José Miguel Cobián | 30 sep. 2024
Tribuna
Libre.- Mientras en México
estamos a punto de recibir a la nueva presidenta, en Estados Unidos las
campañas electorales están en su apogeo.
Cuando escuchamos a Trump y a sus seguidores, pareciera que siguen las
campañas electorales mexicanas, con una guerra de lodo, división para los
mexicanos, donde ¨nosotros somos los buenos y ellos son los malos¨. Todo considerado en términos absolutos, sólo
hay negro y blanco, no hay tonos de grises.
Vemos a
los MAGA mirarse el ombligo, y sobre todo, demostrar una profunda ignorancia.
Una credulidad y fanatismo propios de religiosos del siglo XII, incapaces de
escucharse a sí mismos, ya que si lo hicieran, se avergonzarían de la sarta de
estupideces que afirman, sin mayor evidencia, que el chisme, el rumor, o la
idea, sembrados por los propagandistas de Trump.
Así
como en México escuchar a fanáticos a favor de Claudia o a favor de Xóchitl era
evidenciar la estupidez humana, la incapacidad de raciocinio, la negación del
mínimo análisis, y la credulidad absoluta a lo que decían sus manipuladores, lo
mismo vemos con los seguidores de Trump, y, algo que es innegable, también con
un sector más pequeño de demócratas que sufren del mismo mal, el fanatismo y la
exhibición de la estupidez humana en su máxima expresión.
En lo
que se decide la elección de Estados Unidos, el mundo está en vilo. La importancia de ese país en el concierto de
naciones es de primer orden. No es lo
mismo, la elección en una república bananera, que en la primera potencia
mundial.
Si una
falla hay en Estados Unidos, es su nivel educativo. Cuando menos un 45% de su población tiene un
nivel cultural, una capacidad de análisis, la posibilidad de entender la
realidad cotidiana, equivalente a la de un cavernícola. No es el único país con esa división tan
enorme entre los que piensan y razonan, y los que no, sólo que es un peligro
para el mundo que un porcentaje tan grande de su población tenga ese
nivel. Sin tener estadísticas
confiables, tan solo en la percepción que tuve en la última campaña en México,
lamentablemente en nuestro país quizá el 70% de la población tenga ese nivel de
incapacidad de análisis y percepción de la realidad.
Escuchar
a Kamala centrarse en la importancia de la unidad entre todos los americanos,
la urgencia de lograr mayor equidad y justicia social. La preocupación por los derechos civiles,
la defensa de la libertad de los ciudadanos, fomentar el acceso igualitario de
oportunidades para todos.
La
protección de la democracia, la lucha contra el cambio climático, la defensa de
los derechos reproductivos. La
permanente insistencia en motivar a los ciudadanos a trabajar juntos para
construir un futuro más inclusivo y más próspero. La urgencia de dejar a un lado la
división, las disputas partidistas o generadas por los eternos divisores de la
sociedad, para marchar unidos hacia un futuro mejor, de seguridad, de
prosperidad compartida.
Todo el
discurso de Kamala, habla de una mujer patriota, una mujer brillante,
inteligente, que entiende el lugar que ocupa su país en el mundo, y las
responsabilidades que conlleva ser la primera potencia militar y económica
mundial. La filosofía política de Harris equivale a un viento fresco, que puede
alejar la putrefacción que representa el discurso divisor, agresivo, limitado,
silvestre, tribal, de un candidato como Trump, un hombre con mucho carisma, muy
ególatra, que ha sabido llegar a un sector de la población americana que no ha sabido adaptarse a los tiempos
modernos.
Mientras
Trump es el populista que le habla al fanático, al perdedor que no asume su
propia responsabilidad respecto del éxito o más bien, del fracaso en su vida, y
que prefiere culpar a otros, Kamala es la estadista que mira hacia el futuro
con optimismo, sabiendo cómo y por dónde caminar la ruta hacia las metas que
benefician a todos sus conciudadanos.
Te
imaginas que hubiera pasado en nuestro país, si una de las dos candidatas, en
lugar de mirarse el ombligo y promover la división de los mexicanos hubiera
hablado a detalle sobre el futuro de México y los Mexicanos: hubiera insistido
en que la división nos hace débiles, y favorece la intervención extranjera, ya
sea de los propios Estados Unidos, o de Cuba, Nicaragua, Venezuela, China,
Rusia. Que una de ellas, hubiera
analizado nuestra situación geopolítica, lo endeble de nuestra economía tan
dependiente del vecino del norte, y alinear los objetivos de política pública,
a los parámetros de crecimiento.
Discutir los pendientes de la economía nacional para hacerla más
inclusiva, por ejemplo, la urgencia de un sistema aeroportuario para el centro
del país, o la necesidad de producir más electricidad con energías limpias,
mediante asociaciones público-privadas, o la desgracia que significó para
México no aumentar la capacidad de transmisión eléctrica durante este sexenio,
en lugar de invertir en obras faraónicas, sin ninguna rentabilidad para el
bienestar económico de los mexicanos.
Mientras
en Estados Unidos, y hasta en Argentina, los gabinetes se integran con hombres
de estado, con expertos en sus respectivas áreas, en México todo parece indicar
que se busca tener de secretarios de estado, de líderes de bancadas, de
gobernadores, a gente mediocre. Se
premia la incapacidad ofendiendo a los pocos mexicanos que comprenden la
magnitud de la ofensa a la patria. Se premia también la lealtad, como si de una
pandilla de saqueadores se tratara, para que todos cómplices puedan medrar del
presupuesto público.
Lo peor
no es eso, ya que mientras algunas naciones buscan fortalecer las libertades y
la democracia, todo parece indicar que los caprichos de AMLO llevan a México en
sentido contrario. Menor transparencia, menor eficiencia, menor crecimiento
económico, menores contrapesos, menor calidad en la administración de justicia
y también en la administración pública.
Es decir, acumular poder en perjuicio del futuro de México. Intereses personales muy por encima de los
intereses del estado. Un ser mezquino en
el poder en lugar de un hombre de estado.
Si gana
Trump en Estados Unidos, entonces no habrá nada que envidiarles, porque los
mismos objetivos egoístas y personales que hemos visto en algunas acciones del
gobierno que termina, y que seguramente van a perdurar en el gobierno que
entra, serán los objetivos que tendrá el nuevo gobierno americano. Así que pronto sabremos si gana Harris y
envidiamos a los gringos, o si gana Trump y nos igualamos en la mediocridad y
decadencia.
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