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noviembre 29, 2011

YO MATÉ AL CHAPO GUZMÁN

Tribuna Libre /  Fernando Miranda Servín
A la memoria de Miguel Ángel Granados Chapa.

Todos los días transitaba por ese largo boulevard que me llevaba a mi casa, el Viejo Camino a Contreras, algunas veces, a mitad de esa avenida semidesierta, a diferentes horas veía actividades inusuales en un par de esquinas, se trataba de sujetos con radios mirando hacia un lado y otro y hablando a través de los aparatos. En otras ocasiones eran patrulleros y convoyes de militares los que se adentraban hacia las calles transversales de esta arteria, en donde se ubicaban asentamientos irregulares de colonos. Siempre lo noté, pero nunca quise darle importancia, ¿a quién hablarle? ¿a quién acudir en Durango, en donde todos estaban coludidos con todos, principalmente los jefes policíacos? Sería un suicidio.

Esa noche de sábado no iba a ir al cumpleaños de ese amigo porque tenía trabajo pendiente, una ligera infección en la garganta y poco dinero. A las once de la noche decidí ir a felicitarlo: total –me dije- le doy su abrazo y le hablo derecho… le digo que no me siento bien, que luego le invito unas cervezas y me retiro.
Y es que cada convivencia con este amigo era desvelada segura, hasta las tres o cuatro de la mañana, echando trova, bebiendo buen vino y conviviendo con gente agradable.

Salí de mi casa y me subí a mi carrito, un Tsuru 2003, azul marino, descolorido. Ese día me lo habían arreglado de los frenos y  me pareció buena oportunidad para probarlo en ese trayecto solitario. En varios tramos aceleraba hasta 100 kilómetros por hora y  frenaba… chingones los frenos, me habían hecho un buen trabajo.

Las horas interminables…

-Te van a mandar a México, a la P.G.R., eres un caso especial, nada más que te curen bien de la madriza que te pusieron esos culeros… ya la libraste cabrón –me dijo un agente ministerial de la Fiscalía General de Durango que por alguna razón le caí bien.

Es cierto lo que dicen, que cuando estás a punto de morir toda tu vida pasa en segundos por tu mente. Vi a mis padres envejeciendo detrás de ese mostrador de su tienda de abarrotes, que era su casa, su colonia y su país, de la que nunca salieron más que para morirse, allá en el D.F., en el mero centro de Tacubaya. Me visualicé caminando en los patios de la Escuela Normal Superior, en donde estudié y me hice profesor. Vi a todas mis novias, mis amigos, mi ex esposa y mis hijos, y por mi mente pasaron todas esas bohemias que viví en esos años con intelectuales, escritores, periodistas, poetas, músicos, cantantes y compositores… yo les decía “los revolucionarios” porque seguido se reunían con cubanos, nicaragüenses y salvadoreños, en sus casas, por las colonias Roma, San Rafael y Santa María La Rivera, a comienzos de los años ochentas del siglo pasado, cuando estos países, Nicaragua y El Salvador, estaban en guerra. Yo me integré a ese grupo porque me gustaba ir a sus recitales y al final de estos me invitaban a sus veladas, luego terminé colaborando con ellos ayudándoles a programar sus eventos, consiguiéndoles contratos con instituciones públicas y hasta pegando carteles en el metro, al principio nomás por pura amistad y luego comenzaron a pagarme un sueldo modesto.

Vi a gran velocidad toda la carretera de México a Durango, a donde llegué buscando a mi novia para pedirle que se casara conmigo y terminé quedándome… y la Plaza de Armas dando vueltas a mi alrededor.
Me sacaron de la celda de la Fiscalía con los ojos vendados, me llevaron a otra parte y me golpearon salvajemente.

-¡Dinos quién te mandó hijo de tu puta madre! ¡¿A qué célula perteneces güey?! ¡¿eres zeta?! ¡¿Para qué pinche cartel trabajas!?

Les dije que no sabía de qué me hablaban, que era profesor. Intuía que eran policías, y aunque estaban violando mis derechos no quise protestar porque las cosas estaban más que podridas, no solo en Durango sino en todo el país. –Si les hago un reclamo, estos pinches locos son capaces de matarme –pensé.

-La Fiscal está muy encabronada, dice que quién chingados les dio órdenes de sacarlo. Ya le hablaron de México, de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos y ya tiene encima a los periodistas. Acaban de publicar su nombre y su foto en internet en donde aparece ingresando a la Fiscalía, detenido. ¡Ya no le peguen, pendejos!

