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julio 28, 2011

Doce años sin rumbo

A  Froylán Flores Cancela,  fraternalmente.
Tribuna Libre /  Manuel Ramos Gurrión
La tarde del primer domingo de julio de 2000 declinaba. Desde las primeras horas de la mañana todo el país estaba inmerso en la elección presidencial que había creado expectación nacional. Junto a las candidaturas de senadores y diputados, destacaban tres personajes postulados por sus respectivos partidos para lograr la presidencia de la República. Vicente Fox, Francisco Labastida y Cuauhtémoc Cárdenas. Habían realizado una intensa campaña y aguardaban los resultados electorales confiados en lograr un triunfo en los comicios constitucionales.  Las casillas electorales habían registrado un número creciente de votantes y las encuestas de salida multiplicaban sus pronósticos.  Las horas pasaban fugazmente.  El tiempo se agotaba.

Quien escribe se encontraba desempeñando una comisión en el distrito 2 del estado de Hidalgo con cabecera en Tulancingo, que estaba en poder de Acción Nacional.  A temprana hora se habían instalado las casillas y desde un principio se advirtió una disputa electoral intensa, con largas filas de electores como señal de lo que estaba aconteciendo en todo México. Después de hacer un recorrido por la cabecera, decidí visitar las casillas de los municipios aledaños y aprovechar la cercanía con Veracruz, para cumplir con mi derecho ciudadano y votar en la casilla más cercana. Lo hice en Huayacocotla, donde comí con amigos que desde mi campaña en Chicontepec,  me habían apoyado. La estancia fue cordial. La charla productiva.  Y retorné a mis obligaciones. La hora para el cierre de casillas se iniciaba.

De regreso observé con agrado  la participación ciudadana a esa hora. En San José Iturbide, un municipio ubicado en lo más agreste de la sierra hidalguense, los funcionarios electorales se  turnaban para atender a los numerosos votantes que tenían prácticamente rodeadas las casillas, insistiendo en que no se cerraran hasta que emitiera su voto el último elector, que finalmente lograron.  Eran ya las siete de la tarde. Los noticieros en radio empezaban a difundir las primeras noticias, afirmando que la jornada había terminado y los primeros resultados se empezaban a conocer. Pensé en San José Iturbide y en otros municipios que visité y cuya votación no había terminado. Faltan votos, me dije. Llegué a Tulancingo.

Me sorprendió que una cadena de televisión anunciaba un programa especial cuyo protagonista sería el Presidente de la República.  En las oficinas del Partido me recibieron cuando el programa se iniciaba. Apareció el Presidente Ernesto Zedillo expresando que por información que tenía del resultado en todas las casillas electorales, las tendencias favorecían al candidato de Acción Nacional.  Fue todo lo que dijo. A todos nos dejó sorprendidos, ya que no podíamos admitir que el Presidente sustituyera al funcionario del órgano electoral que debía dar a conocer los resultados.  Y también, porque quien habló en la televisión había sido candidato del Partido en el poder.  Fue una reacción de enojo, de impotencia, de ira. En aras de una alternancia que nunca entendimos, conocimos el amargo sabor de una derrota que no provocamos ni nadie nos explicó.

La jornada electoral del primer domingo de 2006 terminaba con muchas conjeturas. Igual que seis años atrás.  Tres eran los principales contendientes a la Presidencia de la República postulados por los mismos partidos. El candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador había realizado una intensa y exitosa campaña cuyos efectos se reflejaban en los actos multitudinarios que su campaña había organizado y las encuestas empezaron a darle una clara ventaja. Por su parte, el candidato del PAN, Felipe Calderón Hinojosa, había sorprendido a propios y extraños cuando fue remontando los pronósticos iniciales que lo tenían en un bajo lugar. Su candidatura había nacido en circunstancias muy desfavorables. Los seis años del gobierno foxista habían resultado una desilusión para quienes celebraron en aquel entonces la llegada de la famosa alternancia, que había resultado un inolvidable fracaso.

