* Otis exhibió qué tan torpe es * Llama buitres a los medios que exhiben la realidad * “Estamos emputadísimos”, le responden los damnificados * Nahle, como AMLO, gusta de violar la ley * Derrocha en propaganda * Zarco, un obradorista disfrazado * Revivir al PRD es revivir a un muerto * El reto de Roberto García Alonso
Mussio Cárdenas Arellano | 02 noviembre 2023
Tribuna Libre.- Entre el lodo, Andrés Manuel se ve como es.
Devorado por Otis, no supo qué hacer antes y después del impacto del huracán,
ni alertando a tiempo ni atinando a coordinar la ayuda, empantanado, en la
ignorancia, en la terquedad.
Entre el lodo, montado en el Jeep militar,
López Obrador se ve descompuesto, la expresión perdida, los ojos que traslucen
el azoro mientras la tropa palea intentando asentar las ruedas en algo firme,
esperando ser remolcado y advirtiendo que minutos después, su estampa, su
caricatura política, sería motivo de escarnio nacional.
Tuvo que sumir los pies entre el lodo, como
medio país imaginó, por la necedad de ir por tierra a Acapulco, ignorando las
voces que advertían de caminos cortados, cerros desgajados, miles de hectáreas
devastadas por la fuerza de Otis. Hasta el más ignorante sabe que al Presidente
se le lleva a cualquier zona de desastre vía aérea.
Protagonista del ridículo, López Obrador
llegó a duras penas a Acapulco. Vio a Evelyn Salgado, la gobernadora que sólo
sabe bailar, la porrista del presidente. Supo de la magnitud del meteoro, de
los estragos, de la gente sin casa, de los que perdieron todo, la ropa, el
techo, los bienes, la vida. Y se marchó.
Al día siguiente, destazado en los medios y
las redes, destilaba rabia. Le pudo la carcajada nacional al verlo empantanado,
trepado en el Jeep del Ejército, hecho trizas por la opinión nacional, por leer
el “nada podía salir mal” de Joaquín López Dóriga mostrando el video en que
avanza el vehículo militar y queda varado, y las risas, y las mofas, y la burla
que se suscitan y se multiplican.
Su mañanera fue one more time, el escenario
de rabia, desfogando ira, tildando de buitres, corruptos, neoliberales,
conservadores, a los que divulgan la realidad, las escenas de la tragedia, el
coraje de los damnificados, el reclamo de los pobres, el dolor de los que
perdieron familiares, los que sobreviven al fenómeno devastador y a la inútil
autoridad.
Las víctimas, según Pejetustra, no son los
damnificados; es él. La víctima no es el que no halla a sus familiares,
arrastrados por la corriente de agua, por el lodo del cerro desbaratado por el
huracán. La víctima no es el que murió cortado por los cristales fragmentados
por Otis en hoteles y edificios. La víctima no es el que se quedó con lo que
trae puesto, y el que no había comido en horas, ni bebido agua porque ni eso
quedó. La víctima, según el manual del populista perfecto, es Andrés Manuel.
A los medios que realizan la cobertura, los
cronistas de la tragedia, el reportero que halla la historia, abre el
micrófono, le da voz a la víctima, camina entre los escombros, graba vehículos
apilados, unos contra otros, unos sobre otros, árboles sobre casas y calles,
hoteles que fueron de cinco estrellas y hoy son un cascarón, a esos insensatos
que sólo informan les llama buitres.
Andan “como buitres, buscando fallecidos”,
suelta el presidente. Y reclama, con razón, la difusión de una fake news, la de
los 16 muertos en un hospital del Seguro Social, que nunca ocurrió.
Y suelta una frase tan insólita como
imprudente: “Nos fue bien. No nos fue tan mal”, cuando el primer balance
registraba 13 muertos y seis no localizados. Pues sí les fue tan mal a los
familiares de las víctimas porque cada vida es un tesoro y cada muerte implica
dolor.
Los muertos son reales. Y la cifra crece, día
a día. Y no porque haya buitres que busquen fallecidos. Hoy los muertos suman
46, y 58 desaparecidos, oficialmente, aunque la gente, el pueblo, habla de un
centenar de víctimas mortales y otros cien marineros de los que nada se sabe,
rechazando las cifras del gobierno, calificándolas de amañadas para ocultar la
realidad.
“Para que vean el nivel de vileza —suelta el
Peje—, tienen problemas los jefes (de los medios) con el Gobierno, porque no es
un asunto personal, porque antes vivían colmados de privilegios, se sentían
dueños de México y como las cosas han cambiado, como sucedió cuando la
pandemia, en vez de ayudar se dedican a atacar, a calumniar, a difundir
mentira, atemorizar a la gente. Ya basta de eso”.
Está dicho, la víctima es él.
Encendido, endiablado, Andrés Manuel cree que
la víctima no puede ser nadie más. Y se duele. Y se indigna al ver correr la
película del momento previo al impacto de Otis, las horas perdidas, los
llamados no realizados, la indiferencia, la negligencia criminal. Los tres
niveles de gobierno, los tres de Morena, y su negligencia criminal.
