* El crimen de Ernestina Ascencio se reactiva * Violada por militares en Zongolica * El asedio a la periodista * Ahí la lleva Andrés Manuel * 120 mil muertos a fin de año * Las andanzas de Eusebia * El falso colosismo de Mijangos * Zenyazen y Rotter
Mussio Cárdenas Arellano | 17 diciembre de 2020
Tribuna Libre.- A Regina, en especial
a Regina, Fidel Herrera le mostró el puño, cercándola y asediándola,
judicializando su información. Y todo por una violación. Y todo por la
implicación de militares en el agravio y muerte de Ernestina Ascencio, una
mujer indígena de Zongolica.
Sobre Regina Martínez, corresponsal de
Proceso, Fidel vació el aparato de poder, citándola, conminándola a comparecer,
queriendo una delación, que revelara la fuente que filtró la fotografía de la
víctima en la morgue. Y no lo consiguió.
A Regina y a Proceso no los increpaba Fidel,
así fluyeran las crónicas de muerte, la violencia sin fin, las andanzas de
policías cómplices del narco, la debacle de seguridad y el dominio de Los Zetas
consolidada en la “plenitud del pinche poder”, el lema del de Nopaltepec y que
la corresponsal de APRO y de la revista de Julio Scherer documentó, hiló, le
siguió la pista por años y supo describir a detalle.
Así fue hasta que el crimen de Ernestina
Ascencio —y las denuncias de Regina— radicalizaron al gobernador.
Divulgar el ataque a Ernestina Ascencio
Rosario, la implicación de elementos del Ejército, la violación, el ataque
artero, bestial, a una mujer de 73 años, las voces de los testigos, las
denuncias de los hijos, la presión a los médicos legistas, la exhumación, el
dictamen forense amañado, descartando el ataque sexual, inquietó al entonces
gobernador de Veracruz. Pero más, mucho más, la difusión de la fotografía de la
víctima en la plancha de la morgue, previa a la necropsia. Y ahí embistió a
Regina.
A Ernestina Ascencio se le halló ultrajada,
el 25 de febrero de 2007 en el campo donde solía pastorear a sus borregos, en
Tetlatzinga, localidad del municipio de Soledad Atzompa, en la sierra de
Zongolica. Agredida, herida de muerte, presentaba un intenso dolor en la
cadera, hemorragia y signos de violación. En su lengua originaria, el náhuatl,
expresó lo que vendría a ser el cargo principal contra los militares: “Pinome
Xoxome” (los hombres de verde), al ser hallada por su hija Marta Inés. Y
hablaría de sus armas, las carrilleras, el uniforme, su dolor.
“Fueron los soldados, m’ija”, le dijo a Marta
Inés Ascencio, según reseñaron Regina Martínez y Rodrigo Vera en Proceso. “Los
soldados me golpearon, me amarraron y me taparon la boca. Traían sus
cartucheras repletas de balas (clavos en el pecho)”.
Otra versión, a partir del traductor que
refirió lo expresado por testigos y familiares, apunta a que Ernestina Ascencio
señaló que “los soldados se me encimaron”, lo que dio pauta a presumir una
violación tumultuaria.
Aún con vida se le trasladó al hospital de
Camerino Z. Mendoza y de ahí, por su gravedad, al de Río Blanco. Horas después,
ya siendo 26 de febrero, falleció.
Su historia compendia el agravio desde el
poder y la impunidad descomunal. Cuatro militares pervertidos, vaciando sus
vilezas en la humanidad de una mujer indígena de 73 años. Los hombres de verde
asentados ahí, no para enfrentar a sus pares del crimen organizado, sino para
el control y el sometimiento de un pueblo bravo.
Soldados que molestaban a las mujeres
indígenas, que robaban la leña y sus animales a los varones, allanándoles sus
propiedades, que les quitaban lo poco que tenían, agudizándoles su pobreza. Y
el agravio: con tono despectivo les llamaban “indios”.
Soldados protegidos, encubiertos, solapados
por la mafia política-judicial, cobijados por la mano infame de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos, por el cinismo criminal de Felipe Calderón, por
la mente siniestra de Fidel Herrera Beltrán, innodados con su silencio Reynaldo
Escobar, secretario de gobierno fidelista; Emeterio López Márquez, procurador.
Al crimen de Ernestina Ascencio siguió la
suciedad política de Fidel. Sus legistas caminaron en dos rutas. Un día fueron
instados a defender su dictamen de violación, del ataque sexual, la
penetración, el daño a órganos vitales, fractura de cráneo, fractura de
costillas, un infarto al miocardio y la presencia de líquido seminal, como
expresó el médico Juan Pablo Mendizábal.
Miguel Mina, subprocurador de Justicia en la
zona de Córdoba, llegó a decir: "El dictamen médico pericial revela que
tenía fractura de cráneo y fractura de costillas, así como lesiones en diversas
partes del cuerpo”.
Agregó: "Se encontraron laceraciones y
desgarres en la vía anal. Lo mismo en la vía vaginal, de acuerdo al dictamen de
la neurocirugía que le hizo el Ministerio Público”. Y luego enmudeció.
Hoy, Juan Pablo Mendizábal le dice a Norma
Trujillo, reportera y amiga de Regina Martínez, integrante del colectivo Voz
Alterna, que nunca cambió su dictamen y eso le costó el trabajo.
“Ernestina fue agredida sexualmente. Por
todos los indicios que se encontraron, por todos los hallazgos físicos, los
desgarres, el antígeno prostático encontrado en el recto y la vagina es
exclusivo de los hombres. Todas esas cosas en conjunto fueron determinantes
para estar completamente seguros de la agresión sexual de la señora Ernestina”.
Y
apunta algo más:
“‘Fue violada por tres personas’. Es el
resultado de cromosomas de al menos tres personas”.
Fidel jugó con la violación y crimen de
Ernestina. Usó el ataque para llevar al banquillo de los acusados a once
soldados, cuatro de ellos sujetos a investigación. Y luego se arregló con
Calderón.
Andrés Timoteo, corresponsal de La Jornada en
Xalapa, exhibió el alineamiento del Instituto Veracruzano de las Mujeres, vía
su presidenta, María Rocío García Gaytán, haciendo suya la versión
calderonista: Ernestina Ascencio murió por un cuadro de anemia aguda y
gastritis.
Vendría luego el toque final: la Comisión
Nacional de Derechos Humanos, entonces a cargo de José Luis Soberanes,
intervino en el caso. Se determinó exhumar el cadáver, practicar una nueva
necropsia, confirmar que Ernestina Ascencio murió por gastritis y salvar al
Ejército. Infamia total.
Pero
Regina Martínez no dejaba de informar.
Desde Proceso seguía la pista. Daba voz a los
cinco hijos de Ernestina Ascencio. Hablaban los testigos que auxiliaron a la
víctima mientras agonizaba en el campo. Se alzaba el reclamo del alcalde de
Soledad Atzompa exigiendo que el Ejército se retirara, que cesara el
hostigamiento.
Bajo la firma de Regina y de Rodrigo Vera,
Proceso publicó el reportaje “Fueron los Soldados, m’ija”, el 11 de marzo de
2007, y en éste apareció la fotografía de Ernestina Ascencio sin vida en la
plancha del forense. Fidel arremetió. La Procuraduría de Veracruz citó a los
reporteros a comparecer a partir de una recomendación de la CNDH para
establecer la responsabilidad de quien captó la imagen y la difundió.
Regina y Rodrigo Vera apelaron al resguardo
de la fuente informativa y no hubo más. Andrés Timoteo alertó en torno al
citatorio no sólo en La Jornada sino en portales que difundieron el texto.
Regina y Timoteo aparecerían en 2011 en una
lista de reporteros a los que el gobierno de Javier Duarte, delfín de Fidel
Herrera, tenía en la mira. Ella fue asesinada —golpeada y estrangulada— el 28
de febrero de 2012 en su domicilio de Xalapa, la capital veracruzana, y
Timoteo, tras recibir horas después una llamada en la que le soltaban la
amenaza de muerte, salió de México para asentarse en Europa y desde ahí
continuar con su ejercicio periodístico.
Callada, menudita —apenas 1.50 metros de
estatura—, Regina Martínez portaba un misil en los dedos. Tejía textos
demoledores, irrefutables, hirientes para el miserable de Nopaltepec y su
corte. Documentaba el olvido al campo, la represión a los grupos campesinos,
las protestas frente a palacio de gobierno, el saqueo descomunal a las arcas
desde los días de Fidel en el poder hasta el arranque del desgobierno de Javier
Duarte. Y el escándalo de Ramiro Guillén, inmolándose en Plaza Lerdo, frente al
palacio de gobierno de Veracruz.
Fueron sus temas la corrupción, el abuso, la
vileza, la soberbia y la impunidad. Suyos, los relatos de fosas clandestinas.
Suyas, las historias de policías ligados al narco, de jueces vinculados a la
delincuencia. Suyo, aquel último reportaje en Proceso, documentando el
endeudamiento brutal de Miguel Alemán, Fidel Herrera y Javier Duarte hasta
disparar la deuda pública en un 67 mil por ciento en sólo 11 años (Proceso
1839).
Respetada por todos, sólo hubo uno que la
asedió: Fidel Herrera Beltrán.
La vislumbraba atemorizada, llevada ante la
justicia. Fue una persecución y Regina resistió.
Forbidden Stories, proyecto periodístico a
nivel mundial, que arroja luz sobre el hostigamiento de comunicadores, concibe
el crimen de Regina Martínez con móviles del narcotráfico y la implicación del
estamento político, la narcomafia que sigue aspirando al poder, lo que Regina
solía contar.
Ve una arista del narcopoder en el crimen de
Regina y la terca memoria sacude a Veracruz. Vuelven Fidel, Duarte, Reynaldo Escobar,
Los Zetas, el Cártel del Golfo, el Cártel Jalisco Nueva Generación, el
Ejército, la represión a indígenas, el crimen de Ernestina Ascencio y el asedio
judicial a la corresponsal de Proceso hasta su muerte el 22 de abril de 2012.
Forbidden Stories reactivó el volcán. Una vez
reabierto el caso Ernestina Ascencio, Veracruz crujirá.
Y Fidel
temblará.
Archivo
muerto
Un millón 260 mil contagiados en once meses y
2020 concluirá 120 mil muertos. Es el retrato del desastre obradorista frente
al coronavirus, la debacle del demagogo —“ya domamos a la pandemia”, vociferaba
Andrés Manuel López Obrador—, la torpe estrategia del subsecretario Hugo
López-Gatell. Lejos queda el escenario catastrófico de los 60 mil muertos y
México se ubica en el cuarto sitio mundial con el peor récord. Llama el Mesías
a no salir en 10 días, a guardar reposo navideño, cuando el registro de
contagios es pavoroso —10 mil en promedio al día— y los muertos van de los 600
a los 800 diariamente. Él, que no cesa en andar de gira en gira, que va a
Tabasco en helicóptero para observar desde las alturas a los pobres que inundó,
o que visita Oaxaca o Chihuahua o Baja California, pide ahora confinarse para
no agravar el desastre que se ve venir. Arengaba López Obrador a salir,
estrecharse las manos, a convivir. Envió mensajes siniestros al rehusarse a
usar cubrebocas o aplicarse gel antibacterial. Hoy, la pandemia se agiganta.
Maquillan el semáforo y hay resistencia a admitir que México es rojo. Y Gatell
con el repertorio de sandeces, incongruencias, sorna e irresponsabilidad. Ahora
el semáforo no es tan confiable. Y el presidente es fuerza moral, no factor de
contagio, y a partir de ahí a abrazar fanáticos y morderle la mejilla a pequeña
en presencia de una multitud. Los hospitales se saturan. La Ciudad de México y
el Estado de México; pronto Jalisco, Nuevo León, Chihuahua, tendrán un
escenario de muerte. Y Andrés Manuel trabado en que los números reflejan que la
curva se aplanó y se domó a la pandemia. Enero tendrá otro show, el del plan de
vacunación. México entre las primeras siete naciones en contar con el remedio
para inmunizar a la población. Siendo vecino de Estados Unidos y con un pésimo
manejo de la crisis de salud, era obvio que algún salvavidas le tendrían que
arrojar. Por lo pronto, cerrará 2020 con 120 mil muertos, quizá más… Sobre
Eusebia Cortés viene una tormenta. Hay evidencia de sus tretas con la ayuda a
sectores de la sociedad en nivel de emergencia. Sueña la regidora con una
diputación local, sólo porque le es placentero el canto de otros asnos en el
Congreso de Veracruz. Proviene del gremio del reclamo, taxista con placas con
tufo a Javier Duarte, agitadora de banqueta con participación protagónica en
aquellos disturbios derivados de uno de los tantos gasolinazos del peñanietismo,
arengando en las calles a paralizar el sistema de transporte. Y cuando estalló
la violencia e iniciaron las saqueos a tiendas y plazas comerciales, mejor se
esfumó. Le da cuerda Rocío Nahle —la torpeza con “Marca Registrada”—, su
madrina. La secretaria de Energía no cesa de reclutar viruta y cascajo
político, de favorecer al socio del compadre en Dos Bocas, de timar a López
Obrador con el cuento de que una refinería es negocio rentable. Tal para cual,
Rocío y Eusebia le dan estatura a Morena, una por ignorancia política y la otra
por ignorancia total. En breve, la nueva gesta de doña Eusebia… ¿Alberto
Mijangos, representante de la corriente colosista en Coatzacoalcos? Algo se
mete el ex secretario de Gobierno morenista cada que se le ocurre aspirar a la
alcaldía de Coatzacoalcos. Hará 20 años, Mijangos se ostentaba como líder de la
corriente madracista, sin advertir el reventón que a la postre sufriría Roberto
Madrazo Pintado en sus aspiraciones presidenciales. Hoy se inserta en la
aventura de las huestes marcelistas en Movimiento Ciudadano y se cuelga de la
imagen de Luis Colosio Riojas, hijo del malogrado candidato presidencial
priista, Luis Donaldo Colosio Murrieta, en una especie de colosismo de oropel.
Mijangos no es ni madracista ni colosista; es ivanista y peón de Mónica Robles,
a la que sirvió el Integra y apuntaló en los proyectos del Clan de la Succión…
¿Quién es ese personaje al que el secretario de Educación de Veracruz, Zenyazen
Escobar García, convoca a su comparecencia en el Congreso estatal, le reserva
espacio entre sus más allegados, le tiende un puente de comunicación? Y sobre
todo, ¿a cuenta de qué? Sus siglas son A de Armando y R de Rotter…
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