* La Fiscalía no determina * Y Ana Fong sin declarar * La aseguradora no indemniza * Toledo se queja: no ha podido pagar el terreno donde sepultó a su hija * Mensajes de Whatsapp: Ana tuvo la culpa * Cuando Víctor Carranza era sobajado por Nahle y Pepe Peña.
Mussio Cárdenas Arellano| 09 sep. 2024
Tribuna
Libre.- Aterrado
por la tragedia, el hombre se lanzó a las aguas del Calzadas. Llevaba un marro
en la mano. Golpeaba los cristales de la camioneta blindada. Nada logró. Ni
salvar a su hija, ni hoy hacerle justicia, ni algo que alivie el dolor.
Viendo extinguirse la vida, su retoño en la
Suburban que se hundía en las aguas del río junto con otros seis jóvenes, luchó
infructuosamente contra el destino.
Y por más que intentó quebrar los cristales o
forzar las puertas de la unidad, el agua seguía introduciéndose en la camioneta
hasta saturar el interior.
Aquel hombre –su identidad en reserva–
tácitamente vio morir a su hija. Enfrentaba la fuerza del Calzadas, sus corrientes
intensas sacudiendo todo, pegando jalones, arrastrando cuanto había a su paso,
amenazando con llevarse la Suburban al torrente del río Coatzacoalcos, del que
el Calzadas es afluente, y, con ella, los cuerpos de las víctimas que se
hallaban en su interior.
Otros hombres se unieron al intento de romper
los cristales de la camioneta. Entre el agua, flotando como Dios y la suerte
les permitían hacerlo, situados a un costado de la camioneta blanca, alumbrados
por potentes lámparas que fueron colocadas en el muelle, propiedad del
empresario constructor Juan Carlos Fong Cortés, se podían ver sus cabezas,
acaso sus rostros.
Y en un video que captó las maniobras, se
escuchaban sus voces, y el sonido de los potentes motores de las grúas que
intentaban realizar el salvamento, ubicadas al filo del muelle, ayudando con la
luz de sus fanales a iluminar el trágico escenario, pues a esa hora, ya entrada
la noche del sábado 13 de julio, sólo reinaba la oscuridad.
Y un segundo video, de 11 segundos de
duración, muestra cómo en otro extremo del muelle, varias personas, algunas en
traje de baño o bermuda, observan las maniobras. Uno de ellos toma la cadena
con que fue asegurada la Suburban, con la cual la grúa intentaba subir la
unidad o mantenerla ahí, evitando que la corriente la arrastrara.
Nada pudo hacer. Ni él ni los otros padres de
los jóvenes. Ni les pudieron salvar sus vidas –preciadas vidas de entre 21 y 23
años– con un futuro por delante, unos concluyendo la universidad, otros ya
profesionistas.
Siete semanas después, nada hace la Fiscalía
de Veracruz. O lo hace para empantanar el caso y dejarlo al olvido. O existe la
orden superior, una orden zacatecana de no realizar la determinación legal.
Ocho semanas y la Fiscalía no emite la
determinación que especifique si fue accidente, homicidio imprudencial u
homicidio imprudencial agravado; si Ana Fong López, hija del contratista, la
conductora de la Suburban, es responsable; si le resulta responsabilidad por
haber abandonado el lugar de la tragedia; si Ana Fong se marchó, viajó a
Villahermosa al día siguiente, voló a Cancún, Quintana Roo, y de ahí a Miami.
Y, sobre todo, por qué no se usaron los canales diplomáticos para que rindiera
declaración.
Ocho semanas después, sigue el misterio. O el
carpetazo. O la complicidad criminal.
La tragedia ocurrió el sábado 13 de julio.
Desde el primer momento la Fiscalía de Veracruz encubrió al responsable. O a la
responsable. Y todo apunta a Ana Fong López.
Cinco mensajes de Whatsapp, enviados al autor
de INFORME ROJO, señalan a Ana Fong como la imprudente que generó la tragedia.
Dos de ellos son categóricos: intentó subir la lancha que se hallaba en las
aguas del río Calzadas al muelle y el peso la venció.
Reproduzco uno:
“La hija de Juan Carlos Fong saltó de la
camioneta antes de que se le cayera. Ella iba manejando y se le fue para atrás
sacando una lancha en el terreno de ellos. Y abrió la puerta y se aventó. Y la
camioneta se fue para atrás con los 7 chamacos que se murieron y no pudieron
salir. La camioneta era blindada. Que a la hija de Juan Carlos ya la sacaron de
México. Fue en el terreno de ellos”.
A través de Whatsapp, la fuente envió el
mensaje, el 14 de julio, a las 10:57 AM, un día después de la tragedia.
Reproduzco otro. En este se menciona que Ana
Fong estaba alcoholizada:
“Ana Fong, alcoholizada, intentó conducir la
camioneta en la rampa para sacar las lanchas cuando cometió un error de
operación, proyectando la unidad al río y matando a los siete jóvenes, siendo
la única que pudo escapar, según testimonio de otros jóvenes que se encontraban
en el lugar, para después huir. Hoy se encuentra fuera del país”.
El mensaje, vía Whatsapp, fue recibido el 15
de julio a las 12:09 PM.
Abundan los detalles. Su autor, también de
identidad reservada, insiste en el estado en que se encontraba Ana Fong. Revela
que días antes, la joven aludió a la celebración de ese convivio y mostró en
una fotografía varias botellas de alcohol en su cuenta de Facebook. Tras el
accidente, la cuenta fue cerrada.
Ese mismo día, el 15 de julio, Miguel Toledo
Orozco, padre de Kataline Toledo, difundió un mensaje que relevaba de culpa a
Ana Fong.
“Ana Fong quiero decirte que te queremos
mucho. Siempre fuiste buena persona y buena amiga con mi hija Catalina. No te
culpamos de nada, hija. Te amamos. Familia Toledo Pérez”.
A eso siguió una avalancha de comentarios,
los peritos del pueblo, los forenses sin idea de lo que dicen, determinando en
las redes sociales que Ana Fong no tenía responsabilidad; que no se hiciera
escarnio; que fue un accidente como suelen ocurrir; que no se incurriera en
“amarillismo político”. Y enfatizaban, una y otra vez, que Ana sufre, que Ana
perdió a sus amigos, que hay que entenderla; “son cosas que pasan”.
Pero hubo un usuario de Facebook que puso el
dedo en la llaga: “Y como aquí en Coatza, Veracruz, México, reina la
corrupción, con unos millones se compone todo y todos felices. Y como es hija
de ese tal Fong, que ha de tener muchos millones, imagínense”.
Hoy, Miguel Toledo, padre de Katelyn Toledo
Pérez, trasluce el dolor de perder a su hija y su desesperación por falta de
recursos económicos. Y a la par, es víctima de extorsión criminal, el cobro de
piso de la delincuencia.
“Ando sin chamba. Acabo de enterrar a mi
hija. Debo hasta el terreno del panteón y todavía la delincuencia me dice que
tengo que pagar piso”, escribió el 4 de septiembre.
Ocho semanas después, Toledo Orozco está
revelando que no ha recibido indemnización alguna. De haber sido así, ya habría
saldado el adeudo del terreno en que está sepultada su hija, en el cementerio
Colinas de la Paz.
¿Por qué la aseguradora de la Suburban no ha
hecho efectivo el pago a terceros, en este caso los familiares de las víctimas
de la tragedia? Porque las aseguradoras suelen excusarse de responsabilidad si
se determina que el responsable del siniestro se hallaba en estado etílico. ¿Y
cómo lo haría la Fiscalía si Ana Fong se fue del país?
¿Por qué la Fiscalía de Veracruz, a cargo de
Verónica Hernandez Giadáns, se abstiene de determinar, sea que se trata de un
accidente sin responsables o sea que hay culpa en Ana Fong, quien presuntamente
manejaba –hay quienes le imputan alcoholizada– la Suburban cuando cayó al río
Calzadas?
Rocío Nahle, gobernadora electa de Veracruz,
amiga del constructor Juan Carlos Fong, a quien le otorgó el primer contrato en
Dos Bocas, un paquete de 5 mil millones de pesos, suele ofrecer justicia a
quienes se le acercan. Machacona, dice en sus redes que habrá justicia en
Veracruz. A los familiares de la enfermera del IMSS Coatzacolacos, Noriko Dallana
Quezada Ruiz, asesinada por un ex novio, les ofreció justicia.
Pero hasta hoy, para los siete jóvenes
fallecidos en la tragedia del Calzadas sólo hay impunidad.
No se admite un carpetazo. Se exige justicia.
METADATO
Soez, muy soez, Rocío Nahle solía maltratar a
Víctor Carranza. Recuérdese lo que ocurrió en el hotel Brisa, en 2018.
Tácitamente acorralado, su espalda estampada en la pared, el entonces alcalde
de Coatzacoalcos sentía en su pecho los manotazos de la zacatecana que ya se
veía en el poder. “Tú no eres nada sin nosotros”, oyeron también los morenistas
que atestiguaron el episodio. “Eres un pendejo”, le soltó Pepe Peña, marido de
Nahle. Y algunos optaron por retirarse. Otros quedaban atónitos, perplejos ante
la muestra de soberbia de la candidata de Morena al Senado de la República. Los
manotazos en el pecho de Carranza prendían alertas. Su hombre en la alcaldía de
Coatzacoalcos era sobajado, denigrado, y no tenía respuesta. Callaba y se
dejaba maltratar. Cuentan hoy los morenistas que Nahle, con poder, será peor.
Más alevosa. Más violenta. Más altanera. Más histriónica, victimizándose de una
guerra sucia que no existió, entre quejidos y pujidos por el acoso con drones
en la mansión de 50 millones de pesos en El Dorado, en su isla en Boca del Río.
O llamándose difamada por las revelaciones del empresario Arturo Castagné
Couturier de su riqueza descomunal; difamación que no existió desde el momento
en que la zacatecana exhibió las escrituras de las propiedades y confirmó que
de millonaria pasó a ser supermillonaria en un santiamén. No es que el poder
transforme; sólo saca la podredumbre que se lleva dentro.