Ciudad de México | 13 octubre 2021
Tribuna
Libre.- Sin
duda, el tema de este sexenio ha sido cómo revertir la reforma energética de
2013, con mucho mayor énfasis en electricidad, e intentonas menos insistentes
en hidrocarburos. La iniciativa presidencial demuestra la intención
gubernamental.
Muchos se preguntan por qué el Presidente da
tanto juego y mantiene a alguien tan radical, y ya poco centrado en la realidad
diría este opinador, como Bartlett. La respuesta es sencilla: sirve para los
intereses electoreros presidenciales, que son los únicos intereses que tiene.
El tema energético ha sido por mucho el que
más le ha redituado al Presidente desde sus inicios como pandillero partidista,
y muy en particular, los últimos años desde que se dedicó a buscar la
Presidencia de la República. Además de ser el que lo posicionó para 2018.
Si bien el Presidente no entiende de temas
energéticos, tiene muchas ideas preconcebidas que son alimentadas por dos de
sus radicales favoritos: Bartlett y Nahle. El primero con mucho mayor capacidad
que la segunda, pero también demasiado estancado en otra era.
Claramente, la iniciativa de contrarreforma
eléctrica ha sido el tema público las últimas semanas. Y debemos tener claro
que será el tema durante, al menos, los siguientes ocho meses. Además de que
será el tema hacia la sucesión presidencial de 2024.
Lo primero que debemos entender es que no es
un tema de fondo ni de contenido para el Presidente (casi ningún tema lo es),
es una estrategia meramente política y electorera. No es casualidad que se
presentara en este momento.
Mientras muchos están distraídos únicamente
en los posibles escenarios de aprobación o no de la iniciativa, y en las pugnas
políticas que se abrieron, por ejemplo en el PRI; el Presidente avanza en su
estrategia para fortalecer y recuperar a su base electoral.
Importancia del Estado de derecho y
certidumbre a las empresas
Lo segundo que debemos entender claramente es
que el Presidente saldrá ganando con este asunto, se apruebe o no la
contrarreforma. Si pasa, éxito total; y si no pasa, gasolina en abundancia para
su discurso sobre la mafia del poder, y sobre sus enemigos tratando de parar la
transformación del país.
Hay tres momentos inmediatos electorales
clave que coinciden con esta iniciativa. Primero, asegurar las suficientes
firmas ciudadanas para que se logre hacer la consulta sobre revocación de
mandato el próximo año.
El segundo, precisamente lograr suficientes
votos para que el resultado de esa consulta sea abrumadoramente contundente a
favor de que el Presidente se queda a terminar su mandato, a petición del
pueblo bueno y sabio.
Y el tercero es la aduana electoral de junio
próximo, cuando se renovarán gubernaturas clave electoralmente, como lo es el
Estado de México; y otras icónicas como Coahuila o Hidalgo donde solo ha
gobernado el PRI.
El Presidente sabe que necesita fortalecer a
su base social y aceitar bien su maquinaria electoral para lograr estos tres
momentos, que son fundamentales en su proyecto político. Y sabe que el tema que
más le funciona para envalentonar a su base es el energético.
Si el Presidente cruza bien estos ocho meses,
entonces tendrá mucho mejor plataforma para llegar fortalecido a la elección
presidencial de 2024, y asegurar que quede la 4T en el poder. Algo de por sí no
muy complicado ante la mediocridad de la oposición y la falta de un liderazgo
claro.
Más allá de los nocivos y hasta inverosímiles
componentes de la iniciativa de contrarreforma, el tema es política electoral
pura y dura al mejor estilo lopezobradorista. El Presidente está acaparando
toda conversación pública y aprovechando todos los reflectores.
Sabe que pone contra la espada y la pared a
muchos. Y sabe que prácticamente nadie tiene la capacidad comunicativa de
hacerle frente en el discurso público. Así que en este tema parece ir solo y
por el carril de alta.
De pasar esta contrarreforma en Cámara de
Diputados, lo cual es un escenario posible ante la bajeza de Alito Moreno y
Rubén Moreira, muy probablemente sería bloqueada en el Senado, donde el PRI aún
parece tener más integridad y dignidad.
Independientemente de si se aprueba o no,
esta iniciativa está apagando la luz de México. Más allá de las implicaciones
técnicas en caso de aprobarse, las consecuencias económicas son devastadoras al
ahuyentar cualquier posibilidad de inversión en el país, y con ello negarle la
posibilidad de empleo digno a millones de mexicanos. Que sigan pobres le
conviene, como dijimos aquí hace poco.
Pero las consecuencias no son solo en lo
económico, sino en lo político. Es el más fuerte y claro atentado directo a la
estabilidad e instituciones democráticas del país al ser evidente el nivel de
coerción y chantaje que está ejerciendo el gobierno federal contra todos los
actores.
Lo más sorprendente es que no podemos
decirnos sorprendidos. Lo anunció desde que tomó la silla. Y lo dejó ver desde
la campaña electoral.
Y a pesar de todas las señales, nadie de los
involucrados fue capaz de anticiparse. El sector privado nunca quiso dedicar
recursos a una estrategia comunicacional inteligente e integral que
desmitificara ante la sociedad los prejuicios sobre el sector energético.
Mientras que los partidos de oposición nunca
supieron comunicarse con el electorado para demostrar que lo que ellos mismos
hicieron hace unos años era lo mejor para el sector energético del país. De las
2 o 3 únicas cosas que hizo bien el sexenio anterior.
Estamos en el último frente de batalla. Y no
saldremos bien librados. Lo que hay que decidir es que tanto logramos
amortiguar la tranquiza. Si esa contrarreforma llega a pasar, ya nada importará
hacia adelante, el Presidente habrá demostrado que puede hacer lo que quiera,
como quiera y a quien quiera sin consecuencias.
Si incluso ante este escenario, nadie de los
contrapesos entiende la urgencia de legitimarse socialmente y bajarse a nivel
de cancha a comunicar, entonces ya no habrá nada de qué quejarse hacia
adelante. Habremos perdido todos. La luz de México, no solo se apagará, ya no
regresará.