* López Obrador ya no prende ni a su grey * No reunió arriba de 150 mil fieles * Sheinbaum, la que peor opera * AMLO no vetó a Nahle * La encuesta será una farsa * Hernández Madrid, el Señor de los Sobornos * Amenaza a César Soto, líder del PAN * El obispo de fiesta y los católicos cada vez son menos
Mussio Cárdenas Arellano | 05 dic. 2022
Tribuna
Libre.- Del
Ángel de la Independencia al Zócalo, al mesiánico Andrés Manuel se le extravió
un millón de feligreses. A la Plaza de la Constitución, corazón político de
México, llegaron acaso unos 150 mil fieles, los fanáticos de la ilusión.
No fue el millón 200 mil borregos que pregonó
la secta, inflando la cifras, intentando enmascarar el fracaso, impactada por
el desaire de las bases, reflejando que el patriarca ya no conecta con los de
abajo o que las masas que antes lo sacralizaban dejaron de creer.
No fue un millón 200 mil fieles los que
marcharon, pues en el Zócalo de la Ciudad de México no hay espacio para una
muchedumbre de esa dimensión.
Caben 187 mil 584 personas, sin dejar vacíos,
ocupando los 62 mil 528 metros cuadrados correspondientes a la plancha del
zócalo capitalino y las calles adyacentes de Pino Suárez, donde se ubica la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, así como 20 de Noviembre, el
Empedradillo y la Plaza del Seminario.
La cifra de un millón 200 mil asistentes,
difundida por el aparato de propaganda del gobierno de la Ciudad de México,
replicada en la prensa vendida —chayoteros del obradorato— retrata los falsos
escenarios en que la Cuarta Putrefacción y su patriarca se estacionan, jugando
con la popularidad.
Una simple operación matemática y algo de
lógica, destruye la fábula del millón 200 mil borregos. Y aniquila el mito del
flautista de Macuspana.
El Zócalo mide 192 metros de norte a sur y
240 metros de oriente a poniente. O sea, 46 mil 80 metros cuadrados. En ese
espacio caben 138 mil 240 personas, considerando que tres obradoristas ocuparan
un metro cuadrado. Pero los videos en tomas aéreas y a ras de piso exhibieron
que los asistentes no se hallaban apretujados y que habían amplios vacíos entre
la muchedumbre.
Las calles aledañas al Zócalo tienen las
siguientes medidas: Pino Suárez, 4 mil 680 metros cuadrados; 20 de Noviembre, 2
mil 880; el Empedradillo, 4 mil 576, y la Plaza del Seminario, 4 mil 312. Ese
espacio de 16 mil 448 metros cuadrados habría dado cabida a 49 mil 344
personas.
En total, entre la plancha del Zócalo y las
calles adyacentes, cabrían 187 mil 584 feligreses.
Ni remotamente se acerca a la cifra de un
millón 200 mil asistentes que divulga el aparato propagandístico de López
Obrador, ni los corifeos de la jefa de Gobierno de la ciudad de México, Claudia
Sheinbaum, ni los voceros chayoteros que pululan en los medios a sueldo —los
moneros paleros, La Jornada, Radio Fórmula, Tv Azteca, Televisa, entre otros— y
en las redes sociales.
El portal México Mágico es aún más riguroso.
A ese cálculo le resta 10 por ciento de “áreas reservadas”. La superficie total
a ocuparse sería de 56 mil 275 metros cuadrados con una asistencia máxima de
168 mil 826 personas. No más.
En 2006, López Obrador logró las mayores
concentraciones que se recuerden. Atizados los odios, perdida la Presidencia de
México por medio punto en el cómputo final, Andrés Manuel inventó la Convención
Nacional Democrática. Fue la misma película: una marcha, mucho elogio y un
discurso.
Movía al Partido de la Revolución
Democrática, a Convergencia por la Democracia y al Partido del Trabajo, a
organizaciones sociales, tianguistas, transportistas, al Frente Popular
Francisco Villa que actuaba como grupo de choque, y sacudía al sistema.
Tras el mitin del 17 de julio de 2006, el
mesiánico pregonaba haber reunido a un millón de personas. Falso. Las
dimensiones del Zócalo y calles adyacentes, aún sumándoles Madero, 5 de Mayo y
16 de Septiembre, no daban cabida a un contingente de esa magnitud.
México Mágico concedió que la superficie
ocupada hubiera sido de 100 mil 832 metros cuadrados en los que sólo cabrían
302 mil 492 asistentes. El millón, ni soñando.
Aún si en cada metro cuadrado se hubieran
colocado cuatro personas, la asistencia total habría sido de 403 mil 328
asistentes.
El mitin del millón es una utopía. El pequeño
patriarca vive con esa obsesión. Para lograrlo debía colocar a 18 personas en
cada metro cuadrado, algo humanamente imposible.
Peor aún, para alcanzar el millón 200 mil
asistentes tendrían que haber estibado a los fieles y ubicar 22 de ellos en
cada metro cuadrado.
