* Sesión de cinismo político * No bajaban de represor y estúpido a Cuitláhuac * Cómplices del narco, les decía el gobernador * Y a tragar sapos todos * Rosario Ibarra: su tragedia se volvió una gesta * Cancelan publicidad si apoyan a Gutierritos * Director de Catastro, un cero a la izquierda con la venia de Nahle.
Mussio Cárdenas Arellano | 21 abril 2022
Tribuna
Libre.- Un
pestañeo les basta. Hoy, los Yunes seducen a Cuitláhuac y Cuitláhuac les roba
el corazón, olvidando mentadas, agravios y amenazas; ocultando que el
gobernador les dijo aliados del narco; ellos llamándole “estúpido”, y al
presidente López Obrador “loco, corrupto, viejo guango y vividor”.
Tanto odio para terminar apareados.
Un pestañeo y arranca el show. El yunismo se
arrastra, rendido al verdugo que lo echó del poder, y el gobernador se
disfraza, se maquilla, tragándose la hiel que lo llevó a decir que los Yunes
azules fueron “leña del árbol caído” de la que no quiso cortar.
Un pestañeo y el descaro cunde. Un coloquio
de aplausos y sonrisas, elogios que surgen de los labios de la vedette que
reprime a Veracruz, coqueteándole a la facción del panismo a la que antes
acusó de un fraude por mil 100 millones
de pesos con el sistema de videovigilancia para tareas de seguridad pública,
implicando al ex gobernador Miguel Ángel Yunes Linares en una denuncia que yace
aún en los archivos de la Fiscalía General de la República.
Y les endilga haber usado “aviadores”
incrustados en la nómina del Instituto Veracruzano para la Educación de los
Adultos en la campaña de Miguel Ángel Yunes Márquez a la gubernatura, en 2018.
E imputándoles ser lo mismo que Javier
Duarte.
Y de violar la normatividad para erigir un
adefesio modernista en el centro histórico de Veracruz, la Torre Centro, cuyo
responsable de obra resultó ser el alcalde suplente, macoya de Fernando Yunes Márquez,
hijo de Miyuli, hermano de Chiquiyunes y cuñado de la presidenta municipal,
Patricia Lobeira Rodríguez, alias Paty Yu. O sea, los que se enriquecen al
amparo del poder.
Y Paty Yu ahí, deglutiendo los primeros sapos
—¿y ella por qué si el pleito no es suyo?—, con su estampa de niña bien, su
atuendo impecable, eso sí muy educada, hasta con maestría, pero políticamente
doblegada, a la que sólo le queda repetir el guión, agradeciendo la invitación
del gobierno de Veracruz a la entrega de proyectos productivos y apoyos a la
comunidad de Vargas, congregación del mítico puerto. “Necesitamos estar bien
coordinados los tres órdenes de gobierno”, apuntó Paty Yu tendiendo el puente
de plata.
Tanto odio para terminar apareados.
Sesión de cinismo de alto nivel en Vargas,
viendo a Cuitláhuac García tragar los siguientes sapos, saborearlos, mientras
los humores que destila, su tirria al yunismo, el acérrimo y odiado enemigo, se
disipan para dar un paso atrás.
Aquella escena es de psiquiatras. Si no fuera
cinismo político sería mal demencial.
Cuitláhuac aplaude. Paty Lobeira sonríe. Alza
el brazo. Saluda. Se complace. Y el verdugo le estrecha la mano para luego
refrendar que por el bien de los veracruzanos van a trabajar. A saborear el
sapo gourmet.
“Me da gusto que ‘háyamos’ (sic y recontra
sic) coincidido aquí con la licenciada Patricia Lobeira. Le agradezco la
bienvenida, la cordialidad y la disposición, porque vamos a seguir trabajando
juntos en beneficio del puerto de Veracruz”, expresó la vedette.
El yunismo del primer círculo lo celebra.
“Cuitláhuac dobló las manitas”.
El yunismo de a pie se mueve entre el azoro,
la frustración y el malestar, sin poderlo creer.
Y el antiyunismo, los del Chapito Guzmán
Avilés, los de Serralde, los de Julen Rementería, a los que los Yunes azules
acusaban de estar postrados a los pies de Morena, ese antiyunismo ríe a placer.
Los agravios marcan la historia entre Morena
y los Yunes azules. Vienen desde 2016 cuando Javier Duarte gobernaba Veracruz,
y vio a Héctor Yunes Landa, candidato del PRI, sin fuerza para ganar la
elección a gobernador y movió la maquinaria a favor del morenista Cuitláhuac
García.
