Discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador en el 106 Aniversario de la Promulgación de la Constitución de 1917, desde Querétaro
Ciudadano gobernador, Mauricio Kuri González;
Representantes de los poderes Judicial y Legislativo;
Gobernadoras, jefa de Gobierno, gobernadores;
Servidores públicos federales, estatales;
Amigas y amigos todos:
Querétaro. | 06 febrero 2023
Tribuna
Libre.- La Constitución de
1917, se inspira, como sabemos, en los principios de libertad de conciencia y
manifestación de ideas; democracia, legalidad, división de poderes, Estado
laico, protección a la dignidad e integridad de las personas, que hoy conocemos
como derechos humanos; y en otros postulados enarbolados desde 1814 en
Apatzingán y en las constituciones federales de 1824 y 1857; sin embargo, lo
verdaderamente original de la Constitución del 17, dimana de los anhelos de
libertad, justicia y soberanía del pueblo que luchó en la Revolución de 1910
contra la dictadura porfirista.
Así, en su espíritu original, la Constitución
de 1917 da fundamento a una profunda transformación: establece el derecho a la
educación gratuita; la igualdad, la democracia, la defensa de los trabajadores
del campo y la ciudad, el derecho de los campesinos a la tierra, el dominio
directo de la nación sobre el subsuelo y el predominio del interés público.
Los 200 constituyentes que durante 70 días
intensos y apasionantes redactaron nuestra actual Carta Magna aquí, en este
Teatro de la República en Querétaro,
actuaron con estricto apego al sentir de los revolucionarios que,
todavía levantados en armas, exigían el cumplimiento de sus demandas.
Si de algo sirvió la división entre los
revolucionarios, tal vez fue que la oposición de Francisco Villa y Emiliano
Zapata obligó al moderado bando carrancista a tomar decisiones más radicales,
de mayor profundidad; recordemos que cuando Villa y Zapata llegan a la Ciudad
de México y Venustiano Carranza traslada
la jefatura del gobierno constitucionalista a Veracruz, los gobernadores que le respaldaban
comenzaron a expedir, bajo su orientación,
decretos para abolir, hasta entonces, después de más de cien años, la
esclavitud de los peones de las haciendas y que el 6 de enero de 1915, se
proclamó en ese puerto la Ley Agraria para entregar la tierra a los campesinos.
De modo que cuando este hombre de Estado,
Venustiano Carranza, convocó a los revolucionarios a elaborar una nueva
constitución, ya había antecedentes para legislar en beneficio del pueblo. Una
vez aprobados los 136 artículos y promulgada la Constitución, un día como hoy,
5 de febrero de 1917, este documento no sólo se convirtió en la ley suprema del
país, sino que llegó a ser por mucho tiempo el programa de acción más popular,
nacionalista y progresista de nuestra historia.
Aunque durante la elaboración de la
Constitución los debates fueron prolongados y a veces fuertes, no hubo entre
los diputados, en lo esencial, diferencias de fondo; nadie, por ejemplo, se
opuso a la forma en que fueron redactados los artículos 27 y 123, que
resultaban fundamentales para tratar la cuestión agraria y laboral; es más,
estos artículos se aprobaron por unanimidad.
Desde luego, la promulgación de la nueva
Constitución causó molestias y oposición de los políticos e ideólogos del
antiguo régimen, incluidos grandes latifundistas y, sobre todo, dueños y
representantes en el país de las compañías petroleras, porque en este texto
jurídico fundacional del nuevo Estado se estableció el dominio directo de la
nación sobre los recursos naturales del subsuelo en nuestro territorio.
Pero, amparados por la Constitución de 1917,
México y su pueblo resistieron el embate del conservadurismo y la presión
extranjera y se pudo avanzar aplicando uno de los planes sociales más
importantes del mundo, incluso antes de las políticas populares de la
revolución rusa y del establecimiento del Estado de bienestar en los países
europeos.
Es decir, la revolución no se había olvidado,
seguía siendo enseñanza y continuaba como guía y orientación en el quehacer
social; sólo la demanda de democracia había quedado como asignatura pendiente.
Pero, insisto, en el terreno de la justicia, el contraste con la opresión y el
clasismo porfirista era verdaderamente notable. Todavía en 1970, don Jesús
Silva Herzog, sostenía, lo cito textualmente: “los reaccionarios… ignorantes y
obstinados, siguen pensando que aquel tiempo en que gobernó al país el general
Díaz, fue de lo mejor de México en toda su historia. Hay insensatos, parece
mentira, que niegan el desarrollo de la nación alcanzado en los últimos
lustros; mas para un hombre progresista de nuestros días, a la distancia de ya
muy cerca de 60 años, el balance del porfirismo arroja números rojos. Si no
hubiera sido así no habría estallado la Revolución”, termina la cita.
Sin embargo, con el paso del tiempo y, de
manera especial, durante el periodo neoliberal, de 1983 a 2018, los retrocesos
en materia de defensa de la soberanía y de bienestar de nuestro pueblo se
fueron haciendo cada vez más evidentes hasta llegar a casi resucitar la
política económica y social porfirista. Por eso decimos que neoliberalismo en
México es neoporfirismo.
Es indudable que esta regresión tuvo como
acicate el predominio, por más de tres décadas, del imperio de la corrupción.