Alertado 21 horas antes sobre la fuerza del
huracán por el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, nada dijo en la
conferencia mañanera, su programa de variedad, el 23 de octubre. Transcurría el
tiempo y siguió indiferente. Su alerta, vía Twitter, llegó a las 8:06 de la
noche, cuando Otis ya era categoría 4, con ráfagas de 270 kilómetros por hora.
Cinco horas más tarde, las madrugada del martes 24, arrasó Acapulco.
Un mensaje en Twitter, supone López Obrador,
es un operativo de prevención. De ese nivel la negligencia del presidente.
Y así la alcaldesa de Acapulco, Avelina
López, también morenista, la que definió la rapiña en centros comerciales luego
del efecto del huracán, como “cohesión social”.
O el aviso de la gobernadora de Guerrero,
Evelyn Salgado, a eso de las 11 de la noche.
Nadie perifoneó en las colonias de Acapulco,
ni evacuaron a la población vulnerable, los que habitan casas de lámina y
cartón, en condiciones de riesgo en las laderas de los cerros. No se les
trasladó a refugios. No se aplicó ningún protocolo de seguridad. La prevención
falló.
Otis arrasó Acapulco. Destruyó su
infraestructura turística, hoteles y restaurantes, centros nocturnos y lugares
de esparcimiento. Golpeó a sus más de 800 mil habitantes, prácticamente todos viviendo
de la economía que genera el turismo.
Devastado, Acapulco reclamaba una acción
rápida, certera, atinada, tras perder la energía eléctrica, las comunicaciones,
cómo suministrar alimentos, cómo proveer agua, cómo cubrirse la piel tras
perder casa, ropa y hasta lo más elemental. Un auténtico caos.
Acapulco urgía acciones para levantar a los
muertos y atender a los heridos, para dotar de refugio a los que perdieron sus
hogares.
Y entonces apareció Andrés Manuel. Y soltó
una genialidad: la ayuda se canalizaría a través del Ejército, la Marina y la
Guardia Nacional. Fuera de ellos, nadie más.
Relegada, la sociedad civil no atinó qué
hacer. Y la desinformación en redes sociales seguía. El Ejército, decían las
voces anónimas, confiscaba todo y lo convertía en ayuda del gobierno federal.
Falso. Y había robo de la ayuda por parte de militares. Falso. Y maltrataban y
golpeaban a quienes llevaban víveres y ropa. Falso.
López Obrador había incurrido en el error de
la pandemia por Covid. Pretendió acaparar la ayuda, como antes lo hizo con la
vacunación, y se encaminó al fracaso.
Avasallado por los medios de comunicación, a
los que tilda de buitres, vio las escenas de ira y dolor. Vio a la mujer que
amaga con aplicar voto de castigo en Acapulco, obviamente a Morena, por la
ayuda que no llega, no porque estén molestos sin “porque estamos
emputadísimos”.
Vio a la mujer que cuenta que bajo los
escombros yacen los cuerpos de dos familiares “y ya huele mal” por el efecto de
la descomposición. Y no hay como rescatarlos y darles sepultura. Y no se atreve
a mover los restos y llevarlos en carretilla como lo hacen otros “porque es
delito”.
Y conoció el relato de don Cándido Trinidad,
arrastrado por la corriente, que al volver a lo que fue su hogar sólo encontró
el cuerpo de su nuera, pero no halla aún a sus dos hijos, presuntamente
sepultados por el lodo.
Tres días así. Y fueron tantos los relatos de
dolor y muerte, de olvido y devastación, que Andrés Manuel tuvo que ceder.
Entraron las organizaciones civiles, las iglesias, la Cruz Roja. Unas llevaron
comida. Ayudaron al Ejército en la instalación de comedores. Otros proveyeron
ropa. La CFE en labor titánica logró restablecer el servicio en el 65 por
ciento de Acapulco y horas después el 85 por ciento. Volvió a haber internet,
lo que permitió que fluyera la comunicación y las familias supieran si estaban
bien y qué tantos bienes se había llevado el huracán.
Una semana después, hay alivio pero la
devastación no termina. Hay decenas de colonias que no reciben ayuda. Y así en
Acapulco, Coyuca de Benítez y otras comunidades afectadas. Muchos emigraron.
Dejaron lo que quedó de sus casas y se trasladaron a otros municipios de
Guerrero o a otras entidades.
Y López Obrador sigue con su pantano mental.
La mañanera, su foro cotidiano, su programa de variedades, le sirve para atacar
a los que muestran la realidad, los que documentan la tragedia, los que dan voz
a los que están “emputadísimos” por el fiasco de gobierno, por la ineptitud
presidencial.
Sumido en el lodo, queda la estampa de un
presidente torpe, del inútil de palacio. Andrés Manuel no supo qué hacer antes
de la tragedia, no alertó. Y después no coordinó la ayuda. Sólo mostró —y
muestra— su mezquindad.
