Ángel Rafael Mtz Alarcón | 23 dic. 2024
Tribuna
Libre.- En las primeras horas
del domingo 8 de diciembre de 2024, la historia de la humanidad fue testigo de
un acontecimiento trascendental: los rebeldes sirios entraron en la capital de
la República Árabe de Siria, poniendo fin a una dictadura que había perdurado
por más de 50 años. Era increíble la rapidez con la que se dio el desenlace de
una lucha que había durado más de una década. En la tarde-noche del sábado, las
redes sociales informaban sobre la caída de Damasco. Hoy, la información se
tiene al alcance de la mano, gracias a los teléfonos celulares conectados que
permiten recibir noticias en tiempo real. Era un sueño hecho realidad ver caer
a una de las dictaduras más crueles de la historia, con un dictador que no
opuso mucha resistencia. En las primeras horas, circularon rumores en las redes
sociales de que Bashar al-Assad había renunciado al cargo de presidente, y más
tarde se informó que había buscado refugio en suelo ruso, donde la Federación
Rusa le abrió las puertas.
Siria
cuenta con una historia milenaria. Fue conquistada en la antigüedad por
Alejandro Magno y, a lo largo de los siglos, fue parte del Imperio Otomano, que
desapareció después de la Primera Guerra Mundial en la segunda década del siglo
XX. Francia e Inglaterra también jugaron roles significativos en la historia de
esta nación. Bajo mandato de las Naciones Unidas en 1946, los franceses se
retiraron y Siria logró su independencia. Tanto la Primera Guerra Mundial
(1914-1919) como la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) han dejado una huella
profunda en la historia de los pueblos del Medio Oriente. Durante la Guerra
Fría, muchas de las nuevas naciones tuvieron una filiación natural y geográfica
con la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
En 1948,
la ONU estableció la creación del Estado de Israel, lo que unificó a los
pueblos árabes en apoyar a la lucha del pueblo palestino, un conflicto que
persiste hasta hoy. Siria también se destacó en esta lucha contra el pueblo
israelí.
En los
últimos 50 años, el pueblo sirio fue gobernado por una dictadura familiar.
Hafez al-Assad (1970-2000) llegó al poder mediante un golpe de Estado en 1970,
liderando el Partido Baaz Árabe Socialista. Su régimen se caracterizó por un
fuerte control estatal, la represión de la oposición y la implementación de
políticas de desarrollo económico, siendo un aliado natural de la URSS y
estableciendo lazos con el gobierno de la República Francesa.
El
gobierno fue heredado por su hijo, Bashar al-Assad (2000-2024). Tras la muerte de
su padre, Bashar asumió la presidencia. Un médico formado en Gran Bretaña, sin
aspiraciones políticas al principio, se convirtió en presidente tras la muerte
de su hermano mayor, Basil al-Assad, en un accidente automovilístico en 1994.
Al
inicio, su gobierno fue recibido con cierto optimismo, ya que se esperaban
reformas políticas y económicas. Sin embargo, su mandato se vio marcado por la
brutal represión de la oposición durante la guerra civil siria que estalló en
2011, un conflicto que ha provocado una devastación significativa en el país y
ha llevado a una crisis humanitaria masiva.
La
Primavera Árabe de 2011 logró derrocar a los gobiernos tiránicos de Libia y
Egipto, así como de otros estados de régimen pro-soviético, comenzando en las
calles de Túnez. La autoinmolación de Mohamed Bouazizi, un joven vendedor
ambulante en Túnez, en diciembre de 2010, desató una ola de manifestaciones que
culminó con la caída del régimen del presidente tunecino Zine El Abidine Ben
Ali en enero de 2011.
Siria,
como muchas naciones de la región, está dominada por el Islam y sus diversas
vertientes, así como por distintos grupos étnicos. Desde 2011, los sirios se
organizaron para derrotar la dictadura, que contó con aliados fundamentales
como el gobierno de la Federación Rusa bajo el liderazgo de Vladimir Putin y la
República Islámica de Irán.
Más de
una década de lucha ha endurecido aún más el régimen contra los opositores.
Cerca de 7 millones de sirios han abandonado su país, mientras que la comunidad
internacional ha mostrado poco interés en el conflicto.
Con la
caída de Bashar al-Assad, quienes parecen salir beneficiados son Israel y
Turquía. Rusia, ocupada con el conflicto en Ucrania, e Irán, lidiando con sus
propios problemas internos, ya no pudieron intervenir en las primeras semanas
de diciembre del presente año.
El gran
desafío que enfrentan los sirios es organizarse en medio de la lucha entre los
diversos grupos radicales del Islam. El Estado Islámico se posiciona
rápidamente para asumir el poder, lo que plantea la posibilidad de un regreso a
la teocracia musulmana. Quedan muchas interrogantes sobre los próximos meses en
la geopolítica de la región.
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