*Aterrizó en Kiev la primera remesa de ayuda militar adicional aprobada en diciembre por la Casa Blanca. “El cargamento servirá para potenciar sus defensas frente a la, cada vez mayor, agresión rusa”, afirmó el gobierno de Biden.
Ciudad de México | 24 enero 2022
Tribuna
Libre.- Aproximadamente
unas 90 toneladas de armas y municiones proporcionadas por Estados Unidos han
aterrizado este fin de semana en el aeropuerto ucraniano de Boryspil (a unos 29
kilómetros al este de Kiev) en lo que se trata de la primera remesa de la ayuda
adicional para Ucrania aprobada en diciembre por la Casa Blanca y en un momento
álgido de la tensión con Rusia sobre la acumulación de tropas en la frontera.
La
Embajada de Estados Unidos en Ucrania ha confirmado la llegada del avión aunque
no ha especificado exactamente el material que trasladaba más allá de
describirlo como “ayuda de carácter letal munición incluida, para los
defensores del frente de Ucrania”.
“Esto
demuestra el firme compromiso de Estados Unidos con el derecho soberano de
Ucrania a la autodefensa”, según el comunicado de la Embajada, publicado en su
cuenta de Twitter.
“Este
envío, así como los 2.700 millones de dólares en ayuda proporcionados a Ucrania
desde 2014, demuestra el compromiso de Estados Unidos para potenciar sus
defensas frente a la, cada vez mayor, agresión rusa”, ha añadido la misión
diplomática.
Si
bien la Casa Blanca aprobó esta nueva partida en diciembre, la información no
se dio a conocer hasta esta semana, cuando fue confirmada por el secretario de
Estado de EEUU, Antony Blinken.
Rusia
se ha pronunciado en repetidas ocasiones contra la llegada de material militar
a Ucrania al entender que solo sirve para aumentar la tensión militar en la
zona, como ya había ocurrido recientemente con otra remesa de armas ligeras
antitanque entregadas por Reino Unido.
Los
estados bálticos de Estonia, Letonia y Lituania también han manifestado su
interés en enviar sistemas antiaéreos de fabricación estadounidense a Ucrania.
EEUU y Rusia volverán a
reunirse
Rusia
y Estados Unidos volverán a reunirse “la próxima semana” tras mantener ayer en
Ginebra conversaciones “francas” sobre la crisis en torno a Ucrania, en cuya
frontera siguen concentradas fuerzas militares rusas. La reunión de Ginebra
entre los jefes de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, y estadounidense, Antony
Blinken, fue la última de una serie de iniciativas diplomáticas que empezaron
con dos conversaciones telefónicas entre los presidentes Vladimir Putin y Joe
Biden en diciembre.
Aunque
el tono fue “franco y sustancial”, según Blinken, también sirvió para rebajar
tensiones tras semanas de escalada verbal. Lavrov señaló haber acordado con el
secretario de Estado estadounidense “un diálogo razonable” para “calmar las
emociones” tras algo menos de dos horas de reunión.
Tras
el encuentro, el Ministerio ruso de Relaciones Exteriores advirtió sin embargo
en un comunicado que si los occidentales seguían “ignorando las preocupaciones
legítimas de Rusia” en relación a la ampliación de la OTAN en Ucrania y en su
frontera occidental, habrá “graves consecuencias”. “Esto puede evitarse si
Washington reacciona positivamente a nuestros proyectos de acuerdo sobre
garantías de seguridad”, dijo el Ministerio.
El
jefe de la diplomacia estadounidense pidió a Rusia que demuestre que no tiene
intención alguna de invadir a su vecino y “una muy buena manera para empezar
sería desescalando, haciendo retroceder esas fuerzas en la frontera de
Ucrania”, dijo Blinken.
El
Kremlin niega cualquier intención bélica, pero condiciona la desescalada a la
firma de tratados que garanticen la no expansión de la OTAN y la retirada de la
Alianza transatlántica de Europa del Este. Algo inaceptable, según Occidente,
que amenaza a Rusia con duras sanciones si ataca a Ucrania, una exrepública
soviética.
Blinken
aceptó poner sobre la mesa “ideas” la semana que viene, pero no dijo si cumplirían
las demandas detalladas de los rusos. Sin embargo, el estadounidense advirtió
que habría una respuesta incluso en caso de agresión “no militar” de Rusia
contra Ucrania.
La
ecuación diplomática es complicada. Rusia insistió el viernes en la retirada de
las tropas extranjeras de los países de la OTAN que se incorporaron a la
Alianza después de 1997. Moscú mencionó específicamente a Bulgaria y Rumanía,
aunque la lista incluye a 14 países del antiguo bloque comunista.
Rumanía
consideró esa demanda inaceptable y la propia OTAN la rechazó, alegando que ese
repliegue “crearía miembros de la OTAN de primera y de segunda clase”, según
dijo su portavoz Oana Lungescu.
El
servicio de inteligencia militar ucraniano acusó a Moscú de seguir “reforzando
las capacidades de combate” de los separatistas prorrusos en el este de
Ucrania, con tanques, sistemas de artillería y municiones. Rusia es
considerada, a pesar de sus desmentidos, como el principal apoyo de estos
combatientes y la instigadora del conflicto que ha dejado más de 13.000 muertos
desde 2014. Ese mismo año anexionó Crimea, en respuesta a una revolución
prooccidental en Ucrania.
El
presidente de la cámara baja rusa, Viacheslav Volódin, anunció que el
parlamento debatirá la próxima semana una petición para que Putin reconozca la
independencia de los dos territorios separatistas de Donestk y Lugansk.
La
reunión de Ginebra completa una gira por Europa de Antony Blinken para reunirse
con sus aliados ucranianos, alemanes, franceses y británicos.
Europeos
y estadounidenses han insistido en que Moscú se enfrentará a duras sanciones si
ataca Ucrania. Una amenaza que el Kremlin desoye desde hace ocho años y que no
le ha hecho cambiar de política.
Para
Moscú, el objetivo principal es hacer retroceder a la OTAN, percibida como una
amenaza. Para los estadounidenses, una retirada de Europa no es una opción. Una
posibilidad sería trabajar en el difunto tratado de desarme nuclear firmado
durante la Guerra Fría, que el expresidente estadounidense Donald Trump había
enterrado.
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