Nada funcionó. Ni el pacto López
Obrador-Javier Duarte ni las alianzas del Peje con corrientes priistas, el
marcelismo, el fidelismo, las rémoras del viejo PRI, ni los arreglos con el
panismo afín a Víctor Serralde y a Gerardo Buganza. Miguel Ángel Yunes Linares
los derrotó.
En 2018, la guerra siguió. El 9 de enero,
Yunes Linares anunció que demostraría cómo Javier Duarte subsidiaba a Andrés
Manuel López Obrador. “Javier Duarte lo mantenía; que le daba dinero a él y a
sus achichincles para sus campañas. Le voy a demostrar que es un corrupto, que
tiene prestanombres, que tiene ranchos en Chiapas y en Tabasco”.
Y le soltó una que le ardió a Andrés Manuel:
“Está loco, es un corrupto y un vividor del sistema”. Lo suyo, dijo, es agarrar
un micrófono y decir barbaridad y media. “¿En qué trabaja López Obrador? Veanlo
todo gordo, come todo el día. Véanlo, no trabaja”.
Y agregó:
“Este tipo es loco porque propone para
resolver el problema de inseguridad liberar a todos los reos, que salgan de la
cárcel todos, obviamente que salga Duarte, que es su cómplice. Y propone
también perdonar a todos los delincuentes, a los que hoy están asesinando,
secuestrando, cometiendo feminicidios”.
Ya como gobernador, Cuitláhuac se agazapó y
no evitó que Flavino Ríos, Mauricio Audirac, Arturo Bermúdez, Francisco
Valencia, Gina Domínguez, Luis Ángel Bravo Contreras y sus subalternos y
adláteres dejaran las cárceles, cumpliendo el pacto de impunidad.
Y también acusó a Yunes Linares de fraude por
mil 100 millones de pesos con el sistema de videovigilancia para las tareas de
la Secretaría de Seguridad Pública de Veracruz.
El 8 de septiembre de 2019, el gobernador
advirtió que en la campaña a gobernador Miguel Ángel Yunes Márquez usó a 400
“aviadores” adscritos a la nómina del Instituto Veracruzano para la Educación
de los Adultos, empleados que cobraban, no trabajaban y se dedicaban a la
operación electoral.
Fernando Yunes Márquez, hermano de
Chiquiyunes, cuñado de Paty Yu, también terció. El 10 de marzo de 2021, al
señalamiento del gobernador de que su suegra se saltó la fila que esperaba
recibir la vacuna contra el coronavirus, le respondió con dos epítetos: cobarde
y estúpido.
Mes y medio después, el 26 de abril, ante los
amagos de que le tumbarían la candidatura a alcalde de Veracruz por no ser
originario del municipio ni acreditar residencia efectiva, Miguel Ángel Yunes
Márquez acusó persecución política, espionaje y hostigamiento.
“Desde hace varios meses —apuntó— mi familia
ha sido objeto de una persecución orquestada desde el gobierno del estado. A
través de campañas de desprestigio y mentiras intentan intimidarnos con el
objetivo de que nos vayamos del estado y dejemos la vida pública”.
Advertía una “estrategia de denuncias y
órdenes de aprehensión” tendiente a encarcelarlo y echarlo de la elección por
la alcaldía de Veracruz.
Chiquiyunes, al final, quedó fuera. El
Tribunal Electoral de Veracruz, controlado por Cuitláhuac, lo declaró
inelegible. Las salas regional y superior del Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación confirmaron el fallo. Patricia Lobeira, su esposa, lo
relevó en la candidatura. Sufrió la embestida de Morena, el asedio político, la
maquinaria de poder, y no se quebró. Ganó en las urnas, en el órgano electoral
y en los tribunales.
Meses después, Cuitláhuac volvía a la carga.
Y López Obrador lo secundaba. Una mención del reyecito de palacio sirvió para
cuestionar la legalidad de la Torre Centro, a medio construir en el área
histórica de Veracruz, a espaldas del Edificio de Faros y de la estatua de
Venustiano Carranza, que fuera sede de la Presidencia de México durante la
Revolución.
Y ahora el show, los saludos, las sonrisas,
los aplausos. Si no es teatro, es vodevil.
La obra tiene mil nombres: "Coman sapos
y saboréenlos”, “El perfume de la hipocresía”, “Duelo de cínicos”, “La
corrupción somos todos”, “El viejo no es tan guango”, “Cuitláhuac no es tan
estúpido”, “Pactaron con el narco pero ahora me caen bien”, “Que regrese
Winckler y lo hacemos fiscal”, “Me espías pero le aplaudes a mi esposa”, “Te
denuncio pero te quiero”, “AMLO no está tan loco”, “Duarte sí lo mantenía, pero
poquito”.
