Tribuna Libre / Héctor Yunes Landa
Articulista invitado
Justo cuando el
IFE declara el periodo de intercampañas en la que con todo cuidado los
precandidatos se han conducido para no violar la ley haciendo actos de
proselitismo público, Felipe Calderón sale como porrista de Josefina Vázquez
Mota en una reunión privada celebrada con el Consejo Nacional de Banamex.
Resulta que según
las encuestas que existen solo en su cabeza, la precandidata del PAN está
ubicada en el segundo lugar de las preferencias, a tan sólo 4 puntos de Enrique
Peña Nieto.
Aparentemente para
presentar tales resultados, el Presidente de la República destinó recursos
federales en la realización de un estudio, si es que hubo tal, y no fue –en el
peor de los casos- sólo una mentira, sino una estrategia hechiza de promoción
del voto. Aunque es posible que Calderón le esté pasando como en la fábula “El
Traje del Rey”.
Este garrafal
desacierto desató inmediatamente los comentarios de la opinión pública, que
reprobó la conducta antidemocrática del mandatario y que en una mezcla de sorna
y recomendación, le pidió que cambiara de casa encuestadora porque la propia
siempre le falla.
En el PRI, hemos
incluso pedido el video de la reunión en cuestión, porque no es posible dejar
en la impunidad este tipo de acciones ilícitas e indignas por parte de quien
debiera ser el árbitro y el representante de todos los mexicanos.
La Presidencia de
la República no tiene la facultad de orientar las preferencias electorales, y
aunque tenga para fines internos un área de estudios de opinión, es una
absoluta irresponsabilidad de su parte presentar sus “encuestas” ante un grupo
de personas, que sean o no banqueros, son electores, y al final de cuentas, son
electores muy influyentes a nivel nacional.
Calderón violó la
ley a todas luces, y lo hizo con la abierta y aviesa intención de que dicha
información se difunda para promover a la candidata de su partido.
Mostró un estudio
de opinión generando además una impresión falsa de las preferencias
electorales, inflando las cifras para tratar de crear la ilusión de que el PAN
aún no tiene todo perdido en la contienda de 2012.
Lo que los
mexicanos debemos ahora temer es por la seguridad y la legalidad de nuestra
próxima elección. Si Calderón muestra este tipo de conductas ya desde el
periodo de intercampañas, ¿qué podemos esperar por parte de la Presidencia
durante las campañas e incluso durante los comicios?
Tal parece que
nuevamente nos toparemos con un Vicente Fox, entrometido, parcial, que metió
las manos en el proceso electoral de 2006 causándole al país un gran daño,
poniendo en duda toda la credibilidad de las instituciones electorales. Esto corrobora
las sospechas que suscitó el repentino cambio en la fiscalía de la FEPADE,
donde puso a cargo a una persona sin el perfil adecuado y a todas
luces incondicional de cara a la elección presidencial.
Tal parece que
éste es el nuevo capricho calderoniano dentro de una colección de joyas
presidenciales: su llegada cuestionable y polémica a Los Pinos, su intento de
legitimación a través de una guerra sin sentido en contra del crimen
organizado, la imposición de su hermana para la contienda de Michoacán primero,
y ahora su inclusión descarada en las listas plurinominales a la senaduría.
No conforme con el
daño social causado por sus más de 60,000 muertos, por la división y el encono
que ha radicalizado entre los mexicanos, por los casi 12 millones más de
pobres, Calderón será recordado como el presidente que más desprestigio ha
causado a la Política y mayor deterioro logró de la incipiente Democracia
mexicana.
La pregunta es
¿hasta cuándo y hasta dónde los mexicanos podremos tolerar este tipo de
atropellos y agravios por parte de este déspota ilustrado moderno?