José Miguel Cobián | 24 noviembre 2021
Tribuna
Libre.- Durante
mucho tiempo me he preguntado la razón por la cual se considera elegante usar
un traje, ya sea para trabajar en ciudades grandes, o para los eventos sociales
más importantes. Porque esa
indumentaria se comenzó a usar en Inglaterra a mediados del siglo XIX, y se
usaba para ir al campo o a la playa. Es
decir, era un símbolo de elegancia en una época en que la higiene dejaba mucho
que desear. Y lo digo porque baste imaginar
usar ese traje en las regiones calurosas entre los trópicos.
El punto, para olvidarnos un poco del origen,
es que cuando comencé a trabajar, con ilusión me compré mi primer traje, pues
de estudiante a lo más que aspiré fue a un saco sport de la marca SIDI, que
usaba en todas y cada una de las fiestas a las que fui invitado, con distintos
pantalones y la corbata que compré con el saco.
Te contaba que me compré mi primer traje y
luego el segundo y el tercero, porque había que lavarlos. Sí, en mi imaginación yo pensaba que los
trajes se lavaban después de cuando mucho tres puestas. Así que el gasto de
tintorería se incrementaba, pero siempre estaban impecables mis trajes.
Por cierto, me llamaba la atención ver la
calidad de las telas de lo trajes.
Hechas para durar, para aguantar mucho tiempo y muchas lavadas. Aunque, comencé a ver que mis amigos de la
ciudad de México, Godínez como yo, tenían manchas en el interior del saco, o
una mancha de comida en su pantalón, les duraba semanas y semanas. Pero en aquéllos tiempos no me cuestionaba
mucho al respecto, además de la gran ventaja de que en la ciudad de México con
tanta contaminación tu capacidad para olfatear se ve reducida
considerablemente.
Mi primera mala experiencia la obtuve cuando
le pedí prestado a un amigo su saco para una fiesta de postín. Inmediatamente
me lo dio, pero ya de cerquita, ver las manchas de sudor en las axilas del
saco, y luego acercarme a olerlo, fue una terrible experiencia, con náuseas
inmediatas.
Allí entendí la razón de hacer los sacos con
tela gruesa. Así no salen los malos
olores, y se concentran en el interior de la propia prenda de vestir.
El acabose llegó unos años después, cuando me
enteré de que un amigo que trabajaba en la torre de Pemex, se ponía unas 40
veces cada traje antes de mandarlo a lavar.
Eso sí, los pantalones los planchaba esporádicamente con el fin de
evitar que se notaran las arrugas.
A partir de ese momento comencé a investigar
aún más la costumbre de quienes usan traje a diario, y los resultados fueron
similares. Amigos y conocidos, todos
usaban el traje una infinidad de veces antes de mandarlo a lavar a la
tintorería. Incluso descubrí técnicas
para alejar los malos olores.
Algunos amigos volteaban dos días el saco
para ¨orearlo; otros también volteaban el pantalón. Uno en especial era genial, pues levanta el
colchón, acomodaba perfectamente su pantalón y luego le ponía el colchón
encima, con lo cual el pantalón amanecía
perfectamente planchado, pero no limpio.
Imagine ud a un empleado en la ciudad de
México, al que apenas le alcanza para pagar el transporte, sus comidas fuera de
casa, la escuela de los hijos y el gasto de la casa. Tienen ahora la ventaja de
usar traje. El traje que usan una y otra
vez, y que no pueden lavar en casa. Pero se ahorran una cantidad enorme en
ropa, pues no tienen que tener ni muchos pantalones ni muchos sweaters o
chamarras, todo se resuelve con el pantalón y el saco.
La esposa supongo que feliz porque tiene que
lavar poca ropa, y si acaso, toma la precaución de obligar al marido a bañarse
en el momento de quitarse el traje al llegar a casa.
Si usted fuera germen o bacteria nociva, le
aseguro que estaría feliz con el uso y la falta de higiene que se le da a los
trajes. Podría crecer y multiplicarse en
cada traje al que ud tuviera acceso.
Cumpliría el mandato bíblico sin ningún problema, y si lo guardan en un
clóset sin lavarlo (lo cual es lo común), pues entonces ud tendría la
oportunidad de colonizar otras prendas de ropa, para prevenir la posible
eventualidad de que maten a parte de la colonia en una tintorería con su lavado
en seco, después de unos cuarenta o cincuenta días de uso.
Pensar que me quejaba de algunos amigos
europeos que usaban la misma camisa tres o cuatro días, y yo pensaba y les
decía que el olor era insoportable.
Después de conocer a detalle las costumbres antihigiénicas del uso del
traje de trabajo, creo que mis amigos eran un dechado de virtudes y limpieza.
No sé ud, pero yo, ahora que veo a la gente
de traje, en lugar de pensar que son elegantes o distinguidos, lo único que
alcanzo a pensar, es en preguntarme ¿Cada cuántos días de uso mandan su traje a
la tintorería?
Aquí queda muy bien la canción esa de ¨tengo
un mes con el mismo pantalón¨… y con el mismo saco.
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