José Miguel Cobián. | 21 enero. 2025
Tribuna
Libre.- Como sabes, amigo lector, siempre
escribo sobre las experiencias que la vida me presenta. Llevo una vida tratando de entender el
comportamiento del mexicano común y corriente. He abrevado de distintos niveles
de sabiduría, desde el Laberinto de la Soledad de Octavio Paz, pasando por una
enorme cantidad de estudios sociológicos, hasta el extremo de tratar de extraer
la sabiduría que Eduardo del Río escondió en sus famosos Supermachos y luego en
los Agachados de Rius.
Hasta el día de hoy, no
he logrado entender un ápice la manera de pensar de la mayoría de la población. Dudas surgen gracias a las redes sociales y
el internet, porque me encuentro con personas que son inteligentes, y a la vez
renuncian a ver la realidad, se aferran a conceptos que la misma realidad ha
demostrado que son equivocados, o peor aún, asimilan nuevos conceptos que la
ingeniería social y la propaganda política les insuflan en sus criterios.
(Insuflar: Verbo transitivo. Infundir a alguien algo inmaterial, como un
sentimiento o una idea).
Durante doce años lo
escuché de la derecha panista y sus simpatizantes. Casi toda mi vida lo escuché de la
propaganda príista y sus agremiados.
Llevo más de 24 años escuchando y viviendo los efectos de la propaganda
de la ideología de AMLO y sus corifeos en el poder. En todos los casos me he preguntado la razón
por la cual, el mexicano ha renunciado a aplicar su criterio y en cambio,
defender ideas absurdas.
Pongo algunos
ejemplos:
No sé si la mayoría de
la población no entiende las funciones de gobierno, o si no tienen el mínimo
conocimiento de teoría política, pero es una realidad que muchos mexicanos
consideran que es una obligación del gobierno dar dinero o beneficios sociales
a cambio de nada. Personas que jamás
pagaron formalmente sus impuestos, hoy se sienten merecedoras de beneficios,
por los cuáles jamás cooperaron. Sus
patrones de la economía informal, que en muchas ocasiones ni el salario mínimo
les pagaban, hoy reclaman beneficios para sus trabajadores y para ellos mismos,
cuando no cooperaron para el gasto público.
Se escudan con las
falacias gubernamentales imbuidas en sus cerebros, como la de ¨El petróleo es
nuestro¨, o ¨las empresas públicas como
CFE, son nuestras¨. Sin razonar ni un
segundo, que cuando el petróleo trajo beneficios, fue cuando generaba
utilidades, y lo que no fue desviado a bolsillos de funcionarios, sirvió para
construir el México moderno. Pero
hoy, el petróleo sigue siendo de la
nación, y los mexicanos creen que PEMEX es el petróleo. Es decir, confunden una empresa llena de
corrupción, que nos cuesta miles de millones de pesos cada sexenio es el
petróleo, y esos mexicanos son felices cuando se ocupan esos miles de millones
de pesos en tirarlos –literalmente- a la basura en Pemex, en lugar de darles un
mejor uso para beneficio de los propios mexicanos. Que alguien me explique ese criterio tan
tonto.
CFE es una empresa
ineficiente. Durante el sexenio de AMLO canceló infinidad de proyectos de
producción de electricidad de particulares, por no invertir un centavo en
líneas de transmisión de electricidad.
Líneas de transmisión que nos son necesarias para aprovechar el
nearshoring. Sin electricidad, que la
pueden producir privados, y sin líneas de transmisión adicionales, que son un
monopolio de CFE, estamos perdiendo una oportunidad de oro para el país. Y a pesar
de ello, millones de mexicanos son felices con los miles de millones de pesos
que otorgamos a CFE cada sexenio para subsidiar sus ineficiencias, y así como
lo hacemos en PEMEX, pagar pensiones de millonarios a sus trabajadores
jubilados.
El mexicano tampoco
entiende dos gramos de economía. O se hace tonto al respecto. Los leo atacando las privatizaciones de
sexenios anteriores, que son dignas de ser criticadas por la corrupción en la
que fueron llevadas a cabo, pero no en función de la privatización en si
misma. No alcanzo a entender la
mentalidad del mexicano que defiende que el gobierno posea empresas, cuando en
todos los casos sin excepción, sabemos que son ineficientes, que generalmente
pierden dinero, pérdidas que pagamos todos los mexicanos, y además son fuente
de saqueo por parte de los funcionarios públicos. Al mexicano le molesta que el gobierno
tenga menos pérdidas, y menos ocasiones de corromperse, prefiere lo contrario.
Defender a los regímenes
de Cuba, Venezuela, Corea del Norte, Rusia, Nicaragua, etc., cuando nuestro
principal socio comercial es Estados Unidos, es un absurdo. Doble absurdo cuando vemos a las poblaciones
de esos países empobrecidas, y viviendo bajo la bota de la dictadura. Y sin embargo, el mexicano defiende a esos
países y sus gobiernos. Entiendo la
antipatía que puede generar nuestro vecino del norte, pero eso no justifica
negarse a ver la realidad de esos países dónde el pueblo sufre a extremos
inimaginables.
Lo peor es cuando
escucho hablar de soberanía energética, cuando México requiere importar
petróleo, gasolina y gas natural. De soberanía alimentaria, cuando México es
importador de maíz amarillo y de infinidad de productos alimenticios en los que
no somos autosuficientes. O peor aún,
envolverse en la bandera nacional, y afirmar que estamos listos para pelear con
Trump, cuando la industria nacional, la comida nacional y la energía nacional
dependen de Estados Unidos. La hormiga
envalentonada en su ignorancia se atreve a retar al elefante. ¡Ridículo!
Hay maneras diplomáticas de manejar los conflictos, pero jamás con un
enfrentamiento directo.
México es mágico, porque
los mexicanos no viven en el mundo real, sino en un mundo imaginario en el cuál
son héroes, tienen más valores que ninguna otra nación, y su país es el ombligo
del mundo. Vivimos en un mundo mágico,
quizá conocedores de una realidad que no podemos cambiar. Por ello es menos
doloroso vivir en un mundo imaginario, aunque eso nos cause mayor daño día con
día.
@jmcmexelbaldondecobian@gmail.com
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