Tanto odio para terminar apareados.
Archivo
muerto
Se le juzgue como sea, Rosario Ibarra hizo de
su tragedia personal una gesta. Hurgó en calabozos y mazmorras, en archivos y
en documentos clasificados, buscando con vehemencia saber de su hijo Jesús
Piedra Ibarra. Nunca lo halló. Sabíase del activismo político de Jesús, su
integración a grupos al margen de la ley, miembro de la Liga Comunista 23 de
Septiembre, señalado de ser partícipe en secuestros, aprehendido tras el
asesinato del policía Guillermo Villarreal Valdez, pero nada justificó nunca su
desaparición forzada. Medio siglo demandó, exigió, imploró doña Rosario Ibarra
de Piedra por el destino de Jesús, por su suerte, por su vida. Medio siglo
increpando al poder, a Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas de
Gortari, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto. Cifró su esperanza, su última
esperanza, en López Obrador y así se extinguió. Fue diputada federal, senadora,
candidata presidencial. Se le vio en la búsqueda del voto, bajo las siglas del
Partido Revolucionario de los Trabajadores. Se unió a las protestas por el
fraude electoral, en 1988, y desde entonces mantuvo una lucha intensa junto a
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y en menor medida al lado de Andrés Manuel López
Obrador. Fue lideresa del Comité Eureka, la asociación desde la que organizó la
demanda por la presentación en vida de los desaparecidos. Su ejemplo sirvió,
motivó, alentó a muchas otras madres, hermanas, hijas que enfrentaron una
tragedia similar del familiar desaparecido. El gobierno de López Obrador le
concedió la medalla Belisario Domínguez, que doña Rosario declinó recibir
personalmente. Decidió mantenerla bajo custodia del gobierno obradorista hasta
que le fuera revelado el paradero de su hijo Jesús, sin que esto llegara a
ocurrir. Este sábado 16, cuando contaba 95 años, su vida se apagó… Calambre al
Clan de la Succión y anexas, a los medios, dueños de portales, opinadores,
aplaudidores, que difunden las actividades del célebre Gutierritos. Revela José
Pablo Robles en Diario del Istmo la instrucción del desgobernador Cuitláhuac
García, vía su “vocero”, Joseph Iván Luna, que aquel medio que ande en la
órbita del diputado Sergio Gutiérrez Luna, verá concluido el convenio de
publicidad con el gobierno de Veracruz. Lo confirma el succionador mayor, a
través de su máscara “Maquiavelo”, trasluciendo dos detalles: la relación con
Rocío Nahle, secretaria de Energía y enemiga jurada de Gutierritos por la
batalla por la candidatura de Morena al gobierno de Veracruz, anda en crisis, y
el temor a que el cáustico Cuitláhuac lo deje sin el suculento chayote que le
tira cada mes. Vil burlesque en el que se encueran todos: Nahle estancada y
temiendo que Gutierritos le coma el mandado; Cuitláhuac García como harapiento
empleado de la zacatecana, y los succionadores Robles intentando una revuelta
de medios por la defensa de billete… de los Robles. Todos encuerados, todos
exhibidos… Julio César Muñoz Perea es un cero a la izquierda. Nada sabe, nada
entiende. Sólo tiene una virtud: se cobija en el regazo de Rocío Nahle. No sabe
de valores catastrales, del valor de la tierra, de inmuebles, de cédulas, pero
se agazapa en la sombra de la secretaria de Energía. Karlita Pérez dio la cara
por Julio César Muñoz hasta que trascendió que ella era el poder tras el trono
en la Dirección de Catastro Municipal de Coatzacoalcos y la pusieron en modo
pausa. Muñoz Perea es producto del tráfico de influencias. Muñoz Perea es un
feto del amiguismo. Su tía Silvina Perea es cuasi comadre de Rocío Nahle y por
eso le aguantan su ignorancia, su indiferencia, que haya llegado de Guadalajara
donde vegetaba plácidamente a asumir un cargo para el que no tiene capacidad.
Karla fue enviada a otra área de trabajo, pero el que sigue ahí, haciendo
trastupijes, es Juan Carlos Toscano Moya, el operador de trámites que a veces
agiliza y otras los entorpece. Muy puro, Toscano ahora frena acciones que antes
por un cómodo billete —5 mil, por ejemplo— solía realizar en tiempo récord. La
podredumbre en Catastro Municipal marcha viento en popa, en plena Cuarta
Transformación. Y en el vértice, el recomendado inútil de Rocío Nahle…
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