* Delegado de Gobernación federal * Rocío no lo quiso como número dos en su gabinete * Cinco años pregonando que sería secretario de Gobierno * Bouzas y Adriana, entre el negocio y la censura * Esposa de Amado hace rifas chuecas * Cercanos a Nahle en Coatza se avientan negocios con los Yunes azules.
Mussio Cárdenas arellano| 04 julio 2024
Tribuna
Libre.-
Así sonrían, así se abracen, y sigan el guión del poder, y hagan una y otra y
otra maldad, lo cierto es que Juan Javier Gómez Cazarín fue expulsado del
paraíso. Rocío Nahle no lo quiso. Lo congeló.
No le dio ni la Secretaría de Gobierno ni la
jefatura de la Oficina de Gobierno. No lo quiso en finanzas, ni en desarrollo
social, ni en infraestructura, ni en sueños de secretario particular.
Nahle, que no se guarda nada y que todo se lo
cobra, dejó al líder del Congreso fuera de su gabinete, con una limosna, la
delegación de la Secretaría de Gobernación federal en Veracruz.
Políticamente, Gómez Cazarín está fuera. No
halló cabida en el equipo de Rocío Nahle García.
Así le tejan milagros y se cuenten anécdotas
para suavizar la derrota, Juan Javier Gómez Cazarín fue echado del círculo
rojo, donde se ejerce el poder.
Una fotografía. El “Carón” de Hueyapan
flanqueado por la futura presi, Claudia Sheinbaum Pardo, y la zacatecana Nahle,
ilegítima gobernadora electa por no ser nativa de Veracruz. Todos sonríen.
La imagen es sublime. Es como el pavo
invitado a la cena de Navidad. Lo adornan. Lo rellenan. Le inyectan el mejor
vino. Lo bañan en su jugo. Lo asan a fuego lento. Y preside su sacrificio desde
el centro de la mesa, en el sitio de honor. Luego lo destazan sus verdugos.
Se esfumó la Secretaría de Gobierno porque
ahí no podía estar un multiacusado de diversos delitos y abusos extralegales.
Desde las transas en la Volkswagen de Coatzacoalcos cuando era vendedor de
automóviles, que luego no entregaba, hasta el rollo de Coyame en el que despojó
hasta a sus prestanombres, y qué decir de los alcaldes asediados, perseguidos,
desaforados, encarcelados.
Se le fue la segunda posición en el gabinete
estatal, jodido por su bajo perfil para negociar, menos aún para respetar la
ley y honrar la Constitución. El “Carón” Cazarín ostenta el récord de más leyes
declaradas inconstitucionales por la Suprema Corte de Justicia de la Nación,
entre ellas y en primerísimo sitio la Ley Nahle con la que le quiso inventar
condición de veracruzana a la zacatecana, su antigua madrina.
Las ínfulas de Gómez Cazarín son el retrato
de Morena. Encarna al sátrapa de barriada al que las asonadas del pueblo
encumbran buscando un mequetrefe para cubrir las vacantes del poder. A falta de
un ilustrado, el pillo a la mano se vuelve rey.
Gómez Cazarín quiso ser el número dos en el
gobierno de Veracruz. Casi lo logró. Se desdibujó al sentir el frío de Rocío
Nahle, las palabras de evasión, la ausencia de señales.
Nahle lo usó. A lo largo de cinco años fue un
aliado sin par. Servía de contrapeso a Eric Patrocinio Cisneros Burgos, el
secretario de Gobierno de Cuitláhuac García, el cuasi gobernador. Mantenía el
control del Congreso desde la presidencia de la Junta de Coordinación Política.
Y desde ahí embestía a alcaldes de oposición llevándolos incluso a los
tribunales y manteniendo a raya a los de Morena que osaran disentir.
Cinco años disparando sandeces y cometiendo
tropelías. Y transpirando soberbia y soltando profecías. Y entre ellas, la más
socorrida: Gómez Cazarín, secretario de Gobierno.
La realidad lo noqueó. Rocío Nahle se decantó
por Ricardo Ahued Bardahuil, alcalde de Xalapa por segunda ocasión, senador con
licencia, ex diputado local y federal, con más de 20 años de experiencia política,
conciliador.
Gómez Cazarín es broza. Es rupestre. Usa el
lenguaje agresivo, amenazante, altivo, soez, burlón. Es un orco, el maldito que
atizaría todo conflicto desde la Secretaría de Gobierno de Veracruz; otro
Cisneros empeñado en sembrar minas y hacerlas estallar.
Gómez Cazarín se concibió como el
interlocutor natural de Rocío Nahle. Esa es la condición del secretario de
Gobierno, el pontífice, el que habla a nombre de… el que resuelve a nombre de…
el que escucha a nombre de…
Pero Nahle lo echó de su círculo. Lo usó y lo
pateó. Hoy lo ubica en una órbita cercana pero sin facultad para intervenir en
el gobierno de Veracruz. Fue un ardid, una treta, y Gómez Cazarín cayó.
Un secretario de Gobierno acuerda con quien
ejerce el gobierno, en este caso Rocío Nahle; un delegado de Gobernación –“El
Carón”– no tendrá línea directa con la futura presidenta, Claudia Sheinbaum.
El “Carón” tendrá, si acaso, trato con el
coordinador de delegados de la Segob. A los delegados ni siquiera los
subsecretarios, menos el secretario de Gobernación, les toman la llamada.
Se verá a Gómez Cazarín junto a Claudia
Sheinbaum cuando visite Veracruz. Lo mencionará, le sonreirá, le dispensará uno
que otro elogio. Es lo que marca el protocolo. Algo de circo y ya.
El secretario de Gobierno detenta el control
político de Veracruz. Detecta conflictos y los sofoca. Llama a las partes y
saca acuerdos. Traza una línea de diálogo con los partidos políticos, sienta a
la mesa a sus dirigentes, diseña reformas legales y las lleva al Congreso. Pasa
por él la relación con el Órgano Público Local Electoral y sus efectos.
No hay comparación entre el poder de un
secretario de Gobierno estatal y el de un delegado de la Secretaría de
Gobernación federal. Uno manda, el otro administra.
El premio a Gómez Cazarín es castigo. Rocío
Nahle, como a muchos, a los Robles, a Cisneros, a Cuitláhuac, los usó y los
desechó.
Y al “Carón” le dio un espacio, fraguado con
Sheinbaum, pero fuera de su gabinete.
Nahle no lo quiso y lo degradó.
POSDATA
Bouzas y Adriana son una oda a la transa y al
negocio, a la facturación múltiple, a la censura. Y Rocío Nahle es aferrada y
torpe. Quiere vender espejitos a los aborígenes de la costa veracruzana que
hace siglos dejaron de existir. Ambos serán los encargados del área de
Comunicación en el próximo gobierno estatal –una serpiente de dos cabezas–, y
lo que se avizora es un saqueo apocalíptico. Rodolfo Bouzas es el que esquilma
el erario de ayuntamientos morenistas con empresas de comunicación fantasma,
asociado o siendo la máscara de su tía, Mary Vázquez Guízar, ex vocera de la ex
secretaria de Energía, hoy gobernadora electa de Veracruz, Rocío Nahle García.
Y Adriana Muñoz Cabrera es otra ficha. Aplica a tal grado la austeridad que
cobra en dos nóminas simultáneamente: la de la Secretaría de Energía y la de
Radio y Televisión de Veracruz, violando la ley. A eso se suma su proclividad a
la censura. La prensa crítica en el aquelarre del obradorismo, está proscrita.
Y de cerrarle el micrófono y los espacios, se encarga Adriana Muñoz. Ambos
–Fito y Ady– son íconos de la corrupción. Y lo sabe medio Veracruz… Treinta
meses después, la esposa de Amado Cruz sigue usando al DIF para sus tropelías.
Doña Esther Mortera organiza rifas para beneficio –¡faltaba más!– de Esther
Mortera. Revelan los insiders que rifó una bolsa Huser, cuyo costo ronda los
mil 500 pesos. Elaboraron 300 boletos con valor de 50 pesos cada uno. Se los
entregaron a los empleados del DIF Coatzacoalcos con la consigna de que los
compran o los venden. “Ya se la saben”. El negocio fue de 15 mil pesos “y la
bolsa es facturada al municipio, o sea todo es ganancia para los bolsillos de
la señora”. Y como esa, muchas más, incluyendo el viaje VTP con sus
achichincles… ¿Sabrá Nahle que sus allegados en Coatzacoalcos hacen negocio en
el Veracruz de los Yunes azules? Dos de ellos fueron los meros pesados con la
concesión para rentar gradas en el Carnaval Veracruz 2024. Puede que la
gobernadora electa denuncie y fustigue, que acuse que detrás del escándalo de
sus mansiones, terrenos y departamentos, estuvo el Clan Yunes. Fue “guerra
sucia”, sentenció la zacatecana. Pero sus achichincles salieron volando a
Veracruz a concretar el negocio con los Yunes del PAN. Y Nahle en Babilonia…
Comentarios
Publicar un comentario