Me llevaron a un hospital con la amenaza de que no dijera una sola palabra a nadie o matarían a mi familia; qué cabrones, le dijeron a un médico que yo era un narco muy importante y que me curara de la golpiza que llevaba. Me atendieron las heridas de la boca y me pusieron hielo en los pómulos para desinflamármelos, y unas gotas para quitarme las hemorragias que tenía en los ojos. Unas enfermeras me aplicaron suero y un par de inyecciones, habrán sido antibióticos y anestésicos. Todo lo veía borroso y me dolía abrir los párpados. Durante el tiempo que estuve ahí ni un minuto se me despegó un par de agentes ministeriales.

-¡¡Quítense, háganse a un lado, no estorben!!
-¡¡No me empujes, déjame trabajar!! ¡¡Soy Betsy Hidalgo, del Sistema Informativo Lobo!! ¡¡Profesor!! ¡¡Profesor!!
-¡¡Hazte a un lado, hazte a un lado!!

Jamás había sido el centro de atención de nada. Esa mañana, muy temprano, me sacaron de la Fiscalía General de Durango para llevarme al aeropuerto y los reporteros se acercaron a la camioneta en donde iba para intentar fotografiarme y hacerme preguntas. El operativo era espectacular, como si yo fuera un delincuente sumamente peligroso. El trayecto fue muy rápido y, al llegar, dos policías federales me tomaron de los brazos fuertemente y me llevaron corriendo a la pista, en medio de un centenar de soldados armados hasta los dientes.

-Así es que usted es el profesor Moctezuma… Alfonso Moctezuma. Tremendo lío en el que estamos metidos. Seguramente muchos le están agradeciendo lo que hizo, pero desafortunadamente hay otros que quieren matarlo. Estamos viendo qué vamos a hacer con usted… en dónde lo vamos a meter.
Por la manera en que sucedieron los hechos no va a estar mucho tiempo preso… tendrá que irse del país cuando quede libre… es usted una papa caliente.

¿Irme de mi país? ¿me está diciendo que tengo que irme de mi país?, pensé casi en voz alta mientras miraba a los ojos a este tipo que me hablaba con una tranquilidad de sacerdote y no tenía idea de quién era a pesar de que me había dicho su nombre y cargo como funcionario de la P.G.R. Vestía un traje muy costoso y los elementos policíacos que nos custodiaban en el interior de la aeronave se dirigían a él con mucho respeto llamándolo “doctor”.

Es un verdadero milagro que haya salido vivo de Durango…

Fue lo último que me dijo el “doctor” al bajar del jet en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y entregarme a un comando de élite para que me trasladara a la P.G.R. Ese año fue muy difícil para mi. Ya divorciado, quise intentar una nueva relación y no funcionó. Conseguí un trabajo extra como taxista, pero en dos ocasiones fui asaltado. Me integré a varios grupos sociales para distraerme y en todos se discutían las mismas inquietudes. El anterior gobernador, Ismael Hernández, había dejado al estado en una situación desastrosa, tanto económica como política y socialmente.

Con centenares de cadáveres sacados de fosas clandestinas, la barbarie cotidiana que se vivía y la corrupción extrema de casi todo el aparato gubernamental, aparecíamos en los periódicos del mundo  como una de las regiones más inhóspitas del planeta. Muchos coincidíamos en que este pinche gobernador, Ismael Hernández, había tenido mucho que ver en los problemas que la sociedad duranguense arrastraba y continuaban con el nuevo gobernador, un empresario bicicletero impuesto a través de un fraude electoral para cubrir todas las cochinadas, los saqueos y abusos que cometió su antecesor.

En los hechos, no había cambiado nada desde la Revolución frustrada de 1910, en Durango seguía dominando la misma dinastía canalla que había gobernado por más de ochenta años y los canadienses saqueaban todo el oro que podían de sus minas a cambio de migajas. Yo nunca pude entender cómo los duranguenses pudieron soportar ese sometimiento teniendo el ejemplo del primer y más grande guerrillero del mundo, Francisco Villa. Algunos compañeros de tertulias me decían que no, que Villa no era duranguense, que había nacido en San Juan del Río por puro accidente, que en realidad era chihuahuense. Total.

Se vino la sequía y el hambre se agudizó en el norte del país a menos de un año de las elecciones presidenciales. Muchos agravios se juntaban: una guerra absurda en contra de algunos carteles de narcotraficantes emprendida por un presidente de la República más sanguinario que estadista, que ya había provocado la muerte de cerca de 80 mil personas; la pérdida total de la seguridad nacional al quedar los ciudadanos a merced del intervencionismo enfermizo del gobierno norteamericano que en el último sexenio había ayudado a sus traficantes de armas a introducir a nuestro territorio cientos de miles de fusiles, pistolas, granadas, armamento sofisticado y millones de municiones para matarnos entre paisanos, para desestabilizar nuestro país, con la complicidad traidora de algunos funcionarios mexicanos, y la impunidad total, pues de nada valía denunciar a los políticos corruptos ya que las instancias encargadas de impartir justicia estaban totalmente prostituidas. La Secretaría de la Función Pública, la P.G.R., la Suprema Corte de Justicia de la Nación y las fiscalías generales y tribunales de todos los estados de la República eran personajes porcinos vivientes, sacados de las caricaturas de Magú.

