“A mí nadie me advirtió que el cristal se robaba el alma… pero fue lo primero que perdí.”
Córdoba, Ver. | 19 mayo 2025
Tribuna
Libre.- Luis Enrique (nombre ficticio) tenía 25 años cuando su cara apareció en
los noticieros. Lo arrestaron tras una persecución policíaca, tripulaba una
motocicleta robada, iba sin camisa, con los ojos dilatados y una sonrisa
perdida.
Lo
mostraron como “otro loco más”, pero no dijeron que cinco años antes era un
buen albañil y padre de dos niñas.
Todo
empezó con “una piedra para no dormirme, luego fueron tres, hasta quedar en la
calle perdido en las drogas, con pérdida de la noción del tiempo”.
Convertido
en todo un adicto al cristal, al principio robaba todo lo que había de valor en
mi propia casa, aretes, cadenas de oro, hasta lociones, hasta la licuadora.
Después
robaba celulares, tanques de gas, y todo lo que podía para conseguir la maldita
droga, la cual robo por completo mi identidad.
Cuando
mi Mamá me llamaba la atención, le respondía que yo sabía lo que hacía, y que
dejara de meterse en mi vida, hasta que un día todo drogado llegué a golpearla,
sin importar sus lágrimas tiraba y rompía todos sus trastes.
Hasta
que mi Mamá dejó de abrirme la puerta, hasta mis propias hijas se avergonzaban de mi,
al grado que dejaron de reconocerme como su Papá.
Sin
trabajo buscaba algo de comida en tambores de basura. Tenía una herida abierta
en la pierna y decía que era “una cámara del gobierno”, ya estaba como dicen,
“en el avión y sin aterrizar”
Varias
veces me internaron en algunos centros de rehabilitación, juraba y perjuraba
que ya no volvería a probar ninguna droga, con esa confianza creí que yo solo
podía enfrentarme a la vida de nueva cuenta y empezar de nuevo.
Salía
con esperanzas de rehacer mi vida, no quise acudir a un grupo de autoayuda de
Alcohólicos Anónimos, decía que yo podía solo, pero volvía con el mismo vacío
al camino de la autodestrucción.
Decía que
ya no tenía a quién fallarle, pus ya había perdido a toda mi familia… y eso
dolía más que la droga en la cual me refugiaba.
Hoy,
Luis sigue preso en una cárcel. Señalado de varios delitos. No mata no roba, …
pero tampoco construye nada. Lo visita su hermana cada dos tres meses.
Actualmente,
Luis acude a un Grupo de Alcohólicos Anónimos Institucional dentro del Centro
de Reinserción Social (CeReSo), en donde poco a poco empezará a lograr
lucidez.
Él
dibuja, escribe, a veces canta. No sabemos si algún día saldrá. Pero cada vez
que se ve en el espejo, repite: “Yo antes era alguien. Nomás que se me olvidó
quién era.” Todo gracias a las malditas drogas… Esto es una historia real de
una Persona Privada de su Libertad PPL en un CeReSo. (eet)
Comentarios
Publicar un comentario