Otis, el huracán que destrozó Acapulco, lo
empantanó.
Archivo
muerto
Nahle, como al Peje López Obrador, gusta de
violar la ley. Su rostro, el abrazo, el casco, el guinda, las siglas de Morena.
Y el lema: “Rocío Nahle Va”. Y así miles de pegotes, de mantas, de
microperforados, de bardas, de espectaculares en la campaña ilegal, campaña
adelantada, campaña cínica con que la ex secretaria de Energía intenta asegurar
la candidatura, también ilegal, al gobierno de Veracruz. No hay calle en
Coatzacoalcos que se salve. Aturde la propaganda con el rostro de Norma Rocío
Nahle García, y su sonrisa, . Provocan caos vehicular sus huestes, parando
automóviles, ofreciéndoles colocar en los medallones de los automóviles el
microperforado con la estampa de la ex secretaria de Energía. Miles de taxis,
que son concesión pública, que no debieran portar propaganda alguna, ya exhiben
la figura de la zacatecana que ha pretendido, en vano, inventarse como
veracruzana, disfrazándose de jarocha, sintiéndose más rítmica que La Bamba y
hasta acusando que se le discrimina políticamente porque no la dejan violar la
ley. Y no hay INE que sancione. Puede estar a la vista de todos pero la Junta
Distrital del Instituto Nacional Electoral no interviene. Y salvo la voz de
Agustín Bolaños, de la asociación Allende 213, no hay “oposición” que alce la
voz. El Frente Amplio sigue en el letargo sin imponer recursos legales por la
campaña adelantada e ilegal de Rocío Nahle. Lo tienen todo y no hacen nada. Y
Rocío Nahle sigue en lonas mostrando los dientes… Mal y de malas, Moisés Zarco
en su intento de ser el candidato del Frente Amplio a la alcaldía de
Coatzacoalcos. Acude a una reunión en el Partido Acción Nacional y exhibe
soberbia. Describe al panismo como un masa a la que la sociedad rechaza. Y lo
que requieren es un candidato con su perfil. Puede tener razón pero tácitamente
los fue a insultar. Y el panismo, que poco quiere, ya lo sentenció. Si Moisés
Zarco Lacunza fuera el candidato, preferiría no aliarse con el PRI y PRD. Zarco
es un fantasmón. Usa las redes sociales, no para ayudar al necesitado, ni para
ventilar corruptelas, ni para enfrentar el abuso de la autoridad, sino para
constituirse en el candidato emergente, otro Xóchitl, que requiera la
oposición. Zarco es el ajonjolí de todos los moles, la tortilla de todos los
tacos y la catsup de todo hotdog. Pero en el fondo es obradorista. No hay
conflicto que no aborde en que Zarco no repita que una cosa es Andrés Manuel
Lopez Obrador y otra es Amado Cruz Malpica y antes Víctor Manuel Carranza. O
sea, el presidente morenista es el bueno y los alcaldes morenistas son los
malos. Hay una inclinación al obradorismo que no oculta. Y es una
incongruencia. Mientras Xóchitl Gálvez, coordinadora del Frente Amplio por
México, enfrenta a López Obrador, Moisés Zarco Lacunza, el aspirante a Xóchitl
de Coatzacoalcos, exime a Andrés Manuel de las corruptelas y atropellos a la
ley de los alcaldes morenistas. Zarco supone que los likes son votos. Cree que
los amigos en Facebook son amigos reales. Recuérdese su ínfima votación en 2021
cuando fue candidato a la alcaldía de Coatzacoalcos por el partido Unidad
Ciudadana. Ni 2 mil votos logró. El Xóchitl obradorista de Coatzacoalcos tendrá
que ir buscando otros ilusos a los que pueda engañar…Revivir al PRD es revivir
a un muerto. Es darle respiración artificial. Es sacarlo de terapia intensiva,
activarlo, crearle estructuras electorales, construir figuras y meterlas en el
ánimo de la población. Invencible entre los años 80 y 90, el Partido de la
Revolución Democrática cayó en el olvido, en Coatzacoalcos, en lo que fue su
bastión. De aquella cantera de votos, del cuauhtemismo y luego obradorismo
amarillo no quedó nada. Aspiró, no a ganar elecciones sino a sobrevivir. Pujó,
no por la presidencia municipal sino por pepenar regidurías. Y en el intento
quedó. Roberto García Alonso, uno de sus motores, tiene frente a sí revivir a
ese muerto, el PRD. Va reintegrando al perredismo que enfrentó al marcelismo en
Coatzacoalcos y que asestó severos golpes políticos, diputaciones federales
ganadas en las calles, recogiendo demandas populares, reclamos sociales,
agitando colonias, acudiendo a la protesta, los que constituyeron la reserva
electoral de la izquierda en Veracruz. Sábese que por lo menos la tercera parte
de la estructura electoral del Frente Amplio en Coatzacoalcos, ya la armó el
PRD…