¿Quién castigaba al presidente  y a los gobernadores por sus actos de corrupción y omisiones?, ¿quién castigaba a los fiscales y jueces coludidos con el crimen organizado?, ¿quién a los funcionarios de la Secretaría de Hacienda que condonaban miles de millones de pesos de impuestos a los empresarios más poderosos y sucios del país, atracaban sin misericordia a los contribuyentes y se hacían cómplices de las aseguradoras que prestaban sus “servicios” a todos los trabajadores del Estado a quienes timaban jugosos porcentajes de sus salarios?, ¿quién sancionaba a los directivos defraudadores de PEMEX y de todas las secretarías de Estado?

Ya no había impartición de justicia efectiva, ni siquiera en los delitos del fuero común… y la miseria, la violencia, la desesperación y el hambre flagelaban a más de 80 millones de mexicanos.

¿Quién le creía a ese pendejo secretario de Hacienda que andaba en campaña queriendo ser presidente de la República y que meses antes había declarado que las familias mexicanas podían vivir holgadamente con seis mil pesos al mes, los cuales eran suficientes, según él,  para pagar colegiaturas en escuelas privadas, la hipoteca de la casa, la comida, el vestido, gas, agua y luz? Y para colmo, ese pinche partido, el P.R.I., había designado como coordinadores regionales de su campaña presidencial a puros ex gobernadores delincuentes, coludidos con el crimen organizado.

La izquierda, a pesar de las buenas intenciones de López Obrador, ya no existía pues había sido absorbida por mafias de pseudopolíticos chantajistas, oportunistas y mercachifles. ¿Quién creía en el izquierdismo romántico-nominal de Marcelo Ebrard, quien ordenó le pagaran a su novia y luego esposa más de 50 mil pesos mensuales de sueldo a costa del erario chilango? ¿Quién creía en René Bejarano, cuyo video metiéndose en las bolsas de su saco los fajos de billetes de Ahumada ya había sido visto por cientos de miles de personas en la televisión y en YouTube? ¿Quién creía en toda esa pléyade de “izquierdistas” distribuidos en todo el país que estaban más comprometidos con los depredadores que ostentaban el poder que con el pueblo de México?

-Todo mundo quiere hablar con usted profesor, pero no dejan que se le acerque nadie. Son órdenes del mero preciso de allá arriba, porque el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos lo responsabilizó de su seguridad. Ayer platiqué con un amigo abogado y me dijo que usted ya debió de haber quedado libre. Pero las autoridades dicen que solamente pueden garantizarle la vida aquí en Almoloya.

Anoche recordé a mis hijos, Alfonsito y Daniela, en estos meses no los he visto, ni a su mamá. Me informaron que la familia de mi ex esposa se los llevó a los Estados Unidos para protegerlos. Ese pinche país no me agrada para nada, sus gobiernos son belicosos, invasores de pueblos, provocadores de guerras, destructores. Ahí viven los magnates más voraces de la tierra que en un abrir y cerrar de ojos aplastan a una nación entera; son esos, a los que ni el mismo Diablo los quiere en su infierno porque lo despojarían de este.

Desperté con una canción en mis oídos que estaba soñando, de aquél trovador defeño que había conocido muchos años antes, Rafael Mendoza: “… y todas las carreteras son caprichos de los cerros, así como el aire mueve a su capricho tus cabellos…”.  Y por un par de segundos hasta sentí que la tenía junto a mi, que podía tocarla… nomás no puedo olvidarla.

-Oiga profe, la situación está muy caliente allá afuera, han salido a relucir más fraudes de esos hijos de la chingada. Lo de Moreira no fue nada, en PEMEX, la Secretaría de Hacienda y la Comisión Federal de Electricidad el saqueo ha sido brutal, en el norte ya hubo enfrentamientos graves entre ciudadanos y narcos y ya se están formando frentes guerrilleros en el sur… ayer el Subcomandante Marcos declaró que el Ejército Zapatista está en estado de alerta y los soldados están patrullando el D.F., este pueblo ya se cansó, como que ya nos fastidiamos de que nos estén rompiendo la madre los mismos de siempre…

A veces me llegaban tarjetas con mensajes de aliento de viejos amigos del barrio de Tacubaya, de ahí, de donde nació Javier Solís, Gabriel Siria Levario. Si hubo una época en que fui feliz fue aquella de mi adolescencia en que recorría todos los cines del rumbo: el Jalisco, el Hipódromo, el Carrusel, el Marilyn Monroe y el Gabriel Figueroa, en los que vi casi todas las películas de Paul Newman, Steve Mc Queen, Clint Eastwood, Dustin Hoffman, Robert Redford, Robert de Niro y Al Pacino. Me agradaba sentarme en alguna banca, afuera del metro, para observar los rostros y las ropas de las personas que entraban y salían de la estación; más tarde, en casa, trataba de recordarlas un poco antes de dormir. Siempre me gustó hacer este ejercicio mental que me relajaba mucho y me ayudaba a conciliar el sueño.

