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septiembre 26, 2011

Felipe Calderón: de la Egolatría y la Soberbia a la pérdida del Juicio y la Razón

Tribuna Libre / Héctor Yunes Landa
Articulista invitado
Los mexicanos pasamos por una etapa muy difícil, nuestro país sufre las consecuencias de la lucha contra el crimen organizado y el narcotráfico. La gente vive atemorizada y pide soluciones. El gobierno estatal lucha día a día y hace lo que le corresponde para apoyar a nuestras fuerzas armadas en esta difícil hora para la nación.  Es entonces cuando todos volteamos la mirada en busca del Jefe de Estado, de quien debe ser nuestro líder nacional, el Presidente de la República, y lo encontramos… el Presidente está muy ocupado; buceando en un cenote maya, haciéndola de guía turístico para la televisión norteamericana.

Así como lo lee. En días pasados Felipe Calderón Hinojosa presentó a México y al mundo, la quinta edición del programa The Royal Tour, un reality-adventure show en el que le muestra al conductor, el periodista Peter Greenberg, las maravillas naturales e históricas de México. El Royal Tour México nos muestra a un Felipe Calderón que conduce a Greenberg entre la Selva Lacandona, los bosques de mariposas monarcas, los Cenotes Sagrados mayas-con todo y traje de buzo-, las pirámides de Teotihuacán y muchos sitios entre los que se incluyen la casa de su mamá y la escuela secundaria donde estudió, haciendo una oda al colorido de la nación y sus raíces.

Todo estaría muy bien, es una forma –quizá poco ortodoxa- de promocionar el turismo en México y la valía de nuestra cultura; además, podría ser una forma de ayudar a nuestro fortalecimiento en los mercados de consumo turístico internacionales. Sin embargo…
¿Cómo hacer promoción de un país que ocupa ya uno de los primeros lugares internacionales de riesgo para el turista? ¿De qué le sirve a México un presidente que pasa –al parecer de lo que se observa en el programa- semanas en la filmación de un reality show? ¿No podría haber contratado a algún(a) conductor(a) con presencia más agraciada que la suya? Dice que no hubo recursos públicos… de seguro lo pagó de su bolsa.

La actitud del Presidente es similar a la de una persona que asiste a un funeral a contar chistes para animar a los dolientes. Una actitud completamente fuera de tono y de momento, un entusiasmo y una alegría alarmantes mientras lo observamos hablar en un lamentable inglés de los misterios de las cuevas prehispánicas. Una indolencia, una despreocupación que cae como baño de agua helada y ofende a los que nos dolemos por nuestra paz social extraviada.

Si el objetivo de participar en este programa -cuya intervención debió ser delegada a una persona pertinente como un conductor de noticias, un artista de la televisión- fue la de promocionar e inspirar la confianza en México, la intención se pierde cuando la violencia flagela a la mayor parte del territorio nacional. Hay que tenerlo muy claro: la violencia que hoy vivimos no es imputable a ningún gobierno estatal ni a los ayuntamientos, como astutamente pretende Calderón; las decenas de miles de muertos y la angustia que hoy nos agobia es producto de una guerra que millones de mexicanos preguntan si tiene sentido, si debe ser México quien ponga los muertos mientras que Estados Unidos pone los consumidores y propicia el ingreso de miles de armas que han ido a parar a manos de los sicarios.

No es justo, de ninguna manera, que, además, se propicie que la maquinaria propagandística del Gobierno induzca con perversidad y dolo la opinión pública para responsabilizar a Veracruz de una situación que es nacional. Es curioso, todas las entidades federativas donde se libra la guerra contra el narco son de oposición al PAN; son las mismas que sufren el descrédito porque el Gobierno Federal las acusa de endeudarse en exceso, aunque esto se deba a que Calderón y Cordero no ministran los recursos que son nuestros, y, por supuesto, nadie habla de la deuda del Gobierno Federal, que ha subido casi un 600 por ciento con Calderón.

No cabe la menor duda: Calderón está perdido en la Egolatría y la Soberbia, padece el síndrome de Nerón y puede incendiar a México. Literalmente, ha perdido el juicio y está obsesionado con mantenerse en el poder a través de un proyecto transexenal cifrado en Ernesto Cordero. No importa si para ello arde México o mueren 50 mil mexicanos más.

Sobre todo, está empecinado en entregar buenas cuentas a quienes realmente sirve, los Estados Unidos, no a quienes debería servir, el pueblo de México; quizá porque piensa que al salir le agradecerán apoyándolo con algún cargo en un organismo internacional. Ese ha sido el sueño de muchos y la realidad de ninguno. Es el síndrome del quinto año, cuando inicia la melancolía por el poder. ¡Qué importa, si los muertos no son de su familia! Todos ellos están bien protegidos con seguridad que pagamos entre todos los mexicanos, y él se irá a vivir fuera de México en un año. ¡Qué infamia! Por el bien de la República y la supervivencia de México, los ciudadanos debemos detenerlo e impedir que siga esta locura.

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