El gobierno panista impulsó al Secretario de Gobernación, Santiago Creel,  cuyo desempeño dejó mucho que desear. Un escándalo de concesiones a empresas de televisión desdibujaron mucho su imagen. Sus correligionarios castigaron al llamado gobierno del cambio, cuando decidieron votar internamente por el precandidato a quien nadie le daba posibilidades, ya que su nombre fue incorporado para completar  la tercia de aspirantes que se presentaron a las elecciones de su partido. Y a pesar de la presión del gobierno y de la  dirigencia de su propio partido, Calderón ganó la elección interna y se convirtió en candidato del PAN,  como un rechazo al gobierno que ellos mismos habían apoyado en el año 2000.  Por su parte,  en las filas del PRI se notó de entrada una desbandada interna que propició la falta de tacto de su dirigente nacional, que sin consulta previa se adueñó del Partido y se autopostuló aspirante a la Presidencia, violando las más elementales  normas internas, en un afán protagónico  que generó protestas y dio margen a la creación de un grupo político denominado el TUCOM,  propiciando la reacción de muchos priistas que criticaron la actuación del dirigente nacional, Roberto Madrazo y recibieron con beneplácito  la integración de ese grupo de probada calidad política,  entre quienes se contaba al gobernador del estado de México, Arturo Montiel; al líder del Senado, Enrique Jackson;  a los gobernadores de Coahuila, Enrique Martínez; al de Hidalgo, Manuel Ángel Núñez Soto; al de Guerrero,  René Juárez Cisneros; al de Tamaulipas, Tomás Yarrington y un nutrido grupo de simpatizantes que celebraron esta decisión. Después de muchas sesiones de sondeos y recorridos nacionales, los del TUCOM votaron por apoyar a Arturo Montiel, que se convirtió en un fuerte aspirante a la candidatura presidencial. Molesto por este comportamiento, Madrazo impugnó el proceso interno de ese grupo y la designación de Montiel.  Y es pública la forma en que combatió esta candidatura. Una noche, en un programa de noticias difundido por un canal de televisión con cobertura nacional, sin el menor escrúpulo, acusó a Montiel de corrupción, presentando documentos y fotografías de la forma en que se había enriquecido al amparo de su posición de gobernador. El escándalo fue mayúsculo. Los medios difundieron ampliamente esta noticia que le dio la vuelta al mundo. El daño estaba hecho. Montiel renunció a sus aspiraciones y Madrazo se registró como candidato del PRI en un afán desmedido por lograr la presidencia. El tiempo le cobró la factura. Su candidatura no prendía. Los gobernadores le dieron la espalda. Los sectores lo desdeñaron.  La militancia votó en contra. El resultado de las elecciones fue catastrófico. Ni Andrés Manuel, ni Madrazo. En una elección apretada entre PAN y PRD, el triunfo lo logró el que nació con nulas posibilidades.

Ganó Calderón y nos recetó seis años mas de gobierno panista. Esa noche, el autor terminaba una comisión en la zona de Tlalpan,  en el DF.  Tomaba café con amigos.  Escuchamos el veredicto. Seis años más sin rumbo.

Cuando escribimos estas líneas,  hemos transitado la mitad del 2011.  El 2012 está a la vista y el país sufre el aumento de mayor número de pobres. El poder adquisitivo de las familias mexicanas es de un bajo nivel. La producción agrícola se ha desplomado. El campo mexicano que otrora era autosuficiente y los graneros saturados a su máxima capacidad,  exhiben una imagen de recuerdo, vacíos y sin materia. Los precios de los productos básicos de la dieta nacional, como el maíz, el arroz, el frijol, el azúcar y el aceite de cocina, andan por las nubes. Los ya casi doce años del gobierno del cambio nos llevaron de ser un país con altos niveles de exportación, a una devoradora  sociedad de consumo. Al no poder ocultar lo inocultable,  el INEGI, que es una dependencia del gobierno federal, tuvo que aceptar y publicar la más alta tasa de desempleo desde hace más de 15 años. Cito: “En junio de este año la tasa de desocupación en México llegó a un  sorpresivo nivel de 5.42 por ciento, lo que representó el nivel más elevado para un período similar, desde 1995, de acuerdo con datos del INEGI. Las personas desempleadas en el país sumaron 2.6 millones en dicho mes, que dan una suma  de 228 mil 830 trabajadores más que lo observado en igual período de 2010…” (Milenio El Portal, julio 22).

Ese es el panorama nacional, con realidades y no con simulaciones. El que tenemos en la antesala de un proceso electoral federal, como en el 2000 y el 2006. El que enfrenta la exigencia de una nación que ha retrocedido en  dos períodos sexenales, conducidos por aquellos que reclamaban el poder y no han sabido qué hacer cuando lo han tenido y han abusado de la generosidad de un pueblo.  Un pueblo al que han castigado con más de 70 aumentos de combustóleos a la economía popular, la de los bolsillos, y anuncian una recuperación económica ficticia.  Un pueblo que está cansado de la inseguridad, ese fantasma siniestro que se asoma todos los días en hechos de violencia con saldos trágicos. Un pueblo que ha luchado históricamente por ser una nación libre, independiente, pacífica y segura, que creó instituciones para lograrlo y las mantiene con esfuerzo y patriotismo. Un pueblo que tiene derecho a recuperar  el rumbo que se ha perdido. Una nación cuyas próximas generaciones se sientan orgullosos  de sus ancestros, de su país, de su cultura, de su libertad, de su historia misma, que fue creada por quienes dieron su vida por todos esos apostolados, los millones de héroes anónimos a quienes debemos  recordar y seguir su ejemplo diariamente.
Ese es el país por el que lucharemos en el 2012. mramosg9@hotmail.com

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