Tenía que regresar a aquellos tiempos porque los actuales me lastimaban, me lastimaba ver un país sin futuro, padeciendo una de las peores descomposiciones sociales de su historia, con su juventud desperdiciada por la falta total de expectativas y por el desempleo; consumida por la violencia y la desesperación, motivos por los cuales la tasa de suicidios entre los jóvenes había aumentado alarmantemente en todo el país. Me lastimaba ver una nación sumisa, sometida por una minoría de políticos gangsteriles que no tenían respeto por nadie, ni por sí mismos, ya que habían permitido la abierta intervención del gobierno estadounidense en nuestros asuntos internos y estaban al servicio de una oligarquía voraz a la que solo le preocupaba acumular riquezas y más riquezas. Me lastimaba la entrega vil del patrimonio nacional que hacían nuestros gobernantes apátridas a potentados inescrupulosos. El petróleo y la electricidad, bienes por los que tanto lucharon millones de mexicanos, ya estaban a punto de ser privatizados para beneficiar a grandes consorcios extranjeros, y nuestros recursos forestales y mineros enriquecían a unos cuantos. Me lastimaba la inacción de la gente…  y me lastimaba verme ahí, a mis 45 años, con todos mis días iguales.

-¡Ya tronó en cuete profesor!, la cosa se puso muy fea: el candidato priísta reclamó que el P.A.N., y el P.R.D., le hicieron fraude electoral, y López Obrador denunció que el P.R.I., y el P.A.N., cometieron delitos que lo perjudicaron durante las votaciones, y dijo que él había ganado… pero el pueblo ahora sí está encabronado y ya los mandó a chingar a su madre a todos. Ya tomaron el Palacio Nacional y Los Pinos… están saqueando los Wall Mars y los centros comerciales… hay apagones y amotinamientos en todo el D.F., y en varios estados ya tomaron palacios de gobierno y alcaldías. ¡Tenemos alerta roja en el penal!

Pensé que sería más fácil que me mataran en una cárcel de un país convulsionado y sentí miedo. Esa vez, de manera consciente, comencé a rememorar buena parte de mi vida, a recordar a todos mis alumnos y a sus padres, a los compañeros de trabajo, a mis amigos… a mi ex esposa, que perdí por estupideces mías, y a mis hijos; a mis fallecidos padres y familiares, en medio del ruido ensordecedor de las sirenas de alarma del penal de Almoloya de Juárez. Y es que el pueblo ya no podía seguir aguantando más… esos desgraciados tiraron mucho de la cuerda, se enriquecieron vilmente, Peña Nieto… Montiel… ese güey que gobernaba el Estado de México, Eruviel, saqueador de Ecatepec… los hermanos Moreira en Coahuila, defraudadores; Ismael y Caldera en Durango, atracadores profesionales del erario; Fidel Herrera y Duarte en Veracruz, personeros del crimen organizado; Eugenio y Baeza en Tamaulipas y Chihuahua; Aguilar en Sinaloa… los hermanos Larrazábal en Monterrey; Zedillo, Fox, Creel, Lozano, Cordero, Beltrones, Lujambio, Chuayffet …¡puta madre! ¡¿cómo chingados aguantamos que nos gobernaran puras bandas de delincuentes, que destruyeran nuestra nación, nuestra casa, y la desmantelaran a nombre de una docena de psicópatas especuladores, dueños de gigantescos capitales estafados al pueblo de México?! Tuvimos que ver a nuestros hijos matándose y muriéndose de hambre para salir a las calles a cambiar las cosas.

-Esto ya valió madre profesor… siguen los enfrentamientos armados y cientos de miles de personas se manifiestan todos los días en todo el país. Las redes sociales de internet están cumpliendo las mismas funciones activistas que desempeñaron en Egipto, Túnez, Yemen y España. El Subcomandante Marcos ya tomó la XXXI Zona Militar de San Cristóbal de las Casas a sangre y fuego. El aeropuerto del D.F., está sitiado por un sector progresista del ejército a cargo del general Badillo, y otros altos mandos de la Armada también se están sublevando. El pueblo ya desconoció al gobierno de Calderón y está formando una Junta Nacional Ciudadana… los gringos ya tienen a su ejército en la frontera, hijos de la chingada.

