar la concentración de personas por el riesgo de contagio.
Hay signos de desaceleración económica. A
diario las bolsas de valores abren con pérdidas, suspenden actividades, cierran
a la baja.
Previsible la crisis financiera, la
parálisis, el gobierno francés habrá de absorber el cobro de créditos, las
rentas de vivienda, el costo de los servicios públicos. Nada se dice, sin
embargo, de las economías informales, los no asalariados, los que buscan el
sustento por sí solos, sin empresa, sin estar en la nómina de los gobiernos.
Pero como punto elemental, la prioridad es
evitar que las concentraciones de individuos incrementen los contagios.
Acá es, literalmente, otro mundo. La Cuarta
Transformación no preserva la vida de sus fans. López Obrador acude a mítines,
se mezcla entre sus fieles, busca el contacto físico. La jefa de gobierno de la
Ciudad de México, Claudia Sheimbaum, permite la realización del festival Vive
Latino. Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz, desoye las voces que lo
conminaban a cancelar o posponer la Cumbre Tajín, que dos días después de su
inicio debió parar, o maquillar el fracaso pues nadie acudió.
Al Peje lo pilla la crisis con un conflicto
de salud brutal: el desabasto de medicamentos, la extinción del Seguro Popular
y la pésima instalación del Instituto para la Salud y el Bienestar (Insabi), el
déficit de camas de hospital, la falta de reactivos para aplicar la pruebas
clínicas para detectar el Covi-19. Quizá se puedan realizar 300 mil y no más.
Y Andrés Manuel va a provincia. Mueve a sus
masas. Son, políticamente, su alimento. En ellos, bíblicamente hablando, tiene
sus complacencias.
Sus aduladores abundan. Su vocero para el
tema del coronavirus, el subsecretario Hugo López-Gatell, va sorteando la
crisis de información, usando un lenguaje que dé confianza, matizando los
errores, hasta terminar siendo un aplaudidor sin ética. A todos recomienda no
abrazar ni besar en los tiempos de la pandemia, a excepción del Peje.
Otro día es el peor servil. Una reportera
pregunta si López Obrador se contagiara y por su afán de mezclarse con las
masas, pudiera transmitir el contagio a esas personas. López-Gatell pronuncia
un absurdo descomunal: el presidente tiene fuerza moral, no fuerza de contagio.
Horas antes, Andrés Manuel protagonizó su
peor momento como presidente. Acudió a Ometepec, Guerrero y al concluir el
evento se mimetizó con sus fanáticos. De pronto le acercan a una menor con
raíces amuzgas, la étnia del lugar. Fue un acto prefabricado. Un integrante de
su equipo instruyó al padre de la menor para colocar a la niña en los brazos de
López Obrador, según consta en el video que el mismo presidente subió a la red
social Twitter.
Al cargarla, Andrés Manuel le da un beso en la
mejilla. La pequeña se resiste. Andrés la vuelve a besar. Luego le aplica un
mordisco con sus labios en la mejilla.
Da la vuelta a México la fotografía. El
Mesías va al Gólgota. Es crucificado. Lo acusan de pedófilo, de pederasta. Se
vuelve tendencia en redes sociales. Hay imágenes gif en que el rostro del
presidente se transforma en el del sacerdote Marcial Maciel, fallecido líder de
los Legionarios de Cristo, un enfermo mental que abusó de decenas de menores de
edad.
Y al día siguiente el líder de Morena vuelve
al mitin, a la concentración de multitudes.
Su actitud es inaudita. A quienes lo siguen,
los lleva a zona de contagio. Con la niña amuzga mostró una faceta inédita, un
exceso, el agravio a la dignidad de la menor.
Frente a la pandemia, López Obrador mantiene
perfil grillo. Los mítines son su hábitat. Sin su andar entre la gente, sin el
abrazo y el saludo, sin la selfie, sin el beso de las niñas y la foto con los
niños y ancianos, el voto se va.
Su ADN lo mueve a seguir en torno a las
masas, a riesgo de contagio. Andrés Manuel gobierna mal, transita del fracaso
en seguridad a la economía cero, pero por una pandemia no va a perder los
grupos que lo adulan y le aplauden hasta la ocurrencia más locuaz.
El coronavirus es devastador. Los contagios
se producen en forma exponencial. Se atiende en casa o en casos graves, en
hospital. Pero provoca pánico al sector financiero e impacta las economías el
mundo. Exige que la sociedad se aísle, que la gente no interactúe, que evite
los actos masivos.
El Peje, en cambio, los quiere con él. Si ese
hilo se rompe, nada tiene que ofrecer.
Sabe que ante la pandemia, el show debe
continuar.
Archivo muerto
Veracruz, donde la mujer peligra. Cinco años
y la estadística duele: 456 feminicidios y únicamente 33 sentencias. Quedan
impunes 423 casos y el agravio marcha a todo lo que da. Hay una carga de
machismo implícita, una dosis de odio hacia la mujer en el aparato policíaco,
en el aparato judicial, en el aparato de poder. Veracruz es zona agreste y
territorio en que la impunidad incuba la vulnerabilidad de la mujer. Mueren
muchas más por otras causas, algunas sí violentamente pero por razones que no
encuadran en la tipificación del feminicidio, la saña, el ingrediente sexual,
el asedio, la sistemática agresión. De ahí el récord de Veracruz en la
violencia a las mujeres. De ahí la cifra de 456 feminicidios en cinco años y
sólo 33 sentencias. O sea, un 7.2 por ciento de justicia… Entre los muros, los
jardines, las aulas, los acosadores del Itesco están a salvo. Festinan el Día
Internacional de la Mujer, sus derechos, su respeto, y el encubrimiento sigue.
César “V” fue captado en un video jalonando a una alumna. Sábese que la acosa.
Sábese que el catedrático es proclive al asedio, al hostigamiento de
estudiantes. Y Bulmaro Salazar, el director del Itesco, impávido. No mueve un
dedo. Conocido su caso, detonado en redes sociales y portales de prensa, el
enfermo sexual se sabe impune. Quiso en una universidad particular de Coatzacoalcos
hacer lo mismo y lo echaron. Se fue diciendo que le dejó sus horas a otro
catedrático. Cuatro meses hace que su caso se volvió escándalo, el video
exhibiendo el asedio a una alumna, y Bulmaro prefiere ser cómplice. A un grupo
de periodistas que le tocaron el tema les dijo que se estaba investigando. Eso
ocurrió en octubre de 2019. A la fecha, César “V” se sabe encubierto, cobijado
por Bulmaro y por su líder y patrón, Ricardo Orozco Alor, ex director del
Itesco. Y todavía tienen la desfachatez de recordar y enaltecer a la mujer…
Memorias de un perverso. Al doctor Vasconcelos lo instaló su padre en
departamento de lujo en la zona más exclusiva del ex DF, con vista
esplendorosa, la Plaza de las Tres Culturas a sus pies, matrícula en la UNAM.
Tenía que seguir su vocación, dijo al viejo; debía repararle la vida a los
demás. Al doctor Vasconcelos le llovía le dinero a granel y, como solía ser, lo
dilapidó. Y el medicucho en ciernes se la pasaba de reventón en reventón, el
vicio, el trago, la música, la desnudez de las nenas, viviendo la vida como si
la vida en un instante se fuera a acabar. Al segundo semestre, una voz alertó
al padre. Y el viejo líder indagó. Y derramó lágrimas de frustración. Ningún
registro de la UNAM consignaba los datos del joven timador. Y de ahí, el
regreso al pueblo y a lo mismo: a la farra, al jolgorio, a las grescas que
hacían asomar el rostro violento, el placer por dañar. Dos semestres y la
historia del “doctor Vasconcelos” llegó a su fin. Un fragmento hoy. Las
memorias de un perverso… ¿Qué liga a Víctor Carranza con José Luis Peña? Una
empresa. Y no es Pemex. Carranza, hoy alcalde de Coatzacoalcos, fue peón de
Pepe Peña en proyectos fuera de la empresa petrolera. Pepe Peña Peña, marido de
Rocío Nahle, fue —y es— su gurú. Carranza y Peña Peña en el complejo
petroquímico Pajaritos. Uno en la Superintendencia de Recursos Materiales y el
otro siendo encargado de Mantenimiento, rubro éste que por deficiente, por
abandono, habría de provocar a la postre la explosión de Clorados III, con
saldo sangriento, más de 30 familias en duelo, más de 30 vidas cercenadas de
tajo hace cuatro años ya. Aquella vez Nahle llegó, ofreció que se sabría la
verdad, se fue y los culpables permanecen en la impunidad. La entonces
Procuraduría General de la República se desistió de ejercer acción penal. José
Antonio González Anaya, ex director de Pemex, ofreció dar a conocer el peritaje
que explicara el origen del siniestro y lo ocultó. Se infiere por qué. Todos en
Pemex recuerdan que Carranza, fuera del horario laboral, era el peón de Peña
Peña. Todos recuerdan el caso Atos Tecnología y la compra con sobreprecio de
tubos aletados, que hizo caer a varios ejecutivos de Pemex, ser inhabilitados.
AMR Industria, el proveedor original, los vendió a mitad de precio y Atos lo
duplicó. Carranza demandó a Pemex y pudo regresar. Pepe Peña también regresó
pero por su segunda jubilación. ¿Por qué Víctor Carranza paró en la presidencia
municipal de Coatzacoalcos? También se infiere por qué… Doce secuestros, y
entre ellos el de un menor de edad. Su padre, un ex alcalde gris, pagó por su
vida y a partir de ahí se sometió, guardó silencio, dejó que la impunidad
sepultara el robo, el engaño, la malversación de recursos, el abuso de poder de
quien lo antecedió en el cargo. Una pista: la autoría intelectual del plagio
recae en una mujer, ex poderosa en el sur. Pero tuvo cómplices…