En consecuencia, este afán de lucro desmedido
condujo a modificar los principios y las normas de la Carta Magna hasta casi
despojarla de su letra y espíritu original y los dogmas neoliberales y los
intereses oligárquicos fueron introducidos en el texto constitucional a fin de
prevenir y obstaculizar cualquier transformación en sentido nacional,
democrático y popular.
En los 36 años de política neoliberal se
aprobaron reformas completamente antipopulares, entreguistas y contrarias al
interés público. Por ejemplo, se modificaron artículos esenciales para
legalizar la venta de empresas públicas, bancos, tierras ejidales, minas; se
otorgaron concesiones y contratos en materia de petróleo, electricidad,
telecomunicaciones; se privatizaron los ferrocarriles, los puertos, los
aeropuertos y hasta las cárceles; se limitó la gratuidad de la educación
pública; se aumentaron impuestos para la mayoría de los consumidores, mientras se
condonaban pagos a grandes contribuyentes; se aprobaron leyes para convertir
deudas privadas en deuda pública; se entregó a particulares el manejo de las
pensiones de los trabajadores y hasta las guarderías del seguro social; se
redujo el salario mínimo como no sucedía desde el porfiriato y se consagró como
gobierno una democracia, se instauró como gobierno una democracia simulada,
operada y controlada por políticos y tecnócratas afines y dependientes,
empleados de los grande poderes económicos; en fin, es raro encontrar, y los
convoco a que lo investiguen: es raro encontrar en el periodo neoliberal una
reforma a la Constitución en beneficio del pueblo; todo, absolutamente todo, se
orientó a favorecer los intereses de una minoría nacional y extranjera.
Por eso, frente a este vergonzoso retroceso,
podemos, con orgullo y con la frente en alto, sostener que millones de
mexicanos hemos logrado la aprobación de algunas reformas en el Congreso con el
distintivo de la honestidad y el humanismo. Ahora es delito grave la
corrupción, porque no lo era, porque habían modificado el código penal durante
el sexenio de 1988-1994; existe ahora, como lo ha dicho el senador
representante de esa Cámara, la ley de austeridad republicana, porque la
austeridad es un asunto de principios, no de administración, y no puede haber
gobierno rico con pueblo pobre. Se aprobó, y le agradezco mucho a los
legisladores; la ley de extinción de dominio para recuperar y devolver al
pueblo lo robado; la logró la reforma al Artículo 28 de la Constitución para
prohibir la devolución de impuestos, esto nos ha significado ingresos para la
Hacienda pública del orden de 200 mil millones de pesos al año; la
clasificación del robo de combustibles, la evasión fiscal y el fraude electoral
como delitos graves; la eliminación del fuero al Presidente para que pueda ser
juzgado en funciones como cualquier otro ciudadano y por cualquier delito; la
revocación de mandato; la consulta popular; la nueva ley laboral que garantiza
el voto libre, secreto y directo en los sindicatos; la ley de salud, para
otorgar a todos los mexicanos atención médica y los medicamentos gratuitos.
Agréguese a lo anterior la cancelación de la mal llamada reforma educativa, así
como la reforma constitucional que permite a elementos del Ejército y la Marina
participar en tareas de seguridad pública e instituye la Guardia Nacional.
Además, y esto lo considero fundamental, muy importante, se elevó a rango
constitucional el derecho a las pensiones de adultos mayores y personas con
discapacidad y las becas a estudiantes pobres en todos los niveles de
escolaridad.
Permítanme leerles el texto del artículo
cuarto transitorio de la Constitución que trata este importante asunto, dice
así: “El monto de los recursos asignados en el Presupuesto de Egresos de la
Federación y en el presupuesto de las entidades federativas del ejercicio
fiscal que corresponda, para los programas de atención médica y medicamentos
gratuitos, de apoyo económico para personas que tengan discapacidad permanente,
de pensiones para personas adultas mayores, y de becas para estudiantes que se
encuentren en condición de pobreza, no podrá ser disminuido, en términos
reales, respecto del que se haya asignado en el ejercicio fiscal inmediato
anterior.” Esto significa que no solo es un enunciado un texto, una letra
muerta en la Constitución, sino que por primera vez se establece que estos
derechos son de aplicación obligatoria para el gobierno de la República.
Amigas
y amigos:
Debemos seguir luchando por los ideales de la
Revolución Mexicana consagrados en la Constitución de 1917; no dejar de
insistir en abolir por la vía legal y democrática, las reformas contrarias al
interés público impuestas durante el periodo neoliberal; continuar proponiendo
cambios al marco legal en beneficio del pueblo, hasta devolver a nuestra ley
máxima toda la grandeza de su humanismo original.
La política es hacer historia; es transformar
y ello implica pugnar siempre por lo que es justo y parece imposible de
alcanzar; si no se lucha en forma sostenida por convertir los sueños en
realidad, no hay práctica política que valga la pena, ni transformación
posible, ni diferencia sustancial entre la vida y la nada.
La Constitución de 1917 no ha muerto, vive en
la transformación del México libre, justo, igualitario, democrático y fraterno
de nuestros días.
¡Viva la Constitución de 1917!
¡Viva Querétaro!
¡Viva la República!
¡Viva México!
Viva México!
Viva México!
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