Mientras escuchaba a Apolinar, el custodio personal que me habían asignado ocho meses antes y con el que platicaba casi todos los días durante mi reclusión en el Penal de Almoloya de Juárez, recordé a Carmen, madre de uno de mis alumnos: -“présteme aunque sea cien pesos maestro, es que no tengo ni para comer…”. En mi mente volví a leer los correos electrónicos que me llegaban en los que los cibernautas denunciaban y publicaban pruebas documentales de los gastos ofensivos y fraudulentos del gobierno federal, los atracos en despoblado: 100 mil pesos por un pinche bat de madera, 200 mil pesos por una vajilla… las toallas de mano de 10 mil pesos en el sanitario del titular del Poder Ejecutivo, los gastos personales millonarios de Martha, y luego los robos disfrazados de sueldos cínicos, descarados, de los diputados y senadores de la República, de todos los funcionarios de los gobiernos federal, estatales y municipales… de gobernadores… “bonificaciones” insultantes que eran mayores que los salarios. En la Suprema Corte y en algunas secretarías de Estado había funcionarios que cobraban sueldos superiores al del presidente de la República,.

De hecho, todas las dependencias eran obesos elefantes blancos cuyos presupuestos solo servían para enriquecer a sus más altos directivos, hacer negocios personales y mantener holgadamente a sus empleados y dinastías vergonzantes como las que vi en Durango, compuestas por añejos cacicazgos familiares que se heredaban las instituciones públicas como haciendas particulares: los Silerio, los Ramírez, los Gamero, los Guerrero, los Herrera, con sus nuevas generaciones de sátrapas que ya portaban en la sangre el gen de la pillería.  

Todo esto no le servía para nada al pueblo que cada día sufría más pobreza, más desempleo, más inseguridad, más desolación, más injusticia, más violencia… más hambre.

Era el auge también de unos cuantos vivales que controlaban las instituciones de seguridad protegiendo a todo tipo de delincuentes, especialmente a secuestradores y a integrantes de los principales carteles del narcotráfico, haciendo enormes, impensables fortunas, mientras Carmen me pedía cien pinches pesos para comer.

Las carreteras del país eran totalmente intransitables por los incontables grupos delictivos que asaltaban a los viajeros en contubernio con las autoridades. El Estado de Derecho y el tejido social estaban ya extinguidos.

-¡¡Ya cayó el gobierno profesor...!! ¡¡a güevo que tenía que caer!! Pude ir a la última concentración masiva en el Zócalo, éramos más de un millón. Los de la Junta Nacional Ciudadana no pudieron evitar la huída de Calderón… salió del país con su familia… al parecer se fueron a Irlanda. Se fue impune de toda la barbarie que provocó, de sus rapacidades y de su enriquecimiento ilícito. Le confiscaron sus propiedades de la colonia Las Águilas, en el D.F., pero se fue forradísimo de dinero mal habido.
 La Armada y el Ejército se disciplinaron con el pueblo para evitar más derramamientos de sangre inútiles, y el general Badillo es provisionalmente el presidente de la junta de la secretaría de la Defensa. Pinches gringos, no se animan a invadirnos, aquí no es Irak ni Afganistán… ¡aquí si se los anda llevando su puta madre! Ya retiraron a sus agentes de la D.E.I., que andaban haciendo aprehensiones en nuestro territorio.

Muchos empresarios ojetes están sacando sus capitales, pero son más los que han decidido quedarse.

Ya varios países de Latinoamérica y Europa se están pronunciando por reconocer a la Junta Nacional Ciudadana como gobierno provisional de México y esta les está solicitando congelar las cuentas bancarias de varios  políticos mafiosos y magnates fraudulentos que estaban asociados con narcotraficantes. Hay desbandada general… Nava, Beatriz Paredes, Bejarano y el chico del copete no aparecen por ningún lado, andan de pelada… se les llegó su noche triste a esta bola de cabrones. Obama y el Congreso gringo se están haciendo pendejos, seguramente van a querer chantajear a la Junta para reconocerla.

Esto va a estar más cabrón para nosotros los custodios… el penal ya está rodeado de batallones del ejército y escuadrones ciudadanos… en cualquier momento traen a Carlos Salinas y a Fernández de Cevallos, ya están presos en la P.G.R., junto con otros hijos de la chingada. Elba Esther también ya está detenida, pero a ella la van a guardar en Santa Martha. Si nos quejábamos por cuidar a los narcos ahora nos va a ir peor…

Luego me enteré que la Junta Nacional Ciudadana era precisamente eso, una Junta Nacional Ciudadana, en la que no participaban dirigentes de ningún partido ni personajes políticos ya que estos en los últimos años no habían procurado aliviar las necesidades primordiales del pueblo de México ni habían hecho esfuerzos trascendentales para intentar cambiar las cosas: todos atendían sus intereses individuales, de grupo y  partidistas.