Lo que se lee, lo que se escucha, lo que
pregona el aparato de propaganda del mesiánico es demencial. Y peor, no hay un
solo cretino, un solo racista, un solo conservador —así les llama el Juárez de
pacotilla— que use las matemáticas y demuestre que el millón 200 mil marchantes
obradoristas es una falacia descomunal.
Andrés Manuel no sólo está cansado; está
rebasado. En cuatro años no cuajó un sólo proyecto cumbre. Patinó en el fango.
Estancó al país. Fue acumulando fallas, pifias, yerros. Peor, encubrió a los
que había ofrecido llevar a prisión. Enrique Peña Nieto ríe, disfruta la
impunidad. Felipe Calderón es el receptor de sus diatribas pero no hay una sola
acción legal clara. Y así Ricardo Anaya, Videgaray, Osorio Chong. Rosario
Robles volvió a ser libre. Lozoya pronto volverá a las calles y a cenar pato
laqueado. Los de los sobornos de Odebrecht la gozan. Hasta Lorenzo Córdova,
presidente del Instituto Nacional Electoral, se mofa de Lopez Obrador.
Sin logros, en el quinto año de gobierno
vuelve a la andadas. Si no hay resultados, hay simulación. Y si el repudio
ciudadano a Andrés Manuel se convierte en marcha, aduciendo la defensa del INE,
el rechazo a su reforma electoral porque intenta cooptar y controlar al órgano
electoral, la respuesta del mesiánico es marchar… aunque las masas ya no estén.
Y ahí, el domingo 27 de noviembre, se le vio
causando pena. Caminó por Paseo de la Reforma, realizando el trayecto al Zócalo
en cinco horas, debiendo descansar, haciendo la pausa, y un día después
concediendo que esa fue su última marcha, el último show.
El diminuto citó a la grey en el Ángel de la
Independencia e inició la procesión. La faramalla incluía la sobada de cuerpo,
el abrazo, la selfie, las vibras que produce una divinidad como Andrés Manuel.
Vaya, ni Jesús, que es de otro nivel, le enchina la piel a la fanaticada como
lo hace López Obrador. Obvio, Jesús es sólo el Hijo del Hombre, pero el
mesiánico es el mero Dios.
Hay algo peor que los vacíos en el Zócalo,
culmen de la marcha del ardor. Hay algo que inquieta a Andrés Manuel. Sus
operadores fallaron. Una jefa de Gobierno y 21 gobernadores con todo el aparato
de poder, el erario en sus manos, el transporte, el control, los programas
sociales, y no metieron ni 150 mil feligreses.
La que más queda a deber es Miss Corcholata,
Claudia Sheinbaum, futura candidata presidencial de Morena. En su territorio,
en la sede del obradorismo, en la capital, con millones de seguidores cautivos,
sin requerir transportar a nadie de ciudad a ciudad, falló.
Falló también Martí Batres, el que cuenta
menos cuando marchan los cretinos y cuenta de más cuando patriarquita dirige a
la masa. Si alguien controla ambulantes, locatarios, transportistas,
beneficiarios de programas sociales, es él, el amigo del pederasta de la Luz
del Mundo.
La contramarcha exhibió odios vivos entre
corcholatos. A Marcelo Ebrard le tocó sentirlo literalmente en la piel. Un
feligrés de Claudia Sheinbaum le lanzó un escupitajo en el rostro a escasa
distancia. La escena hizo recordar cómo se perpetró el magnicidio de Luis
Donaldo Colosio, Aburto disparando a quemarropa porque la masa impidió a la
escolta proteger al candidato. Esa vulnerabilidad presagia muerte.
Pobre mesías. Se le perdió un millón de
feligreses en la procesión. Le dio el soponcio al propagandista de los 150
millones, Epigmenio Ibarra. Andrés fue incapaz de llenar el Zócalo, lo que era
su especialidad, y durmió a todos con el discurso del ahí les voy con la
transformación.
Hasta López Obrador sabe que la peregrinación
del millón 200 mil fieles es una irrealidad.
Archivo muerto
Macaneando, López Obrador escucha, parlotea y
agita el juego de la sucesión en Veracruz. Así cometa mil errores, a Rocío
Nahle la cuida. Le quita reflectores. No la descarta. La guarda. De paso,
justifica: quien acredita residencia efectiva tiene derecho a aspirar a un
cargo. Viene a Veracruz y manda señales sobre la candidatura de Morena. Será
por encuesta, y resulta que la secretaria de Energía sigue a la cabeza en la
preferencia morenista. Y como todo México sabe, en la encuesta la única opinión
que cuenta es la de él. Una pregunta a modo le da al presidente para tirar un
trozo de carne al estanque de los tiburones. Y como no se pronunció por Rocío
Nahle, hay quienes dan por seguro que la zacatecana ya se cayó. No —dice el
mesiánico Peje—, Rocío está dedicada a concluir la construcción de la refinería
de Dos Bocas. Y como todos, tendrá que medirse en la encuesta final, que será
al inicio de 2024. El problema para los antiNahle es que la segunda opción, el
alcalde de Xalapa, Ricardo Ahued, está descartada; el edil dice que no
contenderá. Las señales son claras: la línea es la encuesta, donde Nahle
lidera, y el requisito de la residencia efectiva, que lo acredita sin mayor
dificultad. Nahle habrá de lidiar con su impopularidad y los estragos que le
causará el fiasco de la refinería de Dos Bocas, que difícilmente producirá los
340 mil barriles de combustibles para esas fechas, y el apoyo demencial al peor
gobernador de la historia de Veracruz, Cuitláhuac García Jiménez. Pero al final
será la candidata de Morena. Mientras, López Obrador regresa al tapadismo,
cobijando y manteniendo en perfil bajo a la figura que desde el principio
escogió… Rogelio Hernández Madrid es el “Señor de los Moches” en la SCT
Veracruz. Opera contratos, acuerda en las sombras, se arregla con quien dé más
y decide a qué constructor se le otorgan las obras. Por sus manos pasan las
dádivas, una práctica que el obradorismo niega de palabra pero en los hechos
aplica sin pudor. Mano derecha del director del Centro SCT Veracruz, Martin
Ramón Álvarez Fontán, Hernández Madrid actuaba igual que cuando tenía vara alta
en la Secretaría de Infraestructura y Obras Públicas del gobierno de Veracruz
en tiempos de Gerardo Buganza Salmerón. Testimonios de los contratistas y una
carta abierta de empleados de la dependencia, dan cuenta de un cúmulo de
trapacerías que suele hacer, que van desde la designación de incondicionales en
cargos a lo largo de la entidad hasta la siembra de duartistas en puestos
clave. Desde los tiempos de Buganza, Hernández Madrid ya era el “Señor de los
Moches”. Ahora es el operador estrella en el Centro SCT Veracruz y el diezmo se
cumple a cabalidad, destinando gran parte de la colecta para la causa
bugancista. O por lo menos ahí presume el círculo cercano a Hernández Madrid
que los diezmos van a parar. ¿Lo sabrá
el gobernador Cuitláhuac García? Si no, alguien se lo debería contar… Atado a
la reja que da acceso a su hogar, César Soto halló un muñeco de fieltro. Era
uno, tipo espantapájaros, de los que suelen usarse en Halloween, festejo de
brujos. Pero Halloween fue al finalizar octubre y el muñeco-mensaje amarrado en
la reja de la casa del líder municipal del Partido Acción Nacional en
Coatzacoalcos apareció el 27 de noviembre, un mes después. Obvio, César Soto se
inquietó. “¿Es esto una clase de amenaza o intimidación en mi contra?”, publicó
en su cuenta de Facebook. “Pusieron este muñeco en el portón de mi casa. Sepan
que no les tengo miedo”. y le llovieron expresiones de solidaridad. Lejos de
arredrarlo, el mensaje lo fortaleció. A César Soto, cuya fama pública se nutre
de una vida congruente, recta, de compromiso con los que creen en él, de lucha
por volver al desarrollo que Coatzacoalcos llegó a tener, el episodio le sirve
para confirmar que quienes lo rodean no lo van a dejar. Grave sería que le
hubieran arrojado una cabeza de cerdo con amenazas explícitas, como suelen
hacer los malandros políticos de aquí… Cada día pierde más adeptos el
catolicismo en Coatzacoalcos, pero el obispo Rutilo Muñoz ni se inmuta. Acumula
20 años al frente de la diócesis y el panorama es desolador. Salvo los
domingos, en los templos hay más bancas que feligreses, más imágenes de santos
que creyentes, más reclinatorios que hombres de fe. El catolicismo de
Coatzacoalcos pasó del génesis al éxodo, miles de falsos devotos migrando hacia
el protestantismo, un tiempo a la Comunidad de Dios hasta que el crimen del
ministro Claudio Martínez devino en un conflicto moral, una disputa por el
control de la iglesia y al final la extinción. Otros “católicos” buscaron la
nueva Jerusalén entre los hermanos separados y los no tan hermanos pero sí bien
separados. Y la curia sin idear cómo retener a la clientela. Veinte años
después, la iglesia católica en Coatzacoalcos subsiste literalmente de milagro.
Y el obispo Rutilo Muñoz sólo festeja. Para el prelado, no sólo el estado de
confort sino el aplauso y el apapacho. Y desfilan por su casa de Lázaro
Cárdenas, que es la casa del ex alcalde Marcelo Montiel Montiel, políticos y
empresarios, los beatos y los no tan beatos, mientras los templos católicos
tienen enormes vacantes, falta de predicación, nula conversión, bancas vacías,
unos cuantos tomando comunión, la mayoría sin confesión y una buena parte el
pecado mortal. Y mientras el obispo Rutilo brille por su santa ausencia y opte
por el festejo de los píos y los impíos, el pueblo de Dios seguirá vagando en
el desierto sin hallar la tierra prometida, el nuevo Canaán…
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