En menos de cinco meses, tras la disputa vergonzosa entre los contendientes luego de las elecciones presidenciales de julio de 2012, que originó la revolución social, esta Junta Nacional Ciudadana había adquirido respeto y poder inusitados, proporcionados por más de 80 millones de mexicanos que por fin despertaron de un lastimoso letargo de varias décadas, y ya había anunciado la instalación de una Asamblea Nacional que redactaría una nueva Constitución Política y discutiría otras alternativas de representación que podría darse la ciudadanía. Los partidos políticos y el cáncer social que estos representaban quedaban eliminados de la historia nacional. Estos eran los verdaderos representantes del pueblo, los que se encargarían de reconstruir nuestro país. Eran trescientos veinte ciudadanos, diez por cada estado de la República y el Distrito Federal, entre los que destacaban los científicos René Drucker y Rodolfo Neri Vela, los músicos Federico Álvarez del Toro y Ramón Romo Lizárraga; la astrónoma Julieta Fierro, los escritores Francisco Martín Moreno y Jorge Volpi; el cantante Fernando de la Mora, el actor Enrique Cisneros; los trovadores Fernando Delgadillo y Rafael Catana, y el poeta Javier Sicilia, entre muchos más ciudadanos de reconocida autoridad moral.

-Buen día profesor… dos integrantes de la junta de la Secretaría de Gobernación, van a venir a platicar con usted, me acaba de informar mi jefe…

En medio de la algarabía, el acomodo de fuerzas y el caos general en el inicio de la reconstrucción nacional, jamás me imaginé que alguien tuviera tiempo de ocuparse de mi asunto. Por las largas pláticas que tenía con Apolinar y los periódicos que me llevaba a mi celda supe que la Secretaría de Gobernación había quedado bajo el mando de una junta presidida por el General José Francisco Gallardo, y ahora esta junta era la que controlaba todos los penales federales del país.

En las revueltas populares, muchos expedientes fueron destruidos y quemados, y todos los tribunales y fiscalías del país habían sido saqueados por multitudes de ciudadanos enardecidos, durante los peores días de agitación. Esto complicaría un poco el trabajo del nuevo gobierno, pero afortunadamente mi expediente había sido uno de los pocos que se habían salvado.

Aquella noche no supe a quien había matado, me enteré dos o tres días después, cuando comencé a recuperarme de las golpizas que me dieron los policías. El agente ministerial que me vigiló en la Fiscalía General de Durango y tuvo cierta empatía conmigo fue el que me dijo que se trataba de El Chapo Guzmán. Él me enseñó los periódicos que de manera sensacional daban la noticia de la muerte de este narcotraficante, pero no daban detalles, solo mencionaban conjeturas, que tal vez había sufrido un atentado y que probablemente yo era un sicario al servicio de algún cartel enemigo. También me comentó algunos pormenores de su funeral.

-Lo sepultaron allá en Canelas, le hicieron un mausoleo de puro mármol italiano, fueron algunos políticos, jefes policíacos y militares… según me dijeron. Fue una ceremonia muy privada, con mucho hermetismo... pues qué paso, dígame cómo estuvo la cosa profesor…

Reviví la escena de ese día: circulaba por el Viejo Camino a Contreras como a las once y cuarto de la noche y quise probar los frenos de mi carro, ya había acelerado mi auto como en cinco o seis ocasiones hasta los 100 kilómetros por hora y me propuse hacer una última prueba. Fue precisamente en esa acelerada cuando de una de las bocacalles salió la cuatrimoto a toda velocidad. Pude frenar, pero a pesar de que me dejaron muy chingones los frenos de mi carro no pude evitar el choque porque este cabrón también conducía con exceso de velocidad. Tras el impacto salió volando, llevaba una playera del equipo de futbol Santos Laguna, un pants verde botella, unos tenis y una cachucha que extrañamente conservó en su cabeza, como si la llevara pegada. Bajé de mi coche y corrí hasta donde había caído, todavía estaba vivo y llamé a la Cruz Roja con mi celular. Noté que estaba borracho, y con su dedo me apuntaba como si fuera su arma: -¿quién eres… ‘ndejo?, me preguntó varias veces. Le dije que no se moviera, que todo iba a estar bien. Llegaron los muchachos de la Cruz Roja y luego los policías… hasta ese momento no sabíamos quién era el herido porque se había desmayado y lo trasladaron rápidamente al hospital. A mi me llevaron a la Fiscalía General de Durango; fue ahí, al ingresar a la sala de detenidos, en donde me fotografió un periodista que estaba de guardia, traía un chaleco del periódico Contacto Hoy, y me preguntó mi nombre y el motivo por el que me habían detenido. Este fotógrafo fue el que me salvó la vida ya que a las pocas horas publicaron mi foto y mis datos en la edición de internet de este medio informativo.

Solo tenía unos cuantos minutos dentro de la Fiscalía cuando supieron la identidad de la persona que había atropellado y esos pinches policías corruptos me sacaron y me llevaron no sé dónde para darme la peor golpiza que he recibido en mi vida. Querían que les dijera quién me había pagado, si trabajaba para un tal Lazcano y que a qué célula pertenecía. Cosas que yo no entendía para nada. No sé cuánto tiempo habría pasado cuando me despertaron los gritos de un agente ministerial que entró en donde me tenían y les dijo que ya no me pegaran porque había aparecido una foto mía en internet en donde estaba detenido, dentro de las instalaciones de la Fiscalía General de Durango.

Por ese detalle me volví una papa caliente, tanto para la fiscal general de Durango como para la procuradora general de la República y para el mismo presidente Calderón.

Yo maté al Chapo Guzmán, pero fue un pinche accidente desafortunado. A pesar de todo lo malo que se sabía de él, nunca le deseé la muerte porque ni siquiera lo conocía, jamás lo había visto en mi vida… y a veces hasta me caía bien por esa fascinación que muchos tenemos por los antihéroes, por los que se rebelan a las reglas sociales establecidas. Lo confieso: en mi adolescencia y juventud fui admirador del famoso asaltabancos Alfredo Ríos Galeana.

Luego supe que El Chapo era una carta fuerte que tenía Calderón para ganar adeptos y votos para su candidato en las elecciones del 2012, que lo iba a encarcelar y que esto iba a ser el golpe espectacular de su sexenio; pero ya muerto El Chapo, pues cuál encarcelamiento, cuál golpe mediático…  aunque yo creo que ni siquiera esto hubiera salvado a Calderón de la caída que tuvo, él y todo un régimen caduco de políticos corruptos, ya inaguantable.

Mi abogado me había dicho que el homicidio había sido imprudencial y que desde hacía un buen tiempo las condiciones legales para que obtuviera mi libertad ya se habían dado, pero las autoridades argumentaban que si me dejaban libre no duraría ni un día con vida... que me mataría la gente del Chapo.

Ya llevo casi un año y medio encerrado, ¿cuándo chingados saldré de aquí? – me pregunté inconscientemente, en voz alta, luego de hacer un enésimo recuento de la experiencia más desastrosa de mi existencia, llamando la atención de mi custodio, Apolinar, quien se me quedó viendo de reojo moviendo la cabeza negativamente, con un gesto de impotencia, pues queriendo o no ya nos habíamos hecho muy buenos amigos.

-La reconstrucción nacional va a pasos agigantados profe, la Junta Nacional Ciudadana ha hecho muchos nombramientos provisionales, todos acertados, mientras se instala la Asamblea Nacional, se redacta la nueva Constitución y se convoca a elecciones con puras candidaturas ciudadanas integradas en planillas para disputar las principales posiciones políticas del país, desde la Junta de la Presidencia de la República hasta las juntas de las secretarías de Estado; juntas de gobierno de los estados y secretarías estatales, y juntas de las presidencias municipales.
Agárrese profe… Carlos Slim ya se alineó con la Junta Nacional Ciudadana y acaba de declarar que no se llevará sus capitales del país, que se la rifa con el pueblo mexicano. Ayer Víctor Flores, el líder de los ferrocarrileros, fue a ponerse a las ordenes de la Junta Nacional, pero Javier Sicilia,  luego de darle un beso, diplomáticamente lo mandó a chingar a su madre: “lo siento señor Flores, en este nuevo proyecto de nación no tenemos cabida para usted”, le dijo secamente. ¡Con esto y Elba Esther que ya está entambada, se acabaron los “charros” sindicales profe!

El vocero oficial de la Junta Nacional Ciudadana es Ciro Gómez Leyva. Enrique Galván Ochoa y Carlos Ramírez presiden la junta de Hacienda; los doctores Néstor de Buen y Arturo Fernández Arras están al frente de la junta del Trabajo; en la Secretaría de Cultura, Francisco Toledo, Carmen Boullosa, José Agustín, Enrique Bátiz y Eugenio Sánchez Aldana, son los efectivos.

Jesús Silva-Herzog Márquez y Denise Maerker forman parte de la junta de la secretaría de Economía; en la del Medio Ambiente quedaron el Dr. Mario Molina, la Dra. Alicia Castillo Álvarez y los integrantes del grupo Maná, entre otros.
En Desarrollo Social presiden Denise Dresser y Epigmenio Ibarra.

El Subcomandante Marcos y Hermann Bellinghausen dirigen la junta de la Secretaría Nacional Indigenista.

Belem Guerrero y Ernesto Canto tienen a su cargo la Secretaría Nacional del Deporte.

Federico Reyes Heroles, John Ackerman, Carlos Alazraky y Luis Javier Garrido, integran la junta de la Secretaría Nacional de la Contraloría.
Isabel Miranda de Wallace, Eduardo Gallo Tello y Alejandro Martí quedaron dentro del Consejo de Seguridad Nacional y ya cuentan con la asesoría directa de Edgardo Buscaglia.
 Lydia Cacho, Jaqueline Sáenz, Bárbara Zamora y Emilio Alvarez Icaza, integran la junta de la Secretaría de la Defensa de los Derechos Humanos… puras juntas profe, ¡se acabaron también los pinches mandamases!

No sé en qué momento se nos hizo costumbre el que Apolinar me leyera las noticias del periódico y yo lo escuchara. Y al oír las últimas notas de lo que acontecía en el país me entró una sensación de libertad, a pesar de estar encerrado ahí. Esa era la luz al final del túnel… y ahí me hubiera quedado años enteros si se trataba de que Apolinar me leyera todos los días las buenas nuevas para nuestra patria…

Buen día profesor… mi nombre es Julián Le Barón, pertenezco a la junta de Gobernación y aquí vengo con mi compañero, el señor Rafael Luviano. Ya supimos lo que le pasó y le venimos a dar una muy buena noticia… antes, el pinche gobierno impartía justicia con las patas, pero eso ya se acabooó. Revisamos lo que pudimos de documentación y encontramos muuunchas irregularidades. Pa’ empezar, hallamos un registro de alta de un paciente de la Cruz Roja que coincide con el día y la hora en que según usté atropelló y mató al Chapo Guzmán. Aquí estaaá, mire…
 El reporte de la bitácora que localizamos informa que un grupo de personas armadas llegó al hospital por este sujeto y se lo llevó diciendo que se llamaba Manuel José Pereda, mismo que reconoció amigablemente a los susodichos… ¡aaah chingao! ¿cómooo?, nos preguntamos, y luego luego fuimos a desenterrar el supuesto cadáver del Chapo y resultó que medía casi dos metros, y el Chapo es más chaparro… y pa’ acabar pronto, anoche la Interpol nos mandó esta foto reciente en donde aparece el Chapo en una batucada… en un fiestón con capos de las favelas, allá en Río de Janeiro… írelo, ahí está riéndose, abrazando a esa negrota sambera…

Usté sí atropelló al Chapo Guzmán, pero no lo matooó. Su gente aprovechó la situación para hacerlo pasar por muerto y facilitarle su huída al extranjero porque Calderón ya había decidido echarle el guante pa’ tratar de justificar todas las porquerías que hizo. La Procuraduría Nacional, o lo que era la P.G.R., ya tiene detenidos a varios funcionarios de la Fiscalía General de Durango que estuvieron involucrados en este mitote. Este bato ya no regresa a México porque los ciudadanos ya no estamos dispuestos a consecuentarlo, ni a él ni a nadie más. Si los gringos quieren mota y coca pues las tendrán que meter a su país por otro lado, porque por aquí, por México,  ya no. Se acabaron los Chapos, los Zambadas, los zetas, los equis y los y griegas.

¡Está usté libre profesooor!

Y le tengo otra noticia: el nuevo Estado mexicano le otorga una indemnización por el tiempo que estuvo preso injustamente, y aquí el señor Luviano también le quiere decir algo.
-Profesor Moctezuma… le informo que la junta de la secretaría de Educación Pública, encabezada por los señores Paco Ignacio Taibo II, Rafael Barajas Durán y Ethel Krauze, ha ordenado su reinstalación inmediata y el pago de todos sus salarios caídos, desde el día en que fue encarcelado hasta este momento en que obtiene su libertad. También, la Junta Nacional Ciudadana le envía este paquete vacacional de quince días para que lo disfrute en compañía de su familia en cualquier lugar del país que usted escoja, antes de que vuelva a sus actividades docentes.

-¡Vámonos profesoor… agarre sus chivas porque allá afuera lo están esperando su esposa y sus hijos!

-Mi ex esposa, señor Le Barón…

-Mmmm… ¡pues ella dice que es su esposa!

Cuando volteé a ver a Apolinar noté que estaba llorando y nada más por eso supe que lo que estaba sucediendo era verdad. Me despedí de él dándole un fuerte abrazo…

-Cuídeseme mucho profe y no se olvide de mi…


Cd. Victoria de Durango, Dgo. 28 de octubre de 2010. fermis9@hotmail.com


“Es deseable que el espíritu impulse a la música y otras artes y ciencias y otras formas de hacer que renazca la vida, permitan a nuestro país escapar de la pudrición que no es destino inexorable. Sé que es un deseo pueril, ingenuo, pero en el creo, pues he visto que esa mutación se concrete.
Esta es la última vez en que nos encontramos. Con esa convicción digo adiós”. Miguel Ángel